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Malvinas. A 39 años de su recuperación

Escribe Martín Fú

El 2 de abril de 1982 la Argentina desafiaba a una potencia imperialista recuperando un territorio soberano usurpado y apropiado por el colonialismo en 1833, las islas Malvinas. La foto de los Royal Marines ingleses rendidos dio vuelta al mundo, diarios y revistas titulaban “Inglaterra humillada”. 

La sangrienta junta militar, en el poder desde 1976, mostraba un gran desgaste. En noviembre de 1981, y en plena crisis económica, un paro de la CGT reunió a miles en San Cayetano bajo la consigna “paz, pan y trabajo”. El 30 marzo de 1982 otro paro general de la CGT se cristalizó como la mayor expresión de lucha obrera del último período dictatorial. Sumando “fuera la dictadura” a la consigna “paz, pan y trabajo”, alrededor de cincuenta mil personas coparon la Plaza de Mayo en una huelga que fue reprimida duramente y que dejó un muerto y cientos de heridos y detenidos a lo largo del país.

En ese contexto, la recuperación de las islas generó simpatía popular a la vez que acrecentó en la conciencia de las masas el rechazo al imperialismo. El 10 de abril, con la Plaza de Mayo colmada, el general Galtieri fue silbado y, al son de “fuera ingleses y yanquis de Malvinas”, 150.000 almas repudiaban al enviado yanqui Alexander Haig.

Inglaterra, miembro de la OTAN, y con el guiño de Estados Unidos, se lanzó a la campaña militar de ultramar más importante desde la Segunda Guerra. Más de cien buques y 30.000 soldados partieron hacia el Atlántico Sur. 

La dictadura se jugaba a golpear y negociar para así tener mejores condiciones para acordar. Jamás sucedió. El principal artífice de la derrota política y militar se encontraba dentro del bando argentino.

El 2 de mayo, el hundimiento del ARA “General Belgrano”, flagrante crimen de guerra con 323 muertos -la mitad de las bajas argentinas en todo el conflicto-, fue un claro mensaje de la negativa de Margaret Thatcher de acordar un alto al fuego.

Mientras comenzaban los primeros combates en las islas, en el país no se tocaba ningún interés económico de Inglaterra. Sus empresas operaron con normalidad, ganando millones y llevándose sus utilidades al exterior, mientras la Comunidad Económica Europea, a pedido de los piratas, lanzaba un embargo y boicot a las importaciones argentinas. Los países que se solidarizaron con la Argentina –como Perú, Venezuela, Libia, Cuba, Bolivia, Rusia, entre otros– y ofrecían ayuda, eran desestimados por los militares. Así era imposible ganar la guerra. En Perú 150.000 personas marcharon apoyando a la Argentina. En toda Latinoamérica se despertaba el sentimiento antiimperialista y la simpatía con la causa argentina. Y nuestro partido antecesor, el PST alertaba que sin meterse con los intereses británicos, sin aceptar la ayuda que nos ofrecían y con la conducción militar pro imperialista era imposible derrotar a los ingleses.

La visita del papa Juan Pablo II en el mes de junio buscó desmovilizar a los cientos de miles que pedíamos que se vaya la junta y preparar el terreno para una posible rendición. Desde el PST llamamos a no apoyar su visita “derrotista” y que “la paz que predicaba el Papa era la paz de los esclavos, la de la rendición de Argentina” en un volante donde le explicábamos a la vanguardia obrera que la visita del Papa era una puñalada a la movilización antimperialista (volante PST ¿A que viene el Papa? Junio de 1982). Mientras el Papa “rezaba”, en Monte Longdon, se combatía en los pozos de zorro a bayoneta calada. Fue el enfrentamiento más sangriento y brutal de toda la guerra.

El 14 de junio, el general Menéndez se rendía ante el comandante británico Jeremy Moore, que un día antes había salvado su vida durante un ataque de una escuadrilla de la Fuerza Aérea.

“Los pibes murieron, los jefes los vendieron” fue el canto de miles un día después de la rendición, en la Plaza de Mayo llena. Quedaba sellado el comienzo del fin de la dictadura.

La junta había perdido la contienda y se desangraba. En las islas quedaban muchos de aquellos héroes que combatieron con bravura ante un enemigo superior. Como revolucionarios reivindicamos y honramos a aquellos soldados, que pelearon en una verdadera gesta contra el imperialismo en una guerra justa.

Desde 1983 hasta la fecha todos los gobiernos patronales que se alternaron en el poder congelaron la causa Malvinas. La desmalvinización es una muestra de la sumisión que todos los gobiernos tienen con el imperialismo y sus intereses.

Hace unas semanas, el primer ministro Boris Johnson aseguró estar “dispuesto a usar la fuerza” para defender a las Malvinas en una abierta ofensa al reclamo histórico por la soberanía de nuestras islas. Hoy más que nunca seguimos sosteniendo que la recuperación del archipiélago es una tarea pendiente y necesaria. ¡Fuera ingleses de Malvinas, fuera yanquis de América Latina!