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Una técnica revolucionaria en la historia de la ciencia: La primera “bebé de probeta” cumple 40 años

Escribe Mariana Morena

El 25 de julio de 1978 nació Louise Brown, la primera criatura humana concebida por fertilización in vitro, fuera del organismo materno. Desde entonces las técnicas de reproducción asistida no dejaron de avanzar y se calcula que alrededor de ocho millones de personas nacieron gracias a ellas. La reaccionaria Iglesia Católica condenó su implementación con la misma vehemencia con que actualmente se opone a la ley del aborto.

El nacimiento de Louise Brown tuvo tal impacto mundial que muchos lo compararon con la llegada del hombre a la Luna. Ocurrió hace 40 años en el Hospital General de Oldham (en las afueras de Manchester, Inglaterra). Tuvo que ser protegido como una fortaleza tanto que el día programado del parto su padre ingresó custodiado por policías. Pese al hermetismo que rodeó el procedimiento de fertilización y el embarazo, la noticia se filtró y centenares de periodistas y fotógrafos asediaron la maternidad.
Como la cesárea fue filmada, las imágenes de Louise recién nacida se multiplicaron en los medios televisivos y gráficos de todo el mundo. Era la primera “bebé de probeta”, concebida fuera del útero materno por una técnica de fertilización in vitro (FIV). El método consistía en extraer un óvulo (ovocito) del útero materno, fertilizarlo con el esperma del varón en el laboratorio y, una vez formado el embrión, implantarlo en el útero para su desarrollo.

Una revolución tecnológica 
Los padres de Louise, Leslie y John Brown, intentaron el embarazo sin éxito durante nueve años. No lo lograban por una obstrucción en las trompas de Falopio de Leslie, una de las causas más comunes de infertilidad femenina. Por eso aceptaron el tratamiento experimental que le propusieron dos investigadores, Robert Edwards y Patrick Steptoe, quienes venían realizando ensayos desde una década atrás. No les advirtieron que, hasta ese momento, no lograban el resultado esperado. Llevaban una seguidilla de 78 fracasos incluyendo embarazos no evolutivos y comenzaban a ser muy criticados. Desde que en 1959 se documentó el nacimiento de un conejo fecundado in vitro, la tecnología de la reproducción en humanos avanzaba por el “gran milagro”. Esta vez el éxito fue total, Louise nació con 2,600 kg de peso y era perfectamente sana.
Desde entonces, las técnicas de reproducción asistida no dejaron de avanzar alcanzando un elevado grado de complejidad, seguridad y eficacia. Desde métodos de congelación para conservar embriones sobrantes para un posible uso futuro a otros basados en ultrasonido para evitar la incisión abdominal llegando a la inyección intracitoplasmática, por la que se inyecta un espermatozoide seleccionado específicamente en el óvulo, para casos donde el recuento de espermatozoides es muy bajo o cuando se tienen dificultades para acceder al ovocito. Por otra parte, se desarrollaron técnicas de diagnóstico embrionario para prevenir el nacimiento de hijos con enfermedades hereditarias ligadas al sexo, como la hemofilia o la fibrosis quística, entre otras, además de disminuir los riesgos de transmisión en personas portadoras de VIH.

Un beneficio para millones de personas
Cuarenta años después, la Sociedad Europea de Embriología y Reproducción Humana estima que unos ocho millones de bebés nacieron gracias a la reproducción asistida (en la Argentina la cifra ronda los 30.000; los primeros fueron mellizos, en 1986). Aproximadamente nacen 300.000 “bebés probeta” por año. La madre de Louise tuvo una segunda “bebé de probeta”, Natalie (la número 40 en el mundo) quien, a su vez, se convirtió en la primera mujer concebida por fecundación in vitro en ser mamá por vía natural. 
Estos tremendos avances elevaron considerablemente las tasas de éxito haciendo que más personas recurran a la reproducción asistida para lograr un embarazo, tanto en el caso de parejas heterosexuales con problemas de fertilidad (se calcula que entre el 15% y el 20% de la población mundial los experimenta en distinto grado), como en el caso de parejas homosexuales y mujeres solteras. La demanda de la sociedad llevó a que las técnicas fueran incluidas en los sistemas de salud y que su implementación se democratizara. En la Argentina la ley nacional de reproducción asistida de 2013 estableció el acceso integral y gratuito a todos los tratamientos que pasaron a ser de cobertura obligatoria para el sector público, las obras sociales y las prepagas.

La oposición de la Iglesia Católica
La reproducción asistida conllevó la discusión de nuevas problemáticas desde el punto de vista ético y legal (como qué hacer con los embriones no utilizados o sobre la elección de los progenitores en el caso de las donaciones). Algunas van siendo saldadas, otras nuevas aparecen. Actualmente su utilización es algo completamente común y aceptado socialmente. Sin embargo no fue así para sus pioneros que fueron criticados con dureza por la sociedad científica y sectores religiosos. Debieron pasar décadas para que su trabajo fuera reconocido (Edwards recibió el Premio Nobel de Medicina en 2010, cuando Steptoe ya había fallecido). Se cuestionaba la calidad científica y la ética de sus investigaciones y el Consejo de Investigación Médica de Inglaterra se negó a financiarlos. 
La Iglesia Católica jugó a favor de la “demonización” de estas tecnologías. Defendió con uñas y dientes su dogma reaccionario del “plan de Dios” que se veía jaqueado, reafirmando que para generar vida sólo es lícito el acto sexual entre varón y mujer, que hay vida desde la concepción y que todo embrión tiene derecho a la vida, los ejes que sigue defendiendo aún hoy. Hasta Francisco, el papa “progresista”, llama la atención sobre el descarte de embriones en lo que concibe como “cultura global del descarte”. Más de su doble moral permanente.
La institución más reaccionaria de la historia, que condenó los avances más espectaculares de la ciencia (como los casos emblemáticos de Galileo y Darwin), es socia del sistema capitalista imperialista en la explotación de los trabajadores y la violencia machista, volvió a oponerse a que las masas avanzaran en calidad de vida y en derechos. Cuarenta años después, sigue jugando el mismo rol retrógrado contra el aborto legal.

Una técnica para todo el mundo

Louise ha llevado la vida de millones de mujeres. Trabaja en una oficina de correo en Bristol, contrajo matrimonio y tuvo dos hijos que nacieron de manera natural. “Cuando nací me hicieron unas cien pruebas para comprobar que todo estuviera bien. Pero después me realizaron pocos estudios a lo largo de mi vida. No hay nada raro o diferente en mí ni en ningún otro niño nacido por fecundación in vitro”, declaró Louise en una entrevista que le realizaron en estos días (Perfil, 21/07/2018). Se considera una embajadora de la reproducción asistida, por lo que acepta participar de ceremonias, charlas y entrevistas en su apoyo. Una y otra vez repite que la técnica creada por los científicos ingleses está destinada a todas las parejas con problemas para concebir un hijo, independientemente de dónde vivan o de sus recursos económicos. “Mi madre y mi padre eran pobres. De hecho, cuando se fueron a vivir juntos dormían en un viejo vagón de tren”, contó el año pasado. “Bob Edwards tenía especial interés en que (esta técnica) fuera algo de lo que se beneficiara todo el mundo, no sólo los que pueden permitírselo”. (Fuente: El Periódico, edición Catalunya, 21/07/2018)