Escribe José Castillo, candidato a legislador porteño por Izquierda Socialista/FIT Unidad
El gobierno peronista de Alberto y Cristina, a través de su superministro de Economía y a la vez candidato presidencial Sergio Massa, devaluó la moneda en un 22% un día después de las elecciones. Las consecuencias son más inflación y pulverización de salarios, jubilaciones y partidas sociales.
Apenas pocas horas después de las elecciones, el candidato presidencial Sergio Massa, en su rol de ministro de Economía, borró con el codo todo su discurso mentiroso sobre “defender los derechos del pueblo trabajador”. A las 9 de la mañana del lunes anunció una feroz devaluación del peso (22%) que llevó la cotización del dólar oficial a 350. Por supuesto que al instante lo acompañaron en el salto todos los “otros dólares” habidos y por haber (Blue, MEP, Contado con Liqui, etcétera) que en pocas horas se acercaron a los 700 pesos, y al día siguiente ya rondaban los 730.
Una exigencia del FMI
¿Porqué Sergio Massa, que venía de hacer la elección más baja de la historia del peronismo, se pega un tiro en el pie como candidato, haciendo un día después de las elecciones lo que juró y perjuró que no iba a hacer: devaluar la moneda? La respuesta es simple, se trata de una exigencia explícita del FMI, sin la cual se caía el acuerdo atado con alambre al que se había llegado a fines de julio.
Recordemos que, en ese momento, se anunció, con tres meses demora, que se había llegado a una renegociación con el Fondo por el que este enviaría 7.500 millones de dólares, que servirían para devolver lo que Argentina ya había pagado al mismo FMI con plata del swap de China, con un préstamo de la Corporación Andina de Fomento (CAF) y con otro del gobierno de Qatar. Anunciado ese acuerdo, el gobierno peronista ya había lanzado una devaluación encubierta, que repercutió en todos los precios. Se calculaba que la inflación de agosto, por todo esto, subiría al menos de 7 al 9%.
Pero al FMI no le alcanzó. No envió la plata acordada y “se fue de vacaciones”, dejando la firma de la renegociación por parte del Directorio (Board) para una eventual reunión en la segunda quincena de agosto. Dejó correr rumores de que exigía una devaluación mayor y que, si no se llevaba adelante, peligraba el desembolso de los 7.500 millones de dólares. Esto es exactamente lo que Massa está cumpliendo con la presente devaluación.
¿Cuáles son las consecuencias para el pueblo trabajador?
Casi automáticamente se están viendo las consecuencias de cumplir con esta exigencia del Fondo. Aumentaron todos los precios; algunos productos incluso desaparecieron de las góndolas a la espera de las nuevas listas. Los cálculos son terribles, ya que se espera que la inflación de agosto termine entre 12 y 14%; y que en septiembre suceda otro tanto.
Por supuesto, tras la devaluación el Banco Central decretó una suba de las tasas de interés, para garantizar sus ganancias a los bancos, encareciendo el crédito popular. Y, al mismo tiempo, ya se anuncian subas de tarifas de servicios públicos y de los precios de los combustibles.
En concreto, una vez más, el ajuste lo pagarán las y los trabajadores, jubilados, los que perciben planes sociales y, en general el conjunto de las partidas de salud y educación, que se verán fuertemente reducidas en términos de poder de compra.
Todos los candidatos patronales al servicio del ajuste del Fondo Monetario
Este mayor ajuste por sobre el que ya venía realizándose tiene un único objetivo: llegar a octubre. Luego, gane quien gane, vendrá la verdadera “renegociación”. Quedaron cinco candidaturas para las elecciones de octubre. Cuatro de ellas (el oficialismo de Massa, y los opositores Milei, Bullrich y Schiaretti) están 100% de acuerdo en seguir priorizando los pagos de deuda externa y el sometimiento al FMI. El propio Fondo ya contactó a los candidatos patronales opositores. Incluso Milei dijo que no tendría problema con el Fondo porque él plantea “un ajuste más grande que el exigido por el FMI”.
Sólo el Frente de Izquierda Unidad plantea algo diferente, romper con los lazos políticos y económicos que nos atan al FMI y suspender inmediatamente los pagos de deuda externa, para volcar todos esos recursos a la solución de las más urgentes necesidades populares: salarios y jubilaciones dignas, trabajo genuino y plata para salud, educación y vivienda.