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Cayó Ibarra

Duro golpe a la impunidad

Cayó Aníbal Ibarra. Se le dio un duro golpe a la impunidad. Nuestra querida y entrañable Mariana Márquez, mamá de Liz, ya lo había sentenciado. “Sos un cadáver político”, le había dicho al Jefe de Gobierno en la cara. Ibarra, aunque ahora balbuceó que no va a renunciar, daría la impresión que ya fue.

 

La clave de su derrota fue la movilización incansable de los familiares y víctimas desde los primeros momentos de la masacre. Los diputados no hicieron más que levantar la mano para votar el juicio político cuando la pelea ya estaba definida en las calles, algunos por conveniencia política, oportunismo y a riesgo de ser víctimas de la condena de los familiares, como los pertenecientes a las filas de Macri o el ARI. Otros, muy distinto, por convicción –como los diputados que se reivindican de izquierda-. De los que votaron a favor, por ejemplo, como la macrista Gabriela Micheti y Fernando Melillo, jefe del ARI, dijeron “no hay nada para festejar”. El “Chango” Farías Gómez, que dio el voto 30, se apresuró a señalar “esto no es una condena, Ibarra no es culpable”. Todos ahora quieren poner paños fríos.

 

Quienes desentrañaron los distintos obstáculos de impunidad tejidos para salvar a Ibarra fueron los familiares que, desde el dolor y la pérdidas de sus seres queridos, día a día sortearon maniobras y argucias legales y políticas. Y persiguieron incansablemente a los responsables materiales y políticos, hasta dar pasos concretos en ese camino tan difícil de conseguir justicia para los de abajo.

Ibarra habla de “golpe institucional”. No. Lo que hubo fue un golpe certero de los familiares por justicia para los pibes. Ya ni los grandes comentaristas se tragan ese verso, aunque sí se preocupan. Clarín habló de “riesgo” en las instituciones, comentando que “la tragedia de Cromañón llegó de un solo saque a Ibarra, fallando todas las instancias intermedias”.

Otros criticaron que los familiares se “excedieron”, fueron “violentos” y no respetaron las instituciones. Se equivocan. Los políticos tradicionales crearon el mecanismo del Juicio Político para posar de progresistas, y ahora cuando se les vuelve en contra, hablan del fantasma del “golpe”. Además, ¿qué reacción se puede esperar sino bronca e indignación cuando ante la masacre que se llevó la vida de 194 pibes, a Mariana y dejó a tantos heridos de cuerpo y alma, hoy, de los 23 imputados, nadie está detenido? Al contrario. Las marchas, las rondas en el santuario, la presencia en las sesiones, el repudio al referéndum trucho inventado por Ibarra, los escraches a cada político que cambiaba su voto como de medias y la inquebrantable lucha por lograr justicia en esta tierra, es lo que permitió este logro. Conductas que habrá que seguir manteniendo bien alto a futuro, para que el poder no siga pergeñando nuevas argucias para intentar dejar en la impunidad a los verdaderos responsables políticos y empresariales de tantas muertes.

 

Eso fue Ibarra. El responsable político de semejante masacre. La mínima pregunta de por qué no cerró el boliche sabiendo que no estaba en regla, lo deja al descubierto. ¿Por qué lo hizo? Porque forma parte de un gobierno corrupto disfrazado de “progresista”, que mediante coimas, aceitaba un engranaje cuyos dientes filosos estaban compuestos por empresarios explotadores, policías cómplices y funcionarios corruptos.

Muchos dicen, para desalentar el paso que se dio, que juzgar a Ibarra significaría también juzgar a tantos otros políticos por hechos similares. ¡Precisamente este paso tiene que servir como antecedente para otros casos que quedaron en la impunidad! Por ejemplo, en estos días, se dictó “falta de mérito” a los dueños de Souther Winds a pesar de que fletaron 60 valijas con cocaína con la complicidad de policías, gendarmes y funcionarios nacionales. Hace un mes fueron liberados de culpa y cargo De la Rúa y Cavallo a pesar de haber premiado con 30 millones de dólares de las arcas del Estado a Macri, del Correo Argentino. El propio De la Rúa fue absuelto también de las muertes del 19 y 20 de diciembre, ejecutadas para mantenerse en el poder. ¿Por qué ni siquiera se imputó a Eduardo Duhalde o Felipe Solá por las muertes planificadas de Kosteki y Santillán? ¿Y a Cavallo por el corralito? ¿Y a Menem por vender armas ilegalmente a Ecuador? ¿Y los responsables por las explosiones en Río Tercero? ¿Y los responsables del accidente de LAPA? Es cierto, todavía esos delicuentes de guante blanco no están presos. Pero el odio y la lucha popular los ha transformado también a todos ellos en cadáveres políticos. Es como dijo una madre: “Esto ya no es por nuestros hijos, es por el país”. ¿Quién puede decir que no puede ocurrir otra masacre similar? ¿O acaso ya no hubo otros cromañones en trenes hacinados o escuelas que se caen a pedazos? Este ejemplo sirve para seguir la lucha por juzgar y castigar a aquellos que desde el poder, siguen aplicando planes de hambre y miseria del FMI y las multinacionales, dejando a millones en la pobreza. Esa es la gran preocupación de los de arriba.

La otra gran conclusión, se desprende del rol que jugó el presidente Néstor Kirchner. Recluido a 3.000 kilómetros de la Capital y disfrutando de su nueva casa de 520 metros cuadrados en El Calafate, no pudo sustraerse del gran hecho que ocurrió a cien metros de la Casa Rosada. “Disparate”, calificó el presidente la apertura del juicio político. Así se refirió, despectivamente, al fruto logrado por el persistente reclamo de los familiares.

Lo que hubo en su entorno, según cuentan, fue “consternación”, como si la familia presidencial hubiese estado de duelo. No es para menos. Caía Aníbal Ibarra, una figura que hasta había llegado a ser barajada para el binomio presidencial en 2007.

Por eso Kirchner y Duhalde lo intentaron sostener hasta último momento, apoyaron el plebiscito trucho y ahora alineando a sus legisladores para apoyarlo, aunque se abstuvieron para no quedar mal parados. “Fueron Alberto Fernández y el propio Ibarra los que cotejaron por teléfono uno a uno los votos necesarios para evitar el desastre”, señaló un medio. Una prueba que con Kirchner sigue la vieja política.

 

A esta altura y viendo todas las telarañas que tuvo que romper la justa lucha de familiares junto a miles y miles que los acompañamos, podríamos decir que la destituición de Ibarra es un primer paso en el camino a ser juzgado y castigado, junto a Chabán y todos los responsables. Un ejemplo que trae una bocanada de aire fresco para aquellos que queremos lograr justicia y ajustar cuentas con los políticos corruptos. Y una verdadera derrota para quienes creen y trabajan todos los días, desde las alturas, para una Argentina donde siga reinando la impunidad. A quienes, en esta oportunidad, les ha ido muy mal.


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