Dec 11, 2024 Last Updated 2:46 PM, Dec 8, 2024

El Plenario Intersindical de Trabajadores (PIT) y la Convención Nacional de Trabajadores (CNT), convocan a un Paro General para este miércoles 15 de septiembre. Docentes, taxistas, trabajadores de la Universidad del Trabajo del Uruguay, peones y trabajadores del transporte, entre otros, adherirán al paro.

Las centrales sindicales convocan a este Paro General en el marco de un fuerte ajuste del gobierno de Lacalle Pou, quien asumió en 2020 previo a los primeros casos de Covid-19 en el país. Ni bien asumió, el gobierno lanzó medidas de ajuste con la Ley de Urgente Consideración que impulsó los primeros recortes en el gasto público. En medio de la pandemia, continuó con las medidas de ajuste llevando al parlamento la ley de presupuesto para el próximo periodo donde prevé un fuerte ajuste en el sector público considerando una inflación acumulada mentirosa.

Mientras se ajusta en salud y educación, destinando casi 0% al gasto público, sumado a recortes salariales y pérdida de fuentes de trabajo y una inflación proyectada que superaría por más de 3 puntos a lo anunciada por el gobierno, Lacalle Pou priorizó el aumento de su dieta como presidente y una serie de medidas que privilegian al sector privado de los bancos.

Con estas medidas se disparó el índice de trabajadores, trabajadoras, mujeres, niños y niñas que quedaron por debajo de la línea de pobreza. El incremento en los precios de la canasta básica familiar, y el peligro que corren las empresas públicas por falta de financiamiento estatal, constituyen el plan de ajuste antipopular que promueve el gobierno de Lacalle Pou.

En este marco, las centrales sindicales convocan a un paro, donde se prevé que lo único que no será interrumpido es el transporte, aunque con la adhesión de la Unott (Unión Nacional de Obreros y Trabajadores del Transporte). Será una jornada de exigencia al gobierno por salario, trabajo digno, vivienda y en defensa del sector público, de la salud y la educación.
                  
Prensa UIT
14 de Septiembre 2021

Tras veinte años de ocupación, los yankis se retiraron derrotados de Afganistán. Un nuevo fracaso del imperialismo en su papel de “gendarme mundial”. Deja un país en ruinas. El poder quedó en manos de los talibanes, un movimiento político religioso islámico ultrarreaccionario. Un monstruo originariamente creado por el propio imperialismo que en los años ´80 los financió para hacer una guerrilla contra la invasión de la ex URSS. Luego de derrotada la invasión y caída la URSS, los Estados Unidos y el Pentágono perdieron su control.

Cuando los talibanes gobernaron entre 1996 y 2001, impuso una dictadura burguesa islámica, un gobierno teocrático brutalmente represivo en primer lugar contra las mujeres. Ahora los talibanes pretenden terminar de liquidar las parciales libertades del pueblo y los derechos de las mujeres que serán resistidos por gran parte del pueblo afgano, en especial en las ciudades, por las mujeres y por las demás etnias que pueblan el país. Miles salieron a las calles, por ejemplo, el 19 de agosto a defender la bandera afgana en el día de la independencia nacional de los ingleses y fueron reprimidos por los talibanes.

Las imágenes de mujeres desesperadas junto a sus hijas intentando huir en el aeropuerto de Kabul no deja de conmover al movimiento de mujeres del mundo entero, quienes nos solidarizamos con la resistencia afgana al régimen talibán. Las que intentan huir lo hacen porque todavía está presente el recuerdo de cuando gobernaban los talibanes en la década del ‘90 aplicando una interpretación radical del Corán en la que se les prohibía salir a las mujeres a la calle sin acompañamiento de un varón y sin el burka (que las cubre de la cabeza a los pies) como así también, la imposibilidad de estudiar o trabajar fuera del hogar. Entre otras atrocidades.

