May 17, 2024 Last Updated 1:04 AM, May 17, 2024

Izquierda Socialista

 En la última movilización protagonizada por mujeres del 9M, en Buenos Aires, en conmemoración del #DíaInternacionalDeLaMujerTrabajadora, denunciábamos que en los primeros días del mes tuvimos más femicidios que en días pasados. Lamentablemente, esa relación numérica hacia fines de marzo y #EnCuarentena no se modificó. El sábado 28 se conocieron los cuatro nombres de mujeres asesinadas por el hecho de ser mujeres ese mismo día: Cristina, su hija Ada, Haydeé y Claudia.

Escribe Mercedes Trimarchi, diputada bonaerense por Izquierda Socialista/FIT Unidad

En tiempos de aislamiento social y encierro la violencia de género crece. Esto fue reconocido hasta por un informe de la ONU del 19 de marzo pasado, que recomendaba a los gobiernos que tomen medidas especiales. Sin embargo, nada se está haciendo y los femicidios serían un "efecto colateral del confinamiento", según el presidente de Uruguay, Lacalle Pou.

En la Argentina, Alberto Fernández no ha dicho nada frente a esta situación desesperante para las víctimas de violencia de género, que están siendo obligadas a convivir veinticuatro horas junto al agresor. Sí, a través de publicidades se está promocionando la línea 144 (destinada a recibir las denuncias de violencia de género) y ahora se implementó el pedido del "barbijo rojo" en las farmacias como una especie de "contraseña" entre quien solicita ayuda y quien atiende la farmacia.

Ahora bien, decretada la cuarentena obligatoria los llamados a la línea 144 aumentaron un 30%, sin embargo, quienes atienden esos llamados vienen denunciando que no dan abasto. Trabajan en condiciones completamente precarizadas, sin presupuesto, sin condiciones de seguridad e higiene y, por ser monotributistas, ni siquiera están cobrando las horas extras. Por otro lado, la idea de recurrir a una farmacia y usar la "contraseña" no está dando resultado en países como en el Estado español, que implementó "Mascarilla-19" sin ningún resultado, porque a las víctimas de violencia los agresores no las dejan salir de sus casas.

Desde Isadora e Izquierda Socialista exigimos que se declare ya la emergencia en violencia de género porque los femicidios y trans-travesticidios no cesan. No se le puede hacer frente a esta escalada de violencia con un presupuesto de 11 pesos por mujer por año que viene de la era Macri. Necesitamos refugios para que alberguen transitoriamente a todas las víctimas de violencia y a sus hijes. Exigimos la atención psicológica y el asesoramiento legal gratuito, con perspectiva de género, para todas ellas. A su vez, se debe implementar una ayuda económica que cubra la canasta familiar. Se deben prohibir los despidos y suspensiones y que las patronales otorguen las licencias pagas. Estas medidas mínimas y urgentes deben tener una partida extrapresupuestaria que debe salir del no pago de la deuda externa y de impuestos especiales a las grandes empresas, como el Grupo Techint, las telefónicas y las mineras que siguen siendo beneficiadas con subsidios y quita de impuestos.

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Escribe Guillermo Sánchez Porta

El presidente participó en la reunión del G-20. Allí vertió algunos conceptos que generan simpatía en diferentes sectores e instala la esperanza en que, luego de la pandemia del coronavirus, el mundo capitalista cambiará para mejor. ¿Es posible un capitalismo “humanizado”?

Delante de los jefes de Estado de las principales potencias imperialistas, Fernández dijo que “no hay lugar para demagogias ni improvisaciones”. “Debemos desafiar este presente con el mismo coraje que tuvo este G-20 cuando asumió el daño causado por los paraísos fiscales”.  También propuso la creación de “un fondo mundial de emergencia humanitaria que sirva para enfrentar, mejor equipados de insumos, el contexto que vivimos”.

 

¿Qué hay de realidad en estos dichos? 

