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Por una Palestina laica, democrática y no racistaDesde que fueron despojados violentamente de sus propiedades y tierras en 1948, el pueblo palestino pelea por su derecho al retorno y la destrucción del Estado de Israel, construido sobre la base de ese despojo. En la década del ’60, cuando fue fundada la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), dirigida por Arafat, expresó esa lucha en una consigna democrática positiva: por una Palestina laica, democrática y no racista en todo el territorio original de la Palestina histórica. Permitir el derecho al retorno a sus tierras y restitución de propiedades a los millones de palestinos exiliados implica destruir las bases del Estado de Israel, cuya ciudadanía se obtiene en base a una religión, el judaísmo, de gentes venidas de todos lados del mundo, y cuyo supuesto derecho está basado en la Biblia. Los retornados palestinos tendrían rápidamente mayoría y esto es lo que no puede aceptar Israel, que se define a sí mismo como “Estado judío”. “Laica, democrática y no racista” significa que el nuevo Estado no aceptaría la preeminencia de ninguna religión, ni raza, y tendría bases democráticas. Esta consigna, que logró la solidaridad militante de millones en todos los países árabes y del Medio Oriente, siendo en su forma puramente democrática, es fuertemente antiimperialista y tiene una dinámica de transición a la lucha por el socialismo. Porque para aplicarla, el enfrentamiento es directamente con el imperialismo, que sostiene a Israel con enorme ayuda económica y militar. Israel fue creado para ser el gendarme del imperialismo en Medio Oriente. Y son los refugiados y trabajadores palestinos el motor fundamental de esta lucha heroica que lleva tres generaciones y fue la pesadilla de los poderosos del mundo durante sesenta años. En la década del ’80, la conducción de Arafat, cuando Israel aceptó negociar con él la llamada “paz de Oslo”, reemplazó este programa histórico palestino por el reclamo de un Estado palestino al lado de otro israelí, el llamado plan de “los dos Estados”. La idea de que son posibles dos Estados, uno palestino y otro israelí, fue desmentida por la historia. Jamás el sionismo aceptó los derechos palestinos. Y lo máximo que están dispuestos a concederle a los palestinos es un 15% de su territorio original, quitándole hasta las fuentes de agua y las costas y, en ningún caso, devolver las tierras y propiedades robadas en 1948, ni siquiera una parte de ellas. El Hamas encabezó al sector que se opuso a esta paz con Israel. Sin embargo, nunca fueron consecuentes en esto, ni mantuvieron el viejo programa histórico. Lo cambiaron por el objetivo de un Estado teocrático islámico palestino, consigna que además de dividir a los propios palestinos, entre los que hay cristianos y ateos, obstaculiza la solidaridad internacionalista de los trabajadores del mundo y ayuda al imperialismo y al sionismo a su permanente intento de aislar la lucha palestina. Hoy, la fuerza de la resistencia iraquí y el sólido sentimiento antiimperialista y antisionista que crece en todo Medio Oriente, la crisis de Israel y la cada vez mayor oposición a Bush y a la guerra en los Estados Unidos, plantean nuevas posibilidades a la heroica resistencia palestina para retomar con fuerza su objetivo histórico de la conquista de una Palestina laica, democrática y no racista. |
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