Por Laura Marrone
Hans Cristian Andersen publicó en 1837 un cuento de hadas donde un emperador obligaba a sus súbditos a creer que estaba vestido con un hermoso traje siendo que, en realidad, estaba desnudo. En las últimas décadas el capitalismo condujo a la población mundial, a través de sus medios de comunicación, control económico, político, cultural y militar, a creer que el capitalismo era el mejor sistema para vivir. La horrible experiencia del estalinismo, controlando la deformación burocrática de la Unión Soviética y luego de la Revolución China durante el Siglo XX, bastardeó la confianza de las nuevas generaciones en que el Proyecto Socialista que nos legaron Marx, Lenin, Trotsky y el Che Guevara como alternativa a la barbarie capitalista. El virus, sin embargo, ha dado vuelta este panorama.
En el cuento mencionado, un niño dice en voz alta, ante un pueblo perplejo, una verdad a todas luces: “El rey está desnudo”. En nuestro caso, el Corona virus, esa micronésima proteína, ha hecho caer la farsa del capitalismo como sistema capaz de resolver los problemas de la humanidad y le ha dicho al mundo que, a pesar de toda su revolución tecnológica, el sistema económico que vivimos, el capitalismo, está desnudo. Y de continuar, solo proveerá miseria y peligros no imaginables, no solo para los desposeídos, sino aún para los poderosos, esos que hoy están en la punta del barco del Titanic, ocupando todos los salvavidas.
La pandemia del coronavirus nos enfrenta a una crisis sanitaria mundial que agrava la crisis económica que vive el sistema capitalista desde 2007. Sus consecuencias para la especie humana misma aún son impredecibles.
Los sistemas de salud están colapsando en el mundo entero. Décadas de destrucción de los presupuestos en salud y de privatización de los recursos sanitarios hoy devuelven a los pueblos un panorama aterrador. Se contagian aún aquellos que se encerraron en la burbuja de su bienestar injusto e insultante para la gran mayoría de la humanidad. La principal potencia imperialista, EEUU, vive la peor de las catástrofes. Los efectos de la casi total privatización de su sistema de salud que lleva a que miles no puedan acceder al testeo o al tratamiento en unidades de cuidados intensivas (UCI) o a que deambulen por las calles expirando sus virus sin protección, trabajo, o alimentos, sumada a la absurda postura negacionista del gobierno de Trump al inicio de la pandemia, ha llevado a que su propagación no tenga aun control.
China ha desplegado una campaña mundial de propaganda oficial acerca de su eficacia en el control de la pandemia, incluso donando insumos y respiradores por doquier. Sin embargo, no podemos confiar en sus estadísticas ni videos de la famosa Muralla revisitada por turistas. El gobierno capitalista chino negó al mundo durante 30 días la información de lo que ocurría. Persiguió al hoy fallecido médico que anunció el potencial destructivo del virus y la médica que dio la primera alarma, está desaparecida. Los Gulags de Stalin reviven en las cárceles de Xi-Chin-Ping, ayudado por sus drones y controles faciales de la población.
La pandemia aún no ha desplegado toda su letalidad en las localidades más pobres del mundo. La India, el segundo país más poblado de la Tierra, vivirá verdaderos genocidios en breve. Las favelas de Brasil, a merced de la estupidez del fascista Bolsonaro, las villas de emergencia del Alto en La Paz de Bolivia o de nuestro país, serán caldos de cultivo de contagios que, de no encontrarse en lo inmediato algún medicamento que permita su cura, nos mostrarán con crudeza, que el virus llega a todos, pero no todos tienen un lugar donde aislarse, comer o ser asistido por un respirador
El capitalismo ha sido incapaz de haber concebido un mundo donde las riquezas producidas por los trabajadores, fueran para la salud y a la educación como prioridad, donde se invirtiera en investigación científica en lugar de la carrera de armamentos. Un mundo donde se construyeran ciudades de hábitat armónicos y sustentables en vez de barrios privados suntuosos, mientras millones viven hacinados a un costado, sin agua potable. Un mundo que usufructuara de la naturaleza sin depredar ni destruir el ambiente para las generaciones presentes y futuras.