 

Sin dudas la pandemia pone a los ojos de todo el mundo la tremenda decadencia global del sistema capitalista. No solo la miseria y la marginalidad de centenares de millones de personas, la falta de controles sanitarios que generan este tipo de epidemias (comenzando por el pueblo chino bajo la feroz dictadura capitalista del Partido Comunista), sino también la destrucción de la salud pública. No es una característica sólo del Tercer Mundo, sino que está presente en países imperialistas como Italia (que era reconocido por su “estado de bienestar”), España o los Estados Unidos. Las camas, los respiradores, las unidades de terapia intensiva, médicos, enfermeros, técnicos, insumos e infraestructura hospitalaria son escasos, producto de los recortes presupuestarios millonarios. ¡Los médicos deben decidir quiénes reciben atención y quiénes no!

Las medidas de “protección” que impulsan los gobiernos para evitar contagios, como estar a más de dos metros de otra persona, lavar la comida, la ropa, usar alcohol en gel, lavandina, lavarse las manos, etcétera, son directamente imposibles para millones. Según la ONU, más de 2.000 millones de personas no tienen acceso al agua potable ni a saneamientos básicos, 350 millones viven en la calle y más de 3.000 millones viven hacinados. Esta es la realidad del capitalismo.

 

¿El FMI, el Banco Mundial y el capitalismo se volverán “sensibles”?

 

El discurso de Fernández genera confusión cuando dice que celebra que “el FMI y el Banco Mundial reconozcan lo insostenible de las deudas que soportamos los países más postergados” y “el deseo de que la humanidad superará esta pandemia. Pero lo que además logrará es acabar con el vicio de la exclusión social, la depredación ambiental y la codicia de la especulación”.

Lamentablemente, los dichos de Alberto no son más que una expresión de deseos. Es falso que exista un “capitalismo salvaje, neoliberal” y otro capitalismo “humanizado” que podría resurgir luego de esta pandemia. Hace décadas que el capitalismo de todos los colores solo genera “exclusión social, depredación ambiental y codicia”. Y así seguirá. La realidad argentina desmiente a Fernández: en plena pandemia los empresarios responden con especulación, faltantes, aumentos y despidos.  Techint, en medio del llamado presidencial a la “solidaridad social” y ante la amenaza de que “se terminó la Argentina de los vivos”, intentó despedir a 1.450 trabajadores.

En 2020 el gobierno ha puesto más plata para subsidiar y reducir impuestos a las multinacionales petroleras y mineras y en pagar la fraudulenta deuda externa que en los salarios de los trabajadores, los jubilados, los desposeídos, o en los presupuestos para salud, vivienda o educación. ¿Después de la pandemia los capitalistas dejarán de priorizar sus ganancias para cuidar a la humanidad, el bienestar y el planeta? Eso es un cuento de hadas.

 

Que el “fondo de emergencia humanitaria” comience por casa

 

En la crisis de 2008 el “coraje del G-20”, a través del Banco Mundial, el FMI y la Unión Europea, hicieron poner a todos los países el 2% del PBI mundial (varios billones de dólares) para ayudar “humanitariamente” a multinacionales y banqueros. Ese será el destino de cualquier “fondo de emergencia” que el imperialismo conforme. Y tratarán de que seamos los trabajadores y el pueblo quienes paguemos, una vez más, la cuenta de la crisis capitalista con mayores ajustes, despidos, salarios de hambre y superexplotación laboral.

El gobierno de Fernández debería dar el ejemplo luego de sus palabras en el G-20 y podría comenzar a hacer ya un “fondo de emergencia humanitaria” en la Argentina para encarar la crisis de la pandemia. Que les embargue a Roca, Bagó, Pérez Companc, Coto y demás multimillonarios un 20% de sus riquezas, para así conseguir miles de millones de dólares necesarios para salud, insumos y todas las necesidades de la emergencia. Que no se pague más un peso de la fraudulenta deuda externa a banqueros y bonistas.

