Sep 01, 2024 Last Updated 12:01 AM, Sep 1, 2024

Escribe Silvia Santos, dirigente de la UIT

Uno de los hechos históricos mundiales de la lucha de clases que más conmovió a nuestro país fue la Guerra Civil Española. La gran colonia de inmigrantes instalados en la Argentina se dividió entre republicanos y franquistas. Fueron casi tres años acompañando los acontecimientos del otro lado del océano con publicaciones, grandes debates y hasta enfrentamientos físicos. La tradicional Avenida de Mayo, en la ciudad de Buenos Aires, fue uno de los principales bastiones de aquellos acontecimientos.

En España, en febrero de 1936, ganó las elecciones el Frente Popular, formado por socialdemócratas, sectores del anarquismo y comunistas, más la "sombra de la burguesía", como decía Trotsky, con la activa participación de la URSS de Stalin. Ese resultado tuvo como respuesta un levantamiento militar fascista encabezado por Francisco Franco contra la República, el 18 de julio de 1936, desde Melilla, protectorado español en Marruecos. Sin embargo, el movimiento de masas, que venía en un gran ascenso, se levantó el 19 de julio, teniendo como vanguardia a Barcelona y Cataluña. Fue el inicio de un proceso en el que se puso en juego un enfrentamiento decisivo entre revolución y contrarrevolución.

1934. Los mineros asturianos y los obreros de Barcelona escriben una de las páginas más bellas del proceso revolucionario español.

En las elecciones del 14 de abril de 1931 cayó la monarquía, vencida por diversos sectores burgueses republicanos. El rey Alfonso XIII abdicó y se estableció un nuevo régimen. España era un país atrasado, con un gran peso político de la iglesia católica y los terratenientes, vinculados con la nobleza que, a su vez, estaba ligada a la burguesía financiera, industrial y comercial. Millones de campesinos vivían en la pobreza, explotados por la iglesia y los terratenientes, que eran los dueños de las tierras.

En octubre de 1934, como respuesta a la entrada de la extrema derecha en el gobierno de la República, se levantan los mineros de Asturias y proclaman una república obrera en la cuenca minera asturiana. Forman comités obreros, milicias y toman cuenta de la vida de la región, ocupan tierras, casas y edificios públicos. En solidaridad, en Cataluña se declara la huelga general y se proclama la Republica Catalana. Poco después, este heroico proceso es derrotado con un baño de sangre, sobre todo en Asturias, comandado por Francisco Franco. Pero el ascenso del movimiento de masas continuó y el Frente Popular, cuando venció en febrero del '36, tuvo que enfrentar el levantamiento de los fascistas contra la República.

La revolución derrota el primer intento gopista.

Entre julio de 1936 y mayo de 1937, la revolución, con eje en Cataluña, derrotó la intentona golpista. Se formaron organismos de poder obrero, los “comités de milicias antifascistas”, que tomaron el control de la ciudad en Barcelona y el resto de la región. La vanguardia de este proceso fue la clase obrera. Tenían fuerza los anarquistas, organizados en la CNT, los socialdemócratas, el POUM y, en menor medida, el PC. Con desigualdades, el proceso se nacionalizó. En Valencia, Málaga, Lérida, Cantabria, Gijón y Jaén surgieron diversos comités en defensa de la República. En Madrid, donde tenía mayor influencia el Partido Comunista, los comités obreros no eran tan fuertes.

Por el peso de los anarquistas, desgraciadamente, no se avanzó en imponer un gobierno de la clase trabajadora, lo que permitió la consolidación del gobierno del Frente Popular. Consciente de que en España se jugaba la suerte de la revolución europea y mundial, León Trotsky escribió: “Los anarquistas se justificaron afirmando que no tomaron el poder, no porque no pudiesen, sino porque no quisieron, porque están en contra de toda dictadura…”. “Renunciar a la conquista del poder es dejárselo voluntariamente a los que lo tienen, los explotadores”. De esta forma, se le dio tiempo a la burguesía republicana, que bajo la dirección de Companys, recuperó la iniciativa, y en mayo del '37  derrotó al poder obrero. A partir de entonces se entró de lleno en la guerra civil.

El frente popular y la política del estalinismo.

A medida que la burguesía republicana conseguía desmontar el proceso revolucionario, más peso adquiría el estalinismo en la guerra civil. El argumento, tanto del estalinismo como de los socialistas, era que como la revolución española no tenía más que resolver tareas democráticas (reforma agraria, Estado laico, los problemas de las nacionalidades, etc.), correspondía hacer frente con la burguesía. Todo para resguardar la sacrosanta propiedad privada.

León Trotsky, al respecto, afirmó: “Los teóricos del Frente Popular no van más allá de la primera regla de la aritmética: la suma. La suma de comunistas, socialistas, anarquistas y liberales sería mayor que cada uno de sus términos. Sin embargo, cuando los aliados políticos tiran en direcciones opuestas la resultante es cero”. El estalinismo luchó con toda su fuerza en España para evitar una victoria proletaria, que significaría el fin de su propia dominación. Mientras Hitler y Mussolini apoyaban a Franco con su aviación y enviando tropas, Stalin estrangulaba la revolución justificando que se trataba de resguardar primero la República, en coalición con sectores burgueses.

