Dejemos de lado la mentira de hacernos creer que hay un “ataque especulativo contra el gobierno” (ver editorial), y que el Boden 2012 fue para “pagarle a los ahorristas estafados”, sino a los mismos pulpos especuladores que los habían acumulado luego de comprarlos por monedas. Efectivamente: los bancos se la llevan “en pala” y a través de ellos se hacen todas las maniobras especulativas. ¿Qué hizo hasta ahora el gobierno al respecto? Absolutamente nada. O peor aún: le garantizó todos sus negocios. ¿O tenemos que recordar que, luego de la “década kirchnerista”, todavía sigue vigente la Ley de Entidades Financieras de la dictadura militar, que permitió (y permite) que se siga fortaleciendo lo que alguna vez se llamó popularmente “la patria financiera”?
Pasaron casi 30 años: los bancos endeudaron al país y fueron el vehículo para que naciera la terrible hipoteca de la deuda externa que aún hoy sufrimos. En todas las crisis (1980, 1989, 2001) se hicieron miles de maniobras fraudulentas, hubo vaciamiento de entidades y huidas, estafando a depositantes y dejando en la calle a decenas de miles de trabajadores. Jugaron a la ruleta con los ahorros de los trabajadores y de los jubilados.
¿Cuál es la salida?
Los socialistas desde siempre abogamos por un programa, el único capaz de terminar con esta estafa: la nacionalización de la banca. Estamos planteando en concreto la existencia de una única banca, estatal, gestionada por los propios trabajadores bancarios, eliminando la actual existencia de una enorme (y absolutamente mayoritaria) presencia de bancos privados extranjeros y nacionales (ver "¿quiénes son?").
Los bancos son organizaciones importantísimas y fundamentales para el funcionamiento de cualquier sistema económico, pero en manos de capitalistas y multinacionales hacen estragos. Pensemos que al abrirse un banco se le está otorgando a alguien la “responsabilidad” de recibir los depósitos del pueblo, en base a la confianza que se le tiene (determinada por el propio estado que le otorgó el derecho a funcionar y, se supone, lo controla). Esto hoy se ha ampliado muchísimo, desde que la inmensa mayoría de los trabajadores ni siquiera “elige” un banco para guardar sus ahorros, sino que directamente recibe depositado su sueldo en el que decide su patronal. Pero ahí no terminan las importantes funciones de los bancos: lo que sigue es a quién y cómo otorgan préstamos con todo ese dinero acumulado. Y, podríamos agregar, qué hacen con la inmensa información acumulada tanto de depositantes como de tomadores de préstamos.
¿Se pueden dejar todas esas responsabilidades en manos de pulpos inescrupulosos, dispuestos a lucrar con el dinero ajeno y que tienen como único objetivo obtener la mayor ganancia posible? La historia del capitalismo mundial podría respondernos este interrogante: bastaría mirar todo lo que hicieron los más prestigiosos bancos del planeta que terminó llevando a la crisis mundial que estalló en 2007. Pero remitámonos a la Argentina: solo recordemos el robo de los depósitos en diciembre de 2001.
¿Qué proponemos entonces?
Expropiar, sin indemnización, todo el capital de los bancos privados (sucursales, red de cajeros). Conformar con ellos, sumándolo a los actuales bancos estatales (Nación y los bancos provinciales no privatizados) una gran banca estatal. Ella será la única autorizada a tomar depósitos del público. Todos los depósitos pre-existentes de trabajadores, jubilados y pequeños comerciantes serán escrupulosamente respetados: la nacionalización de la banca significa terminar con los pulpos especuladores, no con los ahorros de los de abajo. Será además, la única garantía de seguridad para estos depósitos (los presentes y los futuros).
Con esa inmensa cantidad de recursos, la banca nacionalizada estará en condiciones de otorgar préstamos para el consumo popular, para la construcción de viviendas y para obras de infraestructura y desarrollo. Las tasas de interés que se cobrarán serán bajas, y permitirán que las cuotas a pagar estén al alcance del salario obrero.
La banca nacionalizada será también una enorme herramienta de información: los grandes grupos económicos ya no podrán ampararse en el “secreto bancario” para realizar sus operaciones especulativas o para evadir impuestos. Una banca nacionalizada, acompañada por un ente único que nacionalice el comercio exterior, será también el mejor custodio de nuestras reservas, para utilizarlas efectivamente para las necesidades prioritarias.
