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20200122 Monica Schlotthauer

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Prólogo de Martín Mangiantini

Un texto clave para la comprensión de los años setenta

Argentina y Bolivia: un balance es un texto significativo que se forjó al calor de una radicalización de la lucha de clases en la coyuntura política argentina y latinoamericana de principios de los setenta y en el marco de un profundo y determinante debate teórico y estratégico al interior del trotskismo mundial. Esta producción es un reflejo de las polémicas acaecidas dentro de la Cuarta Internacional (Secretariado Unificado) desde la realización de su Noveno Congreso Mundial, realizado en abril de 1969, hasta la concreción de su siguiente Congreso en 1974. En este período, su corriente mayoritaria adoptó posicionamientos que tomaban como propios los paradigmas teóricos y organizativos del modelo revolucionario cubano, específicamente, el impulso a la guerra de guerrillas a escala continental en América Latina. El dirigente belga Ernest Mandel y el italiano Livio Maitán fueron algunos de los principales exponentes de este viraje estratégico.

Este texto nació en ese marco histórico como producto de la conformación de una tendencia internacional crítica de la aplicación en Bolivia y Argentina de la orientación guerrillerista sostenida por la mayoría mandelista de la Cuarta Internacional. Se trató de una producción conjunta elaborada por Joseph Hansen y Peter Camejo, dirigentes del Socialist Workers Party (SWP) de Estados Unidos (una de las principales organizaciones del trotskismo internacional), el dirigente del campesinado peruano Hugo Blanco (que había salido de prisión y sido deportado en 1971), Nahuel Moreno y Ernesto González (quien firmó como Aníbal Lorenzo). Estos dos últimos dirigentes eran parte de la dirección del Partido Revolucionario de los Trabajadores-La Verdad (PRT-LV) de la Argentina. La confluencia entre el SWP y la corriente orientada por Moreno comenzó en 1969, cuando ambos rechazaron la votación de la mayoría hacia la adopción del guerrillerismo en América Latina. A partir del balance crítico de la actuación del POR (González) en Bolivia y del PRT-ERP de Santucho en Argentina (ya alejado de la Cuarta Internacional), el texto concluye con un llamado para organizar "una tendencia a escala internacional para librar la batalla contra la orientación guerrillera".

Argentina y Bolivia: un balance es un trabajo cuya lectura es factible de complementar con Un documento escandaloso. En respuesta a 'En defensa del leninismo, en defensa de la Cuarta internacional' de Ernest Germain escrito por Moreno en 1973 (reeditado luego como El partido y la revolución. Teoría, programa y política. Polémica con Ernest Mandel, recientemente publicado por Ediciones El Socialista). Ambos, cronológicamente cercanos, tienen la virtud de presentar dos rasgos de una misma problemática. Mientras que Un documento escandaloso es, sin dudas, una de las elaboraciones teóricas más acabadas de Moreno en donde éste desarrolla su concepción organizativa partidaria en la búsqueda de una diferenciación teórica, estratégica y táctica con Mandel y con diversas organizaciones revolucionarias (particularmente guerrilleristas), Argentina y Bolivia: un balance tiene la virtud de tratarse de un análisis realizado al calor de la lucha de clases y en sintonía con los cambios y acontecimientos políticos experimentados cotidianamente en el proceso abierto en Argentina luego del Cordobazo y en Bolivia tras el fin de la dictadura de René Barrientos. Por ello, esta producción tiene el valor agregado de poner a prueba el bagaje teórico-conceptual a la luz de experiencias concretas manifestadas en tal etapa. Ambos trabajos, junto a Dos métodos frente a la revolución latinoamericana (1964), en el que Moreno polemiza con las teorías guevaristas, se convierten en una tríada indispensable para la comprensión de los debates que, durante más de una década, la Revolución Cubana y el paradigma castrista generaron en la izquierda revolucionaria latinoamericana y, en particular, en las organizaciones trotskistas.

