Apr 27, 2024 Last Updated 4:33 PM, Apr 27, 2024

El 1° de mayo de 1886 estalló una huelga en Estados Unidos por la jornada laboral de ocho horas. En Chicago, el conflicto recrudeció y la policía asesinó a manifestantes. El gobierno culpó a varios de sus dirigentes, que fueron encarcelados y asesinados. Pasarían a la historia como “los mártires de Chicago”. En 1889, la Internacional Socialista declaró ese día como jornada de lucha obrera, socialista e internacionalista.  

Escribe Francisco Moreira

A lo largo del siglo XIX se dio un avance arrollador de la industria capitalista. Las enormes ganancias se obtenían a costa de la brutal explotación de los obreros y obreras, quienes debían realizar jornadas de trabajo extenuantes de doce horas en promedio, con salarios muy bajos y viviendo en míseras condiciones. 

Pero a mediados de 1800 comenzaron a tomar fuerza las luchas obreras que exigían mejoras en las condiciones laborales. Uno de los reclamos más generalizados fue la jornada laboral de ocho horas.

Los mártires de Chicago

En Estados Unidos, tras años de luchas reivindicativas, en 1881 se constituyó la American Federation of Labor (Federación Norteamericana del Trabajo). Desde su nacimiento, exigió el cumplimiento de la jornada laboral de ocho horas. Pero las dilaciones y negativas patronales la llevaron a anunciar en 1884 que, si para el 1° de mayo de 1886 no se había implementado en todos los lugares de trabajo, comenzaría la huelga. La fecha llegó sin respuestas y la huelga estalló, a pesar de las propias dudas de muchos dirigentes sindicales. Nunca antes el país había vivido un levantamiento obrero de esas dimensiones. Más de cinco mil fábricas pararon y 340.000 obreros salieron a las calles y plazas a manifestar sus exigencias: “¡8 horas de trabajo! ¡8 horas de reposo! ¡8 horas de recreación!”. Ese mismo día, unos 125.000 obreros conquistaron la jornada laboral de ocho horas. A fin de mes, otros 200.000. Para fin de año, un millón ya la había logrado.

Pero en Chicago, uno de los grandes centros comerciales e industriales, los sucesos tomaron un giro dramático. Los obreros y obreras allí vivían en peores condiciones. Muchos trabajaban todavía catorce horas diarias. Numerosas familias habitaban hacinadas. Por eso el 2 de mayo la huelga continuó y la policía dispersó salvajemente una concentración de 50.000 trabajadores en el centro de la ciudad. Al día siguiente, la policía volvió a reprimir y asesinó a seis trabajadores que se encontraban en una protesta frente a la fábrica de maquinaria agrícola McCormik. El 4 de mayo, al finalizar un acto en la plaza Haymarket, convocado para denunciar esos brutales asesinatos, la policía volvió a cargar contra la multitud. Murieron treinta y ocho obreros. Durante la noche, el gobierno decretó el estado de sitio, estableció el toque de queda, los militares ocuparon los barrios obreros y organizaron violentas razzias en locales sindicales y hogares de dirigentes obreros. El gobierno culpó a anarquistas y socialistas por lo sucedido. Los dirigentes y activistas August Spies, Albert Parsons, Samuel Fielden, Adolph Fischer, George Engel, Michael Schwab, Louis Lingg y Oscar Neebe fueron llevados a un juicio maniatado en el que les impuso a cinco de ellos la pena de muerte. Su crimen había sido exigir un límite horario a la explotación laboral. Pasaron a la historia como “los mártires de Chicago”. 

Una jornada de lucha obrera, socialista e internacionalista

En 1889, cuando se fundó la Internacional Socialista (Segunda Internacional), se resolvió impulsar la jornada del 1º de Mayo para unificar las luchas obreras en todos los países. El congreso, reunido en París, denunció que el avance de la producción capitalista “implica la explotación creciente de la clase obrera por la burguesía […] y tiene por consecuencia la opresión política de la clase obrera, su servidumbre económica y su degeneración física y moral”. Por ello, establecía que los trabajadores de todos los países tenían “el deber de luchar por todos los medios a su alcance contra una organización social que les aplasta y, al mismo tiempo, que amenaza el libre desenvolvimiento de la humanidad”.

