Escribe José Castillo
El gobierno de Alberto Fernández y sus periodistas amigos se han lanzado a una inmensa operación de “convencimiento”. Quieren hacernos creer que el acuerdo al que se ha llegado con los más importantes fondos de inversión del mundo (BlackRock, Templeton, Greylock, Pimco, etcétera), con la activa participación de bancos como el HSBC y el Of América, es “el mejor de los acuerdos posibles”.
Contaron con el apoyo del conjunto de los economistas del establishment, que en infinitas notas, papers a sus clientes, informes de consultoras y columnas de opinión en diarios locales y extranjeros, aplaudieron el acuerdo. Lo mismo hicieron los ex funcionarios del área económica del macrismo, como Luis “Toto” Caputo y Guido Sandleris, y hasta un terrorífico personaje de nuestra historia económica, Domingo Cavallo, que salió de las catacumbas para elogiar el arreglo. Por supuesto, también apoyaron todos los políticos patronales de la oposición, sin excepción.
En esta abrumadora coincidencia solo queda una voz disonante, la nuestra, la de la izquierda. Quedamos absolutamente solos, con la obligación de denunciar la triste verdad, que este acuerdo es un desastre, una tragedia para el pueblo trabajador y para el país. Y que, otra vez, nos llevará más temprano que tarde al hundimiento.
Sabemos que muchos compañeros de trabajo o estudio, o vecinos, quieren tener esperanzas y confían en lo que les dice el gobierno. ¿Qué otra cosa se podía hacer?, nos preguntan.
Vamos a responder. Primero, este acuerdo no es por el conjunto de la deuda argentina. Es solo con los acreedores que poseen bonos bajo legislación extranjera, por poco más de 66.000 millones de dólares. El acuerdo no reduce prácticamente nada el capital de la deuda. Y, si se achican un poco los intereses, igual se sigue pagando una tasa seis veces más grande que la que cualquier especulador obtiene comprando bonos de otros países. Al mismo tiempo, el plazo en el que se “patearon” los vencimientos para adelante es extremadamente corto, ya en julio del año próximo les estaremos abonando vencimientos a estos acreedores.
Durante la negociación, que se extendió por cuatro meses, el gobierno de Fernández fue cediendo y cediendo, cada vez más. Se calcula que entre la primera oferta y la que se terminó firmando, se le reconoció 16.500 millones de dólares más a los acreedores.
¿“Nos ahorramos” 40.000 millones de dólares, como anuncia el gobierno? Mentira, solo se patearon para adelante algunos pagos, y como vimos no demasiado. Ni qué hablar de la “montaña” de vencimientos, que a partir de 2024 son tan gigantescos como los que nos dejó Macri.
Pero, al menos, ¿solo tendremos que pagar 1.400 millones de dólares en los próximos tres años? Otra mentira. Expliquémosla. A ese monto hay que sumarle la “otra” deuda que también se está negociando, la que poseen los bonistas bajo legislación local. Hay en juego otros 40.000 millones de dólares que, cuidado, en gran parte –15.000 millones de dólares–, también están en manos de pulpos extranjeros, como el fondo Pimco. E incluso a los fondos internacionales se les dará la “opción” de dolarizar los bonos que están en pesos. De ahí saldrán nuevos vencimientos, que habrá que pagar en los próximos meses.
Sigamos sumando. En mayo del año próximo tenemos que pagar 2.100 millones de dólares al Club de París.
Y dejamos para el final la perla de la negociación, la deuda con el Fondo Monetario Internacional. Se trata de 49.000 millones de dólares, que hay que empezar a abonar en septiembre del año que viene, y que luego sigue con vencimientos gigantescos en 2022 y 2023. Anticipamos cómo seguirá la historia. El FMI ya le ha dicho a todos los que lo quieran escuchar que acá no hay “quita” que valga, se deberá pagar el ciento por ciento del monto. Sí aceptará correr un poco los vencimientos, claro que a cambio de lo que llama “reformas estructurales”. En concreto, un ajuste fiscal (traducido, reducir el dinero que va a gastos sociales, salud o educación, subir tarifas y cobrar más impuestos al pueblo trabajador), una reforma previsional (hundir más en la miseria a los jubilados) y otra laboral (ir a fondo con la flexibilización reventando convenios colectivos y llevando a todos los trabajadores a las condiciones en que están los de Vaca Muerta, o los de Rappi y Glovo).
La historia vuelve a repetirse. Una vez más quieren meternos gato por liebre. Reconocen una deuda ilegítima, fraudulenta, ilegal e inmoral. Luego “renegocian”. Para vendernos después que, “ahora sí”, se resolvió el problema definitivamente. Todo termina en un nuevo ajuste al pueblo trabajador para cumplir con los acreedores. Así pagamos y pagamos infinitamente. Pero como no alcanza pedimos nuevos préstamos, para “refinanciar” el resto. Y la deuda sigue creciendo. Ese es el camino, hasta la próxima renegociación, que indefectiblemente llegará. Una rueda infernal, infinita, en la que nos seguimos hundiendo.
Volvemos a la pregunta del principio, ¿había otra alternativa? Frente a este camino de decadencia, hambre y miseria, desde Izquierda Socialista y el Frente de Izquierda decimos que sí, y proponemos la única salida viable si queremos de una vez por todas priorizar las necesidades populares y desarrollar nuestro país, quebrando las cadenas de la dependencia. Hay que dejar de pagar inmediatamente la deuda externa, repudiándola en su totalidad, romper con el Fondo Monetario Internacional y poner así todos esos recursos al servicio de resolver las más urgentes necesidades populares: la salud pública, en el marco de la pandemia, el salario, el trabajo, la educación y la vivienda, las otras prioridades que deben reemplazar a las de las ganancias de los pulpos acreedores.