Turquía: la debacle económica y la lucha por un programa obrero

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turquiaPor Partido de la Democracia Obrera (IDP) • sección turca de la UIT-CI (ver versión completa en www.uit-ci.org

La posibilidad de una crisis económica se convirtió en realidad. La moneda turca, la lira, cayó la semana pasada ante el dólar y otras divisas exteriores. En el principio de este año el dólar valía 3,7 liras y el 10 de agosto (viernes negro) llegó a más de 7. En un año la pérdida de valor de la lira alcanzó al 54%.
La debacle de la moneda turca se debía aparentemente al “regateo de rehenes” entre Donald Trump y el presidente turco, Tayyip Erdogan. Mientras Trump exigía la libertad del sacerdote anglicano Brunson encarcelado en Turquía por espionaje, Erdogan quería que la justicia estadounidense revocara el caso sobre el banquero turco, Halk Bankasi, y su vicepresidente, Hakan Atilla, acusados de haber hecho negocios con Irán a pesar de las sanciones norteamericanas contra Teherán. Turquía pide también la repatriación de Fetullah Gulen que reside en Pennsylvania, al que acusa de ser el autor intelectual del intento del golpe de Estado en 2015 y de ser espía de la CIA.


No obstante, el “enfado” de Trump por no haber podido doblegar a Erdogan en el caso de Brunson y los aranceles sobre el acero y aluminio importados desde Turquía han sido solamente la chispa de la debacle turca.
Durante la época de la crisis global que empezó en 2008, cuando las tasas de interés eran bajas en Estados Unidos y Europa, los gobiernos turcos se endeudaron tremendamente. La deuda exterior alcanzó los 466,7 mil millones de dólares (el 60% del PBI), de la cual habría que pagar 240 mil millones este año.
En sus 16 años ininterrumpidos en el poder Erdogan aplicó una política basada en privatizaciones, precarización laboral y tercerización en la industria. Esta política se acompañó de un ataque sobre la clase obrera. Las autoridades políticas y judiciales controladas por Erdogan hicieron casi imposible la sindicalización de los trabajadores. La afiliación a los sindicatos bajó hasta el 7%, de los que menos de una tercera parte cuenta con convenios colectivos. Las pocas huelgas importantes convocadas han sido prohibidas por “seguridad nacional”. Mientras el salario mínimo ronda los 266 dólares, la inflación del último año se comió casi el 18% de su poder adquisitivo.
Y ahora, con la suba de los intereses en Estados Unidos y en otros países imperialistas, se ha cerrado el grifo de dinero extranjero, exponiendo el país a la especulación y hundiendo la lira. Erdogan se está quejando de un “ataque” económico desde los Estados Unidos (sin mencionar directamente su nombre) e intenta calmar los ánimos con gestos populistas antiimperialistas. Por supuesto que Trump echó leña al fuego con la crisis del clérigo y lo que quería era no solamente la expatriación de Brunson sino, sobre todo, presionar a Ankara políticamente por su línea en asuntos exteriores. La oligarquía turca intenta extender su hegemonía económica en Oriente Medio a través de operaciones militares y acuerdos diplomáticos. Por esta razón interviene militarmente en la guerra de Siria para poder estar en la “mesa de la reconstrucción”. También choca con los Estados Unidos que apoyan a los kurdos en la pelea contra los islamistas en Siria, temiendo que los kurdos construyan un estado independiente o una autonomía en el norte de Siria, que podría crear más ilusiones independentistas entre los 13 millones de kurdos que viven dentro de sus fronteras. Por otra parte, Turquía quiere comprar misiles a Rusia contra los deseos y las críticas de la OTAN. Y tal vez más importante, el gobierno turco está contra las sanciones estadounidenses sobre Irán y se alía con Teherán contra la presión de Trump. Con la última crisis, Erdogan declaró que podría acabar con la “alianza estratégica” con los Estados Unidos y buscar nuevos aliados, lo que también incluye a China.
Con la devaluación de la lira es casi imposible llegar a pagar la deuda externa, de la que 250 mil millones son de las empresas privadas (financieras e industriales). De hecho, varias empresas ya se declararon en quiebra, provocando despidos masivos. Ante este cuadro peligroso, mientras varios economistas aconsejan pedir ayuda del FMI (como hizo recientemente Argentina), Erdogan por su presunto antiimperialismo niega esta opción y prefiere aplicar por sí mismo el mismo plan que le podría imponer el FMI y esperar atraer capital extranjero. Con este fin, recientemente ha declarado un plan de austeridad con recortes de 35 mil millones de dólares en el gasto público y “reformas estructurales” contra el pueblo trabajador.
Las dos opciones, una bancarrota total o un plan de austeridad y contrarreformas con o sin el FMI significan para la clase obrera aún más desempleo y empobrecimiento. Lo cierto es que no hay una salida favorable para el pueblo dentro del cuadro del capitalismo y con sus instrumentos financieros. Para no pagar la factura de la crisis la clase trabajadora necesita un plan alternativo. En primer lugar, tenemos que denunciar el pago de la deuda externa provocado por las multinacionales y por la oligarquía financiera e industrial y acabar con el saqueo imperialista. Por otra parte, crece la huida de capitales al extranjero. Contra esto hace falta un control sobre las entradas y salidas del capital por un banco central creado por la nacionalización, sin indemnización, del sector bancario y la imposición del monopolio estatal sobre el comercio exterior. Habrá que nacionalizar la industria pesada y las empresas en quiebra bajo control obrero y establecer un plan central económico a favor de las clases populares. Para reivindicar un plan obrero para salir de la crisis, nuestro partido, el Partido de Democracia Obrera (IDP), llama a los sindicatos y a todas organizaciones obreras a construir un frente de movilización y lucha.