Al año siguiente, por primera vez, marcharon miles de obreros en decenas de ciudades del mundo en homenaje a los mártires de Chicago, por la jornada de ocho horas y otros reclamos y por el socialismo. Así, de la mano del socialismo revolucionario nacía la tradición del 1° de Mayo como una jornada de lucha obrera, socialista e internacionalista.

El 1° de Mayo en la Argentina

En nuestro país, unos tres mil trabajadores se reunieron en el Prado Español (Recoleta) en aquella jornada del 1° de mayo en 1890. En su mayoría, eran inmigrantes sometidos a condiciones inhumanas de explotación, que daban los primeros pasos del movimiento obrero en la Argentina. Desde esa jornada, la conmemoración del Día Internacional de los Trabajadores pasó por los avatares de la lucha de clases del país y la política de las direcciones mayoritarias del movimiento obrero. 

El 1º de mayo de 1909 un acto anarquista en plaza Lorea (hoy parte de plaza Congreso) fue reprimido por orden del jefe de policía Ramón Falcón. La muerte de ocho obreros desencadenó una huelga general que exigía la renuncia del jefe de policía. Seis meses después, el joven obrero anarquista Simón Radowitzky hizo justicia por mano propia y lo asesinó. Esa noche se desató otra brutal represión bajo el estado de sitio, con cientos de detenidos, torturados y deportados por la Ley de Residencia. 

En las décadas de 1920 y 1930 el avance de direcciones reformistas en el movimiento obrero, primero los sindicalistas y socialdemócratas (PS), y después los estalinistas (PC), fueron transformando el 1° de Mayo en una jornada “democrática”, de apoyo a los gobiernos o sectores “progresistas” patronales. Finalmente, en 1947, Perón impuso la “Fiesta del Trabajo”, un día de festejo, bailes, desfiles y hasta la elección de la “reina del trabajo”. Así buscó transformar la jornada del 1° de Mayo en un día festivo o de descanso. 

Los socialistas revolucionarios seguimos conmemorando el 1° de Mayo como una jornada de lucha obrera, socialista e internacionalista. Un día para honrar a los mártires de la clase obrera y reivindicar todas las luchas en la perspectiva de lograr gobiernos de trabajadores que terminen con la explotación capitalista. Así lo haremos, una vez más, este viernes 1° de Mayo, junto al sindicalismo combativo y el Frente de Izquierda Unidad.

 

 

Escribe Martín Fú 


En la madrugada del 2 de abril de 1982 un solitario cabo de la Armada, provisto con el único visor nocturno que tenía la fuerza, fue guiando al resto de los comandos a la casa del gobernador y administrador colonial Rex Hunt. Luego de una escaramuza, los royal marines y el gobernador se rendían ante las tropas argentinas. Una foto que recorrió el mundo y humilló al colonialismo británico, usurpador de las islas desde 1833. 

La recuperación de las Malvinas rápidamente generó el apoyo del pueblo, golpeado por el rigor de una dictadura sanguinaria, que gobernaba para los grandes empresarios y las multinacionales, persiguiendo y asesinando a miles de obreros, estudiantes y luchadores. 

Días antes, al calor de un creciente ascenso y agitación democrática, el país se había parado acatando el llamado de la CGT con la consigna “Paz, pan y trabajo” y se movilizó a pesar de la violenta represión que ejerció la dictadura. 

El Partido Socialista de los Trabajadores (PST, antecesor de Izquierda Socialista) -nuestra corriente antecesora, proscripto y con más de cien asesinados- rápidamente se colocó en el plano militar contra el pirata colonialista inglés, el enemigo principal a vencer. Sin dar ningún apoyo al gobierno genocida, impulsamos la movilización para garantizar el triunfo militar. Llamamos, al mismo tiempo, a restablecer las libertades democráticas para así organizar comités obreros, estudiantiles y barriales de apoyo a la guerra. 

