Jul 21, 2024 Last Updated 5:23 PM, Jul 20, 2024

Izquierda Socialista

Escribe Guido Poletti

A nuestro país siempre “le faltan dólares”, incluso cuando los precios de los productos que exportamos son altos. Muchas veces el saldo de la balanza comercial (las exportaciones menos las importaciones) es positivo. Eso sucederá este año, a pesar incluso de que las importaciones crecieron muchísimo producto de los altos precios de los barcos de gasoil.

¿Por qué entonces no alcanzan? La respuesta es simple: porque todos esos dólares (y muchos más) se terminan yendo por el barril sin fondo de los pagos de deuda y la fuga de capitales.

Desde que asumió el Frente de Todos, a  fines de 2019, se pagaron en concepto de diferentes tipos de vencimientos de deuda más de 15.000 millones de dólares. Se le pagó tanto al FMI como a los acreedores privados. Con respecto al Fondo, se abonaron religiosamente todos los vencimientos hasta la firma del acuerdo en marzo pasado. A partir de ese momento, cada uno de los dólares que nos envía el organismo según lo pactado, a cambio de un fuerte ajuste, corresponde a los vencimientos que hay que pagar. O sea, entra por una puerta y sale por la misma, casi automáticamente.

En relación con los acreedores privados, se nos había vendido en agosto de 2020, cuando se firmó el canje con los bonistas, que eso solucionaba el problema de los vencimientos. Era una vulgar mentira: ya desde el año pasado estamos pagando cuotas, como la que abonamos este 9 de julio por 690 millones de dólares.

A todo esto se suma que la inmensa bola de deuda en pesos, en bonos emitidos por la Tesorería o Letras del Banco Central (las famosas Leliq), vence casi constantemente. El gobierno busca desesperadamente renovarla a costa de ofrecer cada vez mayores intereses, generando una bicicleta financiera infernal a favor de los especuladores financieros, encareciendo de rebote el crédito para el consumo popular. Cuando aún así no lo logra, como pasó en los últimos dos meses, estos cobran esos bonos o letras en pesos e inmediatamente salen a comprar dólares. Si a esto le sumamos la fuga “legal” de aquellas empresas o individuos ricos que compran dólar Contado con Liquidación (CCL), que en la práctica es adquirir un bono nominado en dólares pagándolo  en pesos e inmediatamente venderlo en el exterior en dólares, quedándose con la divisa depositada en una cuenta en el extranjero, más todas las fugas de capitales ilegales que pueden existir, no hay cantidad de divisas que alcance.

Esto no se resuelve con mayores exportaciones (la “fabrica de dólares” que promete Massa, en la práctica un eufemismo para darle más privilegios  a los monopolios agroexportadores, gasífero-petroleros o mineros). Mucho menos con nuevos créditos que aumenten la bola de nieve sin fin de nuestra deuda externa.

Por eso insistimos en que hay que suspender de inmediato todos los pagos de deuda externa y romper con el FMI. Estas medidas, junto con la nacionalización de la banca para terminar con la bicicleta financiera y la fuga de capitales, son las únicas que terminarán con este agujero negro que constantemente, nos amenaza con dejarnos sin reservas de divisas.

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Escribe José Castillo

Ya se lo reconoce públicamente: hay 14.000 millones de dólares de la cosecha de soja sin liquidar, “guardados” en silobolsas. Desde ahí, los monopolios agroexportadores y los grandes productores exigen una mayor devaluación, baja de retenciones y más privilegios para mantener sus superganancias. Eso es lo que el gobierno del Frente de Todos, ahora con Massa como superministro, se apresta a concederles.

¿Quiénes son esos especuladores? Se los suele denominar genéricamente como “el campo”. Sin embargo, esta denominación esconde una realidad mucho más compleja. Veamos.

Los monopolios agroexportadores

Ocho grandes empresas concentran el 84% de las ventas al exterior del complejo sojero (y son el 40% del total de las exportaciones argentinas). Ellas son lo que se conoce como el complejo ABCD, las cuatro más grandes exportadoras del mundo: las yanquis ADM, Bunge y Cargill y la francesa Dreyfuss, la anglo-suiza Glencore (que actúa bajo el nombre de Viterra Argentina, que absorbió a las argentinas Oleaginosa Moreno y más recientemente se está quedando con todos los activos y negocios de Vicentín), la china Cofco (que también recientemente compró las acciones de Nidera y Noble Group), a las que se le suman dos argentinas (Aceitera General Deheza) y ACA (Asociación de Cooperativas Argentinas, vinculada a Coninagro, una de los cuatro patas de la mesa de enlace).

