Nov 14, 2024 Last Updated 9:58 PM, Nov 13, 2024

Escribe Federico Novo Foti
 
El 9 de noviembre de 1989 cayó el muro que dividió la ciudad de Berlín por décadas. Fue una victoria de las masas, que inició el camino hacia la unificación alemana y provocó el derrumbe de la burocracia estalinista. Gobiernos y analistas burgueses anunciaron el triunfo del capitalismo sobre el socialismo. Pero los socialistas revolucionarios tenemos otra mirada.

La noche del 9 de noviembre de 1989, tras el anuncio del portavoz del gobierno de la República Democrática Alemana (RDA), Günter Schabowski, sobre el otorgamiento de permisos para visitar Berlín occidental, miles de alemanes que vivían en Berlín oriental se movilizaron hacia el muro que dividía la ciudad. Sorpresivamente, la multitud comenzó a demolerlo con picos, martillos y palas, ante la mirada desconcertada de los soldados. Tras veintiocho años caía el muro que había separado a la ciudad y representaba el símbolo máximo de la división alemana. Miles de personas de ambos lados se reunieron para festejar.
 
La división de Alemania

Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, en la Conferencia de Potsdam de 1945, José Stalin (líder de la burocracia soviética), Franklin Roosevelt (presidente de Estados Unidos) y Winston Churchill (primer ministro británico) pactaron la ocupación y división de Alemania, como parte de los acuerdos en los que definieron “esferas de influencia” en Europa y el mundo para estabilizar el dominio capitalista imperialista. La partición alemana serviría también para dividir al poderoso movimiento obrero alemán.

En 1949 se creó la República Federal Alemana (RFA) en la región occidental más desarrollada, sostenida por el imperialismo yanqui y los millones de dólares del “Plan Marshall” para su reconstrucción. En la zona oriental, la República Democrática Alemana (RDA), apoyada por la burocracia estalinista de la URSS. Berlín, la antigua capital alemana, situada en el centro de la RDA, quedó igualmente ocupada y dividida.

La RDA estaba gobernada por una dictadura de partido único (Partido Socialista Unificado) a imagen y semejanza de la dictadura estalinista de la URSS. La expropiación y eliminación de la burguesía y la planificación estatal de la economía permitieron mejoras, como el pleno empleo, acceso a educación y salud. Pero la división del país y la opresión pesaban sobre su población. En 1953 fueron reprimidas las huelgas obreras de Berlín oriental. Para 1961 se estima que dos millones de personas habían huido del país. Como respuesta, en la madrugada del 13 de agosto de 1961, el gobierno de la RDA comenzó a construir un muro con intención de aislar definitivamente los dos lados de la ciudad de Berlín. El muro de hormigón alcanzaría los 155 kilómetros de largo (45 kilómetros dentro de la ciudad). Separó familias, amigos y vecinos. 239 personas fueron asesinadas a manos de la Stasi, el siniestro servicio secreto de la RDA, al intentar cruzar.1

Los debates sobre la caída del Muro de Berlín

La caída del Muro de Berlín derrumbó a la burocracia estalinista del PSU e inició el camino hacia la unificación del país en 1990. En aquel entonces el hecho causó una enorme sorpresa mundial. Algunos analistas lo presentaron como una jugada magistral del capitalismo imperialista, encabezado por el presidente yanqui, Ronald Reagan, junto al Papa Juan Pablo II y la complicidad del líder soviético, Mijaíl Gorbachov. El politólogo yanqui Francis Fukuyama afirmó que la caída del muro era el triunfo definitivo del capitalismo sobre el socialismo y el permanente para la humanidad.

Desde Izquierda Socialista y la UIT-CI damos otra explicación. Ninguno de los supuestos ideólogos de la caída del muro, ni el viejo dictador de la RDA, Erich Honecker, lo planificaron. Al contrario, a todos les convenía mantener la división alemana y los acuerdos de finales de la guerra, incluido el compromiso de la URSS a limitar su dominio a los países de Europa oriental y colaborar en evitar o controlar las revoluciones en el resto del mundo.

