Se conocieron los datos oficiales de la inflación de junio: según el Indec, el índice de Precios al Consumidor de todo el país creció 3,7%. Es el número más alto de toda la era Macri. La zona geográfica donde se dio la suba de precios más elevada fue el Gran Buenos Aires, con el 3,9%. Lo que más aumentó fue el rubro “transporte” (5,9%), seguido por “alimentos y bebidas” (5,2%). Dos cosas de la que el trabajador no puede prescindir: la comida y el pasaje de tren, colectivo o subte para ir a su fábrica u oficina. Con estos números la inflación anual ya acumula un 16%. En apenas seis meses ya los precios subieron tanto como el techo salarial para todo el año con el que se firmaron la mayoría de las paritarias. El 15% y en cuotas terminó siendo la mejor vía para la pulverización de los salarios. A esto nos llevó el gobierno que decía que su “prioridad” era bajar la inflación y que para eso tenía al “mejor equipo de los últimos 50 años”.
Mientras los trabajadores, los jubilados y los que perciben planes sociales ven cómo lo que cobran no les alcanza para nada, con el consecuente aumento de la pobreza, del otro lado están los que “siguen de fiesta”: la devaluación de mayo le generó a los banqueros una ganancia muy superior a todos los meses anteriores: 13.000 millones de pesos en un solo mes. Los otros grandes ganadores fueron los acreedores de nuestra deuda externa: en los primeros cinco meses del año se llevaron por intereses de deuda 145.371 millones de pesos, mientras que por todos los sueldos del Estado sólo se pagó 115.211 millones. Para esto sí que sirvió el equipo de CEOs de Macri ¡Y después dicen que no hay plata para maestros o trabajadores de la salud!
Los salarios a la baja, los despidos actuales y el aumento de la pobreza no son más que el inicio del nuevo plan de ajuste. Todavía falta el grueso de las consecuencias del acuerdo de Macri con el FMI, con más cesantías, mayor pérdida salarial, más recesión y miseria. Para “certificar” que todo esto se llevará adelante es que este fin de semana viene a la Argentina la mismísima Christine Lagarde, directora gerente del Fondo Monetario Internacional.
Mientras se lleva adelante todo este plan de hambre, la burocracia de la CGT sigue con las idas y venidas de su interna, sin mover un dedo para salir a enfrentar el ajuste. Mientras en la clase trabajadora crece la bronca, con miles preguntándose cómo la seguimos después del enorme paro del 25 de junio. En muchos lugares se dan luchas parciales. Así, por ejemplo, en varios distritos los docentes han votado no iniciar las clases tras las vacaciones de invierno. ¡Este es el camino para derrotar al ajuste de Macri y el FMI! Exigiendo que se reabran todas las paritarias que se cerraron con el 15% en cuotas. Peleando por un aumento de emergencia que lleve a que ningún trabajador gane menos de 30.000 pesos, para que las paritarias que todavía no se cerraron se hagan con un incremento que cubra todo lo que se perdió con la inflación y con cláusulas de ajuste salarial mensual de acuerdo a la suba del costo de vida. Luchando también contra los despidos y por el reajuste de los montos miserables en que quedaron todos los planes sociales y la AUH. Para lograrlo tenemos que unir todas las luchas de la clase trabajadora y los demás sectores populares. Esto es lo que tenemos que discutir en todas las fábricas, oficinas, barrios, escuelas y facultades. Haciendo asambleas y sacando pronunciamientos de los cuerpos de delegados, exigiéndole a la CGT y a las CTA un paro de 36 horas y su continuidad con un plan de lucha para parar este plan de hambre, miseria y entrega.
Por eso, y como parte de toda esta pelea, este sábado tenemos que ser miles repudiando la presencia en nuestro país de Christine Lagarde. Exigiendo que la plata deje de ir al FMI, a los acreedores, a las ganancias de los banqueros o de los monopolios exportadores de soja. Para que se deje de pagar la deuda externa y ese dinero se destine a resolver las más urgentes necesidades populares de trabajo, salario, educación, salud y vivienda.