Escribe Adolfo Santos
“El estado de Israel es la institucionalización del hecho colonial […] Es el instrumento (armado hasta los dientes por el imperialismo) que tiene como fin mantener esa situación colonial y retribuir servicios al imperialismo actuando como gendarme contra los movimientos revolucionarios o simplemente nacionalistas del mundo árabe”*
A 75 años de la instauración del estado de Israel, solo restan jirones de lo que fue Palestina. Ni siquiera la Franja de Gaza o Cisjordania pueden ser considerados territorios libres destinados a los palestinos. Rodeados por muros y alambres de púas, esos espacios son verdaderos campos de concentración controlados por el ejército sionista donde viven en condiciones inhumanas millones de palestinos, prisioneros en su propia tierra. La voracidad sionista, con la complicidad de los gobiernos capitalistas del mundo, ha ido avanzando en la ocupación a costa de un verdadero genocidio.
En estos días los ojos están puestos en la pequeña Franja de Gaza. Sin embargo, Cisjordania, situada entre las márgenes del Río Jordán y el Mar Muerto, aunque formalmente es administrada por la Autoridad Nacional Palestina (ANP), está ocupada y bajo control militar de Israel desde 1967, después de la “guerra de los seis días”. Con un siniestro plan de anexión total, el gobierno de Netanyahu dividió los 5.800 kilómetros cuadrados en tres áreas sometiendo a los casi tres millones de palestinos que ahí habitan a un régimen de completa opresión. Un tercio de ellos viven en los diecinueve campamentos de refugiados organizados por Naciones Unidas.
Un apartheid del siglo XXI
En 2020, un grupo de cincuenta expertos sobre derechos humanos consultados por la ONU, llegaron a la conclusión que la iniciativa sionista configuraba “una visión del apartheid en el siglo XXI”. No es para menos. El 60% del territorio cisjordano está bajo ocupación israelí, un área minoritaria distribuida en pequeñas parcelas o ghettos dispersos a lo largo del territorio, está bajo control de la Autoridad Palestina y la parte restante es de administración mixta, (ver mapa). Sobre ese diseño ideado por el sionismo para un mejor control, se ha ido avanzando en la colonización. De unas pocas centenas de habitantes judíos en 1967, hoy ya son más de 500 mil colonos organizados en 150 asentamientos.
Esta anexión, que ha sido condenada varias veces por la ONU, no para y se hace con una violencia creciente. Encerrados por un muro que recorre varios cientos de kilómetros separando Cisjordania de Israel, la población civil palestina sufre sistemáticos ataques y agresiones humillantes. El ejército sionista desarrolla una represión permanente con controles y detenciones que muchas veces terminan en muertes. Además, para avanzar en la colonización y facilitar los asentamientos, demuelen las casas de los palestinos con topadoras bajo la excusa de que no han solicitado permisos de construcción. Un pretexto siniestro, ya que a quienes los solicitan se los niegan.
Y los “colonos” judíos, fuertemente armados por el gobierno de Israel, constituyen verdaderas milicias parapoliciales que se encargan de amenazar, quemar vehículos y propiedades y asesinar palestinos indefensos. Hasta los primeros días del mes de octubre de este año, además de los daños materiales, entre el ejército y las milicias asesinaron 190 civiles como parte de un plan de extender el terror y expulsar más palestinos de sus tierras, según denuncia la organización de derechos humanos israelí Yesh Din.
En este marco de opresión, los palestinos organizan su resistencia. Una resistencia permanente que ha tenido sus principales picos con las Intifadas, iniciadas en 1987 y repetidas en 2000 y 2005 y que apoyamos incondicionalmente. En enero de 1937, más de diez años antes de la existencia de Israel, respondiendo a una pregunta de la Agencia Telegráfica Judía, León Trotsky afirmaba: “Los hechos de cada día demuestran que el sionismo es incapaz de resolver la cuestión judía. El conflicto entre judíos y árabes en Palestina, adquiere un carácter cada vez más trágico y amenazador”, Trotsky tenía razón. No hay salida con el estado de apartheid sionista. La salida es una Palestina única para palestinos y judíos, democrática, laica y no racista.
*Del libro Palestina, historia de una colonización. Ediciones El Socialista