En veinte años de ocupación imperialista, tanto Estados Unidos como la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) han bombardeado el territorio matando civiles y vulnerando sistemáticamente los derechos humanos. Una intervención que ha expulsado de sus casas a millones de personas afganas y ante las cuales la Unión Europea ha cerrado sus fronteras sistemáticamente, externalizando en otros países, como Turquía, el control migratorio y condenando a millones en campos de refugiados con condiciones de vida infrahumanas. Y a quienes han conseguido ingresar, les han negado sus derechos fundamentales para poder explotarlas todavía más.  De hecho, portavoces del imperialismo como el presidente de Francia, Emmanuel Macron, advirtió que su objetivo es frenar el evidente aumento del flujo migratorio hacia Europa.

Denunciamos y rechazamos esta política y defendemos la apertura de fronteras con plenos derechos. Por todo esto es evidente que la solución para las mujeres, en particular, y el pueblo afgano, en general, no viene por el lado del imperialismo yanki que invadió y destruyó el país. Pero tampoco por el lado de los talibanes y su movimiento fundamentalista y misógino.   

Con el control militar en todo el país, el movimiento islamista talibán se propone establecer un Estado teocrático bajo su interpretación ultrarreaccionaria del Islam y la ley sharia, que denominaría el Emirato Islámico de Afganistán. Con el uso instrumental de una religión, impondría un retroceso en las libertades y derechos de las mujeres afganas, que reforzaría la opresión y la desigualdad propia de las relaciones sociales patriarcales del capitalismo. Con el impedimento del trabajo fuera de la casa, la prohibición de mostrar alguna parte de su cuerpo o usar maquillaje, hablar o reír en público, la no participación en actividades deportivas, entre otras que ya fueron implementadas cuando gobernaron anteriormente.

Apostamos a que la respuesta de las mujeres afganas no se haga esperar ante el  control sobre sus vidas, trabajos y cuerpos.  Valoramos la organización y la protesta con manifestaciones y marchas en rechazo a la pérdida de sus libertades y derechos que se enfrentan con una valentía admirable a la presencia armada de milicianos del régimen talibán que vigilan las calles y están encargados de imponer el nuevo orden ultrarreaccionario.

Llamamos a la solidaridad internacional con las mujeres y con todo el pueblo afgano en su lucha contra el nuevo gobierno para impedir que se vuelva a la represión de los años ´90 y para lograr su independencia, igualdad y libertad. Sabemos que solamente con un gobierno de la clase trabajadora que avance al socialismo con plenos derechos se podrá garantizar verdaderamente la libertad del pueblo afgano, para las mujeres y las disidencias.

Como feministas socialistas abrazamos toda forma de resistencia y de la organización de las mujeres afganas contra los talibanes. La lucha de las mujeres afganas también es nuestra lucha. Denunciamos que la ultraderecha y la derecha en distintos países de occidente mantienen un sólido apoyo a movimientos religiosos fundamentalistas evangélicos y católicos que desarrollan una política patriarcal ultrarreaccionaria en contra de las mujeres, que niega el carácter político de la violencia de género, cuestiona y anula la educación sexual y reproductiva, desestima la discriminación laboral por razones de género, rechaza la legalización del aborto, minimiza e incluso justifica los abusos sexuales, se opone al reconocimiento del trabajo reproductivo, ridiculiza la repartición igualitaria del trabajo de cuidado  y el abandono paterno.

Desde la Unidad Internacional de Trabajadoras y Trabajadores – Cuarta Internacional (UIT-CI) llamamos al conjunto del movimiento internacional de mujeres a acompañar esta lucha y rodearla de solidaridad para que triunfe contra la dictadura teocrática y contra toda injerencia imperialista.

