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Las elecciones y las dos Argentinas

El gobierno está lanzado, encabezado por el presidente, a la campaña electoral en forma desenfrenada. Casi todos los días un acto y nuevas promesas del “oro y el moro” para el futuro. Pero los datos oficiales del crecimiento de la economía chocan con los del aumento de la brecha del consumo entre los más ricos y los más pobres. Mientras Lavagna quiere convencer que el “dólar alto” es positivo para el pueblo, siguen las luchas salariales encabezadas por el Garrahan, y los reclamos piqueteros. Y la “Noche del 10”, con el encuentro Maradona-Pelé, tuvo una audiencia masiva que no tienen los debates televisivos y los actos de Kirchner y Chiche Duhalde.

En muchos sentidos sigue habiendo dos Argentinas. El gobierno ha lanzado con todo la campaña electoral, en una cruzada contra el duhaldismo. Mientras tanto, el pueblo trabajador sigue reclamando por salario y los desocupados por trabajo. Pese a todas las presiones, no pueden impedir que el centro de la escena sea la lucha de los trabajadores del Hospital Garraham. Estamos, desde hace semanas, ante una nueva oleada de luchas salariales. Pararon docentes de distintas provincias, los universitarios, los conductores de trenes, distintos hospitales del país, la policía de Córdoba; hay conflictos y reclamos salariales en metalúrgicos, sanidad, ferroviarios, chacinados, molineros, entre otros.

Hasta los diarios yanquis comentan esta realidad: “Si es jueves, los ferroviarios pueden hacer huelga. O al vez los enfermeros, o los pilotos o los docentes. O todos juntos. Ultimamente, cualquier día de la semana, algún grupo en alguna parte organiza un paro…” (Publicado en Chicago Tribune, reproduce Clarín 12/8).

Desgaste del gobierno

En este marco de confrontación social, el gobierno de Kirchner empieza a sufrir cierto desgaste político. Esto es lo nuevo, aunque todavía no ha pegado un salto como para cortar los márgenes de expectativas que aún despierta el matrimonio Kirchner en amplias franjas populares. Pero el desgaste surge no solo por los reclamos salariales. En algunos sectores produce rechazo la pelea Kirchner-Duhalde, porque la perciben como una evidente “guerra” por “espacios de poder”. A todo esto se suma el aumento de la canasta familiar o el rechazo a la venida de Bush, avalada por el gobierno.

Por eso Kirchner ha cambiado su objetivo de las elecciones en Provincia de Buenos Aires, de “plebiscito” a “victoria digna”.

Otro elemento que muestra que las dos listas del PJ de Provincia de Buenos Aires tiene componente claros de la vieja política patronal, es la integración y apoyo a ellas de las distintas alas de la burocracia sindical. El sector de Hugo Moyano apoya a Cristina Kirchner y lleva a Julio Piumato en el Frente para la Victoria de Capital, y al abogado laboralista Héctor Recalde en Buenos Aires. Mientras que las 62 Organizaciones, encabezadas por Jerónimo Venegas y Luis Barrionuevo, apoyan a Chiche Duhalde. Ellos constituyeron la Mesa Sindical Lealtad Chiche Senadora. El “gordo” West Ocampo aclaró que para senadora “vota a Chiche”.

Crece la brecha entre ricos y pobres

El gobierno volvió a anunciar que la economía creció un 9% el primer semestre del año. El problema es quiénes son los que se benefician. Basta comparar que dicho crecimiento es en porcentaje similar al año 1998, cuando Menem nos gobernaba. Entonces, como ahora, son los grandes grupos económicos nacionales y extranjeros los que se llevan la mejor parte de la torta. Por eso siguen existiendo dos Argentinas. Las de los de arriba y las de los de abajo.

Por ejemplo, no todos comen igual. “En Tomo I, el selecto restaurante de Carlos Pellegrini al 500, es difícil encontrar mesas vacías, aunque el menú más económico de su cocina arranca en los 78 pesos. En el otro extremo de la pirámide social, hay 6,4 millones de personas que no llegan a comprar la canasta básica de alimentos que define la indigencia y que cuesta 357 pesos mensuales para una familia tipo, el equivalente a una comida para cuatro personas en aquel reducto gourmet” (Clarín, 14/8). Según un informe de la consultora LatinPanel la brecha entre ricos y pobres se viene agrandando tanto en las compras de supermercado como en los electrodomésticos. El 92% de los sectores de ingresos altos posee computadora mientras que sólo la tienen el 1% de los más pobres.