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Da cuenta de la trascendencia de Argentina y Bolivia: un balance el hecho de que, más allá de tratarse de una producción elaborada colectivamente con un objetivo político específico en una coyuntura determinada, su lectura, transcurridas más de cuatro décadas, posibilita una mejor comprensión y una profundización sobre diversas temáticas que actualmente se revelan fundamentales de ese pasado reciente.

En relación con ello, en primer lugar, este escrito es una valiosa expresión del debate teórico, estratégico y práctico que se experimentó en una porción importante de las organizaciones revolucionarias a partir del triunfo de la Revolución Cubana, del cual el trotskismo no fue una excepción. Su concreción puso en cuestionamiento diversas concepciones organizativas y metodológicas antes férreas. La construcción de organizaciones político-militares, la primacía del campesinado como sujeto revolucionario, la estrategia de la guerrilla (particularmente, la teoría del foco), entre otras premisas, fueron elementos que dieron forma a un nuevo paradigma, el castrismo o guevarismo, que atravesó (de diverso modo) al conjunto de las organizaciones revolucionarias.

Con respecto específicamente a la corriente morenista, el debate estratégico en torno a la puesta en práctica de la lucha armada y la influencia del guerrillerismo la atravesó en diversas oportunidades. Es menester aclarar que, desde su triunfo, en 1959, esta corriente se mostró defensora del proceso revolucionario cubano y caracterizó, ya en 1961, a este país como un estado obrero no burocratizado, surgido por fuera e independientemente de la burocracia del aparato del Partido Comunista, más allá de expresar sus delimitaciones y diferencias con el esquema revolucionario bolchevique dado que se trataba de una revolución apoyada, no en la clase obrera ni en organismos de democracia proletaria (tales como los soviets), sino en una movilización popular encabezada por una conducción pequeño burguesa cuyo sostén central era un ejército revolucionario. Al mismo tiempo, Moreno identificó una relación entre este proceso, la teoría de la revolución permanente y la premisa internacionalista trotskista dado el apoyo de la dirección cubana a vanguardias político-militares latinoamericanas en la búsqueda de una extensión de esta revolución.

No obstante, desde sus primeras producciones públicas referidas a la Revolución Cubana y al castrismo como, por ejemplo, La revolución latinoamericana (1962), Moreno sostuvo enfáticamente la necesidad de una diferenciación entre la lucha armada como posibilidad (en un marco de inserción de una organización revolucionaria en la lucha de clases y en las acciones de masas) de la estrategia de la guerra de guerrillas, entendiendo por ella a la construcción de una vanguardia armada que, a partir de acciones aisladas del movimiento de masas, crearían la conciencia necesaria para el derrotero de un proceso revolucionario. En tal sentido, afirmó que la lucha armada era un método indiscutible, pero que debía llevarse a la práctica de diversas formas como, por ejemplo, en la defensa de las huelgas y ocupaciones de fábrica, en los sindicatos campesinos y ocupaciones de tierras, o bien, para contrarrestar el accionar de los grupos reaccionarios, bandas fascistas o rompehuelgas.

En esta misma dirección, en Dos métodos frente a la revolución latinoamericana, publicado a tan solo un lustro del triunfo revolucionario, Moreno se delimitó del guevarismo cuestionándole diversos aspectos teóricos. En primer lugar, que la guerra de guerrillas motorizada desde el espacio rural era la única posibilidad de protección para una dirección revolucionaria mayormente expuesta en el ámbito urbano. La crítica de este dirigente recayó en rechazar el problema del aislamiento como geográfico sino definirlo como político-social y, en este sentido, la necesidad de una dirección revolucionaria de permanecer en aquellos espacios con mayor inserción política (sea rural o urbano). En esta línea, se afirmaba que el "foco" de un grupo guerrillero inserto en el mundo rural, pero sin arraigo, estaría también condenado a fracasar. Al mismo tiempo, cuestionó que la guerra de guerrillas sea el método mayormente adecuado para el campesinado latinoamericano como sujeto revolucionario dado que diversas experiencias históricas demostraban otras posibles tácticas tales como las ocupaciones de tierras o la sindicalización campesina (expresadas, por ejemplo, en las luchas de Hugo Blanco en los valles de los Andes Centrales del Perú). En otro orden, se delimitó de la concepción de la guerra de guerrillas como estrategia común para toda América Latina dado que el carácter continental de la lucha no suponía que, en cada lugar, ésta adoptara la misma forma sin tener en cuenta las diversas especificidades.