Los grandes poderes financieros, industriales, comerciales, y sus gobiernos, regidos por la lógica de la ganancia, hoy nos exponen al peligro de muerte a millones y no sabemos cómo terminará. Algunos gobiernos confiscan al otro, incluso entre los estados de un mismo país como el caso de EEUU, los insumos de los que carece, desde los más pequeños como los cargamentos de barbijos hasta los más sofisticados como los reactivos o los respiradores. Todo así luego de haber alardeado acerca de los beneficios de una economía abierta y globalizada. Más miserable aún, las grandes potencias como EEUU, la Unión Europea, Rusia e Israel, impiden el suministro de reactivos y respiradores a países como Cuba, Venezuela, Palestina, Yemen, o los reductos de resistencia a la dictadura en Siria. Son tan mezquinos que están dispuestos a sumir a los pueblos de esos países al Corona virus solo para ratificar sus planes de control geopolítico y militar.
Las medidas imperiosas para parar la pandemia requieren un plan que destierre la lógica capitalista de la ganancia de todo lo que se haga. Es necesario poner en el timón de mando las necesidades del conjunto de la humanidad y no de los empresarios y banqueros. En cada país, son los trabajadores los que tienen que crear las instancias organizativas que le permitan ir doblegando la lógica empresarial.
Se necesitan planes sanitarios urgentes que contemplen las medidas de emergencia para derrotar la pandemia y planes económicos de emergencia que prioricen las necesidades de alimentación de los pueblos. En lo inmediato, es necesario que toda gran empresa o banco que cierre, despida o rebaje salarios, sea estatizado y puesto bajo control de los trabajadores. Es imperioso estatizar los sistemas de salud, y crear fondos de emergencia en base a impuestos a los grandes empresarios y banqueros, así como la suspensión de los pagos de las deudas externas. Es necesario que los trabajadores disputen el control de cada empresa, banco y escuela, de modo de ir imponiendo esos planes sanitarios y económicos de emergencia. Se requiere que establezcamos lazos de solidaridad con el resto de los pueblos contra las medidas miserables de cada gobierno. Necesitamos desconocer las patentes de los grandes laboratorios de modo de poder fabricar reactivos en todos los países y vencer la actual escasez de los mismos para lograr testeos masivos. Así lo hizo Nelson Mandela en los ’90 cuando desconoció las patentes para fabricar antirretrovirales en momentos en que Sudáfrica sufría una epidemia de SIDA. Lo mismo hizo Bush cuando los ataques bacteriológicos con ántrax en 2003; desconoció la patente de Bayer para poder fabricar en USA la medicación.
Tenemos que organizar formas de solidaridad internacional de lucha contra la pandemia, derrotando el secreto de los laboratorios, estableciendo un régimen público del conocimiento científico adquirido en la lucha contra el virus y la búsqueda de una vacuna, anulando los usurarios mecanismos de endeudamiento de los buitres financieros, y organizando la economía en función de las necesidades de los pueblos del mundo.
En ese camino, desde cada lugar de trabajo, barrio o escuela se pueden ir sentando las bases para que, mientras se derrota la pandemia, se avance hacia la instalación de gobiernos de los trabajadores que organicen las economías sobre bases socialistas, en hermandad solidaria con el resto de los pueblo del mundo, es decir sobre la base de poner los medios de producción de conocimiento científico, de bienes materiales y de servicios en manos de la clase trabajadora para que responder a las necesidades democráticamente decididas por el conjunto de la población.
El capitalismo está desnudo. El socialismo vuelve al horizonte como salida necesaria y urgente para la humanidad.
El próximo Primero de Mayo, día internacional de la clase obrera, encuentra al mundo inmerso en una crisis de magnitudes históricas.
