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Inflación, bajos salarios, menos gasto social y más pagos de la deudaEl “modelo” de Kirchner¿Se acuerda cuando iba al almacén y si no tenía plata llevaba igual la carne y la leche y a los días pagaba la cuenta o se la anotaban al mismo precio? Bueno, eso se acabó. Porque ahora, a medida que pasan los días, los productos de primera necesidad aumentan y aumentan. Es que volvió la inflación, y con Kirchner, amenaza con quedarse. El presidente ha dicho en una reciente entrevista que “los precios más importantes de la canasta básica están a la baja” ¡Justo cuando la zanahoria subió 32%, la papa 28% y el tomate 18%! Miente. Algunos productos, desde la devaluación, treparon alevosamente: el queso cuartirolo 185%, el azúcar 158% y el aceite de maíz 280%. Lo que le s deja un gran margen a las empresas para aceptar algunos acuerdos temporarios sin arruinar sus fabulosas ganancias.
Lo mismo ocurre con la carne, que subió 165%. Y a pesar de las retenciones, el año pasado aumentó 30%. Dicen que es porque aumentó la demanda. Siempre tienen una excusa. Lo cierto es que el productor vende el kilo a $2,40 y en el mostrador la tenemos que pagar entre 8 y $10. Para los oligarcas vacunos, como los de la Sociedad Rural, el negocio es extraordinario. Las exportaciones del año pasado aumentaron 30%, nivel récord en los últimos 36 años, por valor de 1.390 millones de dólares. A su vez, han destinado más campos para el negocio de la soja, también con exportaciones récord, dejando menos espacio para criar vacas, stock que está al mismo nivel per cápita que hace treinta años. Dicen que esto ocurre porque no hay un “plan ganadero”. Será para los pequeños productores, porque para los grandes lo que hay son altas concentraciones de hectáreas en pocas manos, valores siderales de la tierra y grandes 4 x 4. Lo cierto es que esto ha llevado a que la gente pague más por el kilo de carne y consuma menos.
Kirchner se deschavó. Al decirle a los ganaderos “fíjense que tienen un dólar competitivo, están ganando bien, queremos que les vaya bien, pero no tengan tanta avaricia”, está desnudando que su modelo beneficia a los sectores exportadores en perjuicio de las grandes mayorías. “El modelo promovió una rápida recuperación pero basada en mejorar la rentabilidad de las empresas, reduciendo los salarios reales y en mejorar las cuentas públicas deteriorando las jubilaciones, los salarios públicos y el cobro de impuestos distorsivos. Por eso hay una economía que crece mucho, pero cuyo impacto en reducción de la pobreza es muy modesta” (Perfil, 22/01.) Esa es la verdad de la milanesa. La devaluación de 2002 puso en los bolsillos de los exportadores una sideral masa de ingresos, provocando de inmediato la suba en los artículos de exportación y sus derivados, como el pan, la carne o el aceite. Los laboratorios farmacéuticos incrementaron su facturación de 4 a 6 mil millones de pesos desde esa fecha. Las automotrices (con una suba del 26% en la fabricación en 2005) y la minería, fueron otros grandes ganadores. La construcción se expandió 14% y las fábricas de aluminio y acero trabajan a un 94%. Eso les permite a las patronales hacer grandes fortunas sin que esos porcentajes, por supuesto, se trasladen a los salarios. Lo que está afianzando un “modelo” exportador y de “crecimiento” que sólo beneficia a los grandes pulpos, como Techint, Roggio, Arcor y otros.
Ante esto, ¿qué hace el gobierno? Acuerdos de precios parciales que no sirven nada más que para posar diciendo que está librando una gran batalla por cuidar el bolsillo de la gente. La ministra de Economía, Felisa Miceli, dijo recientemente: “No nos vamos a meter con la rentabilidad de cada empresa, ni fijar precios máximos” (La Nación, 22-01). Más claro, echarle agua. No va a tocar las grandes ganancias, ni combatir la inflación, ni aplicar sanciones a quienes no cumplan ni siquiera con esos escasos acuerdos, que encima se podrán revisar bimestralmente. Usted, al pasar por un súper, seguramente llega a la misma conclusión que las asociaciones de consumidores: los acuerdos no se respetan, los productos aumentan y la plata alcanza cada vez menos. Si a esto le sumamos que por la inflación el gasto social es menor que con De la Rúa (las partidas para educación bajaron en términos reales 28%, 23% en salud y 30% en previsión social), se sigue compensando a los bancos con 5.000 millones como se hizo en el 2005, subsidiando las privatizadas, entregando los recursos naturales como el petróleo y el gas donde dentro de poco tendremos que importarlos; los salarios estatales y las jubilaciones están congelados, mientras se le paga de contado al FMI. A esta altura sabemos a ciencia cierta a quién beneficia el “modelo” kirchnerista.
Ante este panorama se hace necesario salir a luchar. Para lograr aumentos de salarios que alcancen la canasta familiar. Jubilaciones y planes sociales dignos. Para exigir precios máximos con control de obreros y usuarios bajo apercibimiento de fuertes sanciones a los remarcadores, como la expropiación sin pago de los alimentos, para ponerlos a la venta al valor que tenían antes de la devaluación. Exigir la anulación del IVA de la canasta familiar y que paguen los que más tienen. Basta de exportar alimentos. Que la carne, la leche y los productos de primera necesidad se destinen al consumo interno. Que el petróleo, gas, agua y electricidad sean explotados y comercializados por el Estado argentino. Reestatización de Repsol YPF y todas las privatizadas para volver a poner los recursos esenciales en manos del pueblo trabajador. Nacionalizar la banca y el comercio exterior y dejar de pagar la deuda para volcar esos fondos a trabajo, salud y educación. Medidas que sí abrirían paso a un nuevo modelo de país al servicio de los trabajadores y el pueblo, no de uno para pocos como el actual.
Apoyar las luchas en curso y a los nuevos dirigentes combativos, preparar una gran marcha unitaria el próximo 24 de marzo, a treinta años del golpe, reclamando cárcel a los genocidas y pelear por una salida obrera y popular a la crisis son las tareas prioritarias de aquellos que queremos combatir de verdad los graves problemas políticos y sociales que se siguen manteniendo a pesar del doble discurso oficial. |
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