May 12, 2024 Last Updated 3:37 PM, May 10, 2024

Fabiana Reina es una médica ginecóloga de la provincia de Tucumán que acaba de ser víctima de un terrible escrache con insultos e intimidaciones por el solo hecho de cumplir con su trabajo y garantizar el aborto no punible de una niña de 11 años víctima de una violación. Su práctica está amparada en el Código Penal de 1921 y en el fallo de la Corte Suprema de Justicia de 2012 que reafirma que deben garantizarse los abortos en los casos de violación o ante el peligro de salud integral de las personas gestantes.

Nuevamente, los sectores antiderechos que se encuadran en la reaccionaria Iglesia Católica vuelven a demostrar de qué lado están: defienden a los violadores mientras persiguen a los trabajadores que garantizan el derecho a la salud y a las mujeres y niñas que solicitan interrupciones de embarazos producto de situaciones de aberrante violencia. Esa misma Iglesia Católica fue la que impulsó hace pocos años atrás que los médicos denunciaran y encarcelaran a Belén, una joven tucumana que sufrió un aborto espontáneo en un hospital público de la provincia.

Como en el caso anterior, el apoyo del movimiento de mujeres y los profesionales de la salud no se hizo esperar. Desde la Cicop, la Red de Profesionales por el Derecho a Decidir de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto y otras organizaciones llegaron declaraciones de solidaridad con la médica y se realizó un gran pañuelazo en repudio a los sectores clericales que se oponen a los derechos de las mujeres.

 

Escribe Malena Zetnik

Tras la media sanción a la ley por el derecho al aborto en la Cámara de Diputados, la Iglesia Católica lanzó una ofensiva para intentar frenar la oleada del movimiento de mujeres que quiere lograr la aprobación del proyecto. Desde el papa Francisco hasta el padre Pepe, toda la Iglesia se une contra las mujeres.

La primera declaración que hizo el papa Francisco frente a la enorme vigilia que reclamó en las calles de todo el país la aprobación del proyecto de ley de interrupción voluntaria del embarazo el pasado 13J fue tildar al movimiento de “nazi”. Parece que al supuesto Papa progresista lo sorprendió el apoyo generalizado al aborto legal y lanzó una ofensiva. El domingo 8 de julio, alrededor de cincuenta obispos celebraron una misa convocada esencialmente para rechazar el proyecto. Frente a la Basílica de Luján y bajo la convocatoria a la “Misa por la vida”, el presidente del Episcopado monseñor Oscar Ojea se proclamó contra los derechos de las mujeres. Lo mismo hizo al día siguiente el arzobispo de Tucumán Carlos Sánchez y fue aun más duro el nuevo arzobispo de La Plata y ex rector de la UCA Víctor Fernández, quien exigió que el presidente vete la ley si se aprueba.

Pero no solo salieron a la ofensiva los sectores más tradicionales de la iglesia, sino que José María “Pepe” Di Paola, líder de los curas villeros, volvió a hacer declaraciones públicas en las que afirmó que en las villas y asentamientos “los pobres no abortan” porque “los hijos son sagrados” y “se arreglan entre vecinos”.

Sin dudas, estas expresiones intentan desconocer la realidad de las mujeres que abortan día a día y le lavan la cara al gobierno de Macri que, en lo que va del año, solo implementó el 8% del Programa Nacional de Salud Sexual y Procreación Responsable, encargado de garantizar métodos anticonceptivos gratuitos. Pero también, las declaraciones dan cuenta de la desesperación de la Iglesia Católica, que vive una gran rebelión entre su feligresía. Por ejemplo, entre la juventud ya son reiteradas las anécdotas de estudiantes de todos los géneros que desafían las normas de las instituciones y llevan sus pañuelos verdes en las mochilas.

En las calles es visible la merma en la capacidad de movilización de esta reaccionaria institución milenaria que poco a poco empezó a perder el control sobre sus fieles. Y no solo reacciona con nefastas declaraciones, sino que sancionan con amonestaciones a los estudiantes que portan los pañuelos, expulsan o amedrentan a los docentes que se manifiestan por el aborto y hasta han llegado a organizar grupos de choque que patotean y arrancan los pañuelos verdes a las chicas más jóvenes en las calles. Pero a pesar de los intentos, no pueden lograr que la marea verde siga creciendo.

Por eso, los martes verdes siguen realizándose frente al Congreso de la Nación y en diferentes plazas del país. También se preparan nuevas acciones como el estudiantazo que el próximo 31 de julio llenará las calles de jóvenes en apoyo al aborto legal. Y son masivas las nuevas cartas públicas con firmas de abogados y trabajadores de la salud que sostienen con nombre y apellido que van a apoyar a las mujeres en la garantía del aborto si se aprueba la ley. Frente a la ofensiva de la reaccionaria Iglesia Católica, sigamos en las calles hasta arrancar el derecho al aborto.