Exigimos a la junta militar la expropiación de los intereses ingleses en el país y sus socios yanquis. Denunciamos que no existía la posibilidad de una victoria militar sin tocar los intereses económicos británicos y de sus aliados: Shell, Lloyd’s Bank, Unilever, British Tobacco y las estancias inglesas de la Patagonia, entre otros. Había que suspender los pagos de la deuda externa, como lo denunciábamos en mayo de 1982: “La Argentina ha seguido pagando las deudas al enemigo, financiando con dinero argentino la agresión a nuestro país” (Palabra Socialista, 1/5/82).  

El fundador de nuestra corriente, Nahuel Moreno, exiliado en ese momento en Colombia, impulsó una campaña de solidaridad internacional. La mayoría de los países latinoamericanos no solo se solidarizaron con nuestro país, sino que ofrecieron enviar voluntarios, tropas y armamento. Miles de trabajadores, estudiantes y hasta jubilados nutrían las listas de voluntarios en el país y en el resto del mundo. Se desarrolló una fervorosa movilización antiimperialista a nivel mundial sin precedentes. 

Pero la suerte estaba echada. La junta militar nunca tuvo la intención de enfrentar a Inglaterra, buscaba “golpear y luego negociar”. El Reino Unido envió una enorme fuerza de tareas, la más grande desde la Segunda Guerra Mundial. Hubo destacadas muestras de heroísmo y valor en combate enfrentando a un enemigo poderoso que disponía de la última tecnología militar y la colaboración de los Estados Unidos. Se les dieron duros golpes a los ingleses, que sufrieron enormes pérdidas en combate. Varios buques fueron hundidos por los ataques de los pilotos argentinos.  Malvinas también mostró crímenes de guerra, como el cobarde hundimiento del ARA “General Belgrano”, fuera de la zona de exclusión y cuando volvía al continente.  

En los setenta y cuatro días de conflicto el país estuvo atravesado por masivas movilizaciones. El PST denunció la llegada del Papa, que vino a predicar la derrota y fue la antesala de la rendición, que se consumó cuarenta y ocho horas después en Puerto Argentino. 

Reivindicamos a cada uno de aquellos que enfrentaron al imperialismo a pesar de tener una dirección política y militar traidora. Treinta y ocho años después se sustancia un juicio por crímenes de lesa humanidad ocurridos en las islas y en el continente, donde los soldados eran víctimas de las torturas de oficiales y suboficiales. 

Un nuevo aniversario del 2 de abril nos recuerda que queda como otra de las tareas pendientes la recuperación total y definitiva de las islas Malvinas de manos del imperialismo británico para lograr la segunda y definitiva independencia.

La corriente fundada por Nahuel Moreno (de la que forma parte Izquierda Socialista) nació prácticamente en el mismo momento en que surgía el peronismo. Mientras la mayoría de la izquierda de entonces se enrolaba en la Unión Democrática, los trotskistas revolucionarios militaban en los sindicatos peronistas y peleaban contra los burócratas construyendo oposiciones sindicales. A partir de 1954 colocamos como centro la necesidad de luchar contra la ofensiva yanqui que culminaría en el golpe gorila de 1955.  

Escribe José Castillo

Nahuel Moreno había constituido en 1943 un pequeño grupo trotskista en Villa Crespo, Ciudad de Buenos Aires. Rápidamente sacaron la conclusión de que lo más importante, para salir de la marginalidad en que estaba sumido el trotskismo argentino de entonces era insertarse en la clase obrera. Decidieron entonces instalarse en Villa Pobladora, una extensa barriada obrera en Avellaneda, en donde se encontraban muchos de los principales frigoríficos de la época. Ahí, en el mismo momento en que estaba surgiendo el peronismo, en el corazón de la clase obrera, lo que luego sería el trotskismo “morenista” hizo sus primeras experiencias.  El GOM dio su primeros pasos, apoyando y participando de la huelga del frigorífico Anglo-Ciabasa en enero de 1945 y, a posteriori, formando parte de la creación de los nuevos sindicatos, cuerpos de delegados y comisiones internas, que a partir del peronismo comenzaron a tener un desarrollo desconocido hasta entonces. Villa Pobladora se convirtió en un “fortín trotskista” en medio de la marea peronista.