La pandemia que azota a la humanidad en pleno siglo XXI ha puesto de manifiesto la incompatibilidad del sistema capitalista y sus intereses en base al lucro y a la ganancia privada con la preservación de la salud de los pueblos de todo el mundo. La política de vaciamiento de los sistemas sanitarios públicos llevada a cabo por todos los gobiernos ha sido una constante, no sólo en los países semicoloniales sino también en las mecas del capitalismo mundial. Este proceso se ha intensificado sensiblemente luego de la crisis mundial capitalista de 2007/08, cuando los gobiernos volcaron todos sus recursos al rescate de los bancos, multinacionales y capitales en quiebra. Como consecuencia de eso se han magnificado los estragos de la propagación del coronavirus a escala planetaria. Los muertos por el virus se acercan a las 200.000 personas. La principal potencia imperialista del mundo, los Estados Unidos de Norteamérica, ha pasado a ser el epicentro de la crisis sanitaria. Otras potencias como Italia, Inglaterra y Francia también se anotan dentro del pelotón de los países más afectados por la propagación del virus sin poder controlar la multiplicación de las víctimas fatales.
En un mundo atravesado por “guerras” comerciales y monetarias, el desembarco de la pandemia redundó en un salto cualitativo y en una aceleración de la crisis capitalista mundial, crisis que ya se venía gestando desde tiempo atrás. Todas las medidas de rescate y estímulos a sectores burgueses, que los gobiernos imperialistas y capitalistas practicaron desde 2008 hasta los primeros meses de 2020 y que sólo apuntaron a salvar a los bancos y a una minoría de grandes empresarios, ya se habían revelado insuficientes para evitar el ingreso de la economía mundial a una recesión. La pandemia del Covid-19 puso fin a los devaneos de los escribas de la burguesía, empujando de un solo saque a la economía mundial no ya a una recesión sino directamente a una depresión. Los ‘inversionistas’ huyeron hacia los refugios de valor, se hundieron las acciones de las principales empresas del mundo, se rompieron las cadenas de pago y se desataron procesos de quiebras. Como consecuencia de toda esta crisis se están recrudeciendo hasta niveles insoportables todos los antagonismos sociales precedentes, y donde lo único que crece son los despidos, la pobreza y la miseria de millones de trabajadores y demás sectores populares. En Estados Unidos y en Europa los despidos de trabajadores se cuentan de a millones. Y el mismo fenómeno de destrucción de empleo masivo se extiende por todo el mundo, incluido nuestro país. Aunque también hay muestras de que los trabajadores y los pueblos del mundo se preparan para enfrentar los ajustes capitalistas.
Por iniciativa de Donald Trump, el Congreso norteamericano aprobó destinar recursos billonarios para el rescate de grupos capitalistas en crisis, lo que contrasta con los escasos recursos destinados a reforzar el sistema sanitario. Asimismo, el gobierno norteamericano se ha valido de la pandemia y de la crisis capitalista para impulsar un bloqueo económico reaccionario y criminal contra los pueblos de Cuba y Venezuela, y para redoblar sus amenazas militares contra Irán. Por su parte, la Unión Europea impulsa medidas de rescate similares a las del gobierno norteamericano. Los gobiernos conservadores y derechistas de Europa, como el de Boris Johnson en Inglaterra y el de Emanuel Macron en Francia, así como los gobiernos centroizquierdistas o ‘progresistas’, como el de Giuseppe Conte en Italia y el de Pedro Sánchez en España, han revelado su carácter criminal, al ofrecer resistencia al aislamiento social en función de preservar la “actividad económica” de sus respectivos países. Del mismo modo, en América Latina, la pandemia borró de un plumazo las diferencias entre el ultra derechista Jair Bolsonaro y el ‘nacional y popular’ López Obrador. Ambos, subestimando el impacto sanitario de la pandemia, empujan a las masas de sus respectivos países a ser víctimas del contagio masivo, con el objetivo de preservar la rentabilidad empresarial.