Escribe Mariana Morena

El 25 de julio de 1978 nació Louise Brown, la primera criatura humana concebida por fertilización in vitro, fuera del organismo materno. Desde entonces las técnicas de reproducción asistida no dejaron de avanzar y se calcula que alrededor de ocho millones de personas nacieron gracias a ellas. La reaccionaria Iglesia Católica condenó su implementación con la misma vehemencia con que actualmente se opone a la ley del aborto.

El nacimiento de Louise Brown tuvo tal impacto mundial que muchos lo compararon con la llegada del hombre a la Luna. Ocurrió hace 40 años en el Hospital General de Oldham (en las afueras de Manchester, Inglaterra). Tuvo que ser protegido como una fortaleza tanto que el día programado del parto su padre ingresó custodiado por policías. Pese al hermetismo que rodeó el procedimiento de fertilización y el embarazo, la noticia se filtró y centenares de periodistas y fotógrafos asediaron la maternidad.
Como la cesárea fue filmada, las imágenes de Louise recién nacida se multiplicaron en los medios televisivos y gráficos de todo el mundo. Era la primera “bebé de probeta”, concebida fuera del útero materno por una técnica de fertilización in vitro (FIV). El método consistía en extraer un óvulo (ovocito) del útero materno, fertilizarlo con el esperma del varón en el laboratorio y, una vez formado el embrión, implantarlo en el útero para su desarrollo.

Una revolución tecnológica 
Los padres de Louise, Leslie y John Brown, intentaron el embarazo sin éxito durante nueve años. No lo lograban por una obstrucción en las trompas de Falopio de Leslie, una de las causas más comunes de infertilidad femenina. Por eso aceptaron el tratamiento experimental que le propusieron dos investigadores, Robert Edwards y Patrick Steptoe, quienes venían realizando ensayos desde una década atrás. No les advirtieron que, hasta ese momento, no lograban el resultado esperado. Llevaban una seguidilla de 78 fracasos incluyendo embarazos no evolutivos y comenzaban a ser muy criticados. Desde que en 1959 se documentó el nacimiento de un conejo fecundado in vitro, la tecnología de la reproducción en humanos avanzaba por el “gran milagro”. Esta vez el éxito fue total, Louise nació con 2,600 kg de peso y era perfectamente sana.
Desde entonces, las técnicas de reproducción asistida no dejaron de avanzar alcanzando un elevado grado de complejidad, seguridad y eficacia. Desde métodos de congelación para conservar embriones sobrantes para un posible uso futuro a otros basados en ultrasonido para evitar la incisión abdominal llegando a la inyección intracitoplasmática, por la que se inyecta un espermatozoide seleccionado específicamente en el óvulo, para casos donde el recuento de espermatozoides es muy bajo o cuando se tienen dificultades para acceder al ovocito. Por otra parte, se desarrollaron técnicas de diagnóstico embrionario para prevenir el nacimiento de hijos con enfermedades hereditarias ligadas al sexo, como la hemofilia o la fibrosis quística, entre otras, además de disminuir los riesgos de transmisión en personas portadoras de VIH.

Un beneficio para millones de personas
Cuarenta años después, la Sociedad Europea de Embriología y Reproducción Humana estima que unos ocho millones de bebés nacieron gracias a la reproducción asistida (en la Argentina la cifra ronda los 30.000; los primeros fueron mellizos, en 1986). Aproximadamente nacen 300.000 “bebés probeta” por año. La madre de Louise tuvo una segunda “bebé de probeta”, Natalie (la número 40 en el mundo) quien, a su vez, se convirtió en la primera mujer concebida por fecundación in vitro en ser mamá por vía natural. 
Estos tremendos avances elevaron considerablemente las tasas de éxito haciendo que más personas recurran a la reproducción asistida para lograr un embarazo, tanto en el caso de parejas heterosexuales con problemas de fertilidad (se calcula que entre el 15% y el 20% de la población mundial los experimenta en distinto grado), como en el caso de parejas homosexuales y mujeres solteras. La demanda de la sociedad llevó a que las técnicas fueran incluidas en los sistemas de salud y que su implementación se democratizara. En la Argentina la ley nacional de reproducción asistida de 2013 estableció el acceso integral y gratuito a todos los tratamientos que pasaron a ser de cobertura obligatoria para el sector público, las obras sociales y las prepagas.