Por esta nefasta política, con más de un millón de muertos, la República fue derrotada en abril de 1939 después de la heroica batalla del río Ebro. Esta es la lección más importante de la Guerra Civil Española: los gobiernos que intentan conciliar diferentes intereses de clase siempre finalizan favoreciendo a la clase de privilegiados y explotadores. Esta es una de las razones por las que el trotskismo morenista continúa luchando por la independencia de clase y por gobiernos obreros, populares, campesinos, con la juventud y las mujeres que adoptan un camino revolucionario.

La catastrófica política frentepopulista continúa reflejándose hoy en el Estado Español. En 1977, en plena decadencia del franquismo, los principales partidos políticos “republicanos”, como el PSOE, el PC y otras fuerzas menores, y sus colaterales sindicales, Comisiones Obreras y la UGT, firmaron junto al franquismo el Pacto de la Moncloa que, si bien contenía algunos avances democráticos impostergables, mantenía en esencia el régimen franquista. Hasta hoy esos “partidos republicanos” no han tenido el coraje político de defender la bandera por la que perdieron la vida cientos de miles de luchadores, el fin de la monarquía.

 


 

Las Brigadas Internacionales

Impulsadas por el PC, pero también por fuera de él, millares de jóvenes se enrolaron para ir a pelear a España en las Brigadas Internacionales. Entre ellos, centenares de argentinos.

De los extranjeros, el más conocido fue George Orwell, autor del libro Rebelión en la granja, reconocido también por el magnífico testimonio de Homenaje a Cataluña.

Al llegar a Cataluña escribió: “Por primera vez en mi vida me encontraba en una ciudad donde la clase trabajadora llevaba las riendas. Casi todos los edificios estaban en manos de los trabajadores y cubiertos con banderas rojas, o rojas y negras, la bandera de los anarquistas; casi todos los templos habían sido destruidos… En los cafés había carteles proclamando que eran servicios socializados, hasta los lustrabotas habían sido colectivizados y sus cajas estaban pintadas de rojo y negro”. Orwell formó parte de las milicias del POUM, partido identificado popularmente con el trotskismo. Desgraciadamente, el POUM también entró al gobierno del Frente Popular, y Andrés Nin, su dirigente, que en 1937 fue asesinado por el estalinismo, asumió el Ministerio de Justicia en Cataluña, hecho que desencadenó una dura discusión con Trotsky que terminó en una ruptura.

 


 

Los bares de la Avenida de Mayo en Buenos Aires.

Pocos jóvenes saben que en la Argentina, en la Avenida de Mayo y Salta, también se peleó la Guerra Civil. En esa esquina eran comunes los enfrentamientos entre los republicanos, que se instalaron en el bar Iberia, llamado “búnker” republicano, y los franquistas, asentados en el bar Español. Inclusive, las disputas siguieron después de concluida la guerra civil y el triunfo del fascismo.

Los incidentes se producían casi a diario. En marzo del '38 un camión se detuvo en la avenida, entre ambos bares. Uno de los grupos solidarios con la República comenzó a agitar consignas antifascistas. Los franquistas respondieron lanzando desde el bar Español vasos, platos, mesas y sillas. La batalla finalizó cuando llegó la policía.

Entre los republicanos había españoles y argentinos que tomaron partido contra el franquismo. Al mismo tiempo, la Guerra Civil Española despertó magníficos ejemplos de solidaridad internacional con la creación de comités que juntaron alimentos y ropa. Se organizó un acto en solidaridad con la República en el Luna Park, donde estuvo presente Libertad Lamarque. Pero lo más destacable fue la participación de los voluntarios, dispuestos a dar su vida en la lucha contra el fascismo.

Escribe Silvia Santos, dirigente de la UIT-CI

Como resultado de un combate feroz por su liberación, el 3 de julio de 1962 Argelia conquistó su independencia. Fue una lucha heroica contra el imperialismo francés, cuyos métodos de contrainsurgencia –torturas y ataques a la población civil– hicieron escuela en el mundo. Casi un millón de argelinos dieron sus vidas. Sin embargo, esta revolución que podría haber avanzado con medidas anticapitalistas porque el régimen colonial estaba hecho pedazos, retrocedió por la política de su dirección y recompuso el Estado burgués, transformándose en una semicolonia del imperialismo yanqui y francés. Esta relación de dependencia explica la rebelión popular del 22 de febrero de 2019, proceso que todavía está en curso.

La lucha por la liberación

La invasión francesa de Argelia comenzó en 1830, cuando su ejército derrotó al imperio turco otomano que dominaba esa región. Esa acción fue resistida durante casi una década, hasta que Francia, en 1840, desembarcó 115.000 soldados para asegurar su ocupación. Años más tarde, casi medio millón de colonos franceses se instalaron en Argelia y se apoderaron de las tierras más fértiles. Los colonos europeos, que eran minoría frente a los argelinos, se cerraron en defensa de sus privilegios apoyados por los sectores más plebeyos, que fueron bautizados pieds noirs (pies negros), que colaboraban con los métodos fascistas de los galos y con la explotación colonial.

