Jul 20, 2024 Last Updated 5:23 PM, Jul 20, 2024

Izquierda Socialista

Redacción de Izquierda Socialista y de El Socialista

Ahed Tamimi tiene 16 años. Está presa en una cárcel israelí por haber reaccionado abofeteando a un soldado sionista luego de que éste diparara contra su primo de 14 años en la cara, en el patio de su casa, en Nabi Saleh, cerca de Ramala (Cisjordania). Un tribunal israelí la acusó de doce delitos -entre ellos tirar piedras a soldados- que sumarían condenas al punto de igualar a una cadena perpetua. Intentan condenarla sin pruebas.

Hoy Ahed se ha convertido en un ícono de la resistencia palestina contra el gobierno sionista de Israel que pretende aniquilar a este pueblo en sus tierras. Pero caso no es aislado. Actualmente existen más de 6.500 detenidos por el gobierno israelí, incluidos centenares de niños.
El reclamo por la liberación de la joven Tamimi se suma a la lucha global para terminar con el Estado enclave de Israel y lograr un Estado único, laico, democrático y no racista en Palestina, con derecho al retorno de las familias palestinas expulsadas desde 1948. Nos sumamos a ese inmenso movimiento mundial y llamamos a acrecentar las expresiones de solidaridad internacional con todos los presos palestinos.

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El 8M se viene preparando como una gran jornada de lucha en más de 200 ciudades del mundo. Según el grado de organización de las mujeres en cada ciudad, este denominado Paro Internacional de Mujeres se desarrollará con movilizaciones, actos, asambleas en los lugares de trabajo y estudio, ceses de actividades e, incluso, paro total de 24 horas. Es que, aun con desigualdades por lugar, el llamado a esta segunda jornada mundial de lucha de las mujeres señala que esta nueva oleada de movilización sigue viva en todo el globo.

Así lo atestigua el protagonismo de las mujeres en prácticamente todas las luchas que se dieron en el mundo en 2017 contra los gobiernos capitalistas ajustadores, contra los intentos globales de aplicar las reformas laborales para flexibilizar aun más nuestras condiciones laborales como en Francia, Argentina o Brasil, contra la guerra imperialista en medioriente y, desde ya, por nuestras reivindicaciones específicas como mujeres.

A un año de la asunción de Donald Trump, en Estados Unidos las mujeres también volvieron a salir a la calle en repudio, no solo del gobierno misógino y racista, sino también hambreador -que está liquidando los restos de la seguridad social- e imperialista que impulsa las masacres actuales de los pueblos palestinos y sirios.

Desde que el #NiUnaMenos argentino de 2015 logró eco en la lucha contra los femicidios en todo el mundo, multitudinarias fueron las movilizaciones para terminar con la violencia machista en México, Perú, Chile o el Estado Español. En Brasil también se ha salido a las calles contra las violaciones que alcanzan a una mujer cada 17 minutos y contra la lesbotransbifobia. Incluso en países como la India, las mujeres han comenzado a manifestarse contra las violaciones colectivas de las que salen sin compañía de varones a la calle, en Irán cobró fuerza la pelea que las mujeres puedan decidir cómo vestirse (con o sin yihad) y en Arabia Saudita las mujeres consiguieron este año un derecho tan mínimo como poder manejar. En Turquía y Rusia, las mujeres resisten los intentos de sus gobiernos en avanzar sobre sus derechos conquistados en torno al divorcio y a la protección estatal frente a la violencia doméstica.

En Chile y Bolivia, 2017 significó un año de avances en materia de derecho al aborto ya que lograron que se habilitaran nuevas causales, mientras que en Polonia las mujeres siguen en pie de lucha ante el gobierno de Andrzej Duda quien ha vuelto a insistir con eliminar este derecho. Y la jornada del #GritoGlobalporelAbortoLegal realizada en más de 50 países el pasado 29 de septiembre, señaló que la pelea sigue viva en muchos países del mundo.

Pero también el 2017 fue el año del #MeToo (yo también), el movimiento que comenzó en Estados Unidos entre las actrices de Hollywood a hacer visible las diferentes situaciones de violencia sexual que vivimos las mujeres. Y a pesar de que haya iniciado por un sector de mujeres con poderío económico y facilidad para acceder a los medios de comunicación, el movimiento tornó visibles las violencias sexuales que nos ocurren diariamente en nuestros trabajos, lugares de estudios y demás instituciones y sobre los cuales cada vez nos callamos menos. A su vez, necesitamos organizarnos para que las mujeres más precarizadas, las trabajadoras con contratos basura, las migrantes y las más pobres, podamos hablar sin miedo a perder el trabajo o sufrir amenazas.

Con la fuerza de todas estas luchas y por todas las batallas que tendemos que enfrentar, este segundo Paro Mundial de Mujeres, tiene que ser una gran jornada de lucha. En memoria de las 54 niñas asesinadas calcinadas el 8 de marzo de 2017 en un orfanato en Guatemala mientras reclamaban por sus derechos, desde Isadora, llamamos organizarnos de manera independiente de los gobiernos de turno y de las variantes patronales y patriarcales que quieren reducir la lucha de las mujeres al camino de las urnas o de lo “viable” en este sistema. Al mismo tiempo, impulsemos la más amplia unidad para construir un gran paro internacionalista, antipatriarcal y anticapitalista para conquistar nuestra emancipación en todo el mundo.

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Gisela Herrera, es trabajadora ferroviaria, madre de cuatro hijos y víctima de violencia de género. En 2016 Gisela comenzó con presentaciones judiciales y consiguió algunas restricciones perimetrales que fueron sistemáticamente violadas por su ex pareja. Durante ocho meses hizo uso de la licencia psiquiátrica por esta situación, tiempo que tuvo que usar para protegerse del agresor. Incluso debió mudarse tres veces por la persecución del violento.

