Dec 24, 2024 Last Updated 5:37 PM, Dec 23, 2024

Escribe Diego Martínez

La corrupción, la impunidad y la búsqueda inescrupulosa de ganancia se llevó la vida de 194 personas la fatídica noche del 30 de diciembre de 2004.
La movilización logró la destitución de Aníbal Ibarra, entonces jefe de gobierno de CABA, aunque nunca fue condenado judicialmente por los hechos. Omar Chabán, empresario responsable del evento, murió en la cárcel.
 
Aquella noche de diciembre quedará grabada para siempre en la retina de millones. Mientras tocaba Callejeros en el boliche República de Cromañón, una bengala impactó sobre una media sombra que nunca debió estar en el techo. Entonces, estalló el horror. Encerrados en una trampa mortal sin salida, casi doscientos pibes y pibas murieron víctimas de la asfixia. El 40% perdió la vida intentando socorrer a otros.  

La morgue y los colapsados hospitales aledaños, fueron testigos del peregrinar de miles de padres, en su mayoría de origen trabajador, que hacían lo imposible por identificar el paradero de sus hijos e hijas.
 
“Ni una bengala ni el rocanrol. A nuestros pibes los mató la corrupción”

 La respuesta inmediata de Anibal Ibarra, aliado del entonces presidente Néstor Kirchner, fue intentar deslindarse de los hechos.
Los medios de comunicación intentaron responsabilizar a la banda y a la persona que encendió la bengala. Hablaban de “tragedia” y no de lo que fue: una verdadera masacre, cuya responsabilidad corresponde a Omar Chabán, Ibarra y demás funcionarios políticos.
En el lugar había tres mil personas cuando sólo estaba habilitado  para mil. Una de las salidas de emergencia estaba bloqueada y no había evacuación independiente en el entrepiso. La última inspección databa del año 1997 y se había extendido la habilitación en base a coimas. La policía incumplió con el operativo de emergencia necesario.

Todos estos hechos implicaban directamente a Chabán, a la policía, a los funcionarios intervinientes y al propio Ibarra, quien tenía la responsabilidad de supervisar la gestión de los funcionarios.
Intentando salvarse, Ibarra y sus socios ofrecieron indemnizaciones a familiares a cambio de no presentar denuncias en su contra, recurrieron a amenazas y aprietes, y hasta sucedió la muerte dudosa de dos testigos claves de los hechos.
Los dirigentes políticos patronales de aquel entonces sostuvieron al jefe de gobierno. Néstor Kirchner y Eduardo Duhalde, junto al propio Ibarra intentaron organizar un plebiscito trucho para relegitimar su gestión que fracasó rotundamente.
Con el aval de Mauricio Macri, ellos mismos pactaron el ingreso de Juanjo Álvarez, responsable directo del asesinato de Kosteki y Santillán en el 2002, al gobierno de la Ciudad, para abonar a la “gobernabilidad”.

“Ibarra, Chabán la tienen que pagar”

Nada de esto logró amedrentar la movilización popular. Desde un primer momento, los familiares se organizaron en asambleas en los barrios y en la plaza Once, en donde  luego se levantó un santuario que recuerda a las víctimas de la masacre. Se hicieron movilizaciones semanales que luego se convirtieron en mensuales. Allí se reclamaba por justicia y cárcel para Ibarra y Chabán.

Fruto de la movilización, Chabán fue encarcelado y murió en prisión en 2014. Se logró un hecho histórico: la suspensión y el posterior juicio político y destitución de Ibarra en febrero de 2006.

El ex jefe de Gobierno señalaba al juicio político como un “golpe institucional de la derecha” orquestado por Macri. Néstor Kirchner lo había calificado de “disparate” unos meses antes. Días antes del veredicto, Kirchner se refirió al intendente como “ mi querido amigo Ibarra”.
Pese a esto, la movilización empujó a las y los diputados patronales que habían sostenido a Ibarra, incluidos algunos peronistas kirchneristas a votar en su contra.

Aunque fue destituido en sus funciones, nunca fue enjuiciado  por la masacre. La justicia patronal garantizó su impunidad. Después de presentarse como candidato sin éxito su carrera política quedó en el ocaso. Se cumplió el pronóstico de nuestra querida Mariana Marquez, compañera de nuestro partido. Ibarra se convirtió en un “cadáver político”.