Fue más de un siglo de ocupación cruzado por interminables luchas de la resistencia nacionalista que, en 1945, tuvo uno de sus principales capítulos. El 1° de mayo, un acto con la presencia de 10.000 musulmanes que conmemoraban la derrota del nazismo se convirtió en una gran rebelión popular que fue ahogada en sangre por las tropas francesas y dejó más de 20.000 argelinos muertos. A pesar de eso, la burguesía francesa se hallaba debilitada luego de la Segunda Guerra Mundial (aunque Francia formó parte de los aliados) frente al nuevo coloso norteamericano y tras su estrepitosa derrota en Indochina (Vietnam, Laos y Camboya) en 1954. En 1956 fue nuevamente derrotada cuando, junto con tropas del Reino Unido, invadió Port Said para impedir la nacionalización del canal de Suez, llevada adelante por el gobierno egipcio de Abdel Nasser. Por tal motivo, decidió pelear con uñas y dientes contra la emancipación de Argelia, pese a que en 1956 había sido obligada a conceder la independencia a Marruecos y Túnez.

Se funda el FLN 

En 1954 se fundó el Frente de Liberación Nacional (FLN) y su brazo armado, el Ejército de Liberación Nacional (ELN), que estaba formado por muchos soldados argelinos que habían luchado en Indochina bajo el mando francés. Francia no tardó en reaccionar y mandó 500.000 soldados a Argelia que destruyeron aldeas y mataron más de un millón de argelinos.

La superioridad en armamentos era notable. Además contaban con el apoyo de la Organización Armada Secreta (OAS), fuerza de la derecha colonialista que actuaba con métodos fascistas en defensa de los privilegios de los colonos franceses. Practicaba torturas masivas, ejecuciones sumarias y desaparición de dirigentes, bombardeaba aldeas, asesinaba civiles y quemaba las cosechas.

La batalla de Argel, desarrollada en el año de 1958, quedó muy bien registrada en la célebre película dirigida por Gillo Pontecorvo donde fue mostrada, en forma casi documental, que la Francia de “la libertad, igualdad y fraternidad” había sido una bella consigna pero nada más que eso. El filme expone la lucha casa por casa en las villas, llamadas casbah, parecidas a las favelas brasileñas, localizadas en los morros de Argel y cruzadas por estrechos corredores y callejuelas. El FLN respondió con atentados contra blancos militares y civiles franceses, pero finalmente fue derrotado por las tropas de ocupación y sus métodos de contrainsurgencia.

Pero la rebelión anticolonial era imparable. La heroica resistencia argelina iba consiguiendo apoyos en el mundo, sobre todo en Francia. Después de una profunda crisis causada por la guerra de Argelia, a fines del año 1958, Charles De Gaulle asumió el gobierno y, consciente de que una nueva derrota como la de Indochina hundiría a Francia, decidió negociar. En un plebiscito realizado en 1961 el 75% de los franceses votaron a favor de la independencia.

En marzo de 1962 se reunieron el FLN y representantes del gobierno francés en la ciudad de Evian, Francia. El 1° de julio se realizó un plebiscito que culminó con la independencia y el triunfo del pueblo argelino y del FLN. El 3 de julio fue proclamada la independencia de Argelia y el 5 fue formalmente reconocida por el gobierno francés.

La revolución abortada

La guerra de independencia de Argelia se dio en la segunda posguerra, cuando acontecían numerosas luchas por la liberación nacional aprovechando la situación del imperialismo que debía centrar sus fuerzas en las metrópolis. Así, fueron surgiendo naciones libres del yugo colonial, como Marruecos, Túnez, Egipto, Libia, en el norte de África. Procesos encabezados por dirigentes de extracción pequeño burguesa o burguesa y gobiernos nacionalistas burgueses que, a nivel internacional, se organizaron como “no alineados”, que se decían equidistantes tanto de Moscú como de Washington.

Argelia fue uno de los triunfos más espectaculares de la lucha por la liberación nacional contra el colonialismo, sin embargo, por la política de su dirección, el FLN, encabezado por Ben Bella, no avanzó al “socialismo”, como rezaba su nueva constitución. ¿Había posibilidades? Afirmamos que sí, los colonos, burgueses y plebeyos huyeron a Francia abandonando sus propiedades. El FLN quedó solo, sin ningún sector burgués importante con quien montar un gobierno de frente popular. Era el momento de construir el nuevo Estado, pero decidieron reconstruir el Estado burgués.

Como en todo proceso revolucionario, si no se avanza se termina retrocediendo. Lamentablemente fue lo que sucedió. Después de un período de roces con el imperialismo y de mantener cierta independencia política, la dirección del FLN comenzó a pactar con Francia y los Estados Unidos y Argelia se convirtió en una semicolonia.