Por supuesto que será una condición central que esa banca nacionalizada sea gestionada por los propios trabajadores bancarios, quienes, conjuntamente con las otras organizaciones de trabajadores y del resto de los sectores populares, decidirán democráticamente a dónde se destinarán prioritariamente los recursos, en base a las reales necesidades y no, como es actualmente, a la maximización de las ganancias de los banqueros. Solo tomando esta medida, estaremos en condiciones de cortar de raíz “la bicicleta especulativa” en que se ha transformado el negocio bancario.
Los que más ganaron
En toda la década kirchnerista, los bancos que operan en nuestro país (nacionales y extranjeros) estuvieron a la cabeza del ranking de empresas que más ganaron. Esto no se modificó en 2013, por el contrario, sus utilidades fueron un 30% superiores al año anterior (que a su vez había sido más grande que el previo).
Tomando datos oficiales al final del tercer trimestre de 2013, los bancos encabezaban las listas de ganancias de todas las empresas que cotizan en la Bolsa de Comercio de Buenos Aires. Examinemos los casos más importantes: el Banco Macro acumulaba 1.776 millones de pesos de ganancias, registrando el récord de 47 trimestres consecutivos de utilidades. Pero su ganancia acumulada anual era superada por la del español Santander Rio (1864,4 millones) y después les seguían muy cerca el Galicia (1374,6 millones) y el BBVA Francés (1370,6 millones). Más atrás aparecían el Citi y el Patagonia, con “sólo” 1124,4 y 967 millones, respectivamente. En efecto, “se la llevan en pala”.
J.C.
Bancos: ¿Quiénes son?
En nuestro país están autorizados para operar 65 bancos. Sólo 12 son estatales: al Banco Nación, Provincia de Buenos Aires y Ciudad de Buenos Aires, los acompañan otros 9 bancos provinciales y municipales de menor tamaño que “se salvaron” de las privatizaciones de los 90.
Los 53 bancos restantes son privados. Entre los 10 más grandes (de acuerdo a los depósitos) están los españoles Santander Río (de la Banca Santander) y BBVA Francés (del Bilbao Vizcaya), el HSBC (anglo-chino), el Patagonia (propiedad del Banco do Brasil). Un poco más atrás, pero también con presencia importante, se encuentran el Citi (sucursal del Citibank), el Itaú (del banco del mismo nombre en Brasil) y el ICBC (de China). También ocupan su parte entre los 10 bancos más grandes de la Argentina varios de “capital local”. Encabeza la lista el Banco Galicia, propiedad de un hombre ya clásico de la “patria financiera”, Eduardo Escasany. Le sigue el Banco Macro, mascarón de proa del banquero que estuvo con todos los gobiernos, Jorge Brito (que también es dueño del Banco de Tucumán y del Banco Privado de Inversiones). Y luego tenemos al Credicoop, del kirchnerista Carlos Heller. Otro actor importante es el hasta hace poco emblemático empresario “K” Enrique Eskenazi, propietario de los bancos de San Juan, Santa Cruz, Santa Fe y del Nuevo Banco de Entre Ríos.
J.C.
Aumentan las tasas de interés: Otro “regalo” para los especuladores
Junto con la devaluación, desde el Banco Central se promovió el aumento de las tasas de interés bancarias. En cualquier curso elemental de economía, una de las primeras cosas que se enseña es que una suba de la tasa de interés sirve para “enfriar la economía”, dándoles más beneficios a los capitales “financieros” por sobre cualquier colocación “productiva”. Lo sabe Kicillof, un experto en Keynes -uno de los economistas que más subrayó esto-. Por eso es el colmo del doble discurso sus planteos de que con estas políticas se defiende a los trabajadores y se evita el ajuste.
Veamos: la suba de la tasa de interés (del 16 al 25% en promedio) busca “premiar” a los bancos, y “tentarlos” para que pasen a especular un poco más en pesos que en dólares (cosa que, hasta ahora, encima no viene sucediendo, ya que los pulpos financieros prefieren quedarse en moneda extranjera, “oliendo” que se viene una mayor devaluación).
Los perjudicados son los mismos de siempre. Los trabajadores, o el pequeño comerciante, que tiene que pedir prestado al sistema bancario. Hoy pedir un préstamo personal tiene un costo del 40%, ganancia pura para los bancos. La gran mayoría de los trabajadores, cuyo único acceso al financiamiento es a través de las tarjetas de crédito, también tendrán que pagar más: el costo anual, contando todos “los gastos administrativos” que suelen cargar los bancos, ya ascendió al 60%.
J.C.