En nuestro país, las patronales presionan por un levantamiento total de la cuarentena en busca de una reactivación de la actividad económica para preservar sus beneficios, lo que objetivamente atenta contra la salud del pueblo trabajador. En distintos sectores y en forma progresiva, el gobierno de Fernández deja correr a los lobbies empresariales, al mismo tiempo que rechaza destinar los recursos necesarios para apuntalar el sistema sanitario e impulsar testeos masivos, y rechaza reorientar una parte de la industria a la producción de los insumos e instrumentales fundamentales para hacerle frente a la pandemia. Por el contrario, el gobierno de Fernández reafirma la política que postuló desde el día que asumió: subordinar todo a la reestructuración de la deuda con los acreedores privados y los organismos de créditos internacionales, sin cuestionar el carácter “odioso” y fraudulento de esa deuda. Ese plan de reestructuración de la deuda fue votada en el Congreso con la sola oposición de los diputados del Frente de Izquierda. El gobierno no solo ha sostenido un pago riguroso de la mayor parte de los vencimientos de deuda que han tenido lugar en el curso de este año, destinando para ello los 4.500 millones de dólares previstos en la propia ley de emergencia (incluso en el marco de la llegada de la pandemia), sino que le ha presentado a los usureros internacionales, de común acuerdo con el FMI y la ‘oposición’ patronal, un plan de reestructuración que solo establece una quita del 5% del capital adeudado y que les reconoce una tasa de interés enormemente superior a la que rige en el mercado internacional. Mientras, reconoce el conjunto de la deuda, que supera los 400.000 millones de dólares, incluida la que Macri que pactó con el FMI, dinero que fue todo a la bicicleta financiera.
Mientras el gobierno “nacional y popular” extrema los esfuerzos del país para cumplir con los preceptos del FMI y los especuladores del capital financiero internacional, el desembarco de la pandemia en la Argentina encontró al sistema sanitario público con un presupuesto congelado, heredado del gobierno de Mauricio Macri y de todos los gobiernos peronistas anteriores. Las consecuencias de este desfinanciamiento se revelaron rápidamente: Argentina tiene hoy la proporción de personal de salud infectado por Covid-19 más alta del mundo en relación al conjunto de los infectados. Los capitalistas, por su parte, descargan su crisis sobre las espaldas de los trabajadores, con decenas de miles de despidos y suspensiones y violentas reducciones salariales. Las burocracias sindicales, lejos de defender las conquistas de los trabajadores, se anotan como voceros y representantes de sus respectivas patronales, rubricando los ataques de las patronales contra los derechos laborales. Y el gobierno a la vez que permite el alza de despidos, suspensiones y rebajas salariales, premia a las empresas con subsidios estatales para que afronten parte del pago de salarios, en lugar de que utilicen sus fabulosas ganancias obtenidas en años anteriores.
En la mayor parte de los países del mundo, los gobiernos capitalistas escudados en las crisis sanitarias refuerzan y le otorgan un renovado protagonismo a los aparatos de seguridad, previendo nuevos alzamientos de las masas ante la carestía generalizada y la catástrofe sanitaria. A esa tendencia general, en nuestro país el gobierno le agregó el ciberpatrullaje, que no es otra cosa que un represivo control social preventivo desde las redes sociales, frente a posibles protestas sociales y un alza del descontento.
La pandemia ha puesto en evidencia el carácter criminal de la política capitalista de los distintos gobiernos del mundo.