Argentina República de Cromañón

La movilización por la masacre de Cromañón expuso un entramado de corrupción e impunidad al servicio del lucro inescrupuloso, demostrando que para los empresarios, sus políticos y jueces adeptos la vida del pueblo trabajador no vale nada.

Lo mismo se volvió a demostrar con la masacre de Once, el “Cromañón ferroviario” tantas veces anunciado  por los trabajadores de la Bordó ferroviaria que se llevó cincuenta y dos vidas bajo el gobierno de Cristina Kirchner en 2012. Algo similar se había demostrado con la tragedia de LAPA con Fernando De La Rúa y en la tragedia de Time Warp en 2016 bajo el gobierno de Macri. Los distintos gobiernos patronales, más allá de sus diferencias políticas, privilegian la ganancia patronal  por sobre vida de las y los trabajadores y sectores populares.

Para evitar que estas horribles masacres vuelvan a ocurrir es necesario dar pelea contra los partidos patronales junto al Frente de Izquierda Unidad e Izquierda Socialista, luchando por un gobierno de los trabajadores en camino al socialismo para que de una vez por todas la vida del pueblo trabajador valga más que las ganancias capitalistas.

 ¡Los pibes y pibas de Cromañon presentes, ahora y siempre!

Escribe Diego Martínez

Recordamos en estas palabras que hicieron eco en el pueblo trabajador a nuestra querida Mariana Márquez, mamá de Liz fallecida en Cromañón. Mariana fue una de las principales referentes de la lucha de los familiares en su momento más álgido y, pocos meses después de la masacre, murió a causa de un cáncer que ya había superado y se reactivó por la angustia que le provocó la muerte de su hija. Desde entonces pasó a ser la muerte número 195.

Con motivo de la interpelación a Ibarra en la Legislatura en febrero de 2005 Mariana le dijo en la cara en una sesión televisada para todo el país: “Hace unos días tuve que enterrar a mi hija pero vos sos un cadáver político. Sos una circunstancia. Esto le podría haber pasado a cualquiera porque hay una red de corrupción que sustenta el poder político. Pero te tocó a vos Ibarra, hacete cargo […] No creo en la J usticia porque todos son parte de este sistema corrupto. Por eso siempre vamos a estar movilizados buscando justicia, en contra de la impunidad”.
Unas semanas antes de morir le dedicó una carta a su hija: “ No me esperes todavía, porque hay muchas cosas para arreglar en este mundo injusto que me arrebató al ser que más amaba”. Así la recordaremos para siempre.


Escribe Diego Martínez

Nuestro partido acompañó desde un primer momento los reclamos de los familiares y su movilización. Planteamos cárcel a Ibarra, Chabán y todos los responsables. Asistencia de salud y psicológica para familiares y sobrevivientes.

Junto a Mariana Márquez, José Guzmán y otros familiares impulsamos la conformación de AVISAR, una organización de familiares que dio una pelea consecuente por justicia, siendo independiente de cualquier gobierno o sector patronal, acompañando todas y cada de una de las acciones de lucha que realizaron los familiares en estos veinte años con epicentro en cada 30 de diciembre.

A través de nuestras bancas en la legislatura porteña acompañamos en los últimos años el reclamo de expropiación del edificio de Cromañón para que se convierta en sitio de la Memoria para todas las víctimas de  la corrupción y la impunidad en el país. Se logró un  avance con la Ley de Expropiación sancionada en 2022 pero hay que seguir la pelea para que el proyecto se consume.

A través de nuestra diputada Mercedes Trimarchi, Izquierda Socialista/FIT Unidad, actualmente estamos acompañando la pelea de los familiares para que desde la Legislatura se declare como masacre y no como “tragedia” lo sucedido. Además de lograr un resarcimiento económico vitalicio para el conjunto de los familiares contra la política del PRO que pretende otorgar los subsidios solamente a un sector de ellos.

Escribe Federico Novo Foti

En 1924 José Stalin exponía por primera vez su concepción del “socialismo en sólo país”. Fue la negación reaccionaria de la tradición socialista revolucionaria y de las enseñanzas de la revolución rusa al servicio de la consolidación de la burocracia estalinista. León Trotsky encabezó la lucha contra el estalinismo y sus falsificaciones del “socialismo”. Hoy la pelea contra los falsos “socialistas” continúa.