2019. Estalla un nuevo proceso revolucionario en Argelia

El 22 de febrero de 2019, en un proceso sin precedentes, surge un movimiento popular que invade las calles de todo el país. La gota que rebasó el vaso fue que el presidente Abdelaziz Bouteflika, del FLN, planteó que sería candidato por quinta vez a la presidencia. El pueblo salió en masa a las calles expresando su odio contra el régimen.

Bouteflika, ya viejo, enfermo y en silla de ruedas después de haber sufrido un ACV, debía ser derrotado. Esto era visto principalmente por la juventud, protagonista del movimiento de desempleados y vanguardia en las revueltas de Cabilia. Como resultado de la ira popular expresada en las gigantescas movilizaciones, antiguos dirigentes políticos del FLN o con vínculos con el Frente finalizaron presos, entre ellos el hermano de Bouteflika, acusado de corrupción.

Las masas obtuvieron un triunfo importante, la renuncia de Bouteflika. Pero, a pesar de la espectacular movilización, no se consiguió mudar el régimen, que sigue controlado por los militares y continúan con su política corrupta y proimperialista. Las revueltas se sucedieron con mayor o menor participación todos los viernes hasta que la pandemia de marzo de 2020 abrió un impasse. El régimen intentó acabar con este movimiento a través de la cuarentena, sin embargo no ha conseguido derrotarlo y seguramente volverá a actuar cuando las condiciones lo permitan.

La trayectoria del FLN no nos debe extrañar. Así han finalizado los gobiernos nacionalistas burgueses y de conciliación de clases. Como terminó también el régimen sandinista, con Ortega masacrando la rebelión popular que reclamaba su salida. Desde Izquierda Socialista y la UIT-CI apoyamos la lucha del pueblo argelino por su segunda y definitiva independencia. Para ello, el pueblo argelino se prepara luchando contra el régimen represor, de hambre y desempleo encabezado por los militares y el FLN en el poder, exigiendo justicia social, democracia, libertad e igualdad.

Escribe Claudio Funes

Como todos los años, desde aquel 26 de junio de 2002, cuando una feroz represión terminó con la vida de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki, en este 18° aniversario se realizó una movilización al puente Pueyrredón exigiendo el juicio y castigo a los responsables políticos de aquella masacre.

Estos aberrantes sucesos se dieron durante el gobierno peronista de Eduardo Duhalde, quien intentó quebrar a sangre y fuego al movimiento piquetero que enfrentaba el hambre y la desocupación.

Los medios de comunicación hegemónicos difundieron entonces que las muertes de Darío y Maxi habían sido producto de un enfrentamiento interno de organizaciones piqueteras.

Entre quienes emitían tamañas mentiras estaban Aníbal Fernández, secretario de la Presidencia, y Juan José Álvarez, secretario de Seguridad de la Nación. Otro que se encargaba de difamar a las organizaciones piqueteras era Felipe Solá, por aquel entonces gobernador de la provincia de Buenos Aires.

Cuenta Nora Cortiñas, Madre de Plaza de Mayo-Línea Fundadora, que aquel mismo día de la represión llamó a Solá para preguntarle qué estaba sucediendo. El gobernador la atendió y le respondió: “Quédese tranquila Norita, es una pelea entre pobres”.

Pasaron los años. Llegaron los gobiernos peronistas kirchneristas con sus falsas promesas de justicia. La impunidad continuó.

En 2005, ante el reclamo de parte de los familiares para que se abran los archivos de la SIDE, solo les fueron entregados recortes de diarios. Una burla.

Aníbal Fernández continuó con su carrera política. Fue jefe de Gabinete de Ministros entre 2009 y 2011 con Néstor Kirchner y en 2015, durante la presidencia de Cristina Fernández.

Hoy, con un nuevo gobierno peronista, vemos que los responsables políticos de la masacre de Avellaneda continúan impunes. No solo eso, algunos ocupan cargos en el gobierno de Alberto Fernández. Felipe Solá es el actual ministro de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto.

Aníbal Fernández, ex candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires por el kirchnerismo en 2015, hoy es el actual interventor de Yacimientos Carboníferos Fiscales.

Izquierda Socialista estuvo presente en el puente Pueyrredón con su militancia encabezada por nuestro compañero Juan Carlos Giordano, diputado nacional electo. Junto a Alberto y Leo Santillán, padre y hermano de Darío respectivamente, el resto de familiares y demás organizaciones continuamos exigiendo cárcel para los responsables políticos de los asesinatos y hacemos nuestras las palabras de los familiares: “Los asesinos de ayer no pueden ser los salvadores de hoy”.

 

 

Escribe Silvia Santos

El 26 de junio de 1945, al final de la Segunda Guerra Mundial, fue firmada la carta de fundación de las Naciones Unidas, en cuyo preámbulo declara “reafirmar los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor del ser humano, en la igualdad de derechos de los hombres y las mujeres” […] y “promover el progreso social y mejores condiciones de vida dentro de una amplia libertad”. Lamentablemente, la realidad es que tras sus frases de “defensora de la paz, la democracia y los derechos humanos”, esta institución mundial localizada en Nueva York se ha dedicado esencialmente a avalar, por acción u omisión, crímenes de guerra, golpes de Estado, abusos y restricciones a las libertades democráticas por parte de los gobiernos burgueses, genocidios y atrocidades que sirven a los intereses de Washington y sus aliados.

