Su debacle es parte de la crisis política que tiene trabada la formación de un nuevo gobierno. Tras dos elecciones, los partidos mayoritarios (el Partido Popular -PP-, PSOE, Podemos y Ciudadanos) no logran ponerse de acuerdo para formar gobierno, para lo cual necesitan unirse en el parlamento dos o tres de ellos para tener mayoría.
La crisis del PSOE estalló porque Pedro Sánchez se ha negado a permitir, con la abstención de los parlamentarios del PSOE, que Rajoy, del derechista Partido Popular, pueda asumir como presidente. Sánchez fue derrotado por el aparato del partido encabezado por el ex presidente Felipe González, que exige facilitar el triunfo de Rajoy. Esto significa apoyar abiertamente el violento ajuste capitalista contra los trabajadores que quiere imponer el PP y ordena la Unión Europea, y también enfrentar el reclamo popular de independencia de Cataluña.
La crisis del PSOE es mucho más que una diferencia táctica parlamentaria, se quiebra porque hoy le es imposible servir a los intereses del estado y al gran capital, y a la vez salvaguardar el espacio político del PSOE y su base social. Las encuestas posteriores a la destitución de Pedro Sánchez y la decisión de apoyar al PP, dejan al PSOE por lejos como el tercer partido, con el 15,9% de la intención de voto y una masiva deserción de militantes.
Como sucedió con el Pasok de Grecia que se derrumbó y en menor escala con otros partidos de la socialdemocracia europea, la crisis del PSOE es muy profunda y sin salida. La socialdemocracia ya no puede ofrecer mejoras parciales a los trabajadores y casi no se diferencia de los partidos de la llamada derecha neoliberal. Con eso pierde su razón de ser y en el Estado español se está rompiendo el freno a la movilización obrera y popular que representó históricamente el PSOE.
Sólo con la movilización obrera y popular se pueden enfrentar los planes capitalistas de “austeridad” de la Unión Europea, al poder de las multinacionales y al régimen monárquico español, defender los salarios y conquistas sociales del pueblo trabajador, así como el derecho a la autodeterminación de los pueblos catalán y vasco. Esto requiere cambios de fondo que sólo plantea la izquierda revolucionaria.