En octubre de 1917 triunfó en Rusia la primera revolución socialista de la historia. Los soviets (consejos) de obreros y campesinos, dirigidos por el partido bolchevique de Vladimir Lenin y León Trotsky que logró la mayoría de los delegados, tomaron el poder y, luego, expropiaron a la burguesía para poner, mediante la planificación estatal, la economía al servicio de las mayorías obreras y campesinas.

Para los bolcheviques la Revolución de Octubre no era más que un primer paso hacia el socialismo en el mundo. La superación del sistema capitalista imperialista mundial sólo podría resolverse en la lucha por el socialismo a escala mundial. Por ello, en noviembre de 1919, fundaron en Moscú la Tercera Internacional y partidos comunistas en todos los países del mundo.1

En particular, Lenin y Trotsky creían que la continuidad del gobierno obrero en un país atrasado como era Rusia estaba en gran medida atado al proceso revolucionario que sacudía por entonces a Europa. Las revoluciones obreras estallaron en Alemania, Italia, Hungría, Bulgaria y otros países europeos. Pero la traición de los partidos socialistas (la socialdemocracia) y la inmadurez de los nuevos partidos comunistas, permitieron que la contrarrevolución burguesa las derrotara. Desde 1918, el gobierno soviético enfrentó a la contrarrevolución imperialista en una feroz guerra civil. Pero en 1922, tras enormes sacrificios del pueblo soviético, el Ejército Rojo creado y conducido por Trotsky, derrotó a los ejércitos “blancos” (imperialistas). Así, la Unión Soviética sobrevivió, pero quedó aislada.

La consolidación del aparato burocrático estalinista

Tras la guerra civil comenzó un proceso de burocratización que fue liquidando la democracia obrera en los soviets y el Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS), alimentado por la muerte y el agotamiento de la vanguardia revolucionaria en el conflicto, la extrema pobreza, los sucesivos fracasos de la revolución en Europa y el consecuente aislamiento. Ese proceso de burocratización fue encabezado por José Stalin, quien manejaba el aparato administrativo del partido y los soviets.

Lenin, enfermo desde finales de 1921, dedicó sus últimos años a combatir a Stalin y el proceso de burocratización, coordinando esfuerzos con Trotsky. En enero de 1924 falleció, no sin antes dejar en su testamento la propuesta a la dirección del partido de desplazar a Stalin. Pero su opinión fue ocultada y desoída por la burocracia naciente.2

A pocos meses de la muerte de Lenin, Stalin impuso un viraje político reaccionario. En diciembre de 1924 publicó “Octubre y la teoría del camarada Trotsky sobre la revolución permanente”, donde expuso su concepción opuesta al marxismo y al leninismo del “socialismo en un solo país”. En nombre de la unidad obrero-campesina, llamó a los campesinos acomodados (kulaks) a enriquecerse, entre otras medidas.3 Stalin anunciaba que la revolución estaba concluida, las contradicciones de las clases (obrera y campesina) se atenuarían progresivamente y se avanzaría al socialismo “a paso de tortuga”, con la condición de preservar a la Unión Soviética de acontecimientos externos. En concreto se trataba de una política reaccionaria que tenía por objetivo la consolidación de la burocracia, constituyendo una base social conservadora, y persiguiendo cualquier atisbo de oposición, tildada de “trotskista”.

Trotsky encabezó la lucha contra el viraje reaccionario estalinista. Denunció, junto a viejos bolcheviques y un sector de la vanguardia obrera, el creciente control burocrático sobre el partido y el gobierno, y defendió el programa de impulso a la revolución socialista internacional (ver recuadro), de desarrollo de las medidas revolucionarias y la democracia obrera dentro de la Unión Soviética. En 1927, Trotsky fue expulsado del partido. En enero de 1928 debió exiliarse junto con su familia. Pero aun en aquellos difíciles años, siguió batallando contra la burocracia y el fraude del “socialismo en un sólo país”. Reafirmó el carácter internacional de la revolución y la construcción socialista, retomando la concepción marxista de superar el sistema capitalista mundial.4 Advirtió que la orientación de Stalin conducía a la liquidación de la Tercera Internacional y los partidos comunistas, condicionados a servir de sostén de la burocracia soviética mediante la coexistencia pacífica con el imperialismo y la conciliación con la burguesía.5 Según Trotsky, el destino de la Unión Soviética y sus trabajadores oprimidos por la burocracia tendría un carácter alternativo: se lograría la construcción de una nueva dirección revolucionaria que derrotara a Stalin y su aparato o sobrevendría la restauración capitalista.6

A comienzos de la década de 1930, Trotsky y un puñado de sus seguidores comenzaron la difícil tarea de construir una nueva dirección que, en combate con la burocracia, continuará la construcción de partidos revolucionarios. En 1938, fundaron la Cuarta Internacional ante la bancarrota de la Tercera Internacional.7 Pero en 1940, Stalin logró que uno de sus agentes asesinara a Trotsky, exiliado en México, profundizando la crisis de dirección revolucionaria.