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Bajo los efectos políticos de la Revolución Cubana, entre 1962 y 1968, la corriente morenista experimentó diversos debates internos que versaron en torno a la puesta en práctica de la lucha armada, la guerrilla como forma de organización o el foquismo como estrategia. El primero de estos debates se produjo entre 1962 y 1964 entre Moreno y diversos militantes de la corriente, entre los que se destacaba Daniel Pereyra, a raíz de los levantamientos campesinos en Perú y del liderazgo del dirigente rural Hugo Blanco. La segunda de las discusiones, en los años 1963-1964, se desarrolló entre Moreno y Ángel "Vasco" Bengochea, a partir del viaje de este último a Cuba junto a otros militantes de la corriente y su retorno a la Argentina adscribiendo a la estrategia guevarista y a su aplicación en el país, iniciativa que terminaría con la trágica muerte de este referente. No obstante, la discusión más compleja sobre estas temáticas se produjo en el seno de la dirección del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) lo que derivaría en su ruptura y en la conformación de dos organizaciones divergentes en 1968: por un lado, el PRT-La Verdad (continuador de la corriente morenista) y, por otro, el PRT-El Combatiente (bajo el liderazgo de Mario Roberto Santucho). El primero de ellos, en 1972, se transformaría en el Partido Socialista de los trabajadores (PST) tras fusionarse con el Partido Socialista Argentino-Secretaría Juan Carlos Coral. Por su parte, el PRT-El Combatiente daría lugar, dos años después, al PRT–ERP (tras la conformación de una organización militar que se convirtió, de hecho, en el brazo armado de la estructura partidaria). Si bien la ruptura del PRT estuvo determinada por diversas tensiones preexistentes en el seno de su dirección, su principal motivación recayó en el debate acaecido en torno al tipo de estructura política a construir, en las metodologías de inserción de tal organización entre los sectores trabajadores y, centralmente, en la viabilidad estratégica de la utilización de la lucha armada. En este aspecto, fue decisivo el impulso de Mandel y Maitán, desde 1966-1967, a las concepciones guerrilleristas que comenzó a defender Santucho y que, en 1969, se expresaron en la desviación del Noveno Congreso.

Argentina y Bolivia: un balance está atravesado por la polémica que diera lugar a la ruptura del PRT desde dos perspectivas. Por un lado, a lo largo de sus páginas, los autores refuerzan ciertas aseveraciones teóricas esgrimidas en polémicas anteriores de Moreno. La necesidad de no sostener una misma estrategia revolucionaria en cada región sino tener presentes las especificidades de cada una de ellas, el debate en torno al sujeto revolucionario, el papel de la juventud radicalizada en Latinoamérica, entre otras temáticas, son algunas de las polémicas abordadas. Por otro lado, en el desarrollo del trabajo, se presenta un constante paralelismo entre aquellos posicionamientos sostenidos por el PRT-La Verdad desde la explosión del Cordobazo en mayo de 1969 en comparación con las caracterizaciones esbozadas por las organizaciones encabezadas por Santucho. Así, el significado político del Cordobazo, la crisis de la dictadura militar de Onganía iniciada en 1966, la transición hacia una coyuntura de legalidad y de ciertas libertades democráticas, el llamado electoral previsto para 1973, el retorno del peronismo, entre otras temáticas son puestas en discusión en este relato trazando constantemente una comparación entre aquellas caracterizaciones esgrimidas por dos organizaciones antes unificadas.

