Una condena largamente esperada

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Liliana Olivero con Familiares de detenidos-desaparecidosEscribe: Liliana Olivero

Pasaron casi cuatro años para la sentencia. Conocida la fecha de la misma, empezamos a organizar la movilización con posterior concentración en las puertas de Tribunales Federales. ¡Parecía un 24 de marzo! Miles de jóvenes de escuelas secundarias y de la universidad colmaron el lugar. Carteles alusivos a los desaparecidos se veían frente a un enorme escenario con pantalla gigante desde donde se seguiría la lectura. Organismos de derechos humanos, organizaciones sociales, sindicales y políticas, gente de muy avanzada edad con sus bastones y sillas de ruedas, también estaban allí. Nuestro partido tenía que estar en primera fila, y así lo hicimos.

Ante cada perpetua que recibían los genocidas, el llanto y el grito de miles llegaban a nuestros oídos. Desde adentro, sentada a metros de los genocidas y algunos de sus familiares, recibíamos junto a las abuelas, madres y familiares con alegría y dolor el veredicto judicial. Era inevitable recordar a compañeros y compañeras con los cuales había compartido años de juventud y militancia, como también a aquellos compañeros asesinados de nuestro glorioso PST.

Tras casi dos horas, el juez finalizó la lectura de la sentencia con condena a 43 genocidas. En ese momento se soltaron nuestras gargantas al grito de “asesinos”, a medida que los iban retirando. Un grupo liderado por Cecilia Pando y su pandilla comenzó a provocarnos, con el puño en alto al grito de “zurdos, comunistas”, siendo desalojados detrás de los condenados. Nuestra respuesta fue inmediata: sosteniendo las fotografías de los compañeros desaparecidos como símbolo de los 30.000, comenzamos con rabia y emoción a cantar “como a los nazis les va a pasar, a donde vayan los iremos a buscar”.

Saliendo ya hacia la calle, acompañando a las mujeres del pañuelo blanco quienes agradecían nuestro acompañamiento permanente, nos fundíamos en abrazos de alegría. Y con la convicción de seguir peleando, porque vamos a ir por más. Por los miles que todavía están impunes, para evitar la cárcel domiciliaria, por los cómplices civiles, eclesiásticos y empresariales.

Esta sentencia es fruto de la movilización popular. Con una enorme emoción decimos que no vamos a parar, porque no olvidamos, no perdonamos y no nos reconciliamos.