Lo cierto es que en la década de 1980 las burocracias gobernantes en los países del “socialismo real” (donde se había expropiado a la burguesía y tenían regímenes totalitarios) profundizaron sus negociaciones con el imperialismo y la apertura al capitalismo. La falta de libertades y la caída en los niveles de vida alentaron entre las masas un ascenso de las luchas. Estalló la revolución polaca, con el surgimiento del sindicato Solidaridad. Las huelgas mineras sacudieron a la URSS. En junio de 1989, la dictadura del Partido Comunista chino aplastó la revolución en la Plaza Tiananmen. Pero las masas no se detuvieron.

En 1989 la RDA tenía su economía semiparalizada y crecía el éxodo de población a Hungría y Checoslovaquia. A mediados de año comenzaron fuertes movilizaciones populares. En octubre, el gobierno intentó calmar los ánimos con algunos cambios. Destituyeron a Honecker e impusieron a Egon Krenz. Pero las movilizaciones continuaron. El 4 de noviembre medio millón de personas se concentraron en la Alexanderplatz, la gran plaza del centro de Berlín Oriental.

La caída del Muro de Berlín fue un enorme triunfo del pueblo alemán, que no sólo abrió el camino a la unificación alemana, sino que aceleró el derrumbe del aparato estalinista mundial que mantenía encorsetado el movimiento de masas por su acuerdo con el imperialismo. Fue una revolución política triunfante. Pero al mismo tiempo tuvo grandes limitaciones. La ausencia de una alternativa socialista revolucionaria que encabezara las movilizaciones no permitió que se enfrentara el proceso de restauración capitalista ya iniciado. Fue un triunfo con un alto costo, ya que se instaló la confusión y la ilusión en las bondades del capitalismo. El retroceso respecto a la expropiación de la burguesía y la planificación estatal fortaleció a la naciente potencia imperialista alemana unificada.

Hoy los trabajadores y el pueblo alemán continúan haciendo su experiencia con el capitalismo. Lejos de obtener el progreso anhelado, desde 2008 viven la crisis económica capitalista mundial y los planes de ajuste de sus gobiernos. Alemania, hasta hace poco un país económicamente estable y con baja inflación, acumula tres trimestres de recesión (especialmente en la industria automotriz), despidos y una inflación creciente, que alentaron la crisis de la coalición de gobierno, encabezada por Olaf Scholz del Partido Socialdemócrata Alemán (SPD), y las luchas, como las huelgas de ferroviarios a principios de año, de metalúrgicos y la industria electrónica.2 En las luchas, contra las direcciones patronales y reformistas o de falso socialismo, como el SPD, sigue planteada la gran tarea de construir una alternativa socialista revolucionaria capaz de conducir a las masas a lograr un gobierno de trabajadoras y trabajadores con democracia para el pueblo trabajador y que avance hacia el socialismo mundial.

1. Mercedes Petit. “Comenzaba la construcción del Muro de Berlín” en El Socialista Nº 142, 13/8/2009
2. Ver Corresponsal. “Huelga de ferroviarios: la más larga de la historia en ese país” (27/1/2024) y Patrick Köning. “Los metalúrgicos en Alemania estamos en lucha por un nuevo convenio” (9/11/2024). Disponibles en www.uit-ci.org

Escribe Laura Marrone, dirigenta de Izquierda Socialista/FIT-Unidad

El 3 de noviembre se cumplen cincuenta años del asesinato de César Robles, dirigente nacional del Partido Socialista de los Trabajadores (PST) a manos de una banda parapolicial del gobierno de Perón: la Alianza Anticomunista Argentina (Triple A).

El 1° de noviembre de 1974 había sido asesinado uno de sus jefes, el comisario Alberto Villar a manos de Montoneros. El 2 de noviembre fueron secuestrados de sus hogares otros dos militantes del PST, Juan Carlos Nievas y Rubén Boussas. César fue secuestrado por un Falcón verde sin patente en Primera Junta de CABA. Su cadáver, acribillado a balazos, fue encontrado horas más tarde en la calle Yerbal.

César fue un dirigente de la corriente morenista que se destacó en las dos tareas estratégicas que señalara Trotsky: desarrollar la movilización y construir el partido para la revolución socialista.

