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¿Por qué se dio el golpe del ‘76?

El 24 de marzo de 1976, las fuerzas armadas tomaron el poder en la Argentina, derrocando al gobierno de María Estela Martínez de Perón. Una junta militar compuesta por Jorge Rafael Videla (Ejército), Emilio Massera (Armada) y Orlando Agosti (Fuerza Aérea) se hizo cargo del gobierno. Contaban con el beneplácito de toda la patronal, nacional y extranjera, del imperialismo y de la Iglesia. Comenzaba una época de terror: una auténtica dictadura cívico-militar, empresario-eclesiástica, que lanzó una política de aniquilamiento contra la clase trabajadora, la juventud y todas sus organizaciones.

Podemos decir que el golpe tuvo, centralmente, dos objetivos. El primero fue producir una derrota contundente al proceso de ascenso de la movilización obrera y popular que había comenzado con el Cordobazo de 1969. Donde toda una nueva generación, una nueva vanguardia, había salido a luchar contra la dictadura de entonces, pero también reclamando un cambio profundo, anticapitalista y socialista. Decenas de miles de jóvenes, obreros y estudiantes, se forjaron al calor de esas luchas, alentadas también por un mundo desde dónde llegaban los ecos de la revolución cubana, el asesinato del Che Guevara, el Mayo Francés y la heroica resistencia del pueblo vietnamita. Un ascenso que no pudo ser frenado ni siquiera cuando la clase capitalista, los militares de entonces y el imperialismo aceptaron la vuelta de Perón, proscripto desde hacía 18 años. Ni el “pacto social” de 1973, ni la feroz represión de la “Triple A” (nefasto antecedente de lo que luego sería el accionar de los grupos de tareas de la dictadura), lograron frenar la movilización obrera y popular. Para eso vino la dictadura: para liquidarla a sangre y fuego.

Pero la dictadura genocida también tuvo otro objetivo: imponer un plan económico de hambre y entrega. A través de José Alfredo Martínez de Hoz (ministro de Economía de Videla, el primer presidente de la dictadura) llevó adelante una política económica que ya en el primer año de ejecución, había reducido los salarios en un 40%. Le siguieron la virtual desindustrialización del país, con decenas de miles de fábricas cerradas y, por sobre todo, un endeudamiento que todavía hoy estamos sufriendo. La deuda externa, ilegítima, ilegal, fraudulenta desde todos los puntos de vista, nació con la dictadura y creció en esos años. Grandes grupos económicos, nacionales y extranjeros, se endeudaron en esos años, en una deuda que, al final de la dictadura, fue “estatizada” por un funcionario que luego volvería a serlo en distintos gobiernos de los años siguientes: Domingo Cavallo (ministro de Menem y De la Rua), el mismo que el liber-facho negacionista de Milei reivindica como “el mejor ministro de Economía de la historia argentina”.

La dictadura finalmente cayó, derrotada por la movilización popular. Los militares genocidas, con sus idas y venidas y sus impunidades, no pudieron esquivar ser juzgados (y aún lo están siendo). Pero el plan económico de la dictadura tuvo su continuidad en los infinitos pagos de deuda externa y los planes del FMI que llevaron adelante absolutamente todos los gobiernos posteriores. Cuando comenzó la dictadura había un 4% de pobres en nuestro país; hoy hay un 40%. Esa es su más triste herencia y una de las peleas que tenemos pendiente.