En simultáneo, el eje esencial de la polémica entre el morenismo y la tendencia encabezada por Santucho que, implícita o explícitamente, atraviesa Argentina y Bolivia: un balance, recae en la relación que una estructura revolucionaria debe forjar con las masas a las que busca dirigir y guiar hacia la revolución. Para Moreno, la estrategia consistía en la construcción de partidos leninistas que tuvieran por objetivo central la inserción entre las masas presentándose como alternativa de dirección revolucionaria en sus propias organizaciones existentes. Ello implicaba no ignorar los organismos que las mismas masas forjaban (tales como las comisiones internas, los cuerpos de delegados o los centros de estudiantes) sino insertarse en ellos levantando allí aquellas reivindicaciones transicionales capaces de profundizar sus concepciones políticas y elevar las formas de la lucha de clases. En la caracterización del morenismo, la concepción guerrillera omitía los organismos que las propias masas forjaban dado que éstas pasaban a un segundo plano y se transformaban, básicamente, en una base de apoyo a una vanguardia armada y a su accionar. A su vez, aseveraba que, una vez que un grupo aislado del movimiento de masas iniciaba acciones armadas (robo de bancos, ataques a comisarías o secuestros), se hacía cada vez más dificultosa la tarea de inserción entre esas masas, dado que la actividad guerrillera implicaba una lógica de clandestinidad frente a las fuerzas represivas que alejaban a dicha vanguardia del conjunto de la población.

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Un elemento de relieve de Argentina y Bolivia: un balance es que su abordaje permite profundizar el análisis histórico y político sobre la coyuntura abierta en Argentina tras la concreción del Cordobazo y, de esa forma, examinar las estrategias utilizadas por las diversas corrientes revolucionarias como producto de sus análisis preexistentes. De hecho, uno de los elementos que atravesó la ruptura del PRT recayó en la caracterización sobre el papel del movimiento obrero en una etapa signada por su retroceso tras la concreción del régimen militar dos años antes. La corriente morenista argumentó que se trataba de una coyuntura defensiva y de luchas parciales de la clase obrera contra una burguesía que, en concordancia con el proyecto estatal, se lanzó a arrebatarle las conquistas laborales y organizativas antes obtenidas. De ellas, las más temidas por la burguesía eran los cuerpos de delegados y las comisiones internas y, por ello, la principal consigna de la etapa recaía en la defensa de estos organismos de la clase obrera. A tal premisa, el santuchismo rebatía afirmando que estos organismos gozaban de un carácter escasamente combativo y clasista por lo que se imponía la necesidad de formas de organización y métodos de lucha superadores y no la recuperación y defensa de los ya existentes. En definitiva, si el enfrentamiento al régimen se produciría a partir de métodos armados, deberían crearse (en consecuencia) los organismos necesarios para efectuar tales acciones. En respuesta a ello, el texto afirmó que los viejos organismos de la clase obrera podrían aplicar nuevos métodos de lucha y viceversa, razón por la cual, la equiparación de los órganos sindicales existentes a una metodología indefectiblemente reformista se transformaba en un considerable error y alertó sobre el peligro de imponer instancias organizativas ficticias y ajenas a las ya creadas por el movimiento de masas. Este debate explica la bifurcación del PRT en los años venideros. Mientras que en el morenismo primó una estrategia de proletarización de su militancia profundizando su inserción fabril y sindical, la facción de Santucho, después de la ruptura, crearía su ejército revolucionario a partir de cual y, por intermedio de sus acciones, pugnaría por poner en práctica una estrategia de concientización de las masas.