#TodasSomosAfganas

Mujeres de la Unidad Internacional de Trabajadoras y Trabajadores – Cuarta Internacional (UIT-CI)
20/8/2021


Las dramáticas escenas del aeropuerto de Kabul que recorrieron el mundo, con miles de afganos y afganas tratando de subirse a un avión militar, es la imagen más evidente de la debacle del imperialismo norteamericano.
Los yanquis y sus aliados de la OTAN se escapan de Afganistán y los talibanes tomaron Kabul, su capital, así como las principales ciudades. La retirada yanqui, a casi veinte años de su invasión, deja al país hundido en un desastre.
Es una de las derrotas más graves de los Estados Unidos después de Vietnam. Y se produce en el momento de la más grave crisis mundial de dominación del imperialismo norteamericano. Una crisis política, económica y militar.
El presidente Biden culpa a Trump porque acordó con los talibanes la retirada el año pasado. El secretario de Defensa de Gran Bretaña, el principal aliado de los Estados Unidos en la invasión, tachó de “podrido” el acuerdo entre los Estados Unidos y los talibanes.

En febrero de 2020, el gobierno de Trump llegó a un acuerdo con los talibanes para retirar a sus soldados en mayo de 2021. Biden dijo que la retirada iba a ser en septiembre, pero se vio obligado a adelantarla. El domingo 15 de agosto los talibanes tomaron Kabul.

En el momento de publicar esta declaración 6.000 soldados yanquis y británicos se limitan, en medio del caos, a custodiar el aeropuerto de la capital para permitir escapar a sus colaboradores directos y a los funcionarios del gobierno títere. Ashraf Ghani, el ex presidente afgano, ya huyó del país.

Afganistán comparte fronteras con China, Pakistán, Irán, Tayikistán, Turkmenistán y Uzbekistán. Hoy, con 38 millones de habitantes, es uno de los países más pobres del mundo. De economía centralmente agraria, dominada en gran parte por los talibanes, con campesinos sometidos y pequeños comerciantes, su principal exportación es el opio, del que es el mayor productor mundial, con 328.000 hectáreas cultivadas de amapolas (para opio y heroína). Precisamente con estos cultivos se financian los talibanes, quienes siguieron exportando a través del contrabando.
 
La invasión yanqui en el 2001 buscaba poner “orden en el mundo”

La invasión comenzó el 7 de octubre de 2001, a menos de un mes de los ataques terroristas en Nueva York, Pensilvania y Washington, que derribaron las Torres Gemelas y dejaron más de 3.000 muertos y heridos.
El supuesto objetivo de la invasión a Afganistán, ordenada por el presidente George Bush, fue “combatir al terrorismo” y capturar a Osama Bin Laden, líder de la organización Al Qaeda, considerado el autor intelectual de los atentados, quien estaba refugiado en Afganistán y protegido por su gobierno. Nunca quedaron del todo claros los objetivos y orígenes de los atentados que derribaron las Torres Gemelas.

Bin Laden, nacido en Arabia Saudita, había sido financiado por la CIA y los yanquis que le dieron armas y entrenamiento para luchar contra la hoy desaparecida Unión Soviética en la década del ’80, que había invadido a Afganistán para defender a un gobierno aliado, y detener el avance de movimientos islámicos, de los cuales surgirían luego los talibanes.

Con la excusa del atentado, Estados Unidos logró apoyo internacional y en la propia población norteamericana para invadir Afganistán, y luego a Irak en el 2003 (país que no tenía nada que ver con Bin Laden o Al Qaeda). Pero el objetivo real era utilizar el repudiable atentado, para apuntalar su debilitado dominio en Asia y aumentar su control del petróleo de Irak y el Medio Oriente.

Bush y los presidentes que le siguieron, erigiéndose en “gendarme mundial”, quisieron poner “orden”. Veinte años después se puso en evidencia que más bien incentivaron “un desorden mundial”, y que el imperialismo no se ha repuesto de su fracaso militar y político de Vietnam.

Para invadir Afganistán, Washington contó con el apoyo militar del Reino Unido, Canadá, Australia, Austria, Italia, Alemania y de otros países de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). También contrató ejércitos privados de mercenarios colombianos y de otros países latinoamericanos. Entre todos, llegó a contar con más de 200.000 efectivos con apoyo de su poderosa aviación.

Pero la invasión yanqui, a pesar de los bombardeos y las masacres que produjeron un verdadero genocidio, que causó 200.000 muertos y millones de heridos y refugiados, nunca pudo consolidar su dominio sobre todo el territorio. Los talibanes siguieron controlando, con cierto apoyo popular, parte del sur de Afganistán.

