Escribe José Castillo
La inflación está completamente desbordada. Los precios de los alimentos suben astronómicamente, pulverizando salarios y jubilaciones. Alberto Fernández llama a una guerra contra la inflación, pero, en su afán de no afectar ningún interés de los poderosos, hace que sea el pueblo trabajador quien sigue perdiendo.
La semana pasada se conoció la inflación de febrero. El número fue de terror: 4,7%, acumulando 8,8% entre enero y febrero. Así, en los últimos doce meses tuvimos una suba de precios del 52,3%. Pero esto no es lo peor: los alimentos, lo que más pega en el bolsillo de las y los trabajadores, tuvo un alza de 7,5%.
Con estos valores, la canasta básica total, que mide el mínimo oficial para no ser pobre, subió un 6,6%, a 83.807,29 pesos. Claro que este número no considera algunos gastos importantes que tienen la mayoría de las familias trabajadoras, como por ejemplo el alquiler de una vivienda. Tomando esto en cuenta, la Junta Interna de ATE Indec calcula que el mínimo para que una familia tipo no caiga en la pobreza ya asciende a 136.104. La canasta básica alimentaria, por su parte, aumentó en febrero un 9%, por lo que el nivel de indigencia hoy se encuentra en 37.413,97 pesos.
Pero esto no es lo peor. Todos estos números son anteriores a la gran suba de precios que se dio desde fines del mes pasado en adelante. En muchos casos, con la excusa de “la guerra Rusia-Ucrania”. Marzo, además, acumulará toda una serie de aumentos autorizados por el gobierno (20% en las tarifas de servicios públicos, 6% en las prepagas de salud, 17% en colegios privados con subvención estatal en CABA y 11,8% en provincia de Buenos Aires, entre otros).
El anuncio de la economía de guerra…y más aumentos
El martes 15 el presidente Alberto Fernández anunció que el viernes 18 se iba a iniciar la “guerra contra la inflación”. Ridículo. Casi fue una señal a los grandes monopolios para que se lanzaran a una carrera de aumentos de precios “para cubrirse”. Finalmente, cuando el viernes volvió a hablar el presidente, no hizo ningún anuncio importante. En los días siguientes se conocieron las “medidas”: más de lo mismo, nada serio. Solo palabras y más palabras, en el típico estilo del gobierno peronista del Frente de Todos, con grandes frases y promesas de sancionar a los especuladores, pero en realidad sin tocar un pelo a los poderosos, garantizándoles el mantenimiento de sus superganancias.
Tenemos un ejemplo concreto en lo que pasó con la carne. Nadie controla nada. Los exportadores de carne más importantes (agrupados en el consorcio ABC) , que son quienes exportan el 82% de la carne, amenazaron con abandonar el acuerdo “cortes cuidados”, por el que se habían comprometido a vender al mercado interno a determinados precios regulados. En la práctica nunca lo cumplieron, y la carne siguió subiendo incluso por encima del promedio de la inflación (57,9% de promedio en el último año). El motivo: los exportadores se habían comprometido a enviar 6.000 toneladas al mercado local y solo enviaron 2.500. Por supuesto no recibieron ni la más mínima sanción.
Medidas que no solucionan nada
Analicemos ahora las medidas en concreto. Se anunció la creación de un “fondo de estabilización para el precio de la harina”, en concreto un fideicomiso financiado por una suba de las retenciones (de 31 a 33%) a las exportaciones de aceite y harina de soja. Traduzcamos: el gobierno va a subsidiar a los molinos el precio de la harina de trigo (que, como explicamos en otra nota, son en su mayoría grandes empresas monopólicas), financiándolo con un impuesto a las exportaciones de las transnacionales que venden soja procesada (aceite y harina de ese origen). ¿Alguien cree que con esta medida va a bajar el precio del pan o de los fideos? Para comparar: ya hace un año que existe un fideicomiso similar para el aceite comestible (mezcla, soja o girasol), y sin embargo los precios de estos productos siguen por las nubes.
La otra medida que se está anunciando es la fijación de un conjunto de “precios de referencia” para una serie de productos de la canasta familiar. Nos preguntamos: ¿qué quiere decir “de referencia”? ¿Se va a sancionar a quiénes no lo cumplan? Porque hace años que existen “precios cuidados”, meses pasados se creó “precios máximos” (que teóricamente también existió todo el primer año de la pandemia) y existen los “cortes cuidados” para la carne, que citábamos más arriba. Pero todo siguió subiendo. Esos cartelitos a lo sumo le sirvieron a los grandes supermercados como una estrategia de marketing para quitarle clientela a los negocios de cercanía, como los supermercados chinos, pero no evitó las remarcaciones, las desapariciones de productos en las góndolas mientras por arte de magia aparecían al lado otros solo diferentes en el packaging a mayor precio y mil maniobras más que hicieron que todo siguiera subiendo. Incluso, fue bajo el paraguas del propio programa de precios cuidados que el gobierno terminó autorizando aumentos (como lo volverá a hacer cuando venza el programa el próximo 7 de abril).
Lo que nunca se hizo, a pesar de amenazas grandilocuentes para las cámaras de televisión, fue sancionar a los especuladores. La ley de Abastecimiento, a la que ahora se esgrime como amenaza, nunca fue aplicada. No existe una sóla multa, ni mucho menos clausura, a ninguna empresa por subir precios o hacer desaparecer productos de las góndolas.
La inflación es una herramienta del ajuste a la medida del FMI
Lo tenemos que decir con todas las letras: la “guerra contra la inflación” no existe. El gobierno del Frente de Todos utiliza la inflación para hacer pasar el ajuste pactado con el FMI. Esa es su forma de hacer caer los salarios. Mientras todos los cálculos dicen que la inflación de este año terminará como mínimo en 55/60%, con la complicidad de la burocracia sindical se vienen firmando acuerdos del 45% anual y en cómodas cuotas (como se dió en la UOM, en docentes e incluso en el Consejo del Salario Mínimo). Las jubilaciones siguen acumulando pérdidas. Y, además, la inflación también se utiliza para licuar partidas sociales, que se ajustan por debajo de la suba de precios.
En síntesis, la inflación seguirá subiendo en los próximos meses, motorizada por los tarifazos y la suba de los precios de los combustibles, exigencia del FMI. Y ni que hablar de cuando el gobierno deba cumplir con el otro requerimiento del Fondo: actualizar (léase devaluar) el valor del dólar.
Las y los trabajadores tienen que salir a defender el poder adquisitivo de sus salarios, al igual que las jubilaciones. Son necesarios aumentos de emergencia para alcanzar como mínimo el valor de la canasta familiar, actualizaciones mensuales de lo que se pierde y la inmediata reapertura de todas las paritarias, sin techo alguno. Acompañado por un autentico programa de lucha contra la carestía, como el que proponemos desde Izquierda Socialista y el sindicalismo combativo.