El gobierno de Cristina Kirchner sufrió un durísimo golpe en las urnas el 27 de octubre. Por eso le dio tanta relevancia al relanzamiento del “nuevo gabinete” con las modificaciones ministeriales de noviembre. La salida de “impresentables” como Guillermo Moreno, y en menor medida Juan Manuel Abal Medina. Intentando mostrar “coherencia” en la conducción económica con Kicillof como ministro y Juan Carlos Fábrega como presidente del Banco Central. Y, esencialmente, con la entronización de Capitanich en la jefatura de Gabinete. Aunque había algo de “lavada de cara” (el trato diario y amable de Capitanich con la prensa era el gesto más elocuente, así como las reuniones de “diálogo” que comenzó inmediatamente con los gobernadores), se trataba de una movida de mayor alcance con el objetivo explícito de llegar lo más ordenadamente posible a 2015.
Para esto contó con el apoyo del conjunto de la oposición patronal. Massa, Macri, los radicales y Binner, salieron a destacar las cualidades del nuevo jefe de Gabinete. Lo mismo hicieron el conjunto de las cámaras empresarias y la burocracia sindical de las CGT y CTA oficialistas. Todos cantaban loas sobre las virtudes “políticas” y de conducción del ex gobernador del Chaco, quien además debutó mostrando sus estrechos lazos con la jerarquía de la Iglesia Católica, dándole como ofrenda modificaciones sustanciales al proyecto de Código Civil y Comercial en línea con las posiciones más conservadoras y antiabortistas.
A su vez, Kicillof disipó muy rápidamente las dudas que pudiera haber en algún sector del establishment económico sobre cualquier supuesto perfil “anti-empresario” (“marxista” llegó alguien a exagerar). El gobierno se jugó a una operación de vasto alcance, en la que aparecieron entrelazados el FMI (vía el guiño para habilitar el nuevo Indice de Precios del Indec), el Banco Mundial (donde se espera la habilitación de préstamos tras empezar a pagar deudas pendientes del Ciadi) y, por supuesto, la “madre de todas las operaciones”: la indemnización a Repsol por el quite del 51% de las acciones de YPF.
En este caso se trató, como va quedando claro, no sólo de “arreglar con los españoles” para permitir que éstos ingresen a Vaca Muerta (en similares condiciones de entrega que con Chevron): resultó central el aporte para el acuerdo de Pemex (dueño de parte de las acciones de Repsol), y detrás de esto el rol en la negociación del propio gobierno de México, metido en su propio proceso de privatización del petróleo y actuando como testaferro objetivo de los mismísimos pulpos del petróleo yanqui por orden del imperialismo norteamericano.
Del “no habrá bono navideño” de Capitanich a las huelgas policiales y saqueos
La oposición patronal aplaudió el acuerdo con Repsol. Ya había votado antes con el kirchnerismo la reapertura del canje a los fondos buitre. Y está de acuerdo en avalar los aprietes del imperialismo, como el arreglo con el Club de París y más pagos a las multinacionales por los juicios en el Ciadi. Para lo cual, el gobierno está dispuesto (repetimos, con el aval de la oposición patronal) a seguir sacando dólar sobre dólar de las reservas del Banco Central, del Anses, el PAMI y todas las cajas oficiales ya exhaustas, para pagar “cash” a los usureros internacionales. Pero difícilmente este apoyo logre fortalecer al gobierno. Tampoco el accionar de los grandes empresarios, que aplaudieron todo “el operativo Repsol”, pero no por ello dejaron de jugar su propio juego para garantizarse sus ganancias inmediatas: en estos últimos 40 días asistimos a una aceleración sin precedentes de la inflación, que va camino a terminar 2014 con el valor más alto de toda la época kirchnerista, orillando el 30% anual (con subas para los bienes de la canasta básica cercanos al 50%). La torta se achica, se tendrá que acrecentar el ajuste y, en definitiva, será la lucha de clases la que determine el ritmo de los acontecimientos. Envalentonado por los apoyos recibidos y la pasividad del conjunto de la dirigencia sindical, incluido Hugo Moyano, Capitanich anunció que esta vez no habrá bono navideño, ni aumento de emergencia, ni de los planes sociales ni exención del impuesto a las ganancias para el aguinaldo, incluyendo en esto al conjunto de los trabajadores públicos y privados y a los jubilados.
Al día siguiente estallaron las huelgas policiales y casi simultáneamente los saqueos. La supuesta “fortaleza” de Capitanich se deshizo como un cubito de hielo. La realidad terminó estallándole en la cara al gobierno, poniendo en evidencia que este modelo económico significa hambre, pobreza, marginación, entrega y más dependencia, con los pagos ahora a Repsol o el pacto con Chevron, Monsanto y la Barrick. Que no hubo ni hay “redistribución de la riqueza”. Y que la prioridad sigue siendo pagar una deuda externa que, después de 30 años de pagos varias veces superiores al supuesto monto original (cuando cayó la dictadura ni existían registros contables de la misma), sigue siendo la bola de nieve que en cualquier momento puede volver a estallar. Estos motivos de fondo son por los que el kirchnerismo perdió millones de votos.