Los Estados Unidos y sus aliados de la OTAN dicen haber gastado 1 billón de dólares (1 millón de millones) en mantener un enorme ejército de ocupación. Los invasores tuvieron unos 8.000 muertos, entre tropas norteamericanas, de otros países de la OTAN, y mercenarios contratados por ellos. Se calcula que 88.000 millones de dólares fueron gastados en la instrucción de los 300.000 soldados afganos, que ahora se rindieron sin combatir. De nuevo se demuestra que una fuerza invasora no puede consolidar un ejército a su servicio de manera eficiente. Los hechos mostraron que era artificial. El odio a los ocupantes imperialistas fue la base de ese fracaso. No tenían una causa moral. No querían enfrentar a sus propios compatriotas, por más que fueran los talibanes.

Veinte años después, pasados los gobiernos de Bush, Obama, Trump y ahora Biden, las fuerzas imperialistas se retiran derrotadas.
 
Los talibanes, un monstruo creado por el imperialismo

Los talibanes son un movimiento político religioso islámico (de la rama sunnita) pro capitalista, que encabeza una federación de tribus con centro en la etnia pasthún.
Los talibanes, o “estudiantes” en lengua pasthún, surgieron a principios de la década de los ´90 como una fracción de la resistencia afgana a la invasión de la ex URSS de los años ´80. Eran parte de los “mujaidines”, la guerrilla financiada por el Pentágono norteamericano, la CIA y apoyados por Pakistán. Es decir que los talibanes fueron creados por el mismo imperialismo norteamericano. Pero luego estos se les fueron de las manos. Los talibanes aparecen en 1994 enfrentados en una guerra civil con otras alas de la ex guerrilla. En 1996 tomaron el poder en Afganistán y lo gobernaron hasta la invasión yanqui en el 2001. Formaron el Emirato Islámico de Afganistán (una especie de monarquía islámica, encabezada por la autoridad absoluta político religiosa, que quieren reconstruir ahora).

Los talibanes establecieron una dictadura burguesa islámica, basada en su interpretación de la sharía o ley islámica. Ejecutaban públicamente a asesinos y adúlteros, amputando manos y pies a los culpables de robo. Asimismo, los hombres debían dejarse crecer la barba y las mujeres tenían que llevar un burka que les cubría todo el cuerpo, no podían circular sin compañía de algún hombre, ni estudiar después de los diez años. También prohibieron la televisión, la música y el cine.

¿Adónde va Afganistán?

Por sus antecedentes represivos mientras gobernaron, y también por ser predominantemente de la etnia pasthún (40% de la población), los talibanes son resistidos por gran parte del pueblo afgano, en especial en las ciudades, por las mujeres, y por otras etnias que pueblan el país.

El líder religioso Mawlawi Hibatullah Akhundzada fue nombrado comandante supremo de los talibanes el 25 de mayo de 2016. Es muy posible que, como lo han anunciado, restablezcan el emirato dictatorial islámico. Aunque se enfrentaron con Estados Unidos, no tienen un programa antiimperialista y ya iniciaron negociaciones públicas con el imperialismo chino, que ya prometió inversiones en litio y cobre, y le dieron garantías a Rusia.

Nuestro repudio a los crímenes del imperialismo yanqui no significa algún apoyo al gobierno ultra reaccionario de los talibanes. Por ello, desde la UIT-CI, apostamos a que haya una importante resistencia popular al nuevo gobierno. Anticipamos nuestro repudio a toda acción represiva sobre las mujeres y el pueblo afgano en general.

Es el pueblo trabajador afgano quien merece la solidaridad internacional para luchar por su independencia y reconstruir su país sin invasores y sin dictaduras teocráticas o de cualquier signo.
También es necesaria la solidaridad con los millones de refugiados afganos que son discriminados y explotados en Asia y Europa, para que sean aceptados como migrantes de un país destruido por el imperialismo, con todos sus derechos laborales y sociales.

