Jul 16, 2024 Last Updated 9:12 PM, Jul 15, 2024

Izquierda Socialista

Redacción de Izquierda Socialista y de El Socialista

El Frente de Todos insiste en que se puede iniciar un nuevo modelo de redistribución de la riqueza y al mismo tiempo seguir pagando la deuda externa. Nos hablan de los modelos de Portugal, Uruguay o Ucrania, pero esconden que en todos esos casos lo que siguió fue un feroz ajuste contra el pueblo trabajador.

Escribe José Castillo, candidato a Diputado Nacional por la Ciudad de Buenos Aires

La sensación de que “Macri ya fue” crece día a día. En los lugares de trabajo, estudio, en los barrios populares, no se ve la hora de que se acabe esta pesadilla de ajuste, hambre, inflación, desocupación y miseria. Muchos compañeros con los que compartimos muchas luchas contra el macrismo todos estos años tienen expectativas que todo cambiará con un nuevo gobierno de Alberto Fernández y Cristina. Nosotros tenemos otra opinión. Creemos que, lamentablemente, no será así.

Todos los días escuchamos a dirigentes del Frente de Todos, empezando por el propio candidato a presidente, diciéndonos que van a “reactivar la economía”, que mejorarán los salarios y las jubilaciones y que la economía va a volver a crecer. Pero, al mismo tiempo, y sobre todo en las reuniones “serias” con empresarios, banqueros nacionales o extranjeros o funcionarios del establishment económico internacional, insisten en que no van a romper el acuerdo con el FMI y que van a cumplir con los pulpos acreedores.

¿Cómo van a hacer las dos cosas si en los próximos tres años vencen 150.000 millones de dólares? Peor aún, ¿cómo va a hacerlo cuando en los primeros seis meses de gobierno se van a enfrentar a vencimientos de deuda por casi 30.000 millones de dólares? Hasta los propios economistas que asesoran a los acreedores sostienen que eso es impagable.

Alberto Fernández y sus principales economistas (Matías Kulfas, Emmanuel Álvarez Agis, Guillermo Nielsen) sostienen que será posible llevar adelante una renegociación “amigable” con el FMI y que este organismo aceptará correr sus vencimientos mientras se mejoran salarios y se reactiva el mercado interno. ¡Esto es mentira y ellos lo saben! El Fondo nos exigirá, a cambio de cualquier renegociación, un mayor ajuste y la implementación de las reformas laboral y jubilatoria.

Al mismo tiempo, el Frente de Todos dice que ya empezó a hablar con los acreedores privados (el resto de la deuda exceptuando al FMI) para “reperfilarla”. Quiere decir para correr los vencimientos un par de años, garantizándole a estos buitres que, mientras tanto, seguirán cobrando los intereses y, luego, el 100% del capital de la deuda.

En los últimos meses nos fueron “vendiendo” distintos ejemplos de cómo supuestamente se podría poner en marcha un programa económico de “redistribución de la riqueza”, sin romper con el Fondo ni dejar de pagar la deuda. Así se habló primero de Portugal, luego de Uruguay. Ahora incluso sacaron de debajo de la alfombra el caso de Ucrania.

Pero lo que no dicen es que, en todos esos casos, sin excepción (y nosotros agregaríamos Grecia) lo que hubo fueron durísimas exigencias del FMI, con reducciones brutales de salarios y jubilaciones, con achicamientos de presupuestos que reventaron los sistemas de educación y salud públicas. Los gobiernos que los llevaron adelante fueron repudiados por sus pueblos y terminaron perdiendo las elecciones y echados del poder. Y esos países, aún hoy, cargan con pesadas deudas externas. Hoy ante cualquier renegociación nos exigirán más ajuste. Si queremos un espejo para ver que nos pedirán, ahí tenemos el Ecuador de Lenin Moreno. Votar al Frente de Todos, lamentablemente, nos llevará a que seguirá el FMI, así sea con otro discurso y otros personajes al frente de gobierno.