¿Fracasó la ONU?

Esta contradicción entre su declaración de principios y sus acciones concretas no puede analizarse como un fracaso. Tras sus altisonantes frases, la ONU tuvo su origen en una serie de pactos y acuerdos entre los gobiernos, en primer lugar de los países imperialistas, con el aval de la burocracia de la URSS, para controlar, evitar o derrotar nuevos procesos revolucionarios. Recordemos que Hitler fue vencido por el heroico pueblo soviético, lo que le dio un impulso y prestigio a la burocracia estalinista a los ojos del mundo. No es casual que uno de los encuentros para discutir la “paz” de posguerra fue realizado en febrero de 1945 en Yalta (Crimea). En ese momento Josef Stalin, Franklin D. Roosevelt y Winston Churchill resolvieron, entre otros “detalles”, el reparto de Europa, quedando el sector oriental comandado por la URSS, y el occidental bajo el capitalismo. Y Alemania se dividió entre los Estados Unidos, el Reino Unido, Francia y la URSS. Así comenzaba a transitarse el camino rumbo a lo que unos meses después fue la ONU, un proyecto defendido por el presidente yanqui.

Por eso, más allá de las “buenas intenciones” expresadas en su carta, la ONU sirvió y sirve a los propósitos del imperialismo y de las multinacionales y le fue extremadamente útil a la burocracia estalinista para mantener su statu quo. Basta ver cómo actuó y actúa la ONU frente a la lucha de los pueblos del mundo por su liberación, por sus derechos o por su autodeterminación. Podríamos enumerar cientos o miles de casos que demuestran la posición nefasta de la organización, como en el levantamiento popular y la posterior guerra civil siria, frente a la guerra imperialista en Irak o Afganistán, o a las sangrientas dictaduras latinoamericanas, que todos conocemos. Como no podemos detenernos en cada uno, vamos a tomar tres ejemplos para analizar esa conducta.

La creación del Estado sionista de Israel y sus consecuencias. La posición adoptada en la guerra de Malvinas. Y, por último, el levantamiento antirracista acontecido recientemente en los Estados Unidos. Estos casos muestran a quién sirve la ONU.

Creación del Estado de Israel

El 14 de mayo de 1948, en medio de violentos ataques israelíes apoyados por el ejército británico a aldeas palestinas, que costaron miles de vidas, las Naciones Unidas proclamaron la creación del Estado de Israel. Esta medida, rechazada por los pueblos árabes, fue apoyada por las mayores potencias del planeta, incluida la URSS de Stalin, e inauguró una verdadera tragedia de sangre y terror contra el pueblo palestino, que dura hasta nuestros días. Con el mito de “una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra” justificaron la ocupación violenta de un territorio que tenía dueños, los palestinos. Para consolidar su ocupación, Israel impuso un estado de terror expulsando casi un millón de palestinos, destruyendo sus aldeas y expropiando sus bienes.

Envalentonado con ese “aval” de la ONU para imponer su brutal ocupación, el Estado de Israel, convertido en un enclave de los Estados Unidos después de la retirada británica, nunca cumplió con las resoluciones de la ONU que simulaban sancionarlo. La resolución 242, adoptada por unanimidad en el Consejo de Seguridad el 22 de noviembre de 1967, seis meses después de la Guerra de los Seis Días, “exige la instauración de una paz justa y perdurable en Oriente Medio”[…] “la retirada del ejército israelí de territorios ocupados durante el conflicto” y el reconocimiento por parte del pueblo palestino al derecho de los israelíes a tener su “Estado”. Nunca se cumplió y tampoco el sionismo recibió sanciones.

Lejos de respetar las resoluciones, Israel continuó avanzando sobre los menguados territorios palestinos. Asentó judíos en territorios ocupados, lo que en diciembre de 2019 generó una nueva resolución de la ONU llamando a Israel a poner fin a su política de construir asentamientos. Israel jamás acató la medida y la ONU continuó mirando para otro lado. Podríamos seguir relatando innumerables violaciones contra el pueblo palestino, que ha perdido todos sus derechos en su propia tierra. Israel ha impuesto un verdadero estado de ocupación con un régimen racista de apartheid violando los principios de la entidad mundial, sin embargo la ONU nunca avanzó más allá de resoluciones burocráticas.

1982, Guerra de Malvinas

El 3 de abril de 1982 el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas aprobó la resolución 502, que exigía el cese inmediato de las hostilidades a las partes implicadas en el conflicto de las Malvinas, al considerar que existía un quebrantamiento de la paz en la región. Quien había “quebrantado la paz” para defender su derecho sobre las islas Malvinas era la Argentina. La resolución demandaba además la retirada inmediata de todas las fuerzas argentinas de las islas. Finalmente exhortaba tanto a la Argentina como al Reino Unido a que busquen una solución diplomática al conflicto respetando lo dispuesto por la Carta de las Naciones Unidas. O sea, la ONU colocó en pie de igualdad y le impuso las mismas exigencias al colonizador y al país que defendía su territorio.   