Pero del otro lado, los explotados empezamos a hacer oír nuestra voz. Los trabajadores de la salud, en la primera línea de la lucha contra el coronavirus, se encuentran a su vez liderando la lucha contra los vaciamientos sanitarios de los gobiernos capitalistas protagonizando todo tipo de denuncias, asambleas, abrazos a hospitales y otras acciones posibles en el marco de la pandemia. En EEUU, México, Honduras, Colombia, Perú, Brasil y Argentina; en el Reino Unido, Italia, Grecia y Francia; en Pakistán, Nigeria, Malawi, Zimbawue y Sudáfrica; los trabajadores de la salud se ponen de pie y marcan un camino para toda la clase obrera internacional. Camino del cual también comienzan a ser parte las y los jóvenes precarizados que vienen denunciando activamente los recortes salariales, como en las cadenas de comidas rápidas o en el paro internacional de repartidores, entre otros sectores.
A su vez, los trabajadores y los pueblos del mundo no ingresan a la presente crisis como una “hoja en blanco”. El 2019 ha sido un año signado por la irrupción del proletariado en importantes metrópolis y por la emergencia de grandes rebeliones populares en distintos países Latinoamericanos, de Medio Oriente, del norte de África y europeos, como Francia. La pandemia ha impuesto un relativo cuadro de contención de estas enormes luchas y alzamientos de las masas, pero de ninguna manera esos procesos se han cerrado, pues todas las contradicciones sociales que motivaron esos estallidos lejos de haberse disipado se han agudizado. Y así como ya han comenzado a manifestarse algunas primeras y diversas expresiones de protesta frente a las malas respuestas gubernamentales a la pandemia, los procesos de lucha y reclamos tenderán a crecer retomando la experiencia de 2019.
Rechazamos la tesis de distintos sectores progresistas que plantea que el problema no es el capitalismo sino tan solo el neoliberalismo, dando la idea que podría haber un “capitalismo más humano”. La crisis actual evidencia el carácter irracional, decadente y destructor del ambiente y la vida, del sistema capitalista en todas sus variantes, con políticas llevadas a cabo tanto por los gobiernos denominados liberales de derecha como los llamados “nacionales y populares”, “progres de centroizquierda” o de un falso socialismo.
Por esa razón la defensa de la independencia política de los trabajadores en las batallas actuales y venideras, en oposición a la política funesta de la colaboración de clases, será fundamental para llevar las luchas obreras y populares a la victoria y para zanjar el camino que lleve, finalmente, a los trabajadores al poder.
Para reforzar esta perspectiva, desde el Frente de Izquierda y los Trabajadores - Unidad levantamos este 1º de Mayo, día de lucha, de reivindicación de la unidad internacional de los trabajadores y de conmemoración de sus mártires, un programa anticapitalista y socialista de respuesta integral frente a la pandemia y la crisis capitalista:
- Que la crisis la paguen los capitalistas, los bancos, multinacionales y grandes empresarios, no el pueblo trabajador. Plata para los hospitales y los profesionales y trabajadores de la salud. Testeos masivos para poder determinar la real propagación de la pandemia. Por una cuarentena sin despidos, suspensiones y rebajas salariales. Por un inmediato Fondo de Emergencia para destinar las partidas necesarias a combatir la mayor crisis del coronavirus en base a un impuesto especial y progresivo a todas las grandes riquezas, bancos, patrimonios y dueños de la tierra y el no pago de toda la deuda externa.
-Abajo los despidos, las suspensiones y las rebajas salariales. Pago de los jornales íntegros por las patronales. Reparto de las horas de trabajo sin reducir salarios. Apertura de sus libros contables. Licencias pagas al 100% de todo sector productivo no esencial para enfrentar la pandemia. Obligatoriedad de empresas a reconvertirse para producir insumos necesarios frente a la pandemia. Comisiones de las y los trabajadores de control de las normas de la salubridad. Subsidio otorgado por simple inscripción a todo trabajador desocupado o precarizado, igual a la duplicación de los salarios mínimos vigentes. Aumento inmediato de salarios, jubilaciones y planes sociales.
