Y si no basta, las Fuerzas Armadas. La ley nos da esa autoridad". Pero es justamente la legalidad de esa autoridad lo que el Gobierno ha perdido en estos días de intensa represión. Los muertos, miles de heridos, la detención de más mil manifestantes, de médicos acusados de socorrer a heridos en la plaza, la utilización de gases mostaza y de sustancias irritantes con el agua, son métodos brutales de impedir la protesta. Aunque consiga controlar la situación por el momento ya nada quedará igual.
Las movilizaciones han abierto una crisis política. Erdogan, a quien todo iba viento en popa: procesos electorales, interlocutor con la UE y el FMI y fiel aplicador de los planes de austeridad, que había abierto negociaciones con el PKK, hoy está contra las cuerdas. Incluso sus mentores internacionales han tenido que poner distancia ante tan feroz represión. Las disensiones en el seno del Gobierno y del partido sobre cómo responder la rebelión popular, debilitan Erdogan.
Esta situación llega cuando los efectos de la crisis económica empiezan a tener notables consecuencias sobre los trabajadores/as y las medidas del Gobierno por imponer reformas y hacer retroceder las condiciones de vida empiezan a encontrar resistencia. En un estadio cualitativamente superior a los movimientos indignados o del 15M, la exigencia de la caída del Gobierno, enlazó rápidamente con las primeras exigencias contra la construcción del centro comercial y el cuartel militar. Lo que hubiera permitido profundizar la crisis de gobierno hubiera sido fue que las simpatías dieran lugar a la irrupción en la escena de la clase obrera en la huelga general. El mayor aliado de Erdogan es la falta de alternativa desde la izquierda, pues la del retorno al kemalismo, es ya bien conocida y repudiada. Por ello es del todo imprescindible avanzar, como proponen los compañeros/as d Frente Obrero en una propuesta de frente de izquierdas para ir aglutinando esa fuerza necesaria.
Se estrelló el "modelo turco"
Pero las repercusiones de lo ocurrido saltan rápidamente las fronteras. En la vecina Grecia, reforzando la decisión de los trabajadores/as de la TV y la radio pública, ocupando las instalaciones y emitiendo contra la orden del Gobierno del cierre. Pero más aún, con la primera huelga general en solidaridad que convocaron los sindicatos y que permitió una gran manifestación de apoyo. Hoy el Gobierno ha retrocedido y atraviesa una profunda crisis política. Pocos días después en las calles de Rio de Janeiro, en Brasil, los jóvenes gritan "Se acabo el amor, Brasil va a virar a Turquía". Allí la chispa que hizo saltar el conflicto, la subida del trasporte público, pero la similitud de la reacción popular, con la juventud en primer plano, denota que hay razones más profundas que entroncan estos procesos.
La realidad es que millones de jóvenes están condenados al paro por la crisis capitalista, que los que consiguen trabajar lo hacen en condiciones de gran precariedad, que hay dificultades para obtener una vivienda digna y que cuando protestan, hay una creciente represión. Son ollas a presión dispuestas a estallar en algún momento, como antes lo hicieron en las revoluciones de Túnez, Egipto o Libia, y hoy está en la raíz de la revolución siria.
Pero donde la repercusión es más directa es en Túnez y Egipto, países en los que Erdogan estaba de gira cuando se alzó el movimiento en Taksim. Ante el curso de los procesos de la revolución en Túnez y Egipto, el imperialismo presentó el "modelo turco", el llamado islamismo moderado, como cauce para contenerlos y cerrar la situación revolucionaria. Así ocurrió con Ennahda y los Hermanos Musulmanes respectivamente. Se trata de una combinación del apoyo en la población de zonas rurales con la introducción de medidas islamizadoras, con un neoliberalismo drástico en lo económico, una aplicación sistemática de todas las instrucciones que llegan de los organismos internacionales (UE, FMI) de reducción del gasto público, privatizaciones, favorecer las actividades empresariales, a fin descargar toda la crisis sobre los trabajadores. Un tema central en el proceso revolucionario como el paro en la juventud se agravó y resurgió la represión como respuesta de los gobiernos a las demandas populares. En poco menos de un año volvimos a ver nuevas movilizaciones que reivindicaban la revolución esta vez contra los gobiernos islamistas.
Por ello no es casual las continuas giras y referencias de Erdogan para instruir y apuntalar los gobiernos islamistas en Egipto y Túnez. Turquía, miembro de la OTAN, pretendía acrecentar un papel de potencial regional. Taksim también dejado tocado el modelo y a la vez reactiva la lucha en Egipto y Túnez.
La responsabilidad de la solidaridad internacional es más necesaria ahora cuando hay que hacer frente a las ansias de venganza que Erdogan quiere hacer pagar a los detenidos o a las nuevas detenciones. Es imprescindible que se ponga en marcha una campaña internacional desde las organizaciones políticas de la izquierda, sindicales o sociales para dirigirse con comunicados y concentraciones ante embajadas y consulados, exigiendo:
¡Parar la represión!
¡Libertad de los detenidos!
¡Investigación y castigo de los responsables de las muertes y heridos!
Fuera el Gobierno Erdogan!
Comité Coordinador UIT-CI/CEI
Unidad Internacional de Trabajadores-Cuarta Internacional (UIT-CI)
Comité de Enlace Internacional (CEI, Lucha Internacionalista, del Estado Español-Frente Obrero, de Turquía)