La lucha contra los falsos “socialistas” continúa

La burocracia estalinista usurpó el poder soviético y creó una “escuela de falsificaciones”. Condenó así al fracaso a las revoluciones y las oportunidades de nuevos triunfos socialistas, y allí donde a pesar de todo se triunfó, como en Europa central, impuso dictaduras a su imagen y semejanza. A partir de la década de 1970, iniciaron el proceso de restauración capitalista. Pero a partir de 1989 comenzaron a caer las dictaduras estalinistas en medio de enormes rebeliones y revoluciones. Sin embargo, aquellos triunfos tuvieron un alto costo, ya que la ausencia de direcciones revolucionarias de peso entre las masas no logró evitar el avance hacia la restauración. Publicistas del imperialismo y reformistas de todo pelaje anunciaron el “fracaso del socialismo”, cuando en realidad lo que había fracasado era el “socialismo en un sólo país”, la coexistencia pacífica y la conciliación con la burguesía.

Hoy, en pleno siglo XXI, el capitalismo decadente sigue condenando a millones en todo el mundo a vivir en la pobreza y la miseria, continúan las guerras y la amenaza de nuevas catástrofes ambientales. Pero los pueblos siguen protagonizando rebeliones y revoluciones, donde está planteada la pelea por conquistar gobiernos de trabajadores y el pueblo, en la perspectiva de lograr el triunfo del socialismo mundial. Porque no hay salida de fondo si no es terminando con el dominio capitalista imperialista en todos los países y el mundo. Para transitar ese camino, a pesar de la caída del aparato estalinista, el gran escollo siguen siendo los dirigentes reformistas y falsos “socialistas” que rechazan romper con la burguesía y reeditan falsas soluciones, como el “socialismo de mercado” o la “actualización del socialismo” con propiedad privada. Sigue planteada la tarea de construir una dirección socialista e internacionalista consecuente que retome el camino de la Revolución de Octubre y los primeros años del poder soviético.

1. Ver “El Socialista” N.º 577 (21/02/2024) Disponible en www.izquierdasocialista.org.ar
2. Ver L. Trotsky “Sobre el testamento de Lenin”. Ediciones El Socialista, Buenos Aires, 2010.
3. Ver J. Stalin. “Obras”. Tomo VI (1924), Ediciones Lenguas Extranjeras, Moscú, 1953.
4. L. Trotsky. “La revolución permanente”. Prometeo, Buenos Aires, 2011.
5. La Tercera Internacional fue disuelta por Stalin en 1943, como parte de sus acuerdos con las potencias imperialistas en el final de la Segunda Guerra Mundial.
6. L.Trotsky. “La revolución traicionada”. El Yunque, Buenos Aires.
7. Ver “El Socialista” Op. Cit.



Trotsky y la revolución permanente

Stalin disfrazó el viraje reaccionario con la campaña contra “el trotskismo” y “la revolución permanente”. Al calor de la polémica contra el “socialismo en un solo país” y sacando conclusiones de las experiencias de la Revolución de Octubre y la derrota de la Revolución China (1925-27), Trotsky fue enriqueciendo su concepción sobre la revolución permanente, elaborada por primera vez en 1905, para transformarla en la teoría de la revolución socialista mundial. En 1929, escribió las tesis de la revolución permanente, donde afirmaba:

“9º. La conquista del poder por el proletariado no significa el coronamiento de la revolución sino simplemente su iniciación. La edificación socialista sólo se concibe sobre la base de la lucha de clases en el terreno nacional e internacional. En las condiciones de predominio decisivo del régimen capitalista en la palestra mundial, esta lucha tiene que conducir inevitablemente a explosiones de guerra interna, es decir, civil, y exterior, revolucionaria. En esto consiste el carácter permanente de la revolución socialista como tal, independientemente del hecho de que se trate de un país atrasado, que haya realizado ayer todavía su transformación democrática, o de un viejo país capitalista que haya pasado por una larga época de democracia y parlamentarismo.” [...]

