Escribe Mercedes Trimarchi, diputada Izquierda Socialista/FIT Unidad CABA
Hace una década surgió un grito colectivo: #NiUnaMenos. En las inmediaciones del Congreso, el 3 de junio de 2015, miles nos movilizamos para decir: ¡Paren de matarnos! Así comenzaba un movimiento de lucha masivo protagonizado por mujeres que buscaba visibilizar la violencia de género producto de una sociedad desigual capitalista y patriarcal.
El detonante fue el femicidio de Chiara Pérez, una adolescente de 16 años, oriunda de la localidad de Rufino, Santa Fe. Ella estaba embarazada y su novio, Manuel Mansilla, la mató y la enterró en el patio de su casa. Un día después, la periodista Marcela Ojeda, conmovida por el hecho escribió en su cuenta de Twitter: “¿No vamos a levantar la voz? Nos están matando”. La retuitea la escritora y periodista, Florencia Etcheves quien con una decena de periodistas mujeres llaman a concentrarse frente al Congreso el 3 de junio. En esa jornada histórica se leyó un documento en el que se sintetizaron reclamos como la exigencia de presupuesto para la Ley de erradicación de la violencia hacia las mujeres que había sido sancionada en 2009 y la necesidad de que haya un registro oficial de los femicidios. El texto fue leído por la historietista Maitena, la actriz Érica Rivas y el actor Juan Minujín frente a una multitud de personas que se acercaron a decir #NiUnaMenos.
Una década de luchas contra la violencia de género
Aquel 3 de junio de 2015 fue un hito para la historia de la lucha feminista en nuestro país. Allí comenzó a visibilizarse masivamente la particularidad de la violencia hacia las mujeres, que no es solamente física sino también económica, simbólica, psicológica y sexual. También a reconocerse la figura del femicidio, hasta el momento nombrado sólo por el activismo: cuando un varón mata a una mujer por el hecho de ser mujer. Esa potestad de los hombres con base en el patriarcado, un sistema de jerarquías milenario que establece el dominio masculino sobre las mujeres y disidencias sexuales.
A partir de ese momento, nuestros reclamos contra la violencia machista y por nuestros derechos contra las desigualdades de género comienzan a tener mayor visibilidad. El #NiUnaMenos trasciende fronteras y Latinoamérica se pinta de violeta. Son los años de los Paros Internacionales de Mujeres, de las asambleas feministas, de los pañuelazos y de la #MareaVerde por el derecho al aborto. Así entramos a surfear la cuarta ola de luchas feministas en nuestro país. A nivel global, se dieron grandes movilizaciones protagonizadas por mujeres. En Estados Unidos contra la misoginia de Donald Trump (Women’s march) y el movimiento #MeToo (Yo También) contra los abusos sexuales de reconocidos actores y magnates de la industria cinematográfica como Harvey Weinstein. En el Estado español, el paradigmático caso de “La Manada” conmovió al país. Un grupo de cinco jovenes que se filmaron violando en grupo a una chica durante las fiestas de San Fermín, que fueron condenados por abuso sexual y no por violación despertó la indignación de miles que salieron a las calles bajo el lema “No es abuso, es violación” que obligó a revertir el fallo de la justicia y más tarde a cambiar las leyes españolas.
En Argentina, con la movilización además de la condena social a la violencia machista, se lograron algunos cambios legislativos y programas específicos de atención a estas problemáticas. Por ejemplo, la oficina de la mujer de la Corte Suprema de Justicia (CSJ) comenzó a contabilizar los femicidios a través de un registro oficial que antes eran realizadas solo por organizaciones civiles. En 2016 se publicó una Guía para el tratamiento mediático responsable de casos de violencia contra las mujeres con una serie de recomendaciones para comunicar en los medios estos hechos. Se incorporaron contenidos ligados a la violencia de género y a los noviazgos violentos en la Educación Sexual Integral (ESI). Se elaboraron protocolos para abordar situaciones de violencia de género dentro de las instituciones educativas y sindicatos. En 2018 se sancionó la Ley Brisa, que establece un régimen de reparación económica para hijas e hijos de víctimas de femicidios, y la Ley Micaela, para capacitar obligatoriamente en temáticas de género a todas las personas que se desempeñen en la función pública. Por primera vez, en 2018, se trató en el Congreso el proyecto de Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo impulsado por la Campaña nacional por el derecho al aborto que fue aprobado dos años después. Junto a una decena de programas dependientes del ex Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad de ayuda económica a las víctimas de violencia de género que ya eran insuficientes en su momento pero que con la llegada de la ultraderecha al poder, fueron directamente eliminados por la motosierra de Javier Milei (ver "Milei eliminó trece programas destinados a mujeres y disidencias sexuales").
La lucha actual contra la embestida conservadora y la reacción patriarcal
La pandemia produce un impasse en las luchas a escala global y luego, con el triunfo electoral de la ultraderecha como Donald Trump en Estados Unidos, el crecimiento de Vox en el Estado español o la llegada a la presidencia de Milei en Argentina, la reacción patriarcal comienza una embestida contra los derechos ganados con la movilización. Por ejemplo, este año con la falta de reconocimiento de las identidades trans en Estados Unidos luego del discurso inaugural de Trump y la definición de la justicia británica que excluye a las mujeres trans con un criterio meramente biologicista. El discurso de Milei en Davos contra mujeres y disidencias sexuales se inscribe en ese marco.
Desde Isadora y Disidencias en Lucha apostamos a la movilización para enfrentar los ataques de los gobiernos y de los sectores conservadores contra nuestros derechos. Por eso fuimos parte del 1F en nuestro país con la masiva marcha del orgullo antifascista y atirracista. Como también del 8M y de todas las jornadas del calendario feminista que como el 3 de junio visibilizan las opresiones que sufrimos las mujeres y disidencias sexuales en esta sociedad capitalista y patriarcal. A diez años de aquella jornada histórica seguimos luchando contra todo tipo de violencia de género y seguimos gritando #NiUnaMenos, los gobiernos son responsables.