La estrategia revolucionaria se desprendía de la caracterización coyuntural y, en ese sentido, Argentina y Bolivia: un balance presenta un recorrido por la coyuntura política abierta por el Cordobazo. En perspectiva histórica, puede afirmarse que esta insurrección fue el detonante de una crisis orgánica en la Argentina dada la existencia de una ruptura en el vínculo gobernantes-representados y la pérdida por parte de los primeros de aquella hegemonía que les permitía sostenerse en el poder político a partir de mecanismos no sólo represivos. En una línea similar, una caracterización ya esbozada por esta corriente desde el mayo cordobés sostenía la existencia de una situación prerrevolucionaria desatada por tal estallido lo que se visualizaba en cuatro características. En primer lugar, la inestabilidad de una burguesía que comenzaba a mostrar disputas internas de un modo álgido. En segundo orden, la creciente oposición al gobierno de una pequeña-burguesía como consecuencia del avance de los grandes monopolios protegidos por el gobierno. Por otra parte, la disposición para la lucha del movimiento obrero demostrada en la contundencia de las huelgas generales y, por último, el surgimiento de una vanguardia estudiantil y obrera, ya revolucionaria o con tendencias a adquirir posiciones de esa índole, dispuesta al enfrentamiento contra el gobierno y a la formación durante los conflictos de embriones de nuevas direcciones y organizaciones de masas que reflejaban una incipiente unidad obrero-estudiantil. La ausencia de un partido revolucionario que se transformara en clara vanguardia del movimiento de masas era el elemento faltante para transformar esta coyuntura en revolucionaria. Para el morenismo¸ el límite que encontró el Cordobazo se explicaba, en parte, por el problema de la dirección obrera en donde se combinaba el dominio sindical de la burocracia con la debilidad, inexperiencia, espontaneísmo y atomización de la nueva vanguardia. De allí que, en relación con lo antes dicho, esta corriente se planteó como su tarea central la conquista de los cuerpos de delegados y las comisiones internas por parte de las nuevas direcciones clasistas. El fortalecimiento partidario y su influencia sobre el movimiento obrero se encontrarían absolutamente ligados a esta política.

Desde un prisma histórico, otro elemento de interés de este trabajo es el análisis sobre los fallidos intentos de cierre de esta crisis orgánica. En relación con ello, apenas producido este estallido, Moreno caracterizó que la crisis política que inició el Cordobazo derivaría en una transición hacia el otorgamiento de determinadas libertades democráticas con la concreción de un retorno electoral. Paralelamente, y en un pronóstico que se revelaría acertado, afirmó que, como producto de las contradicciones acaecidas y del ascenso de masas experimentado, la burguesía argentina se vería obligada a recurrir al recurso del peronismo como estrategia de apaciguamiento. Ante esta perspectiva, se planteó la necesidad de diferenciación con otras organizaciones revolucionarias definidas como ultraizquierdistas que esbozaron su rechazo a defender consignas democráticas generales tales como, por ejemplo, las elecciones libres y democráticas. El planteo del morenismo fue no dejar estas consignas en manos de las organizaciones burguesas o burocráticas sino tomarlas como propias y ligarlas a la necesidad de una movilización revolucionaria para efectivizarlas. Esta temprana visión explica una de las temáticas prioritarias del trabajo que aquí presentamos: la utilización, por parte de una organización revolucionaria de los resquicios legales existentes como modo de profundizar su inserción en el movimiento de masas. A su vez, este análisis permite comprender la paulatina conformación del PST luego de la fusión con un desprendimiento del socialismo, la participación electoral en las diversas instancias sucedidas en 1973 con la consecuente proclamación de candidaturas obreras y socialistas y el crecimiento experimentado por esta corriente a raíz de tal política.

La adopción de una estrategia como resultante de la caracterización coyuntural se transforma en un elemento determinante porque allí se vislumbran las notorias diferencias prácticas entre el conjunto de las organizaciones revolucionarias. En Argentina y Bolivia: un balance se presenta una polémica contra aquellas organizaciones (particularmente, las armadas y, específicamente, el santuchismo) que, independientemente de los cambios coyunturales y del ánimo de las masas ante la existencia de esas alteraciones (como, por ejemplo, el entusiasmo por el retorno electoral que despertó popularmente la crisis de la dictadura miliar), repetían esquemáticamente la misma estrategia omitiendo la cambiante realidad. Por ello, este trabajo permite profundizar, teórica y conceptualmente, una comprensión del período histórico referido como así también las estrategias desarrolladas por el abanico de organizaciones revolucionarias existentes a lo largo de una etapa clave para la lucha de clases en la Argentina.