“10º. El triunfo de la revolución socialista es inconcebible dentro de las fronteras nacionales de un país. Una de las causas fundamentales de la crisis de la sociedad burguesa consiste en que las fuerzas productivas creadas por ella no pueden conciliarse ya con los límites del Estado nacional. […] La revolución socialista empieza en la palestra nacional, se desarrolla en la internacional y llega a su término y remate en la mundial. Por lo tanto, la revolución socialista se convierte en permanente en un sentido nuevo y más amplio de la palabra: en el sentido de que sólo se consuma con la victoria definitiva de la nueva sociedad en todo el planeta.” […]

“12º. La teoría del socialismo en un solo país, que ha surgido como consecuencia de la reacción contra el movimiento de Octubre, es la única teoría que se opone de un modo consecuente y definitivo a la de la revolución permanente. […] La división mundial del trabajo, la subordinación de la industria soviética a la técnica extranjera, la dependencia de las fuerzas productivas de los países avanzados de Europa respecto a las materias primas asiáticas, etc., hacen imposible la edificación de una sociedad socialista independiente en ningún país del mundo.” […]

“14º. […] La lucha de la oposición comunista de izquierda [los trotskistas] por una política justa y un régimen saludable en la Internacional Comunista está íntimamente ligada a la lucha por el programa marxista. La cuestión del programa es, a su vez, inseparable de la cuestión de las dos teorías opuestas: la de la revolución permanente y la del socialismo en un solo país.” […]

1. L. Trotsky. “La revolución permanente”. Op. Cit.

Escribe Federico Novo Foti
 
El 9 de noviembre de 1989 cayó el muro que dividió la ciudad de Berlín por décadas. Fue una victoria de las masas, que inició el camino hacia la unificación alemana y provocó el derrumbe de la burocracia estalinista. Gobiernos y analistas burgueses anunciaron el triunfo del capitalismo sobre el socialismo. Pero los socialistas revolucionarios tenemos otra mirada.

La noche del 9 de noviembre de 1989, tras el anuncio del portavoz del gobierno de la República Democrática Alemana (RDA), Günter Schabowski, sobre el otorgamiento de permisos para visitar Berlín occidental, miles de alemanes que vivían en Berlín oriental se movilizaron hacia el muro que dividía la ciudad. Sorpresivamente, la multitud comenzó a demolerlo con picos, martillos y palas, ante la mirada desconcertada de los soldados. Tras veintiocho años caía el muro que había separado a la ciudad y representaba el símbolo máximo de la división alemana. Miles de personas de ambos lados se reunieron para festejar.
 
La división de Alemania

Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, en la Conferencia de Potsdam de 1945, José Stalin (líder de la burocracia soviética), Franklin Roosevelt (presidente de Estados Unidos) y Winston Churchill (primer ministro británico) pactaron la ocupación y división de Alemania, como parte de los acuerdos en los que definieron “esferas de influencia” en Europa y el mundo para estabilizar el dominio capitalista imperialista. La partición alemana serviría también para dividir al poderoso movimiento obrero alemán.

En 1949 se creó la República Federal Alemana (RFA) en la región occidental más desarrollada, sostenida por el imperialismo yanqui y los millones de dólares del “Plan Marshall” para su reconstrucción. En la zona oriental, la República Democrática Alemana (RDA), apoyada por la burocracia estalinista de la URSS. Berlín, la antigua capital alemana, situada en el centro de la RDA, quedó igualmente ocupada y dividida.

La RDA estaba gobernada por una dictadura de partido único (Partido Socialista Unificado) a imagen y semejanza de la dictadura estalinista de la URSS. La expropiación y eliminación de la burguesía y la planificación estatal de la economía permitieron mejoras, como el pleno empleo, acceso a educación y salud. Pero la división del país y la opresión pesaban sobre su población. En 1953 fueron reprimidas las huelgas obreras de Berlín oriental. Para 1961 se estima que dos millones de personas habían huido del país. Como respuesta, en la madrugada del 13 de agosto de 1961, el gobierno de la RDA comenzó a construir un muro con intención de aislar definitivamente los dos lados de la ciudad de Berlín. El muro de hormigón alcanzaría los 155 kilómetros de largo (45 kilómetros dentro de la ciudad). Separó familias, amigos y vecinos. 239 personas fueron asesinadas a manos de la Stasi, el siniestro servicio secreto de la RDA, al intentar cruzar.1

