Netanyahu cuenta con un largo prontuario de crímenes, que reflejan la trayectoria del Estado de Israel. Participó en la Guerra de los Seis Días en 1967, en la cual fueron anexionados Cisjordania, Gaza, los Altos del Golán y la península del Sinaí. Como miembro de una unidad de inteligencia militar participó en diversos ataques contra Jordania, Líbano, Egipto y Siria, así como en la guerra del Yom Kipur en 1973. Posteriormente, se convirtió en dirigente del grupo de extrema derecha Likud y ha ejercido el gobierno en cuatro mandatos, durante los cuales ha ordenado todo tipo de bombardeos y ataques indiscriminados contra la población palestina en Gaza, como la operación “Escudo Protector” de 2014 en la que Israel asesinó a más de 2.200 palestinos. Es un aliado cercano del guerrerista xenófobo y racista Donald Trump, pese a la presencia de elementos antisemitas y filonazis en el gobierno de Estados Unidos.
Pero no solo se trata de un criminal de guerra con un sangriento prontuario personal, sino del representante de un Estado colonial considerado genocida por sus prácticas de limpieza étnica durante más de medio siglo, que han forzado a la mayoría del pueblo palestino a vivir en campamentos de refugiados y dispersos por el mundo. Se trata de un Estado genocida desde el punto de vista de la definición vigente en la legalidad internacional, a saber: la realización de matanzas y lesiones graves contra una comunidad específica, los palestinos, mediante toda clase de ataques militares; agresiones a la integridad física y mental de la población, con el uso sistemático de la tortura contra los presos palestinos, el criminal bloqueo terrestre y marítimo de Gaza y la privación a su población de suministros estables de agua potable y energía eléctrica, así como de condiciones sanitarias mínimas. Organizaciones de derechos humanos estiman que alrededor del 40% de los hombres palestinos que viven en los territorios ocupados de Gaza y Cisjordania pasarán en algún momento de sus vidas por las cárceles sionistas. Como ha resaltado el historiador judío Ilan Pappé en una reciente visita a Buenos Aires: “Israel es un proceso en desarrollo permanente al cual es más apropiado referirse como de colonización que de ocupación, pues su objetivo final no es ocupar Palestina sino extinguirla”.
El rol de Israel fuera del Oriente Medio no ha sido menos nefasto. Durante años fue el principal aliado de regímenes genocidas como el de la Sudáfrica racista del apartheid, con la que incluso mantuvo un programa de cooperación nuclear. También mantuvo estrechísimos lazos con las dictaduras del cono Sur y Centroamérica durante los 70 y 80, adiestrando y supliendo de armamento a los militares torturadores y asesinos. Colaboró con la guerra sucia desarrollada por el régimen colombiano contra los sectores campesinos y populares bajo el paraguas de la política “antisubversiva”. Israel incluso vendía armamento y cooperaba con los militares genocidas argentinos mientras ellos torturaban y desaparecían a luchadores sociales de ascendencia judía, que se estiman en 2.000 de los 30.000 detenidos-desaparecidos.
En la política argentina la complicidad con las políticas criminales de Israel no es nueva. Mientras Israel desarrollaba una invasión contra el Líbano, en 2006, los gobiernos del falso progresismo de Brasil, Argentina y Uruguay lo premiaron con la firma de un tratado de libre comercio Mercosur-Israel. Pero con Macri se pretende dar un salto en esta relación, considerada prioritaria por el propio Netanyahu. Incluso los legisladores del PRO aprobaron nombrar al genocida ciudadano ilustre de la Ciudad de Buenos Aires, con la abstención del kirchnerismo y el voto negativo de los legisladores del FIT Laura Marrone (Izquierda Socialista) y Marcelo Ramal (PO).
Le corresponde a los trabajadores y el pueblo argentino repudiar al Estado israelí en las calles por asesino, racista y colonialista. El Comité Argentino de Solidaridad con el Pueblo Palestino, junto con diversas organizaciones sociales y de izquierda, convoca a una movilización de repudio a Netanyahu que será masiva. Una importante ocasión, además, para expresar la solidaridad con la resistencia del pueblo palestino, que sigue luchando por sus más elementales derechos democráticos. Recientemente triunfaron la huelga de hambre de más de mil presos políticos palestinos por mejores condiciones de reclusión y las grandes movilizaciones ante el intento de establecer controles al ingreso a la mezquita Al Aqsa en Jerusalén. Está más vigente que nunca la lucha por un Estado único laico, democrático y no racista en todo el territorio palestino.