En poco menos de dos años el cineasta pasó de postular a "Proyecto Sur" (espacio que terminó estallando) como un espacio supuestamente emancipador, -lejos de los políticos y partidos tradicionales, según decía-, a formar una alianza con los radicales. En ese entonces, aunque con enormes limitaciones, levantaba algunas banderas como la defensa de la soberanía nacional, entre otras, lo que le permitió concitar la simpatía de honestos luchadores. Su última campaña, en cambio, estuvo marcada por la agenda de "Lilita" Carrió, limitándose a un discurso anticorrupción. Y ahora llega al colmo de atribuirle a la UCR un perfil transformador.
Por si fuera poco, esta semana señaló que el Papa Francisco "está cambiando la Iglesia y nos muestra que cambiar el mundo es posible". En una muestra de un electoralismo afiebrado, Solanas se cuelga de cualquier figura que pueda arrimarle votos, incluso de esta institución reaccionaria que condena a miles de mujeres a la muerte por abortos clandestinos.
El desenlace de "Pino" es el de todas las experiencias de centroizquierda, que siempre han terminado abrazadas a alguna fuerza patronal. Lo mismo Lozano, que hoy se presenta
como la tabla de salvación de ese espacio, pero que viene bregando por la reunificación del binnerismo. Aunque hoy patalea por el acuerdo del Frente Progresista -que incluye a los radicales-, nunca abrió la boca, pese a que ambas fuerzas vienen cogobernado Santa Fe desde hace años.
Votar a "Pino" es votar a los radicales, a Prat Gay, Lousteau, entre otros, muy lejos de cualquier propuesta popular o transformadora. Llamamos a quienes han apoyado su candidatura por considerarla distintas a la de los viejos partidos, a votar por el Frente de Izquierda.