Javier Milei está viviendo su “veranito financiero”. Gracias a los privilegios que les dio a quienes fugaron y evadieron por décadas, logró recaudar 23.000 millones de dólares, que alimentaron los negocios de los especuladores de la bolsa de valores, los bancos y achicaron provisoriamente la brecha entre el dólar oficial y los paralelos. Todo ello fue festejado por el establishment económico nacional e internacional, como se vio en las reuniones del gobierno en el exterior de estas semanas. Los pulpos acreedores ven más certeza de cobrar sus próximos vencimientos que son millonarios, por eso aumenta su “confianza”.
Del otro lado de esta euforia de los ricos, está la realidad del pueblo trabajador y sectores populares. Los salarios siguen sin alcanzar a cubrir lo mínimo indispensable, las jubilaciones continúan en niveles de indigencia, la desocupación aumenta, la pobreza y la indigencia también crecen.
¿Por qué, pese a que sigue creciendo la bronca popular ante el ajuste, e incluso a que durante este año se dieron grandes luchas y gigantescas movilizaciones, Milei logró hacer pasar partes sustanciales de su plan motosierra? La respuesta, lamentablemente, es clarísima: porque desde mayo la burocracia de la CGT le tendió una tregua al gobierno. Así dejó aisladas las luchas. Por eso pasaron la Ley Bases primero, y luego el oficialismo logró avanzar con los vetos a la recomposición jubilatoria y al financiamiento universitario. No hubo paro general ante la inmensa lucha universitaria, pero tampoco ante la larga lucha de los aeronáuticos ni ante ninguno de los conflictos. La presencia de las columnas de la CGT en las más importantes marchas, cuando estuvieron, fue meramente formal.
Desde el sindicalismo combativo y la izquierda, hace meses que denunciamos este hecho y reclamamos que terminen con la tregua. Pero ahora, la burocracia cegetista directamente ha explicitado esta alianza. Desmintiendo primero cualquier posibilidad de medida de fuerza, aunque sea acotada, como la que venía anunciando Pablo Moyano. Festejando que Milei “llame al diálogo” en una mesa tripartita gobierno-patronales-burocracia y diciendo que la situación “está mejorando”.
Esta mayor complicidad de la burocracia cegetista ha profundizado la crisis en la cúpula de la central obrera, provocando la renuncia de Pablo Moyano. Que no es la primera, ya que anteriormente también se había dado la de Mario Manrique, del Smata, a la secretaría gremial. Otros referentes kirchneristas, como Sergio Palazzo (bancarios) o Abel Furlán (UOM), sin embargo, permanecen en sus cargos en la conducción de la CGT. Del mismo modo que Hugo Moyano ratificó la continuidad de la presencia de Camioneros en la conducción de la CGT, reemplazando con otro dirigente de su sindicato a su hijo Pablo.
Sería un error analizar la profundización de la tregua de la burocracia cegetista y la crisis que produjo, aisladamente de la situación del peronismo. Que hoy, ya bajo la conducción formal del PJ en manos de Cristina, se juega centralmente al desgaste de la figura de Milei canalizando electoralmente la bronca el año próximo, mientras no da un solo paso para enfrentar el ajuste en curso. La “agenda” política del peronismo recorre las chicanas, con idas y vueltas, en el Congreso, o los actos de Cristina Fernández donde lo prioritario es su victimización ante la quita a su jubilación de privilegio o sus causas judiciales.
Ante esta realidad, miles y miles de compañeras y compañeros se preguntan qué hacer. ¿A dónde va Pablo Moyano con su renuncia? Es correcto reclamarle a los dirigentes de la CGT que salgan a pelear contra el gobierno. Y que hay que construir un plan de lucha y concretarlo en la acción, porque la base ha demostrado que cuando se es consecuente, responde, como se vio en los distintos paros y movilizaciones de este año. Sin embargo, en vez de recurrir a la base para dar esa batalla, Pablo Moyano prioriza la recomposición del peronismo con su actual política, y más candidatos sindicales en las listas del 2025, como lo expresó en sus declaraciones.
Queremos ser absolutamente claros: el peronismo, principal fuerza patronal opositora, no es la salida para enfrentar el feroz ajuste que sigue llevando adelante el gobierno ultraderechista de Milei. Nosotros, desde Izquierda Socialista y el Frente de Izquierda Unidad, conjuntamente con nuestras compañeras y compañeros de la Corriente Sindical A Luchar y el resto del sindicalismo combativo, estamos convencidos que la pelea hay que darla ahora. Apoyando todas y cada una de las luchas en curso, buscando coordinarlas y fortalecerlas para que triunfen, planteando la más amplia unidad de acción, con absolutamente todos los que quieran salir a dar la pelea. Y al mismo tiempo, exigiendo a la burocracia de la CGT que rompa la tregua y llame a un nuevo paro nacional y un plan de lucha. En este sentido es que, de concretarse en los próximos días, llamamos a participar de las acciones convocadas por las CTA, los movimientos sociales y otros sectores para el 5 de diciembre, concurriendo con una columna independiente.
Pero también sabemos que está planteada la lucha política. Porque Milei pasa su ajuste diciendo que “no hay otra salida” y muchos gobernadores, incluso del propio peronismo, también colaboran de hecho ajustando en sus propias provincias. Es que todos, como lo confesó recientemente la propia Cristina, son defensores del “capitalismo”, que en nuestro país quiere decir partidarios de reconocer y seguir pagando la deuda externa y acordar con el FMI, como hizo el propio peronismo cuando estuvo en el gobierno.
El Frente de Izquierda Unidad, por el contrario, postula la necesidad de un programa alternativo, de emergencia, obrero y popular, denunciando que sí hay plata, al revés de lo que dice Milei, y que ésta se puede obtener única y exclusivamente si dejamos de pagar la deuda externa, rompemos con el FMI y ponemos todos esos recursos al servicio de que haya salarios dignos, empleo genuino, salud, educación y vivienda.