Tradicionalmente, en el marxismo hemos defendido el fin del proceso colonial, como el control británico sobre el norte de Irlanda, o en enclaves como Gibraltar, Ceuta, Melilla o Malvinas. En todos los casos, como en la guerra de Malvinas, planteamos el fin del vestigio colonial con el retorno de esos territorios a sus legítimos dueños. Los enclaves son estados artificiales creados por el imperialismo con una población que no es originaria de esos lugares. Por ejemplo, si en Malvinas se hiciera una consulta con base en el derecho a la autodeterminación, seguramente la absoluta mayoría de la población defendería ser parte del Reino Unido, pues ese es su origen. Pero la ONU no reconoce la existencia de enclaves. De esa manera, mientras Inglaterra lanzaba todo su poder bélico contra la Argentina con el apoyo del imperialismo yanqui, que detectaba los blancos a ser bombardeados, de forma hipócrita la ONU llamaba a resolver de forma pacífica el conflicto.

La ONU y el racismo

Frente al asesinato por parte de tres policías blancos de George Floyd, un trabajador afroamericano en el estado de Massachusetts, el Consejo de Derechos Humanos de la ONU convocó a una reunión extraordinaria para tratar el tema. En la ocasión, un grupo de países africanos, con el apoyo del hermano de Floyd, presentó una propuesta para ayudar en la lucha contra el racismo. La iniciativa pedía que la ONU cree una comisión investigadora para indagar los crímenes cometidos en los Estados Unidos y en otros países que viven la misma situación.

Preocupado con una resolución como esa, que podía afectarlo, el representante del gobierno racista y genocida de Brasil salió en defensa del presidente yanqui Donald Trump (que ni siquiera asistió a la reunión) alertando que no se podía singularizar en un único país el tratamiento sobre el racismo. Obviamente, los países imperialistas rechazaron la propuesta con el mismo argumento, no existían motivos para singularizar apenas en un país y una “eventual” resolución debería versar apenas sobre generalidades. Una omisión inconcebible, siendo que en el año 1969, en las Naciones Unidas entró en vigor la Convención Internacional sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación Racial. Finalmente, se acordó una resoluciónadoptada por consenso de manera oral y sin votar”, que también hace referencia a las muertes de otras personas de ascendencia africana y repudió el racismo estructural del sistema de justicia penal. Un verdadero saludo a la bandera mientras la sangre del pueblo negro continúa corriendo impunemente.

Aunque termina rechazando los recientes incidentes y el uso excesivo de la fuerza y de otras violaciones de los derechos humanos por parte de los oficiales de las fuerzas públicas contra los manifestantes, no fue capaz de aprobar una resolución concreta para investigar la actuación de las fuerzas represivas yanquis para, en caso de violaciones, determinar las correspondientes sanciones, como se hace en muchos países dependientes cuando el imperialismo los quiere presionar. En la propuesta oral votada se solicita al Alto Comisionado para los Derechos Humanos que elabore un informe sobre el racismo sistemático y las violaciones de las leyes internacionales de derechos humanos contra los africanos y afroamericanos por parte de las fuerzas del orden y de otras personas de ese grupo de población. No es casual que, días después de los incidentes en las marchas que repudiaron el asesinato de George Floyd, otros negros hayan sido asesinados por las fuerzas policiales en los Estados Unidos.

En definitiva, en sus 75 años de historia la ONU ha sido fiel al verdadero propósito de sus creadores, construir un organismo mundial, como lo fue su predecesora, la Liga de las Naciones, para controlar el mundo al servicio de las grandes potencias y sus intereses económicos. Es lo que ha venido haciendo desde su fundación, aunque para eso haya tenido que omitir genocidios, violaciones a la autodeterminación de los pueblos y de los derechos humanos, de las prácticas racistas o la destrucción del medio ambiente. Con sobrada razón la pequeña Greta Thunberg, activista ambientalista de solo 16 años, durante la Cumbre sobre la Acción Climática de la ONU les gritó en la cara: “La gente está sufriendo, la gente está muriendo. Ecosistemas enteros están colapsando. Estamos en el inicio de una extinción masiva y lo único de lo que ustedes pueden hablar es de dinero”.

