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Miguel SoransEscribe:
Miguel Sorans
Dirigente de Izquierda Socialista y de la UIT-CI

A 70 años del más grande combate de tanques

La batalla de Kursk

Del 5 al 15 de julio de 1943, se enfrentaron en Rusia cerca de 6 mil tanques alemanes y soviéticos. Nunca se volvió a repetir semejante choque de blindados. Esta confrontación terminó de consolidar la debacle de las tropas de Hitler a manos del Ejército Rojo.

Imágenes de la batalla de Kursk: el frente alemán (izquierda) y un tanque soviético T34 (derecha)

Imágenes de la batalla de Kursk: el frente alemán (izquierda) y un tanque soviético T34 (derecha)

En febrero de 1943, las tropas alemanas de Hitler habían sido derrotadas en Stalingrado por el Ejército Rojo. Fue el comienzo del fin de la invasión nazi a la ex URSS, siendo la batalla que marcaría el camino de su caída definitiva. Pero aún faltaban muchos combates por dar. Las tropas alemanas debieron retroceder cerca de 400 kilómetros, aún en territorio ruso. En la primavera rusa de 1943 (a partir de marzo) aún se enfrentaban cinco millones de tropas soviéticas y cuatro millones de soldados alemanes, a lo largo de una línea del frente de batalla que tenía 2.800 kilómetros y que se extendía desde Leningrado, en el norte, hasta el Mar Negro, en el sur. Pero a partir de Stalingrado la fuerza y la moral alta la tenían a favor las tropas soviéticas.

En Kursk terminó de enterrarse el intento de contraofensiva de Hitler

En ese marco claramente desfavorable para las tropas alemanas, Hitler decidió lanzar una contraofensiva que le permitiera recuperarse de la grave derrota de Stalingrado y mostrar al mundo que el plan nazi seguía vivo. El lugar elegido para ese combate sería la pequeña ciudad rusa de Kursk, ubicada a unos 400 kilómetros al sur de Moscú, cerca de la frontera con Ucrania. Hitler decidió concentrar las principales fuerzas de blindados que disponía, con sus tanques Panzer y Tiger.

La operación -que tendría el nombre en clave de Ciudadela y planificada para ser breve y sorpresiva-, terminó siendo un duro combate, ya que el alto mando ruso, por los informes de sus espías, supo del plan con antelación. Una enorme cantidad de fuerzas se concentró para la batalla. Los alemanes contaban con aproximadamente 570 mil hombres, casi 2.500 tanques y cañones de autopropulsión, y cerca de 10 mil cañones de campaña y morteros, apoyados por casi 2 mil aviones de combate. Frente a ellos había 977 mil soldados rusos, con más de 3.300 tanques (T34) y cañones de asalto, 20 mil cañones y morteros, y cerca de 3 mil aviones. Se calcula que en el punto más alto de la batalla se enfrentaron 3.000 tanques.

Los mandos alemanes estaban encabezados por los mariscales de campo Von Manstein y Walter Model, y el general Kurt Zietler; y del lado ruso, el mariscal Georgi Zhukov, el jefe de Stalingrado, quien luego encabezaría la toma de Berlín, junto a los mariscales Pavel Rotmistrov, comandante del 5° Ejercito Acorazado, y Konstantin Rokosoysky.

La primera fase de la batalla comenzó el 5 de julio con la iniciativa alemana. El 6 hubo un contraataque ruso con 750 tanques. Así siguió, con avances y retrocesos en tremendos combates de tanques, combinados con infantería y ataques de aviación de ambas partes. En la segunda fase, el día 12, las fuerzas se concentraron en la aldea de Projoravch, en las afueras de Kursk. Chocaron los tanques del 2° Ejército de Panzer SS con el 5° Ejército Acorazado con 850 tanques rusos. Esta batalla, dentro de la gran batalla de Kursk, fue una carnicería que dejó aparentemente mejor parados a los alemanes, que perdieron más de 200 tanques, mientras los rusos, 600. Pero en realidad fue el comienzo de la derrota, porque los alemanes gastaron sus últimos cartuchos en ese combate y ya no contaban con reservas con capacidad de enfrentar la nueva contraofensiva rusa, que sí disponía de miles de tanques y centenares de miles de soldados de reserva con alta moral de combate, quienes retomarían la ofensiva en los días posteriores.

Por eso, el 15 de julio, el propio Hitler dio la orden de retirada. La Operación Ciudadela quedaba anulada. Las pérdidas fueron muy altas de ambas partes; se calculan en 325 mil los muertos. Siendo los ejércitos alemanes, en especial sus baluartes blindados, los que quedaron destrozados.

Kursk confirmó que la barbarie nazi estaba cerca del fin

La derrota alemana en Kursk terminó de afirmar que el curso de la Segunda Guerra Mundial había dado un viraje definitivo desde Stalingrado, y que la causa contrarrevolucionaria de Hitler había perdido.

