Finalmente se aprobó la Ley Bases. Obviamente, el gobierno se anotó un punto a favor. Habrá compañeras y compañeros que se preguntarán si, entonces, no estamos asistiendo a un “fortalecimiento” de este gobierno ultraderechista. Más aún cuando a ello se le suman las nuevas medidas con que Milei terminó junio, con una nueva oleada de 2.500 despidos estatales.
Sin embargo, sigue siendo un gobierno en crisis. Al día siguiente de la aprobación de la ley, los dólares alternativos al oficial (blue, CCL y MEP) volvieron a dispararse, mientras los bonos de la deuda externa argentina y las acciones de las empresas bajaban y el riesgo país subía. Un auténtico tembladeral financiero. Todo mientras Milei, en un insólito reportaje con Antonio Laje, afirmaba que los salarios y las jubilaciones estaban creciendo, lo mismo que el conjunto de la economía. Esto obligó al ministro de Economía Luis “Toto” Caputo y al presidente del Banco Central a salir a dar una conferencia de prensa tras el cierre de los mercados y las bolsas, el mismo viernes por la noche. Donde ratificaron el rumbo, hablaron de que el plan económico entraba en su “fase dos”, que no iban a devaluar y que se pasaba del “déficit fiscal cero” a la “emisión cero”.
Sintetizando este embrollo: monopolios agroexportadores que exigen una devaluación para liquidar la soja; acreedores externos que esperan sus pagos de julio y meses subsiguientes; un FMI que también espera lo suyo y a la vez también plantea que hay que devaluar. Patronales nacionales y extranjeras, que aplauden la aprobación de la Ley Bases, pero le sienten “gusto a poco”. Milei le pide 15.000 millones de dólares para salir del cepo, juntar reservas y estabilizar, pero este se lo niega; llueven los informes desde Wall Street donde los grandes bancos de inversión (como el Barclays y el Bank of América) al mismo tiempo que aplauden el ajuste, recomienda no invertir en la Argentina. Las multinacionales agradecen el RIGI y afirman que les servirá para invertir “más adelante”. ¿Qué pasa? Hay algo en común: todos estos sectores patronales no le tienen confianza a Milei, lo ven demasiado débil políticamente, dudan que pueda seguir llevando adelante el ajuste sin que todo vuele por el aire. En una palabra: le temen a la bronca creciente, a la reacción del pueblo trabajador, a su combatividad, a su capacidad de lucha. Ellos mismos lo dicen, saben que este ajuste no puede continuar sin generar enormes y radicalizadas luchas en respuesta. Ese es nuestro fuerte. Está planteada la pelea por derrotar este plan de ajuste. Frente a todos los interrogantes que entonces deja abierto el gobierno de Milei, surge una pregunta obvia: ¿qué pasa con el peronismo? A todas aquellas y aquellos que naturalmente, tienen expectativas en esta fuerza política ya que es la más grande de la oposición patronal, lamentablemente tenemos que decirle que no nos sirve como alternativa para enfrentar el super-ajuste de La Libertad Avanza. Los bloques de Diputados y Senadores de Unión por la Patria hicieron encendidos discursos y votaron en contra de la Ley Bases (aunque hubo algunos que lo hicieron a favor y siguen perteneciendo a dicho bloque). Los gobernadores tratan de negociar por abajo lo que pueden con Milei y a cambio le garantizan la tan mentada “gobernabilidad”. Las direcciones de la CGT y las CTA se han llamado a cuarteles de invierno y no se escucha una palabra de darle continuidad a los paros generales de enero y mayo. Y la conducción política del peronismo, astillada en sus internas, ya habla de “prepararse para el 2027”, ir hacia “un nuevo acuerdo”, con guiños a los radicales Lousteau o Pullaro, al mismo tiempo que busca dar señales de “moderación política”. Cuando no directamente de convivencia con el gobierno, como por ejemplo con el apoyo al juez Lijo para la Corte Suprema.
Por eso decimos con claridad: la alternativa política que necesita el pueblo trabajador es otra, la que venimos construyendo con el Frente de Izquierda Unidad. Por un lado porque somos los únicos que decimos que la pelea es “ahora”, no en 2027, ni en las elecciones del año que viene. Hay que apoyar todas y cada una de las luchas que se dan cotidianamente contra el plan motosierra, y coordinarlas para que ganen. Eso es lo que hacemos junto al sindicalismo combativo, exigiendo un paro de 36 horas y un plan de lucha. Y por el otro lado, porque somos quiénes postulamos otro plan económico, obrero y popular, que arranque suspendiendo los pagos de la deuda externa, rompiendo con el FMI, cobrándole fuertes impuestos a los ricos, los patrones y los banqueros y no al pueblo trabajador, nacionalizando la banca y el comercio exterior y reestatizando las privatizadas, para así poner todos esos recursos al servicio de resolver las más urgentes necesidades populares. Y por sobre todo, somos quiénes planteamos que gobiernen los que nunca lo hicieron y por lo tanto no tienen complicidades ni con el desastre actual ni con el de los gobiernos pasados: las y los trabajadores y la izquierda, en el camino a una Argentina socialista. A fortalecer esa alternativa te invitamos desde Izquierda Socialista.