Años más adelante, el propio Nahuel Moreno rememoraría la importancia de esa experiencia: “fuimos los que dijimos que el lugar preferido de trabajo de los trotskistas debía ser los sindicatos peronistas. Supimos entender ese fenómeno decisivo. Y lo hicimos sin capitularle, porque denunciábamos el carácter totalitario y reaccionario de la burocracia sindical y del control estatal que ejercía sobre los sindicatos. Este acierto, opinó, es la página fundamental que escribió nuestro grupo y la razón última de que subsista hasta la fecha: el haberse ligado al movimiento obrero”. *

Corrigiendo definiciones políticas unilaterales

Nuestra corriente vio, correctamente, el enfrentamiento de Perón con el imperialismo yanqui. Pero en un primer momento lo minimizaba, al poner un signo igual con otra característica del peronismo: que era una fuerza política patronal, ligada a otro sector de la burguesía argentina, la más cercana al viejo imperialismo británico. Definir como patronal y bonapartista al gobierno de Perón era correctísimo: mientras el PS y el PC lo definían como “nazi-fascista”  y estaban en la Unión Democrática, hubo otras figuras que, proviniendo del trotskismo, como Abelardo Ramos, o del PC, como Rodolfo Puiggros, terminaron acríticamente apoyando a Perón. También era correcto señalar los lazos que unían a Perón con el viejo imperialismo británico, que se vería con claridad en los negociados que acompañaron la estatización de los ferrocarriles, donde se pagaron millonadas por contratos leoninos.  

Pero durante un período le dimos el mismo peso a todo esto que al enfrentamiento del peronismo con el imperialismo yanqui. Esto cambió cuando, a partir de nuestra participación en la  IV Internacional, aprendimos a ver el panorama mundial de conjunto. Ahí Nahuel Moreno, criticando nuestras posiciones anteriores, pudo pesar la importancia de lo que significaba el plan continental de colonización de los yanquis sobre Latinoamérica.

Nuestra intervención ante el golpe gorila de 1955

En 1948,el GOM pasó a denominarse Partido Obrero Revolucionario (POR). En los años finales del peronismo, actuando dentro de una escisión del viejo PS, que había roto por las posiciones gorilas de la dirección mayoritaria, pasamos a ser conocidos públicamente como “Federación Bonaerense del PSRN”, y editamos el periódico La Verdad. Habíamos crecido, participando en la fundación de sindicatos primero y en las listas opositoras a la burocracia peronista después. Nunca le cedimos al peronismo: criticamos una a una sus políticas, como los intentos, ya en su última etapa, de imponer un ajuste a los trabajadores vía lo que se llamó el “Congreso de la Productividad”. Pero, a la vez, veíamos el avance de la ofensiva yanqui para semicolonizar Latinoamérica.

Así advertíamos, en un artículo de La Verdad bajo el título “La Iglesia Católica al servicio del golpe de estado del imperialismo yanqui”: “el gobierno peronista no denuncia el verdadero instigador y sostenedor del golpismo: el imperialismo yanqui, ni llama tampoco a la clase obrera a jugar un papel combativo contra el imperialismo” (3/12/54). Esto se profundizará en los meses siguientes. La Federación Bonaerense del PSRN hizo una agitación inmensa denunciando el golpe patronal-clerical-proyanqui. Desde La Verdad y con miles de volantes llamaba a la organización y movilización obrera, a conformar milicias de trabajadores, a la vez que alertaba que Perón y la burocracia se negaban a hacerlo.

La que va a ser conocida como la “revolución fusiladora” terminó triunfando en setiembre de 1955. Perón renunció sin presentar resistencia y la burocracia de la CGT se llamó al silencio. Los trabajadores aislados, resistieron como pudieron. Allí estuvo, cerrando esta etapa, la Federación Bonaerense del PSRN, el trotskismo obrero de Nahuel Moreno, que  prácticamente sólo, se animó a llamar a un paro general el 17 de octubre de 1955, que tuvo un importante acatamiento en muchos sectores de la clase obrera. Fue el más digno final para un brillante período de intervención de nuestra corriente.

* Carrasco, Carmen y Hernán Cuello, Nahuel Moreno: Esbozo biográfico, Buenos Aires, 1988.