La oposición de la Iglesia Católica
La reproducción asistida conllevó la discusión de nuevas problemáticas desde el punto de vista ético y legal (como qué hacer con los embriones no utilizados o sobre la elección de los progenitores en el caso de las donaciones). Algunas van siendo saldadas, otras nuevas aparecen. Actualmente su utilización es algo completamente común y aceptado socialmente. Sin embargo no fue así para sus pioneros que fueron criticados con dureza por la sociedad científica y sectores religiosos. Debieron pasar décadas para que su trabajo fuera reconocido (Edwards recibió el Premio Nobel de Medicina en 2010, cuando Steptoe ya había fallecido). Se cuestionaba la calidad científica y la ética de sus investigaciones y el Consejo de Investigación Médica de Inglaterra se negó a financiarlos. 
La Iglesia Católica jugó a favor de la “demonización” de estas tecnologías. Defendió con uñas y dientes su dogma reaccionario del “plan de Dios” que se veía jaqueado, reafirmando que para generar vida sólo es lícito el acto sexual entre varón y mujer, que hay vida desde la concepción y que todo embrión tiene derecho a la vida, los ejes que sigue defendiendo aún hoy. Hasta Francisco, el papa “progresista”, llama la atención sobre el descarte de embriones en lo que concibe como “cultura global del descarte”. Más de su doble moral permanente.
La institución más reaccionaria de la historia, que condenó los avances más espectaculares de la ciencia (como los casos emblemáticos de Galileo y Darwin), es socia del sistema capitalista imperialista en la explotación de los trabajadores y la violencia machista, volvió a oponerse a que las masas avanzaran en calidad de vida y en derechos. Cuarenta años después, sigue jugando el mismo rol retrógrado contra el aborto legal.

Una técnica para todo el mundo

Louise ha llevado la vida de millones de mujeres. Trabaja en una oficina de correo en Bristol, contrajo matrimonio y tuvo dos hijos que nacieron de manera natural. “Cuando nací me hicieron unas cien pruebas para comprobar que todo estuviera bien. Pero después me realizaron pocos estudios a lo largo de mi vida. No hay nada raro o diferente en mí ni en ningún otro niño nacido por fecundación in vitro”, declaró Louise en una entrevista que le realizaron en estos días (Perfil, 21/07/2018). Se considera una embajadora de la reproducción asistida, por lo que acepta participar de ceremonias, charlas y entrevistas en su apoyo. Una y otra vez repite que la técnica creada por los científicos ingleses está destinada a todas las parejas con problemas para concebir un hijo, independientemente de dónde vivan o de sus recursos económicos. “Mi madre y mi padre eran pobres. De hecho, cuando se fueron a vivir juntos dormían en un viejo vagón de tren”, contó el año pasado. “Bob Edwards tenía especial interés en que (esta técnica) fuera algo de lo que se beneficiara todo el mundo, no sólo los que pueden permitírselo”. (Fuente: El Periódico, edición Catalunya, 21/07/2018)

Escribe Mercedes Trimarchi, diputada electa de Izquierda Socialista/FIT y dirigente de Isadora

Estamos frente a una nueva oleada feminista de lucha a nivel mundial. La Argentina es un país que está a la vanguardia y desde hace varios años, el ascenso no para. Desde el #NiUnaMenos de 2015 hasta la reciente media sanción en Diputados de la ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo es una muestra de ello. Con la movilización vamos logrando conquistas y obtenemos algunos triunfos que se verán amenazados si no peleamos por cambios más de fondo. Esa es la pelea que te invitamos a dar desde nuestra agrupación Isadora y desde Izquierda Socialista en el Frente de Izquierda.