-Triplicación inmediata de los presupuestos de salud para dotar de respiradores, medicinas, tomar más médicos y enfermeras, habilitar salas y camas y reactivos que puedan diagnosticar el corona virus, entre otras tantas demandas que el personal está levantando. Constitución de comités de crisis o emergencia elegidos e integradas por trabajadores hospitalarios, con derecho a veto, para garantizar la bioseguridad del personal hospitalario y diseñar la política de intervención. Distribución gratuita de alcohol en gel, desinfectantes, barbijos y toda medicina necesaria para combatir el virus pandémico.
-Unificación y centralización del sistema de salud a nivel nacional, que reúna la totalidad de los recursos del sistema público, privado, de obras sociales y de la Universidad, bajo control de los trabajadores y profesionales. Implementación de comités de emergencia (o crisis) central y locales, con participación de lxs trabajadorxs.
-Control popular de precios de los alimentos, productos de primera necesidad y medicamentos. Apertura de los libros de contabilidad de las empresas productoras, distribuidoras y comercializadoras de alimentos y medicamentos. Abajo la especulación capitalista con la comida y los remedios. Castigo a los monopolios formadores de precios. Incautación, clausura y detención de los responsables.
-No a los desalojos de viviendas. Congelamiento de alquileres y no pago de los mismos mientras dure la pandemia. Compensación a los pequeños propietarios de hasta dos viviendas. Censo de viviendas ociosas y ocupación de emergencia de las mismas a ciudadanos sin vivienda o familias hacinadas (villas, etc.) que es donde más rápidamente se puede extender el contagio de la pandemia, comenzando por las personas integrantes de los grupos más vulnerables (adultos mayores, enfermedades preexistentes, etc.).
- Presupuesto de emergencia en violencia de género, para atender en forma urgente y con lugares acordes para la asistencia y resguardo de las víctimas, frente a los aumentos de casos de violencia y el crecimiento de femicidios en el marco de la pandemia.
-No al uso del coronavirus para medidas de militarización o coartar el derecho a la protesta. Defensa irrestricta de las libertades democráticas. Libertad a todos los presos políticos y a los detenidos durante el transcurso de la pandemia. Derogación de decretos y leyes que viabilizan la represión. Derogación de los toques de queda. No al ciberpatrullaje. Plenos derechos a la actividad sindical y reivindicativa y a manifestarse políticamente. Apertura obligatoria de los medios de prensa a todas las expresiones políticas para debatir las políticas con que afrontar las pandemias. No al gobierno por decreto y el cierrre del Congreso: que sesione y se pongan todos los proyectos del FIT-U a la discusión pública.
-Abajo las reformas laborales y previsionales reaccionarias y antiobreras. Nacionalización de todos los regímenes de jubilación privada, bajo control de los trabajadores activos y jubilados. Fuera la burocracia sindical entregadora de los derechos laborales.
-Desconocimiento soberano y no al pago de las deudas externas. Ninguna renegociación para pagar como está haciendo el gobierno del Frente de Todos en Argentina. Plata para salud, los hospitales y el pueblo trabajador, no para los usureros de la deuda. Ruptura inmediata de los pactos económicos y políticos que nos atan al imperialismo. Fuera el FMI de Argentina y de América Latina.
-Nacionalización sin pago de indemnización y bajo control obrero de los sistemas bancarios y los mercados de cambios para impedir la fuga de capitales y centralizar los ahorros nacionales, para impulsar planes de desarrollo al servicio del pueblo trabajador. Nacionalización sin indemnización y bajo control obrero de los hidrocarburos, la minería y de todos los recursos estratégicos, así como de las empresas de luz y gas. Nuestras vidas valen más que sus ganancias.
-Convocamos a la más amplia unidad de acción de las organizaciones obreras, populares, juveniles, del movimiento de mujeres y en defensa del ambiente para coordinar acciones nacionales y a nivel mundial para imponer medidas de fondo en la perspectiva de luchar por terminar con este sistema capitalista-imperialista e imponer gobiernos de la clase trabajadora. Por la Federación de Repúblicas Socialistas de América Latina. Por el socialismo internacional.