El 17 de octubre

Nuestra corriente jamás cometió el error catastrófico de los partidos mayoritarios de la izquierda argentina de entonces (Socialista y Comunista). Ambos, caracterizaban al peronismo naciente como la expresión local del “nazi-fascismo”, y marcharon codo a codo con el embajador norteamericano Spruille Braden y los partidos burgueses radical y conservador, participando en la tristemente célebre Unión Democrática que terminaría derrotada electoralmente por Perón en febrero de 1946.

Por supuesto que, en medio de la vorágine de los acontecimientos, era muy difícil precisar una caracterización exacta y correcta del fenómeno peronista. El GOM  tuvo unilateralidades, como contamos en la nota central, entre ellas minimizar el contenido del propio 17 de octubre. El propio Nahuel Moreno se autocriticaría de esto más adelante.

Pero el GOM tenía un reaseguro: estar metido a fondo, pese a ser un pequeño grupo, en el corazón del movimiento obrero y estar educado en el respeto a las decisiones de la base. Así, Elías Rodríguez, el primer gran dirigente captado por nuestra corriente, relata su participación el 17 de octubre: “Entremos ahora y cuando vengan a buscarnos […] hacemos una reunión al mediodía y votamos si seguimos trabajando o nos vamos a la calle con la demás gente´. Cuando estábamos trabajando llegaron los tipos (del piquete) que venían con garrotes. Entonces subí a la bancada y pegué un grito: ´¡Todo el mundo afuera! ¡Vamos a discutir!´. Pero el piquete no me dio pelota. ´Hay que salir´ y nada más…´¡Viva Perón! Entonces yo digo: ´Así yo no voy a la manifestación…´¡Qué Perón ni que ocho cuartos! […] Entonces Guillermo, el que me había presentado a los compañeros del GOM, me dice: ´Elías, la gente te reclama a vos, tenés que estar ahí adelante´. Fui a la puerta de la fábrica y ahí estaban todos los compañeros parados, esperando que yo fuera’. Entonces Elías se puso al frente y se fue a Plaza de Mayo, pasando por otras fábricas e invitando a los demás trabajadores, con el resto de sus compañeros, a incorporarse a la marea obrera.”*            

* González, Ernesto  El trotskismo obrero e internacionalista en la Argentina, Tomo 1. Antídoto, Buenos Aires, 1995.


¿Cómo enfrentamos el golpe gorila?

Los titulares de La Verdad son un testimonio impresionante: “El imperialismo yanqui y la Iglesia preparan un golpe de Estado: ¡Unidad de la clase obrera para enfrentarlo!” (19/5/55); “Movilización obrera: única respuesta contra el golpe de Estado clerical-patronal-imperialista” (10/6/55). Luego de los bombardeos a Plaza de Mayo del 16 de junio insistíamos: “El imperialismo yanqui y sus aliados siguen firmes en su ofensiva para colonizar el país”; y explicábamos: “preparemos la defensa de nuestras conquistas y organizaciones de los ataques de la reacción. El 16 de junio no ha terminado. Siguen planteados los mismos problemas y la lucha sigue en pie”. (25/6/55)

El 19 de agosto íbamos más a fondo: “¡La calle para los obreros! La reacción prepara un nuevo 16 de junio: ¡todos unidos para aplastarla!”. Y en la nota decíamos: “propugnamos que así como la reacción tiene armas y se prepara para usarlas contra la clase obrera, es preciso que ésta también se arme. Sólo así frenaremos a la reacción” (19/8/55). El último número antes del golpe titulábamos: “¡Leña a la reacción clerical-patronal-imperialista! ¡Manos libres a la clase obrera!”.

Dos años después del golpe, nuestra corriente editaría el libro “¡Quiénes supieron luchar contra la ´Revolución Libertadora´?”. Al final de su prólogo se decía: “Al terminar este trabajo el almanaque marca 20 de agosto. Hace 17 años que un agente de Moscú asesinó a León Trotsky. En la Argentina de 1957 el mejor homenaje a la memoria del gran conductor revolucionario está en las palabras que hace poco oímos de un dirigente obrero peronista refiriéndose a la tendencia que editaba La Verdad: “Deseo declarar públicamente que yo, dirigente peronista, hubiera querido tener la claridad y la valentía con que los compañeros trotskistas señalaron los errores del peronismo mientras combatían a la revolución libertadora”.*                     

* Moreno, Nahuel, El golpe gorila de 1955. Ediciones El Socialista Buenos Aires, 2012.

