Print this page

A grandes catástrofes impuestas por el capitalismo, grandes avances de la ciencia

Tags

Escribe Gabriel Massa

Desde sus orígenes mismos hace más de 500 años el capitalismo ha sido responsable de horribles genocidios y otras formas igualmente espantosas de someter a los pueblos. Para imponer esos genocidios y para someter a los pueblos el capital utilizó y utiliza armas y métodos de producción cada vez más sofisticados. La ciencia bajo el capitalismo siempre ha estado subordinada al objetivo central de los empresarios: aumentar incesantemente la explotación de la naturaleza y de las y los trabajadores. Expresiones extremas de esa realidad son los horribles experimentos de los nazis con los prisioneros y el desarrollo de la bomba atómica que Estados Unidos terminó lanzando sobre Hiroshima y Nagasaki, con lo que el imperialismo inició e impuso la carrera armamentista que continúa al día de hoy.

Frente al poder y la explotación capitalista siempre ha habido una ciencia rebelde dedicada, no a sostener y facilitar la explotación y opresión de los pueblos, sino a construir las bases científicas para superar el capitalismo y construir una sociedad superior, el socialismo. El marxismo es la máxima expresión de esa ciencia rebelde al servicio de la revolución y la construcción del socialismo.

Los trabajos del epidemiólogo evolucionista marxista estadounidense Rob Wallace se inscriben en esa tradición de la ciencia rebelde. Su libro “Big farms make big flues” (“Grandes Granjas traen Grandes Gripes”) explicó como la agro-industria, con su concentración de millones de animales de cría en establecimientos agropecuarios atendidos por miles de trabajadoras/es, crea las condiciones para el salto de virus de animales a humanos, generando nuevas enfermedades bacteriales y virósicas.
Su nuevo libro, de reciente aparición, Dead Epidemiologists, (Epidemiólogos Muertos) actualiza esa visión a partir de las enseñanzas de la pandemia de covid-19. Pero al hacerlo aporta a nuestra comprensión de la realidad del capitalismo hoy y en ese camino nos informa de grandes avances de la ciencia de la evolución de las especies. Intentamos sintetizar algunas de esas enseñanzas.

En primer lugar, Wallace en conjunción con un equipo de especialistas, demuestra categóricamente que la agroindustria es hoy un factor central del modo de producción capitalista.

En segundo lugar la agroindustria, tal como existe desde sus inicios, tanto en la producción animal como en la de cultivos, constituye una invasión destructiva del ecosistema. Es decir, no puede haber agroindustria capitalista sin contaminación de la tierra, del agua, del subsuelo y sin cambio climático. Por lo tanto la única manera de terminar con la destrucción del ecosistema es terminar con el capitalismo.

En tercer lugar la agroindustria es una forma de sometimiento de las poblaciones rurales a la proletarización, es decir a la transformación de lxs campesinxs independientes en trabajadorxs asalariadxs de las empresas capitalistas. O, alternativamente, mantiene a lxs productorxs independientxs subordinadxs a las necesidades de las empresas, imponiéndoles los procesos de producción menos rentables y más contaminantes.

Un aspecto fundamental de esto es lo que sucede con la agricultura. Los cultivos genéticamente modificados producidos por las grandes multinacionales han dado lugar al desarrollo de nuevas malezas resistentes al avance de esos cultivos y también a los agrotóxicos que se utilizan para combatirlas. Los pequeños y medianos productores se ven obligados a utilizar las semillas de las multinacionales y sus agrotóxicos. Poblaciones humanas enteras se ven contaminadas por el uso de esos agrotóxicos. La única manera de terminar con este mecanismo es expropiar a las multinacionales e imponer formas de producción de alimentos adecuados al medio ambiente.

En cuarto lugar, la producción agroindustrial de animales genera la condición para la incesante aparición de nuevos virus con la capacidad de saltar entre especies, incluyendo de animales a seres humanos. La teoría evolucionista tradicional reconocía la transmisión de los genes de los animales que mejor lograban adaptarse a condiciones cambiantes de la naturaleza a su descendencia, salto descendente, como única vía de evolución de las especies. Rob Wallace y su equipo demuestran categóricamente que, como se da en el caso del covid-19, transmitido de un animal (posiblemente un murciélago) a los seres humanos, el salto lateral de los virus y microbios entre distintas especies es otra vía fundamental de la evolución.


Lo dicho hasta aquí no agota ni mucho menos la riqueza del nuevo libro de Rob Wallace y su equipo. Al servicio de difundir sus enseñanzas, ofrecemos a continuación una traducción al español de uno de los capítulos de este texto, “El origen de patógenos agroindustriales”.

https://drive.google.com/file/d/1Xh7TcsadWvLUa3h7CLcnhymQcxWKVdd2/view?usp=sharing