Terminó abril y la inflación volvió a dar un salto. El índice oficial, que se conocerá en unos días, otra vez mostrará un número escalofriante. El pueblo trabajador no tiene necesidad de esperar la estadística para darse cuenta, lo verifica cada vez que va al supermercado o al almacén. Los salarios en blanco volvieron a perder. Ni que hablar de lo que pasa con los que están tercerizados o en la informalidad. O los jubilados, que ni con el insuficiente bono de 12.000 pesos para los que cobran hasta dos jubilaciones mínimas van a poder capear la carestía. La pulverización de todos los ingresos del pueblo trabajador ya empieza a verse en los grandes números de la economía. Mientras el presidente Alberto Fernández se jacta de que “estamos creciendo, con todos los indicadores positivos”, el consumo masivo cayó en el mes de marzo, reflejo de que cada día más personas caen bajo la línea de pobreza.
Mayo no comienza con buenas noticias. A la larga lista de aumentos ya autorizados, tenemos que sumarle que se vienen las audiencias públicas para dar vía libre a los tarifazos de la luz y el gas. Si estas audiencias siempre fueron “saludos a la bandera”, ahora serán “truchas al cuadrado”, ya que serán virtuales y ni siquiera se espera que asista el ministro Guzmán. Se hará “para cumplir el trámite”, antesala del tarifazo. Otra novedad que traerá este mes sucederá dentro de dos semanas: llegará la primera misión del FMI, para inspeccionar si se está cumpliendo a rajatabla el ajuste firmado en marzo. El ministro Guzmán está tranquilo: asegura que en los primeros meses del año se ajustó de acuerdo a lo requerido por el Fondo. Ahí se acaba el doble discurso: ante sus “amos” el gobierno del Frente de Todos reconoce lo que no hace en sus discursos, y sí lo que nosotros denunciamos desde la izquierda: que ya está en curso el fuerte ajuste exigido por el Fondo.
Mientras las preocupaciones populares son, básicamente, como llegar a fin de mes o estirar hasta el infinito un ingreso que cada día alcanza menos, arrecia la crisis política en el gobierno. Se agudiza la pelea entre Alberto y Cristina (“cumplieron dos meses sin hablarse”, cronometran varios periodistas). La actual vicepresidente, los ministros que le responden, su hijo Máximo y otros dirigentes afines radicalizan su discurso, particularmente contra el ministro de Economía Martín Guzmán. Claro que esa pelea de palacio nada tiene que ver con instalar un proyecto alternativo “progresista”. Mientras para consumo interno se busca no quedar pegado a las consecuencias del ajuste, para afuera todo es diferente: la propia vicepresidenta se reúne con la generala de cuatro estrellas, enviada del Pentágono y jefa del comando sur del Ejército norteameriano, Laura Richardson. Y, al mismo tiempo, envía al ministro más importante que le responde, Wado de Pedro, de gira por Israel. Dos claros guiños a la política exterior del imperialismo yanqui.
La oposición patronal tampoco está libre de problemas. A la ya habitual pelea por las candidaturas de 2023 en Juntos por el Cambio se le sumó el debate acerca de si confluir o no con el ultraderechista Javier Milei, que sube en las encuestas a costa de los macristas. Más allá de las idas y vueltas, y los escándalos por los comunicados, hay un punto en que están todos de acuerdo: su autocrítica es no haber avanzado más fuerte y más rápido con el ajuste durante el gobierno macrista. Toda una declaración programática de cara al año que viene.
En medio de esta realidad, ha pasado otro 1° de Mayo se vio la crisis del gobierno con el acto de apoyo que le organizaron los movimientos sociales oficialistas en la 9 de Julio, mientras Máximo Kirchner hacía su propio acto en Baradero y la CGT se mandaba a guardar diciendo que “no estaban dadas las condiciones para movilizar”. Quien sí movilizó y llenó la Plaza de Mayo fue el Frente de Izquierda Unidad. En un acto con decenas de miles de luchadores, se habló claramente contra el gobierno y el ajuste, se exigió romper con el FMI y dejar de pagar la deuda y se plantearon los nuevos desafíos que se vienen. Se reclamó aumento de salarios y reapertura de paritarias desde los dirigentes del sindicalismo combativo. Pero también se anunció, por parte de las organizaciones sociales combativas, la realización de una marcha federal reclamando trabajo genuino y el no congelamiento de los planes sociales para los días 10, 11 y 12 de mayo. Además se plantearon los desafíos inmediatos del sindicalismo combativo: la pelea por el Suteba, tanto en la defensa de las seccionales combativas como en el nivel provincial contra la burocracia celeste de Baradel.
El Frente de Izquierda Unidad así se planta para intervenir en todas y cada una de las peleas que afectan directamente a los trabajadores y demás sectores populares. De esta manera se va postulando como alternativa política, con un programa de emergencia, obrero y popular, opuesto por el vértice al ajuste del gobierno o al mayor ajuste reclamado por la oposición patronal. O a lo que ambos tienen en común: su sumisión al FMI. El FIT Unidad, en cambio, va por algo distinto: porque gobiernen los que nunca lo hicieron, las y los trabajadores, haciendo que la crisis la paguen los que se benefician con ella, las grandes patronales, los bancos, los especuladores de la deuda y el FMI.