Por supuesto que las mujeres fuimos ganando espacios y conquistamos lugares públicos que históricamente nos fueron negados, pero eso no se traduce linealmente en mejorar la situación de todas. Por ejemplo, las mujeres nos incorporamos al mercado laboral desde hace tiempo en igual proporción que los varones, sin embargo la diferencia salarial sigue siendo de 23% menos que los varones. Tenemos los trabajos más precarizados y somos las primeras despedidas en épocas de crisis y ajuste de los gobiernos. A su vez, las tareas domésticas, como el cuidado de la familia o la limpieza del hogar, son tareas que seguimos realizando nosotras y que no nos pagan nada por hacerlo. Y según los datos del Indec, si tomamos el 10% de la población más pobre de nuestro país, el 70% está integrado por mujeres y niñas. Esto es lo que se conoce como la feminización de la pobreza y que se puede observar en todo el mundo. ¿Por qué esto es así?
Actualmente vivimos en una sociedad que combina dos sistemas: el capitalismo y el patriarcado. En el capitalismo, que tiene unos cientos de años, hay una división de clase. Un grupo minoritario de ricos y empresarios se llevan las ganancias que produce la clase trabajadora explotada con salarios de hambre, que apenas alcanzan para poder vivir. Este sistema capitalista, se combina con uno, milenario, que es el patriarcado y que sostiene una división entre los géneros, en el que las mujeres son oprimidas por los varones. Es decir, que somos consideradas inferiores y tenemos menos derechos. Ambos sistemas se refuerzan mutuamente haciendo que las mujeres trabajadoras seamos superexplotadas en el ámbito laboral y suframos todo tipo de violencias de género. 
Por eso es necesario que nos organicemos contra la opresión y también contra la explotación, hasta lograr la destrucción de los sistemas que las sostienen: de ahí nuestra consigna “que el capitalismo y el patriarcado caigan juntos”. Estamos convencidas de que con la movilización podremos obtener conquistas que mejoren nuestra vida, pero éstas serán parciales, ya que en cuanto dejemos de luchar, los gobiernos y las patronales nos las quitarán. Para terminar con estas desigualdades impulsamos que la pelea feminista contra el patriarcado sea aliada de la lucha del conjunto de la clase trabajadora contra el capitalismo. Por eso nos reivindicamos feministas y socialistas. Porque luchamos hermanadas para conquistar todos nuestros derechos y dentro del movimiento feminista nos organizamos con las trabajadoras para acabar con la explotación capitalista, en la lucha por el socialismo. Tal como lo sostuvo Rosa Luxemburgo, peleamos para vivir en una sociedad en la que seamos socialmente iguales, humanamente diferentes y totalmente libres.

 

Escribe Malena Zetnik

Mientras se desarrollan las últimas sesiones del plenario de comisiones en la Cámara de Senadores y siguen las movilizaciones en apoyo al proyecto de ley por el derecho al aborto que cuenta con la media sanción de la Cámara de Diputados, algunos senadores propusieron una nueva versión del proyecto con modificaciones para frenar su aprobación ¡Abajo la maniobra! ¡Qué se apruebe el proyecto sin modificaciones!

A pocas semanas de que se discuta el derecho al aborto en el Senado un conjunto de legisladores optaron por salir al ruedo con una nueva maniobra para dilatar la discusión y frenar el reclamo masivo del movimiento de mujeres habida cuenta del implacable apoyo al proyecto de Diputados en las calles. A esta propuesta la encabezan los senadores cordobeses Carlos Caserio (vicepresidente del bloque de Miguel Pichetto) y los macristas Ernesto Martínez y Laura Rodríguez Machado, por lo cual el proyecto es conocido como la “opción Córdoba”.


El proyecto introduce centralmente tres modificaciones importantes al texto original votado en diputados. En relación con la objeción de conciencia, plantea que ésta se amplíe a las instituciones de salud, en coincidencia con el reclamo de las clínicas y sanatorios privados vinculados con la Iglesia Católica y demás cultos que se niegan a garantizar el derecho al aborto. Otro aspecto a modificar es la reducción de 14 a 12 semanas del período para solicitar la interrupción voluntaria del embarazo. Y, finalmente, propone incluir partidas presupuestarias para que los hospitales públicos puedan hacer frente a la atención de las personas gestantes que soliciten una interrupción del embarazo, dejando los costos al subsistema público de salud y avalar el corrimiento de las obras sociales y los establecimientos de las empresas privadas. 
El proyecto fue bien recibido por los senadores de los diferentes bloques ya que busca ser una medida intermedia que incluye los reclamos de la Iglesia en un contexto social que se pronuncia masivamente a favor de la legalización del aborto. Sin embargo, desde la campaña Nacional por el Derecho al Aborto y la organización de mujeres Isadora e Izquierda Socialista salimos a rechazar esta maniobra que pretende llevar el proyecto de ley a un limbo entre las cámaras de Senadores y de Diputados. Es evidente que a los sectores antiderechos no les alcanza con las sanciones a estudiantes y docentes, las palizas a jóvenes y demás campañas que comenzaron a montar en las últimas semanas para intentar frenar la ola verde a favor del aborto. Ahora intentan una nueva propuesta para ganar más tiempo. Pero desde los puentazos, los pañuelazos y demás acciones callejeras que venimos desarrollando expresamos con claridad que el 8A queremos que el aborto sea ley. Y vamos a enfrentar todos los intentos de frenar nuestros derechos y seguiremos en las calles movilizadas levantando en alto y con orgullo nuestro pañuelo verde, ícono de nuestra lucha por la salud, la vida y la libertad de las mujeres.

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