Pero los únicos que “tendríamos el coraje” para tomar todas las medidas necesarias para atacar la pandemia, cuidar la salud del pueblo, terminar con la depredación ambiental y que la crisis la paguen los ricos y las multinacionales somos los propios trabajadores. No lo hará ningún gobierno de capitalistas, se llamen “neoliberales” o “populares”. Para planificar la economía en función de las necesidades de las mayorías, cuidando la naturaleza, es necesario que gobernemos los trabajadores. Dando inicio así a la construcción del socialismo, el único sistema que puede dar respuesta a la crisis de la humanidad y del planeta.

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Escribe Martín Fú 


En la madrugada del 2 de abril de 1982 un solitario cabo de la Armada, provisto con el único visor nocturno que tenía la fuerza, fue guiando al resto de los comandos a la casa del gobernador y administrador colonial Rex Hunt. Luego de una escaramuza, los royal marines y el gobernador se rendían ante las tropas argentinas. Una foto que recorrió el mundo y humilló al colonialismo británico, usurpador de las islas desde 1833. 

La recuperación de las Malvinas rápidamente generó el apoyo del pueblo, golpeado por el rigor de una dictadura sanguinaria, que gobernaba para los grandes empresarios y las multinacionales, persiguiendo y asesinando a miles de obreros, estudiantes y luchadores. 

Días antes, al calor de un creciente ascenso y agitación democrática, el país se había parado acatando el llamado de la CGT con la consigna “Paz, pan y trabajo” y se movilizó a pesar de la violenta represión que ejerció la dictadura. 

El Partido Socialista de los Trabajadores (PST, antecesor de Izquierda Socialista) -nuestra corriente antecesora, proscripto y con más de cien asesinados- rápidamente se colocó en el plano militar contra el pirata colonialista inglés, el enemigo principal a vencer. Sin dar ningún apoyo al gobierno genocida, impulsamos la movilización para garantizar el triunfo militar. Llamamos, al mismo tiempo, a restablecer las libertades democráticas para así organizar comités obreros, estudiantiles y barriales de apoyo a la guerra. 

Exigimos a la junta militar la expropiación de los intereses ingleses en el país y sus socios yanquis. Denunciamos que no existía la posibilidad de una victoria militar sin tocar los intereses económicos británicos y de sus aliados: Shell, Lloyd’s Bank, Unilever, British Tobacco y las estancias inglesas de la Patagonia, entre otros. Había que suspender los pagos de la deuda externa, como lo denunciábamos en mayo de 1982: “La Argentina ha seguido pagando las deudas al enemigo, financiando con dinero argentino la agresión a nuestro país” (Palabra Socialista, 1/5/82).  

El fundador de nuestra corriente, Nahuel Moreno, exiliado en ese momento en Colombia, impulsó una campaña de solidaridad internacional. La mayoría de los países latinoamericanos no solo se solidarizaron con nuestro país, sino que ofrecieron enviar voluntarios, tropas y armamento. Miles de trabajadores, estudiantes y hasta jubilados nutrían las listas de voluntarios en el país y en el resto del mundo. Se desarrolló una fervorosa movilización antiimperialista a nivel mundial sin precedentes. 

Pero la suerte estaba echada. La junta militar nunca tuvo la intención de enfrentar a Inglaterra, buscaba “golpear y luego negociar”. El Reino Unido envió una enorme fuerza de tareas, la más grande desde la Segunda Guerra Mundial. Hubo destacadas muestras de heroísmo y valor en combate enfrentando a un enemigo poderoso que disponía de la última tecnología militar y la colaboración de los Estados Unidos. Se les dieron duros golpes a los ingleses, que sufrieron enormes pérdidas en combate. Varios buques fueron hundidos por los ataques de los pilotos argentinos.  Malvinas también mostró crímenes de guerra, como el cobarde hundimiento del ARA “General Belgrano”, fuera de la zona de exclusión y cuando volvía al continente.  

En los setenta y cuatro días de conflicto el país estuvo atravesado por masivas movilizaciones. El PST denunció la llegada del Papa, que vino a predicar la derrota y fue la antesala de la rendición, que se consumó cuarenta y ocho horas después en Puerto Argentino. 