Los debates sobre la caída del Muro de Berlín

La caída del Muro de Berlín derrumbó a la burocracia estalinista del PSU e inició el camino hacia la unificación del país en 1990. En aquel entonces el hecho causó una enorme sorpresa mundial. Algunos analistas lo presentaron como una jugada magistral del capitalismo imperialista, encabezado por el presidente yanqui, Ronald Reagan, junto al Papa Juan Pablo II y la complicidad del líder soviético, Mijaíl Gorbachov. El politólogo yanqui Francis Fukuyama afirmó que la caída del muro era el triunfo definitivo del capitalismo sobre el socialismo y el permanente para la humanidad.

Desde Izquierda Socialista y la UIT-CI damos otra explicación. Ninguno de los supuestos ideólogos de la caída del muro, ni el viejo dictador de la RDA, Erich Honecker, lo planificaron. Al contrario, a todos les convenía mantener la división alemana y los acuerdos de finales de la guerra, incluido el compromiso de la URSS a limitar su dominio a los países de Europa oriental y colaborar en evitar o controlar las revoluciones en el resto del mundo.

Lo cierto es que en la década de 1980 las burocracias gobernantes en los países del “socialismo real” (donde se había expropiado a la burguesía y tenían regímenes totalitarios) profundizaron sus negociaciones con el imperialismo y la apertura al capitalismo. La falta de libertades y la caída en los niveles de vida alentaron entre las masas un ascenso de las luchas. Estalló la revolución polaca, con el surgimiento del sindicato Solidaridad. Las huelgas mineras sacudieron a la URSS. En junio de 1989, la dictadura del Partido Comunista chino aplastó la revolución en la Plaza Tiananmen. Pero las masas no se detuvieron.

En 1989 la RDA tenía su economía semiparalizada y crecía el éxodo de población a Hungría y Checoslovaquia. A mediados de año comenzaron fuertes movilizaciones populares. En octubre, el gobierno intentó calmar los ánimos con algunos cambios. Destituyeron a Honecker e impusieron a Egon Krenz. Pero las movilizaciones continuaron. El 4 de noviembre medio millón de personas se concentraron en la Alexanderplatz, la gran plaza del centro de Berlín Oriental.

La caída del Muro de Berlín fue un enorme triunfo del pueblo alemán, que no sólo abrió el camino a la unificación alemana, sino que aceleró el derrumbe del aparato estalinista mundial que mantenía encorsetado el movimiento de masas por su acuerdo con el imperialismo. Fue una revolución política triunfante. Pero al mismo tiempo tuvo grandes limitaciones. La ausencia de una alternativa socialista revolucionaria que encabezara las movilizaciones no permitió que se enfrentara el proceso de restauración capitalista ya iniciado. Fue un triunfo con un alto costo, ya que se instaló la confusión y la ilusión en las bondades del capitalismo. El retroceso respecto a la expropiación de la burguesía y la planificación estatal fortaleció a la naciente potencia imperialista alemana unificada.

Hoy los trabajadores y el pueblo alemán continúan haciendo su experiencia con el capitalismo. Lejos de obtener el progreso anhelado, desde 2008 viven la crisis económica capitalista mundial y los planes de ajuste de sus gobiernos. Alemania, hasta hace poco un país económicamente estable y con baja inflación, acumula tres trimestres de recesión (especialmente en la industria automotriz), despidos y una inflación creciente, que alentaron la crisis de la coalición de gobierno, encabezada por Olaf Scholz del Partido Socialdemócrata Alemán (SPD), y las luchas, como las huelgas de ferroviarios a principios de año, de metalúrgicos y la industria electrónica.2 En las luchas, contra las direcciones patronales y reformistas o de falso socialismo, como el SPD, sigue planteada la gran tarea de construir una alternativa socialista revolucionaria capaz de conducir a las masas a lograr un gobierno de trabajadoras y trabajadores con democracia para el pueblo trabajador y que avance hacia el socialismo mundial.

1. Mercedes Petit. “Comenzaba la construcción del Muro de Berlín” en El Socialista Nº 142, 13/8/2009
2. Ver Corresponsal. “Huelga de ferroviarios: la más larga de la historia en ese país” (27/1/2024) y Patrick Köning. “Los metalúrgicos en Alemania estamos en lucha por un nuevo convenio” (9/11/2024). Disponibles en www.uit-ci.org

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