El próximo 24 de Marzo se cumplirán cuarenta y cuatro años del golpe cívico militar de 1976 encabezado por Videla y el imperialismo yanqui. Un golpe contra la clase trabajadora  y los sectores populares, contra la juventud, contra la militancia que venía creciendo masivamente desde el Cordobazo de 1969. Un golpe que tuvo como objetivo imponer un plan económico de hambre y entrega, al servicio de las multinacionales y el FMI, que nos dejó como herencia la inmoral, ilegal e impagable deuda externa que aún hoy seguimos arrastrando. Un golpe que implementó un plan sistemático de persecución  y exterminio a luchadores sindicales y políticos, estudiantes, referentes sociales y de derechos humanos, artistas y cualquiera que denunciara el carácter de la dictadura. Que para eso implementó un auténtico genocidio con la desaparición de 30.000 compañeras y compañeros. Y con otros hechos horrorosos como la apropiación de bebés por parte de los represores.

Un golpe que tuvo sus cómplices: los grandes empresarios beneficiados (los Pérez Companc, Fortabat, Rocca o Macri) y la cúpula de la Iglesia Católica. Se montaron cientos de centros de detención y tortura. Un golpe planificado por el imperialismo yanqui, como parte de un plan sistemático continental, que incluyó a casi todos los países del continente, con una represión conjunta a través de mecanismos como la Operación Cóndor.
Un golpe que generó, como contrapartida, una lucha contra la impunidad que aún no cesa. A pesar de que gobiernos posteriores lo intentaron, con el Punto Final, la Obediencia Debida o los indultos. Todos intentos derrotados por la movilización popular, como sucedió hace pocos años con el 2x1.

Centenares de miles nos movilizamos año a año. Gracias a esa continuidad, los juicios siguen y hay represores presos. Y, con mucho esfuerzo, gran parte de los niños apropiados (hoy adultos) han recuperado su identidad. Pero la tarea sigue inconclusa: la mayoría de los represores continúan sueltos, o en situaciones de “prisión domiciliaria” que nadie controla y es constantemente burlada. Los juicios tienen una lentitud exasperante. Y, en todos estos años, se han sucedido nuevos hechos de violaciones a los derechos humanos. Rafael Nahuel y Santiago Maldonado son los dos ejemplos más recientes, que integran la larga lista de asesinados y reprimidos en los años posteriores a la dictadura.
Por todo esto nos movilizamos cada 24. Más allá de que este año producto de la pandemia del coronavirus, no podamos estar masivamente en las calles, que nadie se confunda: ahí volveremos a estar marchando en cuanto la emergencia sanitaria termine.

Cuarenta y cuatro años después, el presidente Alberto Fernández pidió dar una “vuelta de página”, hacer borrón y cuenta nueva de este genocidio que atribuyó a “inconductas” de algunos. Fue tal el repudio, que tuvo que salir a desdecirse. Pero lo dicho, dicho estaba. Por eso lo acusamos de negacionista. Repudiamos sus dichos. Y seguimos afirmando como siempre: ¡no olvidamos, no perdonamos, no nos reconciliamos!
Por todo esto, este 24 de marzo, desde Izquierda Socialista seguimos levantando todas  y cada una de las reivindicaciones que año a año, hemos levantado junto al Encuentro Memoria, Verdad y Justicia, el colectivo de organizaciones que orgullosamente hemos mantenido la independencia frente a la cooptación que sufrieron durante el kirchnerismo muchos organismos de derechos humanos. Y seguimos reivindicando la memoria de todos y cada uno de los 30.000 compañeras y compañeros detenido-desaparecidos, entre ellos los más de 100 del glorioso Partido Socialista de los Trabajadores (antecesor de Izquierda Socialista), gritando como lo hicimos tantas veces: ¡a los caídos no los vamos a olvidar, y con un mundo socialista volverán!