Estos son los grandes acopiadores, que le compran la cosecha a los productores definiendo los plazos a los que les pagan, y en muchos casos trasladando a ellos los pagos de impuestos (retenciones). Estas grandes empresas son,  a la vez, las que llevan adelante la mayoría de las maniobras especulativas de subfacturación de exportaciones, contrabando y evasión impositiva. Son ellas, con su capacidad y tamaño, las que tienen más posibilidades de acopiar y definir plazos de venta e ingreso de dólares al país.

Grandes terratenientes y pequeños productores

Si nos referimos ahora al mundo de los productores, ahí también tenemos realidades muy distintas. Que van desde grandes terratenientes que tienen capacidad para guardar las cosechas en sus campos y también especular hasta pequeños productores a los que solo les queda venderla desesperadamente para obtener los pesos y sobrevivir.

El último Censo Agropecuario es de 2018. El 1% de las explotaciones agropecuarias concentran el 36% de la tierra. En el otro extremo, el 55% de las chacras tienen apenas el 2% de la tierra. En treinta años desaparecieron el 41% de las explotaciones agropecuarias y se acentuó la concentración de la tierra. Solo entre 2002 y 2018 desaparecieron 82.652 explotaciones agropecuarias.

En total existen 206 millones de hectáreas y 250.881 explotaciones. El 1,8% de las fincas (2.473) concentran el 36,4% de la tierra (57 millones de hectáreas). Se trata de las propiedades de más de 10.000 hectáreas. En el otro extremo, las chacras pequeñas (menos de 100 hectáreas) son 15.023 y tienen el 2,25% de la tierra (3,6 millones de hectáreas).   

Los quince mayores grupos de siembra del país, que suman 1,6 millones de hectáreas, son: Mariano Bosch (Adecoagro, 210.000 hectáreas), Roberto Urquía (Aceitera General Deheza, 200.000 hectáreas), Lartirigoyen y Cía (Grupo Glencore, 150.000), Manuel Santos Uribelarrea Balcarce (MSU, 140.000 hectáreas), Eduardo Elzstain (Cresud, 132.000 hectáreas), Grupo Duhau (120.000 hectáreas), Grupo Andreoli (100.000 hectáreas), Gustavo Grobocopatel (Los Grobo, 99.000 hectáreas), Grupo Boehler (80.000 hectáreas), Markus Kahlbetzer (Liag Argentina, 79.000 hectáreas), Grupo Río Seco (65.000 hectáreas), Rafael Aliaga (Man Agro, 60.000 hectáreas), Daniel Cavigliasso (Maniagro, 60.000 hectáreas), Carlos Reyes Terrabusi (Virreyes Agropecuaria, 50.000 hectáreas) y Santiago Casares (Casenave y Asociados, 50.000 hectáreas). A ello debemos agregarle la presencia, sobre todo en la Patagonia, y por lo tanto fuera de la zona sojera, de varios empresarios extranjeros propietarios de millones de hectáreas, como los casos paradigmáticos de Joseph Lewis o de las estancias de Benetton.

Hay que sumar también los pooles de siembra. Se trata de especuladores financieros que arriendan tierras exclusivamente para una cosecha (cuando el precio de la soja está alto) y luego especulan con las toneladas cosechadas.

¿Qué hacer?

La salida inmediata requiere nacionalizar el comercio exterior, para terminar con las maniobras especulativas, por un lado, y para que sea el estado quien se haga de los dólares exportados en forma directa y así pueda aplicarlos planificadamente en un plan económico al servicio de resolver las necesidades populares.

Pero la estructura de propiedad de la tierra que hemos explicado brevemente nos demuestra que la salida de fondo requiere de una profunda reforma agraria, con la expropiación de los grandes terratenientes (empezando por las millones de hectáreas en manos de capitales extranjeros), y el apoyo con créditos blandos, subsidios, formación a través del INTA y precios sostén a los precios productores, a las cooperativas y a la agricultura familiar.

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Escribe Juan Carlos Giordano, diputado nacional electo Izquierda Socialista/FIT Unidad
 
El peronismo del Frente de Todos nos llevó a un verdadero desastre en estos casi tres años de gobierno. Pidió el voto para combatir los males de Macri y pactó más sometimiento y entrega con el FMI. De esto son responsables los tres sectores representados por Alberto Fernández, Cristina Kirchner y Sergio Massa. Miles de adherentes peronistas se preguntan: ¿hay que seguir apostando al peronismo o ya se agotó y llegó la hora de cambiar por la izquierda?
 
