López Rivera había sido reclutado a los 18 años y enviado como miles de puertorriqueños a participar en la invasión yanqui de Vietnam, en 1961. Al regresar de la guerra, donde fue condecorado, se vinculó al activismo social y en 1976 se incorporó a las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN) para luchar por la independencia de su país, colonizado por los yanquis desde 1898. Fue capturado en 1981 y desconociendo su condición de prisionero de guerra se le condenó a 55 años de cárcel por su militancia en la guerrilla urbana. El gobierno yanqui venía aplicando contra el independentismo puertorriqueño la guerra sucia a través del programa Cointelpro, usado sistemáticamente para infiltrar y diezmar a organizaciones sociales combativas y de izquierda, como en su momento las Panteras Negras o el Socialist Workers Party. En 1999 Bill Clinton ofreció excarcelar a un grupo de independentistas, pero López Rivera rechazó la oferta debido a sus condicionamientos políticos.
La liberación de López Rivera es claramente una victoria popular. Pero debemos recordar que el principal dirigente de las FALN, Filiberto Ojeda Ríos, fue asesinado por el FBI en 2005. Y que Estados Unidos aún mantiene a los presos políticos más antiguos del continente, como el luchador indígena Leonard Peltier, encarcelado desde 1976, y el activista negro Mumia Abu Jamal, con una condena a muerte en suspenso desde 1982.