Reivindicamos a cada uno de aquellos que enfrentaron al imperialismo a pesar de tener una dirección política y militar traidora. Treinta y ocho años después se sustancia un juicio por crímenes de lesa humanidad ocurridos en las islas y en el continente, donde los soldados eran víctimas de las torturas de oficiales y suboficiales. 

Un nuevo aniversario del 2 de abril nos recuerda que queda como otra de las tareas pendientes la recuperación total y definitiva de las islas Malvinas de manos del imperialismo británico para lograr la segunda y definitiva independencia.

El mundo está sufriendo una calamidad. Se expande la pandemia del coronavirus sin control. Hay centenares de miles de infectados y miles de muertos. Lo que está ocurriendo en el mundo es algo inédito. Se cierran las fronteras, millones de personas y países son puestos en cuarentena. Se pone en evidencia la crisis de los sistemas de salud bajo el capitalismo. Hay fuertes elementos de caos. El pánico y la incertidumbre crecen en millones de personas no sólo por el temor al contagio sino también porque existe una gran desconfianza en los de arriba, en los gobiernos y regímenes capitalistas. Los Trump y los Bolsonaro, por ejemplo, siguen minimizando el coronavirus.

El coronavirus puede afectar a cualquiera. Pero los que más sufren, y van a sufrir las consecuencias de la pandemia son las y los trabajadores, los sectores populares, los explotados y oprimidos del mundo. Se está sufriendo con pérdida de vidas, pero también están las consecuencias sociales sobre los pueblos. Se ha visto afectado el comercio mundial y habrá una nueva caída de la producción. Las multinacionales van a querer hacer pagar ese costo a la clase trabajadora y a los pueblos del mundo. En medio de la crisis del coronavirus los capitalistas quieren salvar sus ganancias y sus riquezas. Quieren rebajar salarios, despedir o suspender sin pago de salario. No les preocupa la salud y la seguridad de las y los trabajadores.

El sistema capitalista-imperialista no garantiza una respuesta adecuada a esta crisis humanitaria que está afectando a millones. Para los socialistas revolucionarios lo prioritario es contener la propagación del coronavirus (Covid 19) y asegurar la vida de millones. Y para ello es necesario luchar de la forma que se pueda en medio de las cuarentenas obligadas, para imponer medidas de emergencia en defensa del pueblo trabajador y los sectores populares.

La crisis sanitaria mundial es responsabilidad del capitalismo

Esta calamidad que estamos viviendo es responsabilidad del sistema capitalista-imperialista. El capitalismo es un sistema injusto, irracional y para los ricos. El caldo de cultivo del crecimiento de las enfermedades es la miseria creciente, el hacinamiento, los cambios ambientales y los sistemas de salud basados en la ganancia del capital privado.

Este colapso del capitalismo se expresa no sólo en el surgimiento de una nueva y grave enfermedad como el coronavirus, sino también en la persistencia de las epidemias de cólera, ébola, la tuberculosis, el rebrote epidémico del dengue y la reaparición del sarampión.

Las causas hay que buscarlas en las condiciones de miseria que viven miles de millones. Más de 1.300 millones de personas, se encuentran en situación de “pobreza multidimensional”, es decir que carecen del cumplimiento de necesidades como salud, educación, agua potable, electricidad, vivienda (datos del Informe de Pobreza Mundial de 2019 de la ONU). Por otro lado, 26 multimillonarios (entre ellos Bill Gates, Jeff Bezos, Warren Buffett, Mark Zuckeberg, Amancio Ortega o Carlos Slim) poseen la misma cantidad de dinero que 3.800 millones de personas más pobres del planeta. Se pide que nos lavemos las manos para contrarrestar la posibilidad de contagio, pero en el mundo 2100 millones de personas carecen de acceso a abastecimiento de agua potable seguro.