A la actual debacle política y económica la está llevando a cabo el gobierno peronista del Frente de Todos. Esta es la cruda realidad. Un peronismo que se postuló como “salvador” ante las crisis de gobiernos anteriores y ahora no puede mostrar ningún índice social favorable. Al contrario, crecen la pobreza, la indigencia y la desigualdad social. Esto está generando otra gran desilusión en cadena de sus seguidores. Desilución que también incluye a Cristina Kirchner, a quien se la empieza a ver como responsable de lo que está ocurriendo. Cristina y el peronismo kirchnerista intentan despegarse del mismo gobierno del que son parte y construyeron eligiendo a Alberto Fernández como presidente. Ahora pactan con Massa para que sea el “superministro” que comande el mayor ajuste que reclama el FMI. Todo esto llevó a que el Frente de Todos perdiera cinco millones de votos en las elecciones pasadas, de los cuales una franja lo hizo por el Frente de Izquierda Unidad.

Una compañera peronista me dijo en estos días “llegó la hora de no tragarse más sapos, para mi Massa era un límite”. Massa comandó la votación del acuerdo con el Fondo en el Congreso tejiendo alianzas con el macrismo, cuando se le decía a la base peronista que “había que terminar con la herencia de Macri”.
 
El capitalismo y el peronismo “te quitan”

El Frente de Todos vino usando discursos tipo “le declaramos la guerra a la inflación” o “no me van a torcer el brazo” como dijo Alberto Fernández. Pero ya sabemos dónde terminan, no haciendo nada contra los formadores de precios y beneficiando con un dólar diferencial a los oligarcas y grandes exportadores de alimentos y cereales.

El peronismo se ha transformado en un vehículo de las ganancias capitalistas. No podría ser de otra manera. La propia Cristina viene diciendo que “el capitalismo es un sistema eficiente”, cuando el capitalismo es hambre, inflación, pobreza, desigualdad social y calentamiento global en el mundo y en Argentina. No hay ningún país imperialista o capitalista en el cual no haya inflación, bajos salarios y saqueo explotador. Unas 2.500 millones de personas en el mundo han quedado bajo la inseguridad alimentaria mientras los pulpos alimenticios hicieron 382.000 millones de dólares de ganancias en los últimos dos años. Firmas que se la llevan en pala en otros países y acá con el beneplácito del gobierno, entre ellas Cargill, la china Cofco, la Ford, VW, General Motors, Chevrón, la Barrick, los grandes bancos y tantas otras.

Hoy el capitalismo “te quita” y el peronismo gobierna quitándoles a los trabajadores. Hay un dato revelado en estos días por una fuente ligada a la oficialista CTA Yasky diciendo que “entre 2016 y 2021 los asalariados perdieron 7,7 billones de pesos, el equivalente a 70.000 millones de dólares a diciembre de 2021” (Centro Cifra, Página12, 30/07). Una millonaria transferencia de ingresos desde los bolsillos de los trabajadores hacia las grandes patronales en tres años de gobierno de Macri y dos del Frente de Todos. Una “redistribución de la riqueza” al revés.  
 
¿Y las tres banderas?

El peronismo en sus orígenes enarboló las banderas de la justicia social, soberanía política e independencia económica. Era el peronismo del siglo pasado, donde se lograron importantes conquistas sociales por circunstancias económicas excepcionales que no volverán. Hoy en pleno siglo XXI el peronismo es sinónimo de lo opuesto. Por eso muchos de quienes provienen de ese tronco dicen “el peronismo se terminó con la muerte de Perón”. No hay que olvidarse que fue el peronismo menemista de los años ‘90 el que entregó todas las empresas del Estado con las privatizaciones en nombre del “salariazo y la revolución productiva”. Eso fue peronismo, no “neoliberalismo” como dicen ahora desde el Frente de Todos para despegarse de esos años de entrega y sometimiento.

No hay forma de que aquellas banderas se logren bajo un gobierno patronal y tradicional más, como lo demuestra el actual Frente de Todos. Solo nos liberaremos conquistando una Segunda Independencia del FMI y del imperialismo. Nacionalizando la banca y el comercio exterior. Reestatizando las privatizadas para recuperar el patrimonio nacional. Medidas de fondo que son indispensables, necesarias y fundamentales, las cuales vendrán de un gobierno de las y los trabajadores y una Argentina socialista. Por eso sostenemos que hay que superar al peronismo por izquierda, postulando la única alternativa de los trabajadores, las mujeres y la juventud y de la unidad de la izquierda que hemos conquistado con el Frente de Izquierda Unidad. Te invitamos a sumarte a Izquierda Socialista para fortalecer ese camino.