Unidad Internacional de Trabajadoras y Trabajadores-Cuarta Internacional (UIT-CI)
17 de agosto de 2021
 
 
 

El lunes 10 de mayo se volvió a dar un salto en las agresiones del estado sionista de Israel contra el pueblo palestino con el criminal bombardeo a la Franja de Gaza con más de 20 muertos, entre ellos nueve niños.

La tensión se agudizó en Jerusalem, por la mañana, en medio de un bloqueo de manifestantes palestinos que reclamaban contra una marcha sionista conmemorando la ocupación y anexión del territorio palestino de Jerusalem, realizada en 1967. Una provocación más contra el pueblo palestino. Esta provocación se da en el marco de su celebración anual religiosa que es el Ramadán, dónde las y los palestinos desde hace días intentan llegar a la explanada de la Mezquita Al-Aqsa, que es considerado el tercer lugar santo del Islam. Israel prohibió el acceso palestino a la explanada de las mezquitas con el falso argumento de “cuidado sanitario”, cuando el estado sionista y racista le niega vacunas al pueblo palestino.

La criminal represión a las y los palestinos, que quieren llegar a la mezquita, lleva alrededor de 300 heridos y hospitalizados en los enfrentamientos con la policía israelí.

La tensión se agravó durante la noche del lunes 10 cuando se produjo un nuevo bombardeo a la Franja de Gaza por el ejército sionista. Israel justifica el ataque como respuesta al lanzamiento de misiles desde Gaza por parte de Hamas, sobre el territorio israelí. Hamas había advertido que debía cesar la represión de la policía israelí en su ataque contra los palestinos que quieren congregarse en la mezquita.

La ocupación sionista pretende dar nuevos pasos, luego de la anexión de Cisjordania, dejando a centenares de miles de palestinos en el campo de batalla, sufriendo la represión, bombardeos y desalojos. Esto tiene que parar.

Los pueblos del mundo deben levantarse en apoyo y solidaridad por el pueblo palestino, denunciar la ocupación sionista del Estado racista de Israel que cuenta con el apoyo completo del imperialismo yanqui. El gobierno de Biden repudió el accionar solidario de Hamas pero ignoró la criminal represión del sionismo sobre miles de palestinas y palestinos que, desde hace una semana, tratan de llegar a su mezquita.

Desde la Unidad Internacional de Trabajadoras y Trabajadores-Cuarta Internacional (UIT-CI) llamamos a solidaridad internacional con la lucha del pueblo palestino.  Exigimos el cese a los bombardeos sobre la Franja de Gaza. Basta de represión y ataques racistas del estado sionista y que miles de palestinas y palestinos puedan acceder libremente a la explanada de las mezquitas.  Desde la UIT-CI repudiamos esta nueva agresión del estado racista de Israel y apoyamos la lucha por una salida verdaderamente justa que es el establecimiento de un estado único, laico, no racista y democrático en todo el territorio histórico de Palestina.

Llenemos de apoyo y solidaridad internacional al pueblo palestino.

Unidad Internacional de Trabajadoras y Trabajadores-Cuarta Internacional (UIT-CI)

11 de mayo de 2021

 


Convocatoria del Consejo Argentino de Solidaridad con el Pueblo Palestino para este viernes 14 de mayo en Cancillería, Esmeralda 1212, CABA.

El sábado 8 de mayo se realizará el II Encuentro Internacional de Trabajadoras y Trabajadores de la Salud impulsado por la Unidad Internacional de Trabajadoras y Trabajadores - Cuarta Internacional (UIT-CI). 

Participarán del encuentro representantes de la salud de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Panamá, Perú, México y Venezuela, entre otros.
Anotate:
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Para presenciarlo podés conectarte a las redes de la UIT-CI en Facebook y YouTube.
Según el país, los horarios son los siguientes:
Colombia, México, Panamá y Perú a las 15.
Bolivia, Chile, Estados Unidos (NY), República Dominicana y Venezuela a las 16.
Argentina y Brasil a las 17.
Estado Español, Francia e Italia a las 22.

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