La destrucción ambiental capitalista es también un factor que favorece las nuevas enfermedades infecciosas. Hasta la misma ONU, siendo un organismo imperialista lo alertó*. El accionar de las multinacionales contribuye a envenenar las aguas por los desechos industriales y la megaminería a cielo abierto. Se transforma la selva y los bosques en desiertos y se eliminan especies vegetales y animales. Este es el abismo a donde nos lleva el capitalismo. Nunca como ahora se ratifica la disyuntiva histórica de Socialismo o Barbarie.

Con el coronavirus también se puso en evidencia, por ejemplo, la endeblez de la China capitalista. La dictadura del Partido Comunista de China (PCCH) censuró y reprimió al médico que hizo la primera alerta a fines de diciembre del 2019. Esa demora de meses facilitó el agravamiento de la epidemia en China y en el mundo.

Se pone a la luz el desastre sanitario que hay tanto en los países imperialistas como en los países semicoloniales. Los datos de Italia muestran la gravedad de la pandemia y que en 10 años los diferentes gobiernos capitalistas reventaron la salud pública vaciando en 37 mil millones de euros al presupuesto de salud. Esto se repite en todo el mundo. En todos los países el sistema de salud público estatal estaba colapsado antes de empezar la pandemia. Se ha favorecido el negocio de la salud privada. Hoy se ven las consecuencias. La prensa europea denuncia, por ejemplo, que un examen de coronavirus en el estado español, en clínicas privadas, cuesta entre 300 y 800 euros. En Estados Unidos se denunció que está en 3000 o 4000 dólares en un servicio privado. Un país que casi no tiene salud pública estatal. Obama instaló un sistema muy precario que Trump cuestionó. En los países semicoloniales esto se ve agravado.

Que la crisis del coronavirus la paguen los capitalistas

Ante la gravedad de la pandemia los gobiernos capitalistas no garantizan una respuesta adecuada para detenerla y salvar a millones. Las multinacionales (Exxon Mobil, Facebook, Amazon, Wal Mart, Cargill, Bayer-Monsanto, Microsoft, Ford, Toyota, Nike, Alibaba o Johnson y Johnson) y los grandes grupos empresariales y financieros (JP Morgan Chase, Bank ok America, Citigroup, HSBC o Goldman Sachs) quieren salvar sus ganancias por sobre la salud de las masas. Y los gobiernos capitalistas avalan esa lógica de la explotación del sistema. El que mejor expresa esa política es el jefe del imperialismo, Donald Trump, que sigue minimizando la pandemia y ha declarado que primero está la economía antes que la salud. Y sigue convocando a seguir produciendo y evitar cuarentenas o medidas que salvaguarden a millones. Lo mismo hacen gobiernos ultra reaccionarios como Jair Bolsonaro del Brasil. Boris Johnson, premier del Reino Unido, que también negaba la importancia de la pandemia, ha terminado contagiado con el virus.

Mientras tanto los Estados Unidos y la Unión Europea otorgan subsidios estatales ultra millonarios para salvar a los bancos, a las multinacionales y evitar el colapso de los estados burgueses, en vez de volcar más fondos extraordinarios para la salud, extraídos de las grandes fortunas de los supermillonarios del mundo.

Con esta misma lógica de poner por delante los intereses capitalistas a la vida y la seguridad de la clase trabajadora y de los sectores populares, se mantienen fábricas y centros de trabajo abiertos, y no sólo las que aportan materias de primera necesidad. Tampoco se fijan medidas obligatorias de seguridad para los trabajadores /as que tienen que estar en los trabajos esenciales. Es este desprecio por la vida obrera -compartido por el gobierno Conte en Italia, Sánchez-Iglesias en el estado español y demás gobiernos- es lo que ha provocado una fuerte respuesta en forma de huelgas en el norte de Italia que hizo que finalmente se obligara a detener la producción no esencial. Con objetivos similares se realizan otras huelgas parciales y protestas como los cacerolazos, los “balconazos” en el estado español, Francia, Brasil, Colombia, Chile o Argentina.