La empresa Trenes Argentinos, despidió a Gisele por faltas injustificadas sin tener e cuenta la situación que atraviesa de violencia de género. Desde Isadora, repudiamos este hecho y exigimos su inmediata reincorporación. ¡Gisela, estamos con vos!

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El 8 de marzo no es el “Día de la mujer”; es el Día Internacional de las Mujeres Trabajadoras. La elección de esta fecha para reivindicar nuestros derechos laborales, pelear por nuestra emancipación política y movilizar en contra de la opresión patriarcal no es casual. Es que en los últimos años del siglo XIX y los primeros del siglo XX el desarrollo industrial fue tan grande, que en parte de Europa y Estados Unidos cada vez más mujeres comenzaban a trabajar en fábricas, y a luchar por sus reivindicaciones.

En marzo de 1857 las obreras textiles de Nueva York pararon contra las mal pagas e interminables jornadas de trabajo. En el mismo mes de 1908 más de 15 mil obreras marcharon por las calles de esa ciudad en demanda de mejores salarios y condiciones de vida. En marzo del año siguiente 40 mil costureras industriales estadounidenses se declararon en huelga exigiendo el derecho de unirse a los sindicatos, mejores salarios, una jornada de trabajo menos larga, entrenamiento vocacional y en rechazo al trabajo infantil; ese día 140 mujeres murieron calcinadas en la fábrica textil de Chicago donde trabajaban porque la patronal las había encerrado para que no se movilizaran.

En febrero de 1917 -marzo para el calendario gregoriano- la más grande revolución del siglo XX: la Revolución rusa, comenzó con las mujeres en las calles con el grito de “Paz, pan y tierra”. Así, en el marco de esta primera oleada de luchas feministas, más de cien delegadas de diecisiete países que asistieron al II Encuentro Internacional de Mujeres Socialistas, realizado en Copenhague en 1910 votaron que el 8 de marzo sea el Día Internacional de la Mujeres Trabajadoras.

Luego de una segunda oleada de luchas feministas en los ’60 y ’70, se consiguieron el derecho al aborto y el divorcio en muchos países; por eso en 1975 la ONU decidió institucionalizar la fecha y transformarla en una jornada de festejo para controlar al movimiento de mujeres.
Sin embargo, cada 8 de marzo somos más las mujeres trabajadoras que nos movilizamos y hemos comenzado a parar en todo el mundo reivindicando a las obreras estadounidenses y a las trabajadoras rusas. Es que somos cada vez más las que no queremos flores ni bombones: ¡queremos trabajos y salarios dignos, queremos el derecho a decidir sobre nuestros propios cuerpos y queremos el fin de todas las violencias hacia las mujeres!

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Diciembre del 2017 cerró con una rebelión popular donde miles se movilizaron en unidad contra la reforma previsional, mediante marchas masivas y cacerolazos en distintas ciudades del país. En las calles se vio el repudio a este ataque del gobierno a los más necesitados, y la respuesta fue la represión brutal, con balas de goma, gas pimienta y razzias, por parte de las fuerzas de seguridad. La reforma previsional pasó con la complicidad de todos los bloques patronales, pero la demostración de fuerza de los trabajadores obligó al gobierno a posponer el debate de la reforma laboral para marzo de este año.

El gobierno nacional, en complicidad con los partidos patronales, los gobernadores provinciales y la burocracia sindical, busca avanzar sobre las conquistas de la clase trabajadora: las reformas previsional y laboral profundizan el ajuste, agravando la flexibilización; el recorte de las jubilaciones y salarios, los despidos y suspensiones, sumados a los tarifazos y el encarecimiento de productos de necesidad básica hunden en el hambre a los trabajadores.

Esto trae gravísimas consecuencias para las mujeres, quienes ganamos un 27% menos que los varones, y somos el 19,7% de las jóvenes desempleadas. Las trabajadoras ocupamos la mayoría de los puestos en negro, y somos las primeras despedidas. La reforma laboral, acordada con la burocracia sindical, no menciona a las trabajadoras domésticas (un 20% del total) cuya ocupación pese a estar regulada por ley, sigue teniendo los peores salarios, sin vacaciones, aguinaldo, ni licencias por enfermedad o maternidad.

A este nefasto panorama de precarización, se le suma otro dato: las mujeres constituimos el 62% del total de los jubilados y cobramos un 24% menos que los jubilados varones. La reforma previsional no sólo obliga al 85% de jubiladas que entró en la última moratoria a cobrar una miseria, sino que además atenta también contra la Asignación Universal por Hijo, que ayuda en su mayoría a mujeres a cargo de los hogares humildes y con menos recursos.

El movimiento de mujeres debe ser parte activa de esta lucha, rechazando de conjunto en las calles este ataque a la clase trabajadora, sumando a los reclamos el repudio a la reforma con la Cobertura Única de Salud, que vaciará la salud pública y restrigirá aún más el acceso a anticonceptivos, tratamientos y atención, vulnerando nuestros derechos a la salud sexual y reproductiva. Macri no tiene preparado más que endeudamiento, entrega y miseria para las trabajadoras y los sectores populares. Y las mujeres, las más pobres entre las pobres, debemos enfrentar con la movilización unitaria cada una de las reformas. Por eso, debemos estar presentes en las marchas del 15 y del 21 de febrero contra el ajuste y le exigimos a las centrales obreras que ¡convoquen a un plan de lucha nacional para torcerle el brazo a Macri y frenar el ajuste!

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