El próximo viernes Primero de Mayo realizaremos un Acto que será transmitido por todas las redes sociales a partir de las 17 hs. Hablarán Romina del Plá, Cele Fierro, Juan Carlos Giordano y Nicolás del Caño
FRENTE DE IZQUIERDA Y LOS TRABAJADORES – UNIDAD
Escribe Ana Val, referente de Unión Trabajadores Jubilados en lucha
En medio de la cuarentena el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires anunció que, a partir del lunes 20, los mayores de 70 años teníamos que pedir autorización para salir de nuestras casas, a través de un llamado telefónico al 147 porque significaba romper la cuarentena.
Este anuncio fue repudiado por un amplio abanico de personalidades, de todo tipo, junto a sectores populares, por eso tuvieron que retroceder en su intento. Fue claramente una actitud autoritaria, un atropello a las libertades democráticas, al derecho de circular que tenemos todos los ciudadanos y fundamentalmente los adultos mayores; quienes cumplimos con la cuarentena por la pandemia del coronavirus.
El gobierno de Larreta explica que “es para cuidarnos, porque somos un sector de alto riesgo”. Pero, al mismo tiempo, bajó a la mitad los bolsones de alimentos de los comedores escolares y de los comedores para adultos mayores y personas en situación de calle.
Los adultos mayores no somos deficientes ni negligentes, como para que nos hagan pedir permiso para salir de nuestros hogares. El jefe de gobierno del PRO tendría que estar preocupado y actuando sobre los dos mil residentes de los geriátricos que gestiona. Donde todos los días hay un nuevo contagio, según informan los medios de comunicación.
Por otra parte, ¿sabe Larreta que el valor de cinco de los barbijos que compró su gobierno equivalen a una jubilación mínima? Los funcionarios que hicieron esta operación realmente escandalosa le presentaron la renuncia, pero eso no alcanza. Reclamamos plata para los comedores, para los asilos y que los funcionarios devuelvan, de su patrimonio personal, la diferencia entre el valor de un barbijo en la farmacia y los 3.000 pesos que pagaron.
Saludamos la importante presencia con que contó la realización el pasado viernes 17 del conversatorio virtual convocado por los trabajadores de la salud de Izquierda Socialista e independientes junto a un panel compuesto por: Reynaldo Saccone, ex presidente de la Cicop, Mónica Méndez, secretaria de organización de la Cicop, Cristian Luna secretario general del SITE (sindicato tucumano de enfermeros), Iván Sotomayor enfermero del hospital Álvarez, docente de la escuela de enfermería Grierson y miembro de la interhospitalaria de CABA y Diego Saavedra delegado del hospital Garrahan (ATE).
En esta primera reunión, donde se superaron los 50 participantes, se debatió sobre cuál es la situación de la salud pública, la de sus trabajadores y como tenemos que organizarnos en su defensa, en medio de la pandemia del Covid 19.
Las exposiciones nos fueron mostrando cuáles son las carencias más importantes y las dificultades a las que nos enfrentamos a diario en provincias como Córdoba, Tucumán, Buenos Aires, Misiones, Santa Cruz y en CABA, en las cuales predominaban la falta de insumos de protección del personal sanitario y los escasos testeos a enfermeros, médicos, técnicos y demás trabajadores hospitalarios. También se destacó la participación, entre otros, de referentes de los hospitales Álvarez, Piñero, Borda, Penna, Durand, Ramos Mejía donde surgieron varias iniciativas para seguir trabajando juntos.
A su vez, nos comprometidos a convocarnos a un nuevo conversatorio para el próximo viernes 24 de abril a las 20, ampliando las invitaciones, para organizarnos, acumular experiencias y seguir denunciando la exposición de los trabajadores de la salud, exigiendo a los distintos gobiernos provinciales y nacional la solución a nuestros reclamos.
Corresponsal