Esta es la primera nota de una serie que iremos publicando sobre el peronismo. En la década del ’40, un movimiento nacionalista burgués ganará a la mayoría de la clase trabajadora. Sus consignas de “independencia económica”, “justicia social” y “soberanía política” marcarán un enfrentamiento limitado contra el ascendente imperialismo yanqui. Sin embargo, los límites de ese primer peronismo saldrán claramente a la luz cuando Perón renuncie sin resistir al golpe gorila de 1955.

Escribe José Castillo

El entonces coronel Juan Domingo Perón pasó a ser conocido por los trabajadores a partir de su ascenso al cargo de Secretario de Trabajo y Previsión del gobierno militar surgido tras el golpe de 1943. Otorgando numerosas conquistas y laudando a favor de los obreros, se ganó rápidamente la simpatía del movimiento obrero. Pero, al mismo tiempo, siempre dejó en claro los límites: “No encontrarán ningún defensor más decidido que yo de los capitales”, diría en un famoso discurso ante grandes empresarios, mientras explicaba que su política tenía como objetivo que los obreros no cayeran “en manos comunistas”.

El centro de los roces y enfrentamientos del primer peronista fue contra el ascendente imperialismo yanqui. Perón, apoyándose sobre otros sectores patronales (más vinculados al viejo imperialismo inglés), resistió el embate de los yanquis que, fortalecidos, venían por la semicolonización de todos los países latinoamericanos.

Las medidas de gobierno 1946-1955

La clase trabajadora obtuvo innumerables conquistas, algunas que se afianzaron a partir del período que Perón estuvo al mando de la Secretaría de Trabajo y Previsión y otras que se dieron directamente en su presidencia. Así, la denominada “justicia social” se materializó en el salario mínimo, vital y móvil, el aguinaldo y las vacaciones pagas, el descanso semanal y los feriados obligatorios, la estabilidad y protección contra los despidos, la ley de accidentes de trabajo, el fuero laboral y muchas medidas más. A ello se le sumaron las grandes obras públicas: construcción de viviendas populares, escuelas, hospitales, colonias de vacaciones y hoteles sindicales.

Pero también el primer peronismo, en su enfrentamiento, con sus limitaciones pero real, contra el imperialismo yanqui, desarrolló una serie  de medidas que las podemos ubicar bajo su propio lema de “independencia económica”: nacionalización de la banca, creación del IAPI (que fue en cierta forma una nacionalización parcial del comercio exterior), estatización de varias empresas de servicios (Ferrocarriles, teléfonos, puertos, diques) y creación de otras (Aerolíneas Argentinas, Gas del Estado). Sus acciones expresaron muchas veces “soberanía política” frente a las presiones del imperialismo yanqui. Así, el gobierno peronista reconoció y estableció relaciones diplomáticas con la URSS, se opuso a la creación de la OEA y se negó a entrar al FMI.

Perón pudo hacer todo esto porque la Argentina se encontraba en una coyuntura económica internacional excepcional. Era el país semicolonial más avanzado del mundo. Venía de ser la quinta potencia comercial mundial y salía de la Segunda Guerra Mundial como acreedor de Gran Bretaña y con una enorme acumulación de divisas. Así, ese primer peronismo, sin tocar la propiedad de la tierra ni modificar la estructura oligárquica del país, pudo otorgar todas las conquistas arriba mencionadas.  

Los límites y el golpe del ‘55

Ya a comienzos de la década del 50 habían comenzado los problemas. La situación mundial había cambiado y las patronales ya no querían seguir sosteniendo los salarios y conquistas populares de los años anteriores. Perón trató de recomponer su relación con los yanquis: los apoyó en la guerra de Corea, invitó al hermano del presidente Eisenhower a visitar la Argentina y promovió contratos petroleros con empresas yanquis. A la vez, por medio del “congreso de la productividad” limitó los aumentos salariales, que perdieron poder adquisitivo frente a la inflación.
Pero nada de esto bastó. Los yanquis venían por todo en Latinoamérica. Ya habían derribado a Jacobo Arbenz en Guatemala y las presiones golpistas habían llevado al suicidio a Getulio Vargas en Brasil. No toleraban ningún gobierno con visos de independencia en la región, por más señales negociadoras que diera el peronismo.