Escribe Gabriel Schwerdt

Desde hace unos meses las luchas vienen creciendo en todo el país. Es el resultado del repudio a la inflación galopante que se sigue comiendo los ya bajos salarios y de un gran descontento con el gobierno. Son miles los que ya no tienen expectativas en el gobierno. Muchos incluso dicen que el peronismo ya no va más. A estos miles de luchadores queremos llegar con una propuesta para coordinar las luchas en curso y las que vendrán, que seguramente serán muchas y cada vez más fuertes porque el ajuste que necesitan hacer pasar también lo es. Coordinación que tiene que tener también un programa de salida a la crisis, pero desde los intereses de los trabajadores y la izquierda.

Estos dos requisitos los cumple sobradamente el espacio de Parque Lezama, que surgió a iniciativa del FIT Unidad convocando a muchas organizaciones políticas, sindicales y sociales combativas. Hicimos tres masivas movilizaciones nacionales contra el acuerdo con el FMI con declaraciones políticas que fueron muy correctas. Creemos que este espacio tiene que seguir funcionando, es la gran instancia de coordinación que desde la izquierda podemos ofrecer a los miles de luchadores y a las distintas organizaciones combativas que hay en el país. La coordinación de las luchas puede potenciar también los reclamos por sector. Y tiene que ser amplia con todos aquellos que se quieran sumar bajo esta perspectiva. Por eso en el espacio de Parque Lezama confluimos, además de las organizaciones de izquierda, los sindicatos y comisiones internas combativas y las organizaciones piqueteras que no están con el gobierno. También participan sectores juveniles combativos.

El espacio de coordinación de Lezama levanta un plan económico alternativo partiendo de la ruptura con el FMI y el no pago de la deuda, opuesto al actual y por supuesto a lo que proponen Juntos por el Cambio o Milei. Se pronuncia por la exigencia de paro y plan de lucha ante la CGT y las CTA. Llamamos a fortalecer este espacio para que se postule ante los nuevos desafíos que se avecinan como referencia para las y los luchadores.

Esta es la coordinación que hay que profundizar para que las luchas tengan mayores posibilidades de triunfar en sus reclamos particulares y contra el ajuste general que sufrimos. Por eso es urgente que volvamos a convocar a un gran plenario del espacio del Parque Lezama.

En primer lugar hacemos este llamado a los partidos con los que conformamos el FIT Unidad, ya que  lamentablemente no se hacen eco de esta propuesta que ya llevamos a la mesa nacional. Como ya lo explicamos (ver El Socialista Nº 540) PO propone un “nuevo movimiento popular con banderas socialistas” que no sirve para la actual situación de crisis que vive el país. Por otro lado, los compañeros del PTS y el MST hace unos días se están centrando en la propuesta de que se convoque a una Asamblea Constituyente Libre y Soberana, que no es otra cosa que pedir que se adelanten las elecciones. Creemos que la situación pone en primer lugar la necesidad de que las luchas se coordinen para, que estemos en mejores condiciones de frenar el ajuste y para que se fortalezca una salida de izquierda para el país.

Esta es una de las grandes tareas del momento, por eso llamamos a todas las organizaciones con las que venimos discutiendo en el espacio de coordinación de  Lezama, y en especial a las que son del FIT Unidad, para que rápidamente podamos reunirnos y discutir nuevas acciones.

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Escribe Claudio Funes

La Unidad Piquetera continúa con su plan de lucha. El pasado 28 de julio volvieron a movilizarse y llevaron sus reclamos a la Plaza de Mayo.

Miles volvieron a exigir la apertura de los planes Potenciar Trabajo, el aumento del ingreso, la creación de trabajo genuino y el pago de un bono de 20.000 pesos a jubiladas y jubilados que cobran la mínima, a monotributistas A y B y a los que cobran un Potenciar Trabajo. También se concentraron en el Ministerio de Trabajo para reclamar la apertura de la discusión del Salario Mínimo Vital y Móvil. Todas exigencias que la burocracia peronista de la CGT y las CTA callan. En el Ministerio de Desarrollo Social cuestionaron el incumplimiento en los programas y proyectos presentados al ministro Juan Zabaleta. Con Guzmán primero, fugazmente con Batakis y ahora con Massa el ajuste exigido por Fondo Monetario se continúa aplicando por parte del gobierno peronista del Frente de Todos.

Pero el otorgamiento de un bono de 11.000 pesos destinado a los beneficiarios del programa Potenciar Trabajo, aunque insuficiente, es un logro del movimiento piquetero combativo contra el ajuste que muestra que la lucha es el camino.

Desde Izquierda Socialista nos hicimos presentes con una delegación encabezada por el diputado electo Juan Carlos Giordano y la diputada electa Mónica Schlotthauer para seguir apoyando sus reclamos.

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