Algunos historiadores, como el británico Norman Davies, entre otros, consideran que Kursk fue la batalla decisiva, por sobre la de Stalingrado. Pero no fue así, ya que no hubiera habido triunfo en Kursk sin la primer gran derrota militar de los nazis en Stalingrado*. Fue allí donde cambió el curso de la guerra mundial y del mismo siglo XX. Después de Stalingrado, “prácticamente todas las divisiones germanas en el frente del Este habían reducido el número de sus batallones de infantería de nueve a seis y el de grupos de artillería de cuatro a tres. Tenían una capacidad de combate muy débil en relación con el tamaño del sector que normalmente se les asignaba”**. No contaban ni con las fuerzas suficientes ni con la moral alta que ya habían sido melladas en Stalingrado. Esto no niega que la batalla de Kursk fue muy importante y terminó de consolidar la victoria de Stalingrado. A partir de allí, los ejércitos de Hitler no dejaron de retroceder. El Ejercito Rojo reconquistaría unos 932.000 kilómetros cuadrados de territorio soviético y 103.000 del antiguo territorio polaco. Y no pararían hasta llegar a Berlín en mayo de 1945.

Como señalara nuestro maestro Nahuel Moreno, “la derrota de Hitler fue el más colosal triunfo revolucionario de toda la historia de la humanidad”***. La derrota del nazismo y del fascismo significó el fin de la contrarrevolución imperialista que pretendía esclavizar al proletariado mundial y a todos los pueblos del planeta. Después de su caída se produjeron numerosas revoluciones triunfantes, entre ellas la china y la cubana, logrando la independencia de muchas colonias en el mundo. Aunque esos procesos fueron controlados por dirigentes contrarrevolucionarios y reformistas como los partidos comunistas y nacionalistas burgueses, fueron indiscutiblemente triunfos inmensos para las masas.

 

* Ver artículo de Mercedes Petit, El Socialista N° 238, 13/2/2013.
** Carlos Cabello Jurado, Tomo 14, página 20, Segunda Guerra Mundial. Centro Editor PDA. S.L.
*** Revoluciones del Siglo XX, www.nahuelmoreno.org


¿Quién derrotó a los ejércitos de Hitler?

La historia “oficial” de la Segunda Guerra Mundial narrada por los historiadores de los imperialismos yanqui e inglés siempre minimiza el rol del Ejercito Rojo y del pueblo ruso en la derrota de Hitler. Tanto la literatura como el cine “occidentales” han pintado, por ejemplo, que la gran batalla que hizo caer a Hitler fue el desembarco de Normandía (Francia), de junio de 1944.

La realidad fue otra. El peso militar y en vidas lo llevó el Ejercito Rojo. Sólo basta observar que cuando se dio la batalla de Stalingrado, no había desembarcado en Europa ni un soldado aliado yanqui o inglés. Recién cuando terminaba la batalla de Kursk desembarcan tropas al mando de Patton y Montgomery, en la lejana isla de Sicilia, en una operación menor. Casi un año después, en junio de 1944, se produciría el desembarco aliado en Normandía.

Nuevos historiadores ya reconocen cuál fue la realidad. “De lo que no puede caber duda es que el mérito de haber derrotado al ejercito alemán tiene un protagonista exclusivo: el Ejercito Rojo. Lo ha señalado perfectamente Max Hastings en su imprescindible obra Armagedom [...] La contienda entre el Ejército Rojo y las fuerzas armadas alemanas hizo parecer ridícula la campaña occidental en escala, intensidad y ferocidad.” *

Los números de los soldados caídos confirma esta definición. URSS, 11 millones; Alemania, 3,5 millones; Reino Unido, 144 mil y Estados Unidos, 143 mil.

Pero las victorias militares soviéticas no se debieron a la “genialidad” de Stalin, como lo hizo creer la burocracia del Kremlin. Lo logró el heroísmo del pueblo soviético que se sumó a dar su vida contra el nazismo, como soldados o apoyando en las fabricas militares y en la retaguardia. Por el contrario, el dictador Stalin fue responsable de millones de muertes que se podrían haber evitado, así como de que el nazismo casi terminara con la gran conquista de la revolución de octubre de 1917, que fue el estado obrero y la expropiación de la burguesía. Porque en vez de prepararse para una posible invasión de Hitler, pactó con él en 1939 y confió en ese acuerdo. Por eso, cuando los espías soviéticos en Berlín (la Orquesta Roja) y en Japón (Richard Sorge) avisaron que Hitler preparaba la invasión para junio de 1941, los desoyó y los acusó de falsos, dejando sin defensa a la URSS. Encima, en 1937, como parte de los llamados Juicios de Moscú contra la oposición, incluidos los trotskistas, descabezó al Ejército Rojo con la purga de sus mejores oficiales, entre ellos el mariscal Mijail Tujachevski, quien habían trabajado con Trotsky en la Guerra Civil, fusilándolos por “agentes alemanes”. Los ejércitos de Hitler llegaron a las puertas de Moscú. Fue el heroísmo del pueblo soviético, la moral de sus soldados como la de muchos de sus oficiales, lo que pudo revertir el desastre de Stalin y terminar de derrotar al nazismo.

 

* Carlos Cabello Jurado, ídem,


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