En un mismo sentido, en su segundo capítulo, Argentina y Bolivia: un balance recorre los hechos de la lucha de clases y la actuación del POR (González) en Bolivia desde el ascenso iniciado en 1968-69, hasta el triunfo del segundo golpe de Banzer. Ello posibilita una mejor profundización de la coyuntura de este país en particular y del marco latinoamericano en general.

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En otro orden, Argentina y Bolivia: un balance permite un mayor entendimiento de los efectos de estos debates en el marco de la Cuarta Internacional. Tras el fracaso de la experiencia del Che Guevara en Bolivia en 1967, la conducción de la Revolución Cubana efectuó un viraje, distanciándose del impulso de la revolución latinoamericana y consolidando un proceso de acercamiento a la URSS y a la política de coexistencia pacífica. Ello se conjugó con el apoyo de Fidel Castro a la invasión soviética a Checoslovaquia en 1968, su confianza en el gobierno militar de Velasco Alvarado en Perú y el acercamiento a la "línea pacífica al socialismo" chilena, lo que provocó un debate entre el morenismo y la mayoría de las tendencias existentes dentro de la Cuarta Internacional, que esgrimieron que este organismo debía motorizar la lucha armada en Latinoamérica más allá del papel que desempeñara la dirección cubana.

El análisis de Moreno se vio influido por las diversas y masivas movilizaciones obreras y estudiantiles que se visualizaron claramente desde 1968 tanto en Europa como en Latinoamérica tales como el Mayo Francés. El morenismo afirmó entonces que se abría una etapa a nivel mundial en la que se combinarían diversos métodos de lucha y formas organizativas superadoras a lo anteriormente existente. Se vislumbró así un cambio de etapa del ascenso revolucionario en el que el paradigma de la Revolución Cubana caracterizado por la radicalización de los movimientos pequeño-burgueses, el ascenso campesino y los intentos guerrilleros, daría lugar a un período marcado por el protagonismo de la clase obrera y por situaciones insurreccionales en las grandes ciudades con una decadencia de los movimientos armados.

En este contexto, la mayoría de la Cuarta Internacional planteó, en su Noveno Congreso de 1969, que el eje principal por todo un período sería la construcción de guerrillas rurales y la tarea de la preparación técnica a escala continental. El morenismo, junto a otras organizaciones encabezadas por el SWP de EE.UU, opuso a ello la necesidad de construcción de partidos leninistas a partir de la cooptación de cuadros, sosteniendo que el peso de la lucha se manifestaría en los centros urbanos con la participación considerable de las masas obras y estudiantiles. Al mismo tiempo, ante la existencia de diversos tipos de regímenes políticos en Latinoamérica que carecían de la posibilidad de ser generalizados más allá de su común carácter de clase burgués, Moreno defendía la necesidad de definir tales gobiernos como una tarea urgente a la hora de elaborar la estrategia política de una organización revolucionaria en cada lugar. El debate que presenta Argentina y Bolivia: un balance es un reflejo y ejemplo de este posicionamiento.

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En definitiva, Argentina y Bolivia: un balance es un testimonio valioso de una coyuntura clave para el derrotero de la lucha de clases. La historiografía argentina fue hegemonizada principalmente por el abordaje de las organizaciones revolucionarias armadas existentes minimizando al abanico de actores político-sociales que coexistieron en este período. Vale este testimonio de Moreno y de otros autores como reflejo de un debate en la Cuarta Internacional y, en particular, de una corriente que, en forma sistemática, rechazó en la teoría y en la práctica las desviaciones del mandelismo. Al mismo tiempo, vale este relato como expresión de una corriente que se convirtió en una expresión de la radicalización política de los años sesenta y setenta, que presentó un debate teórico y estratégico fundamental al interior del movimiento de masas que es preciso recuperar a la luz de la comprensión del pasado reciente y como forma de reflexión sobre el futuro inmediato.

Ediciones del Centro de Estudios Humanos y Sociales - CEHuS

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