Así se llegó al golpe gorila de 1955. Se forjó una alianza reaccionaria entre las patronales, el imperialismo y la Iglesia Católica. Tras hechos terroríficos, como el primer intento de golpe en el mes de junio, con bombardeos sobre la Plaza de Mayo, la clase trabajadora se radicalizó en defensa de Perón. Las movilizaciones y exigencias de “armas para el pueblo” se hicieron masivas. Sin embargo, cuando llegó el segundo y definitivo golpe, en setiembre, Perón decidió renunciar sin resistir. La propia CGT no movió un dedo. Miles de trabajadores, aislados y sin dirección aguantaron varios días en el Gran Buenos Aires y Rosario, pero, sin dirección ni coordinación, fueron aplastados.

¿Por qué Perón no resistió al golpe? Ahí se vieron los límites de ese primer peronismo. Hacerlo hubiera implicado armar milicias obreras, movilizarlas contra las patronales, la Iglesia, el ejército y la armada y poner en juego, ahora sí, la continuidad de la estructura capitalista de nuestro país. Pero Perón y el peronismo, por sobre todo, era un movimiento burgués, patronal, que nunca iba a hacerlo. Los trabajadores pagarían esto con planes de ajuste, represión y entrega en los años siguientes. La Argentina pasaría a ser una semicolonia de los yanquis.

El golpe gorila del ’55 se propuso liquidar las conquistas obreras del peronismo y sus organizaciones sindicales. Por medio de una enorme resistencia, la clase trabajadora argentina resistió a ese intento. Entonces la burguesía, las fuerzas armadas golpistas, los partidos políticos patronales y el imperialismo, cambiaron de estrategia y comenzaron a “integrar” al peronismo al régimen político. Las condiciones económicas internacionales también se habían modificado. Así, el peronismo dejaría de ser aquel movimiento nacionalista burgués, que, con todas sus contradicciones, enfrentaba al imperialismo yanqui y que, apoyado en esa coyuntura internacional excepcional de los ‘40, podía otorgar concesiones importantes a los trabajadores, y pasaría a ser lo que ya es desde hace décadas: un partido político patronal más, que al igual que las otras fuerzas políticas burguesas, lleva adelante las políticas de ajuste, entrega  y saqueo contra el pueblo trabajador.


Conciencia sindical y conciencia política

Los trabajadores argentinos venían reconociendo desde sus orígenes a direcciones de izquierda: anarquistas, socialistas y comunistas. Ya a mediados de la década del ’30, los anarquistas estaban muy debilitados, por lo que la dirección efectiva del movimiento obrero eran el PS y el PC. Pero eran direcciones reformistas y que se terminaron alineando, a partir del inicio de la Segunda Guerra Mundial, con el imperialismo yanqui. Por eso traicionaron innumerables luchas.

Con Perón, los obreros abandonaron a estas direcciones y se hicieron masivamente peronistas. Pasaron a confiar en que sus problemas se resolvían votando a un “patrón bueno”, o a un general. Significó un enorme retroceso político en la conciencia de la clase obrera. Desde entonces, los trabajadores argentinos votan y apoyan mayoritariamente a partidos patronales y no a sus propias organizaciones.

Este retroceso de la conciencia política, sin embargo, se combina con un ascenso de la combatividad sindical. Si bien el peronismo estatizó, burocratizó y regimentó los sindicatos, al mismo tiempo los fortaleció enormemente. El grado de sindicalización de la clase obrera argentina pasó a ser uno de los más altos del mundo. Y, por sobre todo, nacieron las comisiones internas y los cuerpos de delegados, que, más de una vez, se convirtieron en un auténtico “doble poder” en la fábrica, enfrentando a la autoridad del patrón. A partir de ellas, la clase trabajadora llevaría adelante innumerables y heroicas peleas.

Desde 1955, un objetivo principal del imperialismo y el conjunto de la patronal, ha sido destruir esta organización sindical. A pesar de las feroces represiones (incluyendo la de la dictadura militar del ´76) no lo lograron. La clase trabajadora resistió y siguió (y así continúa hasta hoy) peleando contra los planes de ajuste, de entrega o los abusos patronales.
Esