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A 90 años del ascenso de Hitler al poder

Escribe Adolfo Santos

El 30 de enero de 1933 Adolf Hitler asumió como Canciller de Alemania. En medio de la brutal crisis generada por la posguerra y el crack económico de 1929, la gran burguesía alemana presionó al presidente Paul von Hindenburg a designar al jefe del Partido Nazi para el cargo.  Se iniciaba así el proceso social y político más trágico de la historia contemporánea.

El Tercer Reich o estado nazi, encabezado por Hitler, no surgió de forma espontánea. La derrota alemana en la Primera Guerra Mundial, que impuso al país pesadas sanciones e indemnizaciones a los vencedores, combinada con la crisis provocada por la quiebra de la bolsa de Nueva York en 1929, impidieron la recuperación de la economía alemana. El resultado fue una brutal hiperinflación y una desocupación a gran escala que afectó duramente la vida de la clase trabajadora y sectores de la clase media.

En ese terreno se fortalecieron las posturas más radicalizadas, como las defendidas por el Partido Nazi liderado por Hitler, que prometía reconstruir la “Gran Alemania”, humillada por los tratados de posguerra, a la vez que responsabilizaba a los judíos y comunistas por la crisis económica. Las promesas del nazismo ejercían una creciente atracción entre la clase media y las masas empobrecidas.
En 1932 el partido de Hitler duplicó su votación, alcanzando el 37%. Sin embargo, existía una gran desconfianza de la mayoría de los alemanes, y una oposición militante en la clase trabajadora, por lo que podría haberse evitado su llegada al poder, si no fuera por los acuerdos y concesiones hechos por los partidos burgueses, la socialdemocracia y el papel nefasto del estalinismo.

Comienza una larga noche

En enero de 1933, temerosa del fortalecimiento de los comunistas, la gran burguesía incita al presidente von Hindenburg a entregar el gobierno a Hitler. Un mes después disuelve el Parlamento y llama a elecciones, obteniendo una mayoría absoluta. Era el inicio de una larga noche. En marzo, Hitler obtiene poderes absolutos para implantar leyes, organizar las fuerzas armadas y proclamar la ley marcial. En julio disolvió los partidos políticos y declaró ilegales los sindicatos y las huelgas. Creó campos de concentración para recluir opositores políticos, sobre todo de izquierda, judíos, gitanos y homosexuales.

En 1935 promulgó las leyes de Nüremberg, medidas de carácter racista y antisemita en las que se establece que los judíos no podían tener los mismos derechos que los arios. Esas medidas fueron el comienzo de un proceso atroz que llevaría a la muerte a más de seis millones de judíos. En 1936 Alemania e Italia acordaron intervenir en la guerra civil española en favor de Franco y sumaron a Japón en un pacto de combate al comunismo. En 1938, Alemania invadió Austria. El 9 de noviembre de ese mismo año el gobierno de Hitler alentó la llamada “Noche de los Cristales Rotos” en Alemania y Austria, destruyendo comercios y entidades religiosas y culturales judaicas, lo que constituyó el mayor pogrom de la historia.

En 1939 Alemania avanzó sobre territorio checoeslovaco primero (con la escandalosa aceptación de Gran Bretaña) y en septiembre invadió Polonia. Recién ahí Gran Bretaña y Francia le dan un ultimátum, no respondido, dando comienzo a la Segunda Guerra Mundial. En 1940 Alemania había sometido a Noruega, Dinamarca, Bélgica, Holanda y Francia y en 1941 Hitler ignoró el pacto de no agresión firmado con Stalin en 1939 y lanzó la Operación Barbarroja para invadir la URSS.

Una resistencia encarnizada derrota al nazismo

Apoyada en el despiadado servicio de inteligencia de la SS y la terrible policía política Gestapo, la expansión alemana fue acompañada de una política de eliminación sistemática de judíos en campos de concentración.  Pero además, más de un millón de activistas de izquierda y personas de otros grupos étnicos también fueron exterminados. Fue necesaria una encarnizada resistencia en varios frentes de batalla para derrotar el proyecto de barbarie nazi encabezado por Hitler.

La invasión a la URSS resultó un verdadero infierno para las tropas nazis. Contrariamente a lo que preveía Hitler, los soldados soviéticos resistieron con un heroísmo sorprendente. Al mismo tiempo, en las zonas ocupadas de la Unión Soviética, así como en los países invadidos, aumentaba la resistencia de los partisanos, heroicos combatientes que se terminaron convirtiendo en un verdadero martirio para los nazis.

Alemania llegó a las puertas de Leningrado y Moscú, pero fueron derrotados cuando más de cien mil obreros se movilizaron en la capital soviética para sumarse a la defensa de la ciudad. Leningrado fue sitiado, pero se presentó una resistencia heroica. Hitler nunca logró tomar ninguna de las dos capitales soviéticas. Finalmente, en febrero de 1943, tras largos meses de combates sangrientos, las tropas nazis fueron derrotadas en Stalingrado, comenzando el camino a su derrota definitiva en la guerra. El Ejército Rojo comenzó a avanzar y ya no se detendría hasta la toma de Berlín en mayo de 1945. En el frente occidental, En junio de 1944 en la batalla de Normandía, conocida como el “Día D”, soldados de los ejércitos aliados cruzaron el canal de la Mancha rumbo a Francia y consiguieron la liberación de los territorios de Europa Occidental. El 9 de mayo de 1945 las tropas soviéticas entraron triunfantes en Berlín. Era el fin del proyecto genocida, colonial y esclavizante encarnado por el nazismo. Terminaba la larga noche, dejando tras de sí más de 60 millones de muertos. La clase trabajadora y los pueblos sometidos del planeta derrotaban a la bestia nazi y comenzaba un nueva etapa en la historia del siglo, que llevaría a nuevas revoluciones en los años siguientes.