De joven, como estudiante de la facultad de odontología en la UBA, participó del ascenso estudiantil de 1958 de la “Libre o Laica”, en defensa del carácter laico de la educación pública, bajo el gobierno de Frondizi. En la década del ´60 ingresó a Palabra Obrera, agrupación liderada por Nahuel Moreno que había sido parte de la resistencia peronista contra el golpe gorila de 1955. En 1963 se volcó a apoyar la lucha de los obreros de la fábrica Phillips en CABA. En 1966 colaboró en la lucha de los frigoríficos de zona sur del Gran Buenos Aires y participó de la huelga portuaria, ya bajo la dictadura de Juan Carlos Ongania; en la célebre “Intervillas”, comité donde se organizaban las tareas de la huelga, desde las villas, donde vivían muchos trabajadores portuarios, que lo reconoció como uno de sus máximos dirigentes.

En 1965 Palabra Obrera se fusionó con la corriente de Roberto Santucho, coincidiendo ambas en el apoyo a la Revolución cubana, y adoptó el nombre de Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT).

Poco tiempo después, Santucho propuso la estrategia de desarrollar una guerrilla armada. Moreno debatió fuertemente contra esta orientación ultraizquierdista siendo César uno de los filosos polemistas en este debate interno. César era entonces el secretario general del partido. En 1967 el PRT terminó dividido y cada fracción se identificó con el nombre del periódico que editaba: El Combatiente, liderado por Santucho, y La Verdad (LV), por Nahuel Moreno.

Luego de la ruptura César reconstruyó la regional norte del Gran Buenos Aires junto a Nora Ciapponi y a Aníbal Tesoro. En 1970 se trasladó a Córdoba junto a Orlando Mattolini y otros compañeros donde construyeron la nueva regional del PRT (LV). En 1971 el PRT (LV) participó del Viborazo y de las luchas del Sitrac Sitram. Esta vanguardia obrera, clasista y antiburocrática, impulsó la construcción del Mosicla (Movimiento de Unidad Sindical Clasista). César promovió la participación del partido con dirigentes de comisiones internas de Buenos Aires, entre ellos Miguel Sorans (Chrysler), Oscar “Frente” Sarobe (Petroquímica Sudamericana) y Jorge Mera (Banco Nación).

Refiriéndose a la organización leninista, uno de sus lemas era: “Para un bolche no hay imposibles”. Así es como en la toma de la fábrica FIAT Concord en 1971, audazmente traspasó las filas policiales e ingresó a la planta donde dijo a sus dirigentes: “Venimos a ponernos a las órdenes de ustedes. Podemos hacer lo que necesiten”. El proceso del Mosicla se agotó con los despidos masivos y la caída de Sitrac-Sitram en 1971.

Constructor del PST

En 1972, la ya derrotada dictadura militar, promovió el regreso de Perón y el llamado a elecciones para contener el ascenso obrero y estudiantil que se manifestaba en recurrentes levantamientos semi insurreccionales. Bajo la dirección de César, el Partido Socialista de los Trabajadores (PST) obtuvo la legalidad en la provincia de Córdoba y constituyó el Frente de los Trabajadores con dirigentes del ex Sitrac-Sitram que fueron sus candidatos en marzo de 1973. Entre ellos José Páez, que fue ganado al PST por Cesar.

Al poco tiempo de asumir la presidencia, Héctor Cámpora renunció y se convocó a nuevas elecciones donde Perón sería elegido presidente. En agosto se reunió en Tucumán el congreso del Frente Antiimperialista y por el Socialismo (FAS) promovido por el PRT (C), que proponían las candidaturas de Tosco-Jaime, dos destacados dirigentes obreros combativos. César y otros compañeros presentaron la propuesta del PST: deponer su propia fórmula presidencial y ofrecer su legalidad para que la fórmula Tosco-Jaime, para enfrentar a la de Perón-Perón, pero fue rechazada.
La corriente de Moreno había adherido a nivel internacional a la Cuarta Internacional (trotskista), que dirigía Ernest Mandel, entre otros. En 1974 César viajó como delegado del PST a su IX Congreso mundial. Se destacó por la agudeza de sus intervenciones defendiendo el balance de Moreno acerca de la desviación ultraizquierdista de la dirección de Ernest Mandel y Livio Maitan, quienes habían sostenido la estrategia guerrillerista de Santucho.