 

Escribe José Castillo

Cuando se realizaron las elecciones de 1983 ya nada quedaba de ese movimiento nacionalista burgués que, con todas sus contradicciones, se había enfrentado así sea parcialmente al imperialismo yanqui treinta años antes. La vuelta de Perón, que tantas expectativas había despertado, terminó con la Triple A, el ajuste del Rodrigazo y el desastre del gobierno de Isabel. Durante la dictadura militar, si bien muchísimos de los desaparecidos y presos políticos se reivindicaban peronistas, poco y nada era lo que el “movimiento nacional justicialista” (así solía denominarse) había hecho y dicho en esos años. Italo Argentino Luder fue el candidato del Partido Justicialista en 1983, el mismo que había firmado en 1975 los “decretos de aniquilación de la subversión” que la dictadura genocida utilizó como “excusa legal” para la represión genocida. En plena campaña electoral Luder apoyó la “autoamnistía” de Bignone, el último dictador, con la que los militares pretendían cerrar cualquier castigo a sus crímenes. Por eso no sorprendió que el 30 de octubre de 1983 el peronismo sufriera la primera derrota electoral de su historia. Una fracción importante de la propia clase obrera industrial formó parte del 52% que le dio la victoria a Raúl Alfonsín.

El régimen político bipartidista

Nació un nuevo régimen político que se dedicó a sostener y profundizar la semicolonización y la entrega de nuestro país hambreando cada vez más al pueblo trabajador con infinidad de planes de ajuste. Radicales y peronistas constituyeron un “bipartidismo”, los peronistas, aun derrotados por primera vez en una elección presidencial, gobernaron provincias, intendencias, tuvieron bancas en las cámaras de Diputados y Senadores, en las legislaturas provinciales y en los concejos deliberantes de todo el país. Fueron ejecutores directos o cómplices, según el caso, de miles de leyes y resoluciones antipopulares que se fueron sucediendo en los años siguientes.

Los viejos dirigentes peronistas que venían de antes de 1976, desprestigiados al extremo, fueron rápidamente reemplazados por una camada que pasó al primer plano, la llamada “renovación”, detrás de algunos viejos referentes “menos quemados” como Cafiero y Menem, y detrás de ellos De la Sota, Grosso, Manzano y, en una tercera línea, prácticamente todos los dirigentes que son protagonistas aún hoy. Los políticos de la “renovación” posaban de “modernos” y, con la justificación de “garantizar la gobernabilidad”, le fueron dando al PJ el perfil de partido patronal confiable a las empresas y el imperialismo, con aspiraciones de volver al poder, ya no solamente como “última opción” ante el ascenso, como sucedió en 1973, sino en un marco de “normal alternancia democrática”. Incluso el peronismo promovió y le dio “acceso” a la vida política a dirigentes de la dictadura, como fue el caso de Domingo Cavallo, que llegó a diputado nacional de la mano de De la Sota en Córdoba.

Un peronismo en crisis

La integración total y absoluta del peronismo a un régimen democrático burgués que garantizaba y profundizaba la semicolonización no fue gratis. El viejo “movimiento nacional” agonizaba, ciertamente bajo una montaña de votos. En su folklore seguía existiendo la marcha que recitaba “combatiendo al capital”, pero los dirigentes ni siquiera disimulaban que eso era solo una “una licencia poética”. Por tradición familiar, costumbre, o porque aún quedaba una vieja camada que seguía recordando las conquistas de la década del ’40, la mayoría de la clase trabajadora y los sectores populares seguían votando al peronismo. Pero crecía como nunca había sucedido hasta entonces la apatía, ya nadie daba “la vida por Perón”, como se decía en las décadas anteriores. Los burócratas sindicales, que ya habían tenido que soportar el desafío de la nueva vanguardia que los enfrentó en el período 1969-76, y que habían respondido con matonaje, asesinatos y, en algunos casos, delatando a los militares genocidas a esos compañeros, eran más odiados que nunca. Comenzaba una etapa donde las nuevas camadas de trabajadores y de la juventud ya no se referenciarían directa y mayoritariamente con el peronismo. 

Menem y una vuelta de tuerca en la semicolonización

El ajuste sistemático implementado por el gobierno de Alfonsín para garantizar los pagos de una deuda externa que, generada por la dictadura militar, había sido reconocida por el gobierno radical, lo llevó a su rápido desgaste. Así pasaron los hambreadores planes Austral y Primavera. Un sector de la dirigencia sindical peronista, encabezado por Saúl Ubaldini, buscó canalizar la bronca, contundentes paros generales con multitudinarias movilizaciones eran seguidos por períodos donde la burocracia sindical dejaba “correr el ajuste”, sumiendo a los trabajadores en la desmoralización, dejando aisladas las innumerables luchas parciales en las que se iba forjando una nueva vanguardia, con centenares de cuerpos de delegados y comisiones internas con influencias de la izquierda.

El gobierno radical, que ya había sufrido una fuerte derrota electoral a manos de la “renovación” peronista, terminó cayendo en medio de la hiperinflación, la bronca popular y los saqueos en 1989. El peronismo ganó las elecciones presidenciales con Carlos Saúl Menem prometiendo “salariazo” y “revolución productiva”.

