El 3 de septiembre de 1938, en la más absoluta clandestinidad, un grupo de dirigentes revolucionarios impulsado por Trotsky fundó en las afueras de París la Cuarta Internacional.
Desde la muerte de Lenin en 1924, la burocracia soviética encabezada por Stalin había sido responsable de gravísimas derrotas del proletariado mundial: la de la revolución china en 1925-27, la de la revolución española y el triunfo del nazismo. El Estado obrero soviético y la Tercera Internacional, una de las mayores conquistas de la revolución, sucumbieron a la burocratización. Trotsky, el líder bolchevique que dirigió la Revolución Rusa junto con Lenin, fue expulsado del Partido Comunista primero y después de la URSS por rechazar ese viraje político. El estalinismo sumó a su política contrarrevolucionaria la persecución implacable de toda oposición dentro y fuera de la URSS, con miles de deportados y asesinados, en particular toda la vieja dirigencia bolchevique.
Con el ascenso de Hitler al poder en 1933, y la catastrófica derrota del proletariado alemán, en gran parte por la política suicida del estalinismo, Trotsky concluyó que la Tercera Internacional estaba muerta.
El 3 de septiembre de 1938, “en algún lugar de Suiza” que encubrió un punto de reunión clandestino en las afueras de París, unos treinta delegados de distintos países (más la adhesión de organizaciones que no pudieron enviar delegaciones) fundaron la Cuarta Internacional. Aprobaron, entre otros documentos, el Programa de Transición (La agonía mortal del capitalismo y las tareas de la Cuarta Internacional), cuyo diagnóstico fundamental se sintetizó en que “la crisis de la humanidad es la crisis de su dirección revolucionaria”.
Trotsky caracterizó la fundación de la Cuarta Internacional como “el trabajo más importante de toda mi vida”: unir a los marxistas revolucionarios alrededor de un programa que sintetizaba toda la experiencia del marxismo revolucionario mundial.
Pese a la evidente debilidad de sus fuerzas, los hechos posteriores a septiembre de 1938 y el desarrollo de la lucha de clases reafirman que la fundación de la Cuarta Internacional y la adopción del Programa de Transición permitieron darle continuidad al único marxismo revolucionario existente, el trotskismo. El asesinato de Trotsky en agosto de 1940 significó un abrupto vacío en su dirección, sin posibilidades de reemplazarla en el corto plazo dada la juventud e inexperiencia de sus cuadros. Años más tarde, la dirección revisionista y burocrática de Pablo y Mandel la sumió en una crisis crónica y una dispersión de las que aún no se ha recuperado.
Desde Izquierda Socialista y la UIT-CI ratificamos la vigencia de su programa y objetivos, así como la necesidad de seguir la pelea por su reconstrucción, una tarea clave en la lucha por el socialismo mundial.