Si, en cambio, votás al Frente de Izquierda Unidad, estarás fortaleciendo la única propuesta que plantea que el primer paso para terminar con el ajuste es romper con el FMI y suspender inmediatamente los pagos de deuda externa. Ahí está el dinero para empezar de verdad a recomponer los salarios y las jubilaciones (haciendo que nadie gane menos que la canasta familiar), para atacar el drama del desempleo con un plan de obras públicas que cree trabajo genuino, y para aumentar los presupuestos de salud y educación. Esas son las medidas de verdad para poner en marcha un auténtico programa económico de emergencia, al servicio de resolver las más urgentes necesidades populares.

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Escribe José Castillo, candidato a Diputado Nacional por la Ciudad de Buenos Aires

La búlgara Kristalina Georgieva acaba de asumir como nueva directora general del Fondo Monetario Internacional. Es la segunda mujer a cargo de este organismo, reemplazando justamente a Christine Lagarde, que a la vez había asumido en un intento de lavar la cara del organismo, después del escándalo que obligó a renunciar en 2011 a Dominique Strauss-Kahn, acusado de abuso sexual contra una empleada de un hotel donde se alojaba.

Hace ya tiempo que el FMI busca “mejorar su imagen”, luego del desprestigio popular que sufrió a fines de los 90 y comienzos de este siglo, cuando volaron por el aire sus programas de ajuste, en medio de enormes movilizaciones populares. Desde entonces intenta inventar una imagen de un FMI “bueno” o “compasivo”. Nada más alejado de la realidad: ahí están como ejemplo los ajustes feroces de Grecia, Portugal o Ucrania.

Kristalina Georgieva, en sus primera declaraciones, puso todo blanco sobre negro. Dijo que ve “una crisis económica mundial sobre el horizonte”. Hasta acá podemos acordar, no hay que ser demasiado inteligente para darse cuenta. Pero inmediatamente agregó que ello se debe a que “se han detenido o enlentecido las reformas estructurales propuestas por el organismo”. Clarísimo: el FMI insiste en su programa de siempre. esas “reformas estructurales” son más ajuste, flexibilización laboral y liquidación de los sistemas jubilatorios. Exactamente lo que le exigirán a la Argentina en cualquier renegociación del acuerdo vigente.

“El FMI cambió. No es el de los noventa”, afirman los economistas de Alberto Fernández, planteando que a ellos, que “son distintos que Macri”, el Fondo les avalaría que pongan en marcha un programa de redistribución de la riqueza. Basta escuchar las primeras palabras de Kristalina o ver el reciente plan de ajuste que se trata de imponer a Ecuador, para darse cuenta que nada de eso sucederá.

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Escribe José Castillo, candidato a Diputado Nacional por la Ciudad de Buenos Aires


Quién gana y quién pierde

Es el caballito de batalla de Alberto Fernández. Mientras se avanza con el “reperfilamiento” de la deuda, trabajadores y empresarios deberán firmar un “pacto social” donde, teóricamente, se congelarían precios y salarios por un período de tiempo no determinado (se habla de seis meses como mínimo).

De movida este planteo encierra una primera trampa para la clase trabajadora: nadie le va a devolver lo que perdieron en estos cuatro años (que se calcula en un 25% como mínimo para los trabajadores en blanco bajo convenio y mucho más para los tercerizados y en negro).

Pero el pacto social encierra nuevas trampas. Las patronales ya empiezan a cubrirse, con aumentos de precios anticipados. Lo mismo sucederá cuando se levante, a mediados de noviembre, el congelamiento parcial a los combustibles. Y todavía está pendiente la posibilidad de otro “zarpazo” al dólar, como el que sucedió en agosto tras las PASO. En concreto, se trata de un “pacto social” que, como todos los anteriores en la historia, tiene las cartas marcadas: va a significar congelamiento de salarios para los trabajadores, con burócratas que se comprometerán a no salir a pelear por nada durante su vigencia, y patronales que antes, durante y después de su firma, seguirán aumentando precios por derecha o por izquierda, reventando aún más los salarios y las jubilaciones.