Sin embargo, apenas asumió, el nuevo gobierno peronista se lanzó a un salvajísimo ajuste. Privatizó, en tiempo récord, todas las empresas públicas: Aerolíneas Argentinas, Entel, Gas del Estado, Ferrocarriles Argentinos, YPF fueron entregadas al saqueo del capital extranjero. Las que no pudieron ser vendidas “enteras” fueron desguazadas. El caso de los ferrocarriles fue paradigmático, ramales enteros fueron levantados por “no ser rentables”, dejando regiones enteras sin comunicación y más de 100.000 compañeros en la calle. La desocupación creció astronómicamente. Los salarios cayeron también en forma vertical. El hambre, literalmente, empezó a aumentar en los barrios populares. Si bien importantes sectores de la clase trabajadora salieron a pelear, en particular en las propias empresas que se querían privatizar, fueron aislados y finalmente derrotados. La burocracia sindical dejó pasar el conjunto del ajuste, en algunos casos con la política de oponerse declamativamente y no hacer nada, como el caso de Ubaldini, y en otros, directamente apoyando y transformándose en “socios” y nuevos “patrones” de la privatización (como el caso de Pedraza en la Unión Ferroviaria).

Menem convocó a dirigentes ultraliberales y a los grandes empresarios a directamente hacerse cargo del gobierno. Así, la privatización de Entel estuvo a cargo de María Julia Alsogaray (la hija del histórico dirigente liberal ultragorila Álvaro Alsogaray). El Ministerio de Economía directamente le fue entregado a Bunge y Born y, luego del fracaso de este grupo, a Domingo Cavallo, que puso en marcha la “convertibilidad”, el plan económico que, de conjunto, garantizó el ajuste y la entrega entre 1991 y 2001. El sometimiento internacional al imperialismo yanqui llevó a que la Argentina enviara dos naves a la “guerra del Golfo” (el ataque a Irak del presidente Bush -padre-, en 1991). El ministro de Relaciones Exteriores, Guido Di Tella, afirmó que debíamos tener “relaciones carnales” con los Estados Unidos, mientras que Menem se transformaba en el principal impulsor del ALCA (Área de Libre Comercio para las Américas).

Como si todo esto fuera poco, Menem dio un salto cualitativo en la impunidad a los genocidas. Ya el gobierno de Alfonsín había promulgado las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, pero ahora el gobierno peronista procedió a liberar a absolutamente todos los genocidas por medio de dos decretos de indultos. Un símbolo final de este peronismo fue el abrazo de Menem nada menos que con el almirante Rojas, principal conductor de la “revolución fusiladora” de 1955.

Los peronistas “opositores”

La crisis del peronismo no se cerró con la victoria electoral de 1989. Al contrario, se profundizó. Millones de trabajadores miraban azorados cómo el viejo “movimiento” de Perón y Evita llevaba adelante estas políticas que acabamos de describir. Algunos dirigentes trataron de capitalizar esta bronca, así nació el Frente Grande, de la mano de dirigentes peronistas que habían militado para la presidencia de Menem y llegado al Congreso en sus listas, como Chacho Álvarez y Germán Abdala, junto con otros referentes de la centroizquierda de otros orígenes,como Graciela Fernández Meijide.

Apoyándose en el repudio que en muchos sectores causó el “Pacto de Olivos” (acuerdo entre Menem y Alfonsín), por el que peronistas y radicales facilitaron una reforma constitucional en 1994 para habilitar la reelección de Menem, el Frente Grande, ya denominado Frepaso, sumó al gobernador peronista Bordón y logró ser la segunda fuerza en las elecciones presidenciales de 1995.

El Frepaso posteriormente se unió al radicalismo para dar lugar a la Alianza, que terminó ganando las elecciones de 1999. Sus dirigentes hacían oposición basándose en las denuncias de corrupción del menemismo, pero cuidándose muy bien de decir a la vez que apoyaban la continuidad de la convertibilidad y las privatizaciones. Este espacio tuvo también su pata sindical, nacida casi en el mismo momento, en 1992, la CTA. Con peso particularmente en los gremios estatales y docentes, retóricamente se “oponía” a las políticas de ajuste y privatización, mientras dejaba aisladas a las luchas efectivas que se dieron en el período.

La derrota del peronismo en 1999 y los dos años de De la Rúa

Las consecuencias del ajuste y la entrega menemista mostraban todas sus secuelas hacia el fin de siglo. La deuda externa había vuelto a crecer y sus pagos eran otra vez imposibles de sostener. La desocupación alcanzaba niveles históricos, millones de trabajadores estaban precarizados y con salarios de miseria. En ese marco, el peronismo fue derrotado en las elecciones de 1999. La Alianza continuó el ajuste en los dos años que gobernó. Los gobernadores y legisladores peronistas, tal como habían hecho antes durante su gobierno, acompañaron el ajuste en nombre de la gobernabilidad. O de la billetera, como se vio cuando en el Senado facilitaron una ley de flexibilización laboral (conocida desde entonces como ley Banelco).

Todo terminó estallando en ese histórico levantamiento popular conocido como “Argentinazo”, en diciembre de 2001. La mayor síntesis de hasta dónde había llegado la crisis del régimen político bipartidista se expresó en sus dos consignas centrales “¡que se vayan todos!” y “sin radicales ni peronistas vamos a vivir mejor”.

 

 

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