Ese mismo año comenzó la ofensiva derechista de Perón. En Córdoba fuerzas policiales destituyeron al gobierno de Obregón Cano y Atilio López, allanaron los locales sindicales de Luz y Fuerza, el Smata, del PC y del PST. César y varios compañeros fueron detenidos y golpeados. Con fuerte intuición acerca del curso hacia un régimen cada vez más represivo, César organizó la semiclandestinidad de la regional y la autodefensa del local partidario. Promovió que la vanguardia clasista y combativa hiciera lo mismo, sin por ello abandonar sus lugares de trabajo para seguir organizando la lucha.

De fuerte personalidad política, formación teórica, y audacia para la acción, César se obsesionaba por formar militantes estudiosos, críticos, y rebeldes. Promovía talleres de estudio de los clásicos y estudiaba los avances de la ciencia. En el local central habilitó una sala de lectura donde los obreros y estudiantes concurrían a leer la prensa no solo del partido sino de la burguesía y del resto de las corrientes de izquierda.

El periódico Avanzada Socialista de noviembre de 1974 al momento de su asesinato afirmó: “Encaró esta tarea con el método de alentar a todos los compañeros a pensar por sí mismos, a tener motor propio, a romper en cada acto de militancia toda actitud rutinaria, a hacer de la vida una revolución permanente”.

Quienes lo conocimos agregamos otra característica: alentaba a disfrutar de la vida y de la camaradería entre compañeras y compañeros en medio del torbellino de tareas militantes de los años ´70: un baile en la terraza del local, una guitarreada junto al lago San Roque. Ese era César.
 


El sábado 20 de mayo de 2023 se llevó a cabo un emotivo homenaje al compañero César Robles. En la ocasión, fue colocada una baldosa conmemorativa en su Memoria en la Plazoleta Primera Junta, cerca de donde ocurrió el brutal crimen.


Foto de la época en Córdoba. César Robles, Laura Marrone amenizando junto a compañeras y compañeros

Escribe Laura Marrone, dirigenta de Izquierda Socialista/FIT-Unidad

El 4 de noviembre de 1974 en un concurrido acto en el local central del PST se despidió a los tres compañeros, Juan Carlos Nievas, Rubén Boussas y César Robles. Se señaló que con Rubén y Juan Carlos habían querido golpear a la juventud del partido que era el futuro, la simiente socialista. Y con César, a su dirección. Pero que la lucha iba a continuar como ellos lo habían hecho durante su vida militante.



Rubén Boussas tenía 20 años. Estudiante del comercial Lasalle de Ramos, era gran activista y constructor de la juventud del partido. Recorría las escuelas de la zona difundiendo la prensa del partido y los boletines de la juventud.  Había trabajado en una fábrica de ácido sulfúrico de la zona como tarea para construir el partido. De gran empuje militante tomaba todas las tareas. Un grupo de policías lo detuvo en su casa el 2 de noviembre para un operativo de rutina. Pero apareció asesinado. Al día siguiente sus compañeros de curso, donde era muy apreciado, pararon el turno reclamando por la investigación y castigo a sus asesinos.


Juan Carlos Nievas (26 años) era obrero de Nestlé de día y estudiante de noche en una escuela nocturna de Pompeya. Infatigable, era gran activista y organizador de la lucha en la fábrica y de la construcción del partido. En una toma poco tiempo antes de su asesinato se había enfrentado a la burocracia sindical que traicionaba los reclamos de los compañeros. El 2 de noviembre un grupo de policías se presentó a su domicilio para un control de rutina. Su cadáver apareció en un baldío cerca de la estación de Retiro pocas horas después.          


Escribe Federico Novo Foti

Marchando desde las fábricas hacia la Plaza de Mayo, cientos de miles de trabajadores rechazaron la detención de Juan Domingo Perón. Fue la primera gran acción de la clase obrera a nivel nacional y también marcaría el inicio del peronismo, un movimiento patronal con fuerte apoyo entre los trabajadores. Hoy bajo el gobierno de Milei, se evidencia que el peronismo no es salida. Sigue planteada la tarea de construir una nueva dirección de la clase trabajadora.