La UIA plantea la reforma laboral

La Unión Industrial Argentina aparece como la pata patronal fundamental del pacto social que propone Alberto Fernández. Sus máximos dirigentes estuvieron en la “foto” con que se lanzó formalmente la propuesta en Tucumán. A partir de entonces, viene insistiendo en lo que es su principal caballito de batalla: que hay que “reducir los costos del trabajo” por medio de una reforma laboral. Su principal vocero en este sentido es Daniel Funes de Rioja, el eterno abogado de las patronales, uno de los más recalcitrantes abogados laboralistas al servicio de las patronales, hoy representante en la UIA de la Copal.

La reforma laboral que plantea la UIA, y que pondrá arriba de la mesa en el futuro pacto social, consiste en liquidar décadas de conquistas de la clase trabajadora. En que el trabajo en la Argentina pase a funcionar de conjunto como en una gigantesca “Vaca Muerta”, (y que ya, en poco tiempo de implementación, generó ocho muertes por accidentes evitables). O, en un ejemplo más cercano a las grandes ciudades, con trabajadores que se transforman en superexplotados sin ningún derecho, como lo vemos en los repartidores de Glovo o Rappi. La UIA va por la reforma laboral, junto a todas las otras entidades patronales, y en consonancia con los reclamos del FMI. Y usará el pacto social para negociarlo. También por esto tenemos que oponernos.

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Porque somos los únicos que decimos que hay que romper con el FMI y dejar de pagar la deuda externa para poner toda esa plata al servicio de resolver las más urgentes necesidades populares. Porque tenemos que estar más fuertes frente a las peleas que se vienen, cuando traten de imponernos un nuevo ajuste, de la mano del FMI. Para tener más diputados que estén incondicionalmente apoyando todas las luchas. Y para fortalecer una alternativa política distinta a la de los partidos patronales, la única que plantea que deben gobernar los trabajadores.

Escribe Guido Poletti

Todo el tiempo nos encontramos con compañeras y compañeros de trabajo, de estudio, vecinos o familiares que nos plantean sus dudas: ¿tiene sentido votar al FIT-Unidad? En la mayoría de los casos, expresan expectativas en que un gobierno de Alberto Fernández “peor que esto no va a ser” o “al menos va a mejorar algo”. Entendemos estos planteos. Pero tenemos una opinión distinta.

Creemos que el único “voto útil” es al Frente de Izquierda Unidad. Dando vuelta el razonamiento, estamos diciendo que el voto al Frente de Todos es el que no sirve para terminar con el ajuste, la miseria, los bajos salarios y la desocupación. Porque Alberto Fernández ya ha dicho a todos los que lo quieren escuchar que no va a romper con el FMI y que va a pagarle a los acreedores externos. Si es así no habrá un peso para “redistribuir la riqueza” o “reactivar la economía”. Con otro discurso y otras personas a cargo, seguirá el FMI. Cuanto más voto saque el Frente de Todos, más los utilizará para decir que está legitimado para llevar adelante esa política. ¡Una vez más, como pasó tantas veces, será un voto que terminará fortaleciendo a los nuevos verdugos del pueblo trabajador!

Por el contrario, cuantos más votos saque el FIT Unidad, más fuerza tendrá la propuesta de romper con el Fondo y dejar de pagar la deuda. Que quedará planteada cara a cara, versus la del ajuste, en el futuro inmediato. Porque votar al Frente de Izquierda es hacerlo por el apoyo al sindicalismo combativo, a los nuevos dirigentes que se van a plantar cuando, pacto social mediante, quieran “mandarnos a casa” y desmovilizarnos en vez de que peleemos por recuperar el salario perdido, las jubilaciones, la salud o la educación públicas.

Votar al FIT Unidad será también para estar más fuertes para seguir exigiendo en las calles las reivindicaciones del movimiento de mujeres y disidencias, esa inmensa “marea verde” que sacude al país y al mundo. Y, por supuesto, por todas las peleas de los jóvenes, por la educación pública, en contra de la precarización laboral y en defensa del ambiente.

