Cristina Kirchner, en una reunión de este domingo en el G-77 (ver página 11), había reclamado que la Corte yanqui hiciera lugar al pedido argentino diciendo que, caso contrario, se estaría “poniendo en riesgo el sistema financiero y económico internacional”. Estas súplicas a la justicia imperialista hacen recordar al entonces ministro de Economía de Alfonsín de los años 80, Carlos Pugliese, cuando les pidió caridad a los empresarios. “Les hablé con el corazón y me contestaron con el bolsillo”, señaló. O a Galtieri, cuando creyó que Estados Unidos iba a apoyar a Argentina en la guerra de Malvinas.
El kirchnerismo hizo creer lo mismo: que con discursos en foros internacionales el imperialismo iba a dejar de ser tal. Y que iba a “apoyar” a una semicolonia como la nuestra y oponerse a los fondos buitre, es decir, a transacciones mafiosas capitalistas. Eso es el capitalismo imperialista, señora presidente.
Con el verso de que “nos estamos desendeudando”, “el FMI ya no tiene injerencia en la economía del país” o que “se está combatiendo a las corporaciones”, según rezan las usinas K, el gobierno fue y sigue pagando de contado una deuda que viene de la dictadura.
Tenía la oportunidad, cuando asumió Néstor Kirchner, como lo reclamó el Argentinazo de 2001, de no reanudar los pagos y asentarse en un fallo judicial argentino que dice que la deuda es ilegítima y fraudulenta, para dejar de enviar millonadas a los supuestos acreedores internacionales. Pero hizo lo contrario. Legalizó viejos títulos por nuevos a través de los canjes de 2005 y 2010. Se hizo pasar ese acto de coloniaje como una “quita histórica” que nos iba a salvar. Luego se benefició a los usureros con bonos atados al PBI, con intereses exorbitantes. Y se siguió pagando con las reservas, de contado y en dólares, cuando se imponía el cepo para cualquier pequeño ahorrista.
El gobierno, además, se endeudó para pagarle a Repsol. Y recientemente acaba de pactar el pago con el Club de París por 10.000 millones de dólares. Endeudando aún más a las futuras generaciones. Creyó que haciendo buena letra iba a “cautivar” a las multinacionales y banqueros para que vengan a “invertir”. Pero desde que el mundo es mundo, y el capitalismo es imperialismo, las reglas son claras: salvar a la clase dominante, usurera, chupasangre y explotadora (banqueros, multinacionales, grandes empresarios y terratenientes), sojuzgando a los pueblos del mundo, como a los países dependientes como el nuestro.
Para revertir ese estado de cosas, no sirven (dobles) discursos en foros internacionales o campañas efectistas para ganar votos, diciendo que se está combatiendo a la derecha, a los males de los 90 o al neoliberalismo como hace el peronismo K. El kirchnerismo nunca hizo nada de eso. Siguió manteniendo la matriz capitalista y dependiente de nuestro país. Lo prueba su disposición a seguir cumpliendo con una brutal deuda externa que ya se pagó varias veces con planes de ajuste desde el golpe del 76 a esta parte. Con el verso de que así se iba a salir de las crisis, liberarnos o avanzar en la independencia económica. Nada de eso ocurrió. Todo lo contrario. Acompañado por la oposición de los Massa, Macri y el Unen de Binner-UCR que critican pero “acompañarán”, según dicen, los pagos puntuales de la deuda.
El PJ kirchnerista aceptó someterse a los tribunales imperialistas cuando renegoció la deuda apenas asumió. El fallo de la Corte estadounidense opinando sobre dinero que tiene que pagar el pueblo argentino es un acto de coloniaje repudiable en pleno siglo XXI.
El Mercosur y el Unasur, mostrados por Cristina, Dilma, Evo Morales, el chavismo o Correa como foros de integración latinoamericana, no han sido más que cantos de sirena para seguir manteniendo abiertas las puertas de nuestros países a las multinacionales saqueadoras y banqueros usureros, sin tomar ninguna medida en común en contra de esos intereses. En estos años, esos gobiernos no tomaron ninguna medida antiimperialista de conjunto. Nunca llamaron a los pueblos latinoamericanos a suspender los pagos de la deuda mediante un frente de países deudores. Todos dejaron que los bancos imperialistas siguieran haciendo fortunas. Y que las multinacionales siguieran saqueando nuestros recursos naturales, minerales, petróleo, gas, oro, como la Barrick, Chevron, las automotrices y otros intereses imperiales.
Desde 1983, los sucesivos gobiernos “democráticos” pagaron dólar sobre dólar. Alfonsín primero (UCR), luego Menem (PJ), De la Rúa-Chacho Álvarez (Alianza UCR-Frepaso); Duhalde, Néstor y Cristina Kirchner (PJ). Se debían 45.000 millones de dólares en 1983 y la deuda externa actual asciende a más de 250.000 millones, según cifras del propio gobierno. Se pagó seis veces aquel valor y seguimos “debiendo” diez veces más. ¿Cómo puede ser? ¿Es o no un mecanismo de saqueo y dependencia? ¿Por qué tenemos que seguir pagando una deuda originada en un gobierno que dejó 30.000 desaparecidos? ¿Por qué pagar una deuda que todos los gobiernos “democráticos” pagaron y pagaron sin consultar a nuestro pueblo, perjudicando la vida cotidiana de millones de trabajadores y pobres?
Esa plata, si hubiese ido a trabajo, salario, jubilaciones, salud, educación, vivienda o transporte, nuestro país (y los pueblos latinoamericanos) serían “una potencia”. Si además de haber desconocido esos pagos se hubieran tomado medidas liberadoras, como expropiar a las multinacionales explotadoras, nacionalizar la banca y el comercio exterior, reestatizar todas las empresas privatizadas y nacionalizar el petróleo y el gas, el esfuerzo de millones de trabajadores y demás sectores populares hubiese quedado para nuestros pueblos, no para los usureros imperialistas.
Nuestro partido lucha por un gobierno de los trabajadores en camino al socialismo para imponer esa salida. Mientras lucha por esto, llama a nuestro pueblo a no dejarse engañar. Ni por el kirchnerismo, ni por ningún otro gobierno. No hay salida si seguimos pagando.
Hay que repudiar este fallo de la Corte estadounidense. Que se vuelva atrás con los pagos a Repsol y el pacto con el Club de París. Que se suspendan inmediatamente todos los pagos de deuda externa destinando esos fondos a satisfacer las urgentes necesidades populares. Uniendo a los pueblos latinoamericanos en un frente de países deudores para dejar de pagar. Rompiendo todos los lazos económicos y políticos que nos atan al imperialismo. Cambiando este “modelo” económico de entrega y sumisión por otro que, en base al no pago, erradique la deuda social con nuestro pueblo que viene de hace décadas.