¿Dólar alto o bajo?

En una cumbre de la Unión Industrial Argentina, Lavagna salió con todo a defender la estrategia del gobierno de mantener como sea el dólar cerca de los tres pesos. Este tipo de cambio alto, que favorece claramente a los exportadores, fue sostenido a capa y espada por todo el equipo económico, que salió con un discurso muy agresivo, diciendo que beneficiaba a todos, especialmente a los trabajadores. “A los trabajadores no les importa cuanto ganan en dólares, sino el poder adquisitivo interno”, fue el argumento de Lavagna.

¿Qué desnuda este discurso? Por un lado hay una disputa interburguesa real con respecto a la política económica. Hay sectores, con Techint a la cabeza, las exportadoras en general, como los monopolios de la soja y las petroleras, a las que les conviene el dólar a tres pesos. Y el gobierno juega para ellos. Comprando todos los días los dólares que sobran en el mercado para que el dólar no baje.

También hay otro sector al que le conviene este tipo de cambio. Son los nuevos fondos financieros locales (como el Grupo Dolphin) que están comprando empresas por monedas incluso del sector de las privatizadas.

A las exportadoras les conviene el dólar a tres pesos porque sus costos, especialmente los salariales, bajan. Y ellos venden a precios de mercado mundial, en dólares. O sea, les entra más pesos por dólar cuanto más alto esté el tipo de cambio.

Del otro lado, en contra del dólar a tres pesos, están los bancos, los pulpos financieros internacionales y las privatizadas. Y por supuesto, los importadores comerciales. Todos ellos exigen que el gobierno suelte el dólar y que este termine alrededor de 2,30 pesos por dólar.

Otro sector que juega por el tipo de cambio bajo es el FMI: ya que así habrá más dólares por cada peso del superávit fiscal para el pago de la deuda. Por eso, aunque tibiamente, reclama que el gobierno modifique su política cambiaria.

Todas estas diferencias existen, pero la patronal no está dividida, como podía estarlo al final del menemismo. Los empresarios elogian dos cosas de la política económica: que se haya piloteado la salida del default (o sea el canje de deuda de febrero) y el superávit fiscal (que el gobierno ahorre una parte importante, sin aumentar las partidas sociales de salud, educación, etc.).

A la clase trabajadora no la favorece ninguna de estas dos opciones en que se dividen coyunturalmente las patronales. Porque cuando hay dólar “bajo”, llueven los importados, y se achica la industria local, los primeros “echados” por recortes son los trabajadores, o a los que, “por la crisis” se les bajan los sueldos. Pero cuando el dólar sube, el salario se deteriora por la inflación. No hay “derrame hacia abajo”. Esto es claro en nuestro país donde, después de un crecimiento económico “espectacular” en números, no desciende la cantidad de pobres, queda clavada en el 50% de la población. La única salida para el pueblo trabajador pasa por un plan económico de emergencia obrero y popular, que priorice la recuperación del poder adquisitivo y la lucha contra la desocupación y la pobreza. Esto implica la ruptura con el FMI y el no pago de la deuda para volcar esos fondos a resolver los problemas de empleo, salario, salud y educación.

La lucha de los de abajo

La lucha por ese cambio de fondo que abriría la posibilidad de una Argentina distinta, de los trabajadores, hoy pasa por cuestiones tan concretas como llamar a la solidaridad obrera y popular con la pelea de los trabajadores del Hospital Garraham para que triunfe; pasa por seguir impulsando las demás luchas por el salario, por trabajo genuino, contra la impunidad en el caso Cromañón, por la nulidad de los indultos o por preparar la movilización contra la venida de Bush.

También pasa por dar la batalla político-electoral contra el doble discurso del gobierno y contra todas las opciones políticas patronales y sus candidatos. Llamar a votar por las listas que encabezan Patricia Walsh, Vilma Ripoll, Mario Cafiero, Daniel Campos y Liliana Olivero ayudará a fortalecer la construcción de una alternativa política de la izquierda y los trabajadores.


Te pedimos un aporte para seguir apoyando las luchas de los trabajadores.

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