El estallido de la crisis del coronavirus, que ha paralizado la actividad económica, es el fósforo que prendió el polvorín de la ya existente crisis de estancamiento y retroceso de la economía capitalista abierta en el 2007. El coronavirus no es la causa de la crisis económica capitalista, pero contribuye a profundizarla. El FMI ya había dicho que había un estancamiento mundial, antes de que se produjera este nuevo crack de las bolsas y de los precios del petróleo. Todo indica que va a haber un antes y un después del coronavirus. Es decir, que cuando se termine lo del coronavirus va a existir una crisis social muy grave para el movimiento de masas. Las multinacionales, el imperialismo y sus gobiernos van a querer cobrarse la crisis con nuevos planes de ajuste, saqueo y explotación de las masas. La OIT ya está hablando de que se podrían perder 25 millones de empleos. La crisis del coronavirus y sus consecuencias la tienen que pagar los capitalistas, los superricos, no los pueblos del mundo.

Ya en medio de la tragedia del coronavirus las empresas han empezado a despedir trabajadoras y trabajadores o a suspender sin salarios o con rebajas. Desde ya debemos movilizarnos desde abajo, para exigir medidas que paren la pandemia y que no se sigan perdiendo vidas humanas, como medidas en defensa de la clase trabajadora y los sectores populares y pobres del mundo.

Desde la UIT-CI llamamos a luchar por un plan global de emergencia obrero y popular:

Que se vuelquen fondos urgentes para aumentar sustancialmente los presupuestos de salud para atender la emergencia sanitaria. Fondos para, entre otras medidas, ampliar y mejorar las instalaciones sanitarias, dar aumento salarial a todos los profesionales de la salud, hacer nuevas contrataciones, que se den remedios gratuitos para todos y que haya insumos sanitarios y de limpieza para todos.

Que los fondos para la emergencia sanitaria salgan de altos impuestos progresivos a los grupos empresariales, al capital financiero y que se dejen de pagar las deudas externas.

Por un sistema nacional de salud único y estatal, con consultas, tratamientos y medicamentos gratuitos pagados por el estado y administrado por los usuarios, médicos, trabajadores y profesionales del sector. Por la nacionalización de la sanidad privada, de los laboratorios de especialidades médicas y que pasen a funcionar bajo el control de las y los trabajadores y científicos de la salud y la medicina.

Formación en todos los lugares de trabajo de comités de higiene y salubridad, con poder de implementar ceses de tareas en todas aquellas actividades no esenciales o que no cuenten con las medidas de seguridad necesarias. Control de precios de los medicamentos y de todos los productos de primera necesidad para evitar la especulación.

Reorganización general de la producción en función de las necesidades de la emergencia sanitaria, bajo control obrero.

No al uso del coronavirus para medidas de militarización o para coartar libertades y el derecho a la protesta. Defensa irrestricta de las libertades democráticas.

Prohibición de despidos y suspensiones. Reparto de las horas de trabajo disponibles entre todos los trabajadores con el mismo salario. No a las rebajas salariales. Implementación de un seguro al desocupado (parado), a los cuentapropistas y a los millones que trabajan sin contratos y derechos laborales.

Para enfrentar la crisis actual del coronavirus y lo que vendrá después de la pandemia, convocamos a la más amplia unidad de acción de las organizaciones obreras, populares, de la juventud, del movimiento de mujeres, el movimiento en defensa del medio ambiente, como de la izquierda anticapitalista y socialista, para coordinar un movimiento de lucha internacional por el plan de emergencia obrero y popular en la perspectiva de la lucha a fondo por terminar con este sistema capitalista-imperialista e imponer gobiernos de la clase trabajadora y el pueblo.