Las diputadas y diputados del Frente de Izquierda, sus legisladores en las distintas provincias, siempre se han destacado por estar presentes en todas las luchas, apoyándolas incondicionalmente. Un ejemplo reciente fue el viaje que realizó nuestra actual diputada nacional, Mónica Schlotthauer a Chubut para apoyar las luchas de los docentes y estatales contra el ajuste salvaje del gobernador Arcioni, el mismo que era apoyado por Alberto Fernández. A lo largo de todos estos años, nuestros diputados se opusieron tajantemente a cada una de las políticas de ajuste del gobierno de Macri, mientras montones de legisladores peronistas, con una u otra excusa, terminaron votándole las principales leyes que necesitó para llevar adelante su política nefasta. Y, orgullosamente, también decimos que el Frente de Izquierda Unidad es la única lista que lleva en su programa la exigencia de aprobación inmediata de la ley de aborto legal, seguro y gratuito. Cada una de nuestras diputadas y diputados son una garantía de voto “verde”, frente a todos los partidos patronales que, acuerdos con las iglesias mediante, tienen sus listas llenas de candidatos celestes. Votar al FIT Unidad, en suma, es para aumentar nuestras bancadas en la Cámara de Diputados de la Nación y en las legislaturas provinciales, siempre al servicio de las luchas de la clase trabajadora, las mujeres y la juventud.

Y votar al Frente de Izquierda Unidad es también hacerlo por una perspectiva: la del fortalecimiento de una nueva alternativa política para el pueblo trabajador. La de los que decimos que no van más los peronistas, radicales, centroizquierdistas, del PRO, etcétera. Todo es conjunto de partidos y políticos patronales que ya gobernaron y nos hundieron. Que es hora de dar paso a los que nunca gobernaron, los trabajadores y la izquierda, en camino a la construcción de una Argentina socialista.

¡No al FMI!
Ni “renegociación” ni “reperfilamiento”. Hay que romper con el Fondo Monetario, suspender los pagos de la deuda externa y poner todos esos recursos al servicio del salario, el trabajo, la educación, la salud y la vivienda.

Aumento de salarios y jubilaciones
Que nadie cobre menos que el valor de la canasta familiar (hoy estimada en 40.000 pesos). Reajuste automático mensual de salarios y jubilaciones de acuerdo a la inflación. Reapertura de todas las paritarias. No a ningún tipo de reforma jubilatoria: implementación inmediata del 82% móvil para nuestros abuelos.

No a la flexibilización laboral
Basta de trabajo en negro, contratos basura y tercerización. Pase inmediato a planta permanente de todos los trabajadores en esa condición. No a los convenios esclavistas como el de Vaca Muerta o a la superflexibilización como en Glovo, Rappi o Pedidos Ya. Oposición total a cualquier tipo de flexibilización laboral, total o por gremio, como plantean la UIA y el FMI.

Basta de desocupación
Prohibición de suspensiones y despidos, y expropiación de toda empresa que cierre o viole esta disposición, para ponerla en funcionamiento bajo gestión de sus trabajadores. Implementación de un plan de obras públicas, comenzando por la construcción de viviendas populares para así generar trabajo genuino.

Anulación de los tarifazos
¡Basta de empresas privatizadas que hacen superganancias con servicios pésimos, subsidios y tarifas dolarizadas y por las nubes! Por la reestatización inmediata de todas las empresas de servicios públicos privatizados, gestionadas por sus propios trabajadores y las organizaciones de usuarios, para proveer servicios de calidad y tarifa social a todo el que la necesite.

Fuera la Barrick, Chevrón, Monsanto y todos los pulpos saqueadores y contaminantes
No al fracking y a la megaminería contaminante. Por la defensa del ambiente. Basta de saqueo a nuestro gas y petróleo: por una YPF 100% estatal, gestionada por sus trabajadores, que extraiga los recursos con acuerdo de las comunidades locales involucradas.

¡Fuera la burocracia sindical!
Por una nueva dirección sindical para la clase trabajadora, democrática y combativa. Apoyo a los nuevos dirigentes y al sindicalismo combativo, muchos de cuyos dirigentes van en las listas del Frente de Izquierda Unidad.

Defensa de la salud y la educación públicas
Triplicación de los presupuestos. Aumento inmediato de salarios para los trabajadores de la salud y la educación. Plata para construir y refaccionar escuelas y hospitales. Basta de subsidios a la escuela privada: por una educación científica, laica y de calidad. Estatización de laboratorios y clínicas privadas.

 

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