Así es como, en estos días, se abrió una importante crisis social que derivó en crisis política. Volvió a aparecer el terror en todos los sectores patronales y sus partidos de que se reavive el fantasma del Argentinazo de 2001. Se volvió a expresar con todo las debilidades de un régimen político en crisis, en todas sus instituciones, en especial el bipartidismo que quedó maltrecho desde la irrupción popular contra De la Rúa-Chacho Álvarez. Y ahora con las huelgas de la policía, institución represiva a la cual el gobierno apela para reprimir las luchas obreras y populares que, en estos días, sufrió “indisciplinas” inaceptables para la burguesía y su cadena de mandos. Crisis por arriba que el kirchnerismo se había jugado a cerrar en todos estos años, sin lograrlo. Que se retroalimenta con la crisis por abajo, entre los trabajadores y sectores populares, que en gran parte lo repudiaron en las urnas y en el conflicto social.
Ante una crisis social que crecía a una velocidad astronómica, casi hora a hora, los gobiernos provinciales terminaron cediendo aumentos a las fuerzas policiales que en muchos casos superan el 50 y hasta el 70%. Los 8.000 pesos, el valor de la canasta familiar, pasaron a convertirse en el piso de lo conseguido, con lugares donde los valores llegaron a los 12.500 pesos. Esto automáticamente comenzó a fogonear el reclamo del resto de los trabajadores estatales provinciales, para ganar “lo mismo que la policía”.
Independientemente de cual sea la dinámica exacta que adquiera este reclamo en los próximos días, dos cuestiones aparecen con claridad: se reaviva la pelea por el aumento extraordinario de fin de año, y “desapareció” el techo salarial del 20% que trataba de establecer el gobierno para las paritarias de comienzos de 2014. De hecho, el aumento a las policías provinciales, fijó un “piso” para la pelea salarial en el futuro inmediato.
Los desafíos del sindicalismo combativo y la izquierda
El gobierno tiene un solo plan: mayor ajuste, seguir pagando la deuda, profundizar la entrega y apostar a conseguir más endeudamiento para así “llegar” al 2015. La oposición patronal plantea exactamente lo mismo. Sólo difieren en los “ritmos” y en los métodos de la devaluación y el ajuste. Ésa es la perspectiva, con el riesgo de que se agudice más aún si la crisis mundial pega un coletazo por estas tierras, como parece ser, al empezar una tendencia a la baja de los precios de las “commodities” (los bienes que exporta nuestro país, principalmente la soja).
Por eso, mientras por arriba todos tratan de unirse para descargar la crisis sobre los trabajadores, en el horizonte aparece la posibilidad de que la bronca acumulada llegue a algún tipo de estallido social, tal como vimos en Brasil a mediados de 2013. Vamos claramente a un 2014 con muchas luchas, empezando ya por la pulseada por el aumento de emergencia de fin de año, y continuando inmediatamente por las discusiones paritarias. Para estos desafíos se tienen que preparar los trabajadores y el sindicalismo combativo. Para luchar, para imponer victorias desde la base, pasando por arriba a los arreglos que intentará hacer sin duda la burocracia. También para coordinar las luchas, en la perspectiva de seguir exigiendo a las centrales y sindicatos, en especial a la CGT-Moyano, que abandonen su pasividad y convoquen a un paro nacional y a un plan de lucha. Para fortalecer ese reclamo y la pelea estratégica por nuevos dirigentes es necesario buscar formas de coordinación de los sectores combativos. En el acto de Atlanta se dio un paso con el compromiso del “Perro” Santillán, junto al “Pollo” Sobrero, de buscar esa unidad. Con la posibilidad de convocar en los primeros meses de 2014 a un encuentro o plenario del sindicalismo combativo que pueda unir, entre otros, a los municipales de Jujuy del SEOM, con los ferroviarios de la Bordó, los Sutebas combativos, Ademys y las comisiones internas combativas que van surgiendo.
También será el desafío y la responsabilidad del Frente de Izquierda. Transformar el millón doscientos mil votos y los cargos conseguidos en el Parlamento Nacional y en las legislaturas, para plantear una salida de fondo, por otro “modelo” obrero y popular anticapitalista. Y fundamentalmente, para defender, reafirmar y fortalecer una alternativa política de los trabajadores y la izquierda contra todas las variantes del PJ, el PRO, la UCR, el FAP de Binner y toda la centroizquierda. Alternativa que tenemos que seguir construyendo en forma unitaria, potenciando la unidad de la izquierda conquistada con el Frente de Izquierda.