Unidad Internacional de Trabajadoras y Trabajadores- Cuarta Internacional (UIT-CI)

28 de marzo de 2020  

*"El medio ambiente y la salud humana están estrechamente vinculados; muchas de las nuevas enfermedades infecciosas son resultado de actividades que afectan a la diversidad biológica. Las modificaciones del paisaje (a través de la extracción y el uso de recursos naturales, por ejemplo) pueden facilitar la aparición de enfermedades en las especies silvestres, los animales domésticos, las plantas y las personas” ("Perspectivas del Medio Ambiente Mundial", informe de 250 científicos encargado por la ONU y finalizado a comienzos del 2019.

www.uit-ci.org

Escribe: Adolfo Santos


Los italianos están viviendo una tragedia anunciada. Son décadas de gobiernos capitalistas corruptos saqueando el país en medio de una economía estancada y un crecimiento exponencial de la pobreza. Esa política, que fue reduciendo los presupuestos sociales a niveles insoportables, destruyó la salud pública. Eliminaron camas y cargos médicos especializados, cerraron puestos de trabajo y redujeron los salarios, generando un escenario ideal para la instalación de esta tragedia.


Por eso, de los de arriba no hay nada que esperar. Frente a la desidia del gobierno y los patrones, en complicidad con dirigentes sindicales burocráticos, los propios trabajadores empezaron a buscar una respuesta para protegerse de la pandemia. En el norte, donde se concentran las principales fábricas del país, como Fiat, Whirlpool, AST, entre otras, comenzaron a movilizarse y a realizar huelgas espontáneas para exigir el cese de las actividades que no fueran esenciales y protocolos que establezcan medidas de seguridad para resguardar sus vidas y las de sus familias. La propia Ferrari, que aseguraba que iba a mantener la producción "adoptando medidas de seguridad", fue obligada a cerrar sus plantas de Módena y Maranello.


Una exitosa huelga general


En ese marco, el 25 de marzo se llevó a cabo una exitosa huelga general convocada por la USB (Unidad Sindical de Base). Miles de trabajadores se sumaron a la medida exigiendo el cierre de fábricas para evitar un colapso aún mayor en los servicios de salud pública. Fue una respuesta contundente a las medidas irresponsables del gobierno de Giuseppe Conte que permite que las patronales de la industria continúen produciendo para garantizar sus ganancias. La USB y la Federación Metalúrgica, adherida a la CGIL (Confederazione  Generale Italiana del Lavoro) declararon que un 70% de los trabajadores adhirieron al paro, principalmente en Lazio (que abarca Roma) y Lombardía, cuya capital es Milán.


La huelga obligó al gobierno a retroceder y a convocar a los principales sindicatos para negociar. La resistencia de los trabajadores y la exigencia de los sectores que actúan en la salud que pedían "cerrar todo", sumado a una Lombardía fuera de control por la extensión del coronavirus, obligaron al primer ministro Conte a suspender las actividades "no estratégicas" en todo el territorio italiano. Ahora solo se mantienen  los sectores esenciales relacionados con la salud, la rama farmacéutica, el transporte y los bienes de consumo relacionados con la alimentación. Esta medida de fuerza es un ejemplo para los trabajadores del mundo y demuestra que solo la clase obrera, con su lucha, es capaz de avanzar en la solución de los graves problemas que la acosan.


Pero hay otra Italia que se debate no solo con la pandemia, sino con la miseria extrema. Nápoles, Palermo, Reggio Calabria son importantes ciudades del sur, una región considerada históricamente pobre. Los "terrones", como peyorativamente son llamados por trabajar la tierra, que por millones dependen de changas para mantener a sus familias, están desesperados. Si normalmente la vida para ellos es difícil, con el encierro obligado la situación se ha tornado insoportable. El colapso social es una realidad. Gente esperando la salida de los supermercados para pedir limosna o robarles las bolsas a los que consiguen comprar son apenas parte de este drama. El coronavirus ha puesto al desnudo la verdadera dimensión de la crisis italiana. Sin dudas, no será posible salir de esta situación de la mano de los políticos corruptos que siempre gobernaron Italia. Más que nunca es necesario apostar en las luchas de los de abajo, que genere una nueva dirección y un programa al servicio de los trabajadores y sus principales necesidades.

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