El presidente de Francia, Macron, acaba de firmar varios decretos-ley (en medio de enormes protestas) atacando la estabilidad laboral. Con el perverso argumento de que “es un privilegio que muchos trabajadores tengan trabajo y millones de jóvenes no”, les va a permitir a las patronales negociar por empresa, desconociendo las leyes laborales y a los delegados sindicales elegidos democráticamente. Fijará un techo salarial y bajará las indemnizaciones por despidos y permitirá que las multinacionales despidan aunque sus casas matrices reconozcan fabulosas ganancias, entre otras barbaridades propatronales.
En Alemania, la flexibilización laboral está generando una gran capa de trabajadores pobres. Se la llama “esclavitud moderna” (Clarín, 23 de septiembre). A los pilotos de avión -en huelga- se los obliga a pagar sus cargas sociales. Un enfermero increpó a Merkel en plena campaña electoral por la falta de personal y bajos sueldos en los hospitales. Las leyes fomentan la subcontratación, trabajos de tiempo parcial (para el 50% de los nuevos empleos) y mal pagos. Quienes trabajan en los frigoríficos lo hacen a “cama caliente” (comparten el lugar para dormir e ir a trabajar). El 20% de la fuerza laboral alemana trabaja en esas condiciones.
Macri, Temer, Macron y Merkel, como todos los gobiernos patronales del mundo, gobiernan para atacar a la clase obrera en pos de engordar las ganancias empresariales. Lo mismo pasa con los gobiernos que se dicen “socialdemócratas” o de “centroizquierda”. Eso es el capitalismo. Llamamos a luchar y a votar contra la reforma laboral capitalista y antiobrera que prepara Macri con la burocracia sindical, apoyando a las listas del Frente de Izquierda.