Desde fines de 1943, el secretario de Trabajo y Previsión del gobierno militar encabezado por Edelmiro Farrell, el coronel Juan Domingo Perón, ganaría notoriedad por implementar una serie de medidas que comenzaron a dar respuesta a los reclamos de la clase trabajadora y mejoraron sus condiciones de vida. En mayo de 1944 se creó el fuero laboral, garantizando estabilidad para los representantes gremiales. En junio se logró el descanso dominical y la “garantía horaria”, que aseguraba el pago de sesenta horas quincenales como mínimo, fueran trabajadas o no, para los obreros de la carne. Dos millones de trabajadores accedieron a la jubilación. Se firmaron convenios colectivos de trabajo en muchas ramas productivas. Se creó el “estatuto del peón”, que establecía un salario, condiciones de alimentación y vivienda mínimas y otros derechos. Así Perón se ganó el apoyo del movimiento obrero, que comenzaba a obtener conquistas que aún se recuerdan y defienden.1

La avanzada yanqui y las divisiones patronales

Al final de la Segunda Guerra Mundial, los Estados Unidos redoblaron su ofensiva imperialista en Latinoamérica para someterla y convertirla en su semicolonia. En la Argentina, que había sido por décadas una semicolonia británica, con una oligarquía y una patronal atadas a Inglaterra por mil lazos, la ofensiva provocó una profunda división. Los partidos patronales, conservador y radical, se dividieron en dos alas, una pro inglesa y otra pro yanqui. Lo mismo sucedió en el Ejército.

Perón y la patronal ligada a Inglaterra se propusieron resistir la avanzada yanqui, apoyándose en el movimiento obrero. Para lograrlo fueron concediendo conquistas, valiéndose de una situación económica excepcional, siendo el país la quinta potencia comercial del mundo de entonces. Salía de la guerra como acreedor de Gran Bretaña y con una enorme acumulación de divisas, lograda gracias a los altos precios de los cereales y la carne.2 Pero mientras Perón se ganaba el apoyo del movimiento obrero, otros sectores patronales se volcaron a una creciente oposición al gobierno militar. En julio de 1945 arribó como nuevo embajador yanqui, Spruille Braden, que empezó a organizar a la oposición antiperonista y a alentar manifestaciones a las que se sumaron gran parte del partido radical, el Partido Socialista y el Partido Comunista, que tenía peso entre las y los trabajadores. En septiembre se realizó una marcha pidiendo la renuncia de Perón y un levantamiento militar en Córdoba. En octubre las tensiones llegaron a tal punto que Perón decidió renunciar. Pero antes, informó que dejaba a la firma de Farrell un decreto con aumentos y mejoras para los trabajadores, entre ellas el aguinaldo.

El 17 de Octubre y su significado

La renuncia de Perón provocó manifestaciones y enfrentamientos en el centro de la ciudad de Buenos Aires con heridos y detenidos. La polarización iba en aumento y el 12 de octubre Perón fue detenido y embarcado a la isla Martín García por orden de Farrell. Los sindicatos más importantes exigieron su inmediata libertad. La conducción de la CGT convocó a una huelga general para el 18 de octubre. Pero el 16, Cipriano Reyes, dirigente del gremio de la carne, movilizó a los obreros desde los frigoríficos de Berisso y desencadenó la movilización que el 17 de octubre llegó a Plaza de Mayo.3 La acción del movimiento obrero dividió a las fuerzas armadas, que se empezaron a volcar en favor de Perón. Por la noche, Perón fue liberado y, junto a Farrell, salieron al balcón de la Casa Rosada para anunciar que se adelantarían las elecciones nacionales. En febrero de 1946, Perón ganó las elecciones con casi 1,5 millones de votos.

Nuestra corriente, fundada por Nahuel Moreno en 1943, comenzaba a dar sus primeros pasos cuando se produjeron estos hechos. Al calor de los acontecimientos fuimos redondeando una definición del peronismo de aquellos años como un movimiento burgués nacionalista por sus fuertes roces con el imperialismo yanqui y que supo ganar gran apoyo de los trabajadores. Esta definición nos permitió denunciar y rechazar la ofensiva yanqui, oligárquica y clerical que culminó en el golpe militar de 1955 y también mantener una clara independencia política y organizativa, y una posición crítica respecto del peronismo y sus gobiernos. Pero, a la vez, nos llevó a mantenernos íntimamente ligados a los trabajadores peronistas desde las fábricas, las comisiones internas y los sindicatos para apoyar e impulsar sus luchas.4

El peronismo no es salida

El 17 de Octubre de 1945 fue la primera vez en la historia de nuestro país que la clase obrera protagonizó un hecho político de alcance nacional. Pero contradictoriamente lo hizo en apoyo de un militar y dirigente de un sector de la patronal, en ese entonces enfrentada al imperialismo yanqui. Perón aprovecharía los acontecimientos para formar el movimiento peronista. Desde sus orígenes, el peronismo inculcó la falsa idea de la conciliación de clases, la confianza de los obreros en los patrones. En 1947, siendo presidente, Perón dijo ante el Congreso: “no combatimos al capital, sino que le facilitamos todos los medios necesarios para su adaptación y desenvolvimiento”. Rechazó también la organización independiente del movimiento obrero, sometiéndolo al aparato del Estado e imponiendo la burocracia sindical peronista, disolviendo el naciente Partido Laborista y encarcelando a Cipriano Reyes. Con los años, el peronismo abandonó también el enfrentamiento con el imperialismo.

Para muchos peronistas, el 17 de Octubre es una oportunidad para evocar las banderas de la “justicia social, independencia económica y soberanía política” que enarboló el peronismo en sus orígenes. Pero la realidad del peronismo actual es muy distinta. El peronismo está dividido y deja correr el ajuste de Milei y el FMI. Cristina Kirchner, Axel Kicillof y Ricardo Quintela se pelean por el control del aparato peronista y las candidaturas para el próximo año, pero ninguno impulsa un programa alternativo. Guillermo Moreno elogió a Victoria Villarruel y Juan Grabois salió a culpar a la docencia por la crisis educativa. Diputados peronistas avalaron las Ley Bases y apoyaron los vetos de la Ley Jubilatoria y de Financiamiento Universitario. Por su parte, la CGT y las CTA continúan la tregua y no llaman a un nuevo paro nacional para enfrentar el Plan Motosierra. El peronismo no es salida. En cambio hay otro modelo, el que proponemos desde Izquierda Socialista y el Frente de Izquierda, que es un modelo anticapitalista y socialista con un plan económico obrero y popular de emergencia para que la plata vaya a combatir los males sociales y no para los grandes empresarios, multinacionales, bancos y el FMI.

1. Ernesto González. “Ascenso y caída del peronismo”. Editorial Antídoto, Buenos Aires, 1986.
2. Idem.
3. Ver Mercedes Petit “La fundación del Partido Laborista” en “El Socialista” Nº 14 (9/11/2005)
4. Ernesto González. “El trotskismo obrero e internacionalista”. Tomo 1. Editorial Antídoto, Buenos Aires, 1995.

 





El peronismo de las conquistas no vuelve

Hace décadas que el peronismo se terminó de consolidar como un sostén fundamental de las patronales y del saqueo imperialista. Por eso no es salida para las y los trabajadores y sectores populares. Sin embargo, una y otra vez, sus dirigentes invocan el retorno al “peronismo de las conquistas”. Así lo hicieron en 2019, cuando Alberto Fernández y Cristina Kirchner prometieron “la heladera llena” y “elegir a los jubilados antes que al FMI”. Hicieron todo lo contrario y le allanaron el triunfo al ultraderechista Javier Milei. Hoy, el peronismo en crisis deja correr el ajuste y pide aguantar hasta las próximas elecciones. Sólo la izquierda sigue defendiendo en cada lucha las históricas conquistas obreras y populares. Izquierda Socialista y el Frente de Izquierda Unidad plantean que no hay que esperar a las elecciones, que hay que luchar ahora contra el plan motosierra y represivo de Milei y el FMI. Hay que dejar de pagar la deuda, nacionalizar la banca y el comercio exterior y reestatizar las privatizadas. La experiencia de décadas realizada con los sucesivos gobiernos patronales, incluidos los peronistas, plantea el desafío de luchar por un verdadero gobierno de trabajadores y el socialismo para dar una solución definitiva a los urgentes problemas sociales.

Escribe Federico Novo Foti

El 10 de octubre de 1954, las tropas del Viet Minh (Liga para la Independencia de Vietnam) entraron en la ciudad de Hanoi. El pueblo había liberado Vietnam del Norte y se avanzaba hacia la expropiación de la burguesía y terratenientes. Luego, derrotaron la dominación estadounidense en el sur. La restauración capitalista desde la década de 1980 expuso el problema de la dirección.   
 
Desde mediados del siglo XIX el imperialismo francés comenzó a dominar la península de Indochina, en el sudeste asiático. Para 1880 tenía el dominio de Cochinchina, Annam y Tonkin (actual Vietnam) y otras zonas de la península. Desde entonces, multinacionales francesas saquearon las minas de carbón, estaño y zinc de la región. Siendo territorios fértiles e irrigados por numerosos ríos, como el Rojo (norte) y el Mekong (sur), los franceses se aseguraron la explotación casi exclusiva de sus cultivos tropicales: arroz, algodón, caña de azúcar, tabaco, té y café. A comienzos del siglo XX, crearon plantaciones de heveas, plantas de las que se obtiene el caucho para la fabricación de neumáticos.

Cerca de treinta millones de habitantes (80% campesinos pobres) conformaban la población local. Dicha cifra contrastaba con los cuarenta mil franceses (funcionarios, militares, comerciantes, colonos, empleados de plantaciones y de bancos) que ejercían el control económico, político y cultural, bajo la autoridad de dos gobernadores (uno en la ciudad de Hanoi -norte- y otro en Saigón -sur-) nombrados en París. Pero desde el inicio de la ocupación francesa existieron fuertes movimientos nacionalistas, tanto en el norte como en el sur. En la década de 1920 se fundó y se hizo fuerte el Partido Comunista, que desde 1933 tuvo un importante ala trotskista. Los estalinistas dominaban el norte y centro del país y los trotskistas tenían una considerable influencia en la zona industrial del sur, en Saigón.1 El fundador del trotskismo vietnamita, Ta Thu Thau, era una figura reconocida. Había sido encarcelado en 1937 por el ministro de Colonias, por la publicación de un artículo “sedicioso”. En 1939, la lista encabezada por Ta Thu Thau ganó las elecciones con el 80% de los votos para el Consejo Colonial de 1939. La sección trotskista en Vietnam llegó a tener cerca de cinco mil miembros.
 
La liberación del Vietnam del Norte

En septiembre de 1940, Japón inició la ocupación de Indochina, tras la derrota de Francia a manos del ejército nazi en la Segunda Guerra Mundial. Pero su dominio fue cuestionado por importantes levantamientos, ocurridos alternativamente entre octubre de 1940 y enero de 1941, en Tonkín, Conchinchina y Annam. En mayo de 1941 se constituyó el Viet Minh: la Liga para la Independencia de Vietnam, encabezada por el líder estalinista Ho Chi Minh. Estaba integrada por dos partidos nacionalistas, que abarcaban a la pequeño burguesía y el ala izquierda de la burguesía liberal, los dos partidos comunistas (el estalinista y el trotskista), organizaciones de mujeres, campesinos, obreros, soldados y jóvenes.2

En agosto de 1945 se rindió Japón, tras la caída del fascismo y el nazismo, culminando la Segunda Guerra Mundial en favor de las potencias aliadas y la URSS. La capitulación japonesa avivó un fuerte ascenso de masas en Indochina y el surgimiento de organizaciones populares que tomaron en sus manos los gobiernos locales. El Viet Minh quedó entonces como el único gobierno central, con sede en Hanoi. Pero los acuerdos del líder totalitario de la URSS, José Stalin, con las potencias imperialistas en las reuniones de Yalta y Potsdam permitieron que los imperialistas franceses reinstalaran su dominio colonial.

Ho Chi Minh negoció con el gobierno francés para que reconociera al nuevo gobierno pero fracasó, a pesar de acordar el abandono del reclamo por la independencia. El imperialismo francés, decidido a restablecer el orden colonial, reinició la ocupación militar de Indochina en el sur. Los trotskistas combatieron junto al Viet Minh, comandando algunas de sus unidades militares, pero a medida que la represión francesa los fue obligando a replegarse hacia el norte, se fueron debilitando y los estalinistas los persiguieron implacablemente, acusándolos de “secuaces de los fascistas”. En septiembre de 1945, los estalinistas asesinaron a Ta Thu Thau.

 Desde noviembre de 1946 Francia acentuó su ofensiva sobre el norte. En poco tiempo, dominó las ciudades y poblados más importantes. Obligadas a abandonar Hanoi, las fuerzas del Viet Minh se agruparon en las regiones montañosas y aldeas rurales, desde donde llevaron adelante una intensa guerra de guerrillas. La conducción estalinista se esforzó por mantener su alianza con la débil burguesía nacional, pero la continuidad de la ocupación y la guerra encarnizada la obligaron a lanzar la reforma agraria en 1953. Esto provocó que el campesinado se volcara masivamente a la guerra de liberación nacional y la defensa de la reforma agraria.

En 1954 se dio la decisiva batalla de Dien Bien Phu, una zona selvática y montañosa de difícil acceso. Los mandos franceses suponían que el general Vo Nguyen Giap del Viet Minh no podría trasladar y mantener allí armamento pesado. Pero el 13 de marzo comenzó la batalla cuando, para sorpresa de los franceses, se inició un masivo ataque de artillería. Al final de la primera noche, 9 mil bombas habían caído sobre las posiciones francesas. En una de las más sorprendentes operaciones de logística jamás conocidas, la artillería había sido trasladada pieza por pieza a través de la selva en bicicletas o trasladada a pie.3 El 7 de mayo de 1954 las fuerzas francesas cayeron derrotadas en Dien Bien Phu. El 9 de octubre, los ocupantes huyeron de Hanoi hacia el sur.
 
El triunfo y el problema de la dirección

El 10 de octubre de 1954, las tropas del Viet Minh ingresaron a Hanoi. Fueron festejadas por más de 200 mil residentes que los recibieron con banderas y flores. Habían derrotado al imperialismo francés. La Conferencia de Ginebra reconoció parcialmente esa victoria, partiendo Indochina: aceptó la independencia de Vietnam del Norte, estableció un gobierno títere del imperialismo francés y yanqui de Ngo Dinh Diem en Vietnam del Sur, y prometió que en 1956 se realizarían elecciones generales para unificar al país. Pero en 1955, Diem dio un golpe de estado para mantenerse en el poder, sostenido por Estados Unidos. Sin embargo, la resistencia del pueblo vietnamita continuó. La solidaridad mundial creció, especialmente en Estados Unidos con masivas movilizaciones. En 1975, tras años de enormes sacrificios, derrotaron al imperialismo estadounidense.4
La combatividad de los campesinos y luchadores vietnamitas, junto a la solidaridad mundial, logró vencer al imperialismo. Pese al heroico triunfo, quedó planteado con toda agudeza el problema de la dirección. Tras la expropiación de la burguesía y terratenientes, Ho Chi Minh creó en Vietnam del Norte lo que los trotskistas llamamos un estado obrero burocrático. Impuso un régimen totalitario de partido único a imagen y semejanza de los regímenes de la URSS y China, que continuó tras la reunificación de Vietnam en 1975. Y, cuando la burocracia china inició el curso restauracionista, la burocracia vietnamita la acompañó abriendo las puertas al retorno del capitalismo. Hoy, en pleno siglo XXI, continúan las luchas contra el capitalismo imperialista en crisis. Los pueblos de Irak y Afganistán volvieron a demostrar que se puede vencer al imperialismo. Pero aún queda pendiente la tarea de construir una nueva dirección socialista revolucionaria que lleve a la conquista de gobiernos de trabajadores y trabajadoras y la lucha por el socialismo mundial. A esa tarea nos abocamos desde Izquierda Socialista y la Unidad Internacional de Trabajadoras y Trabajadores – Cuarta Internacional (UIT-CI).


1. Mercedes Petit. “Apuntes para una historia del trotskismo”. Ediciones El Socialista, Buenos Aires, 2005.
2. Nahuel Moreno. “Las revoluciones china e indochina”. Ediciones El Socialista, Buenos Aires, 2015. Disponible en www.nahuelmoreno.org
3. Ver la película “Dien Bien Phu” (1992) de Pierre Schoendoerffe.
4. “Los yanquis derrotados en Vietnam” en “El Socialista” Nº 458 (6/5/2020)

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