El gobierno peronista del Frente de Todos sigue inmerso en una crisis política cada día más profunda. Pasó el discurso de Cristina en la UOM, donde los metalúrgicosla recibieron al grito de “queremos el aumento”. También el de Máximo, cuestionando cualquier postulación presidencial de Alberto Fernández. La respuesta de Aníbal Fernández, ahora defensor acérrimo de Alberto, apuntó a los Kirchner: “parece que no formaran parte de la gestión”. A todo esto se le pueden agregar las marchas y contramarchas sobre suspender o mantener las PASO. La mayoría del peronismo parecía estar a favor de lo primero, pero ahora se estaría desinflando aceleradamente. ¿Qué hay detrás de todo esto? Un desbande, con un peronismo kirchnerista casi consagrado a garantizar su retiro a la provincia de Buenos Aires tras una cada vez más posible derrota presidencial el año próximo.
Toda esta crisis no sale de la nada. Es la manifestación más palpable de la bronca popular que crece, ante una realidad, el peronismo gobernante es responsable, en todas sus variantes, de más ajuste (aunque la vocera Gabriela Cerruti se niegue a usar esta palabra y la reemplace por “orden fiscal”), pérdida del poder adquisitivo de salarios y jubilaciones y sometimiento al FMI.
La del peronismo no es la única crisis, la oposición patronal de Juntos por el Cambio vive una similar. En su caso, una pelea a dentelladas por los cargos en un todos contra todos. Un sector de PRO contra otro, PRO contra radicales, halcones de PRO y un sector de los radicales contra palomas de PRO y otro sector radical; la propia interna de la UCR; Carrió metiendo la cuchara y amenazando con “presentarse ella”, y un largo etcétera. La forma en que se expresan esas peleas no es más educada que en el oficialismo. “Conmigo no se jode, la próxima te rompo la cara”, fue el saludo de Patricia Bullrich a un funcionario de Rodríguez Larreta en el acto de presentación del nuevo libro de Macri. Pero las diferencias en Juntos por el Cambio se acaban cuando se habla de programa: ahí todos coinciden en que hay que repetir el ajuste antipopular que realizaron en 2015, pero “más rápido”. Una propuesta antiobrera solo superada por los liberfachos de Milei, que directamente proponen un gobierno al estilo Bolsonaro.
El pueblo trabajador mira todas estas internas con una mezcla de bronca e indiferencia. Lo que realmente preocupa es la continuidad de la inflación, que ya está anualizada al 100% y mucho más alta aún para los alimentos. Un símbolo: el kilo de pan a 500 pesos. Frente a esto, los reajustes salariales corren claramente por detrás, perdiendo frente a la carestía de vida. En la inmensa mayoría de los casos quedan por debajo de la inflación, y encima son otorgados en cuotas.
Ante esta realidad lo auspicioso es que, después del ejemplo de la lucha de los trabajadores del Neumático agrupados en el Sutna, cada vez más sectores del pueblo trabajador responden saliendo a pelear. Los médicos, residentes, enfermeras y concurrentes han provocado una auténtica rebelión contra los salarios de miseria y la precarización laboral. También pelean los docentes en varias provincias. Marcharon y pararon los ferroviarios del Sarmiento. También se produjo la marcha de los autoconvocados de Luz y Fuerza Capital. Estas y otras luchas se dan mientras, por contraposición, las burocracias de la CGT y las CTA siguen firmando paritarias a la baja y apoyando vergonzosamente al gobierno.
El clamor por aumentos de salarios y jubilaciones que equiparen a la inflación real, y que sean reajustados mensualmente según el costo de vida, debe ir acompañado de la exigencia a la burocracia de que abandone su pacto con el gobierno y llame a un paro nacional y un plan de lucha contra el ajuste en curso. Esto es lo que estamos planteando desde el sindicalismo combativo, al que hay que apoyar y fortalecer con el fin de postularlo como una nueva dirección democrática y combativa para la clase trabajadora.
Pero a la vez, la pelea por aumento salarial debe ser parte de algo más amplio, un plan económico obrero y popular que arranque de suspender los pagos de la deuda externa, rompa con el FMI y destine todos los recursos a resolver las más urgentes necesidades de salarios y jubilaciones dignas, trabajo genuino, salud, educación y vivienda.
Desde Izquierda Socialista estamos convencidos de que hay que resolver el problema de fondo, construir una nueva alternativa política, porque el peronismo, como explicamos más arriba, ya no va más. Es incapaz de resolver ninguno de los problemas del pueblo trabajador. Esta es la salida de fondo que venimos planteando desde el Frente de Izquierda Unidad, llamando a impulsar una fórmula presidencial única para las elecciones del año que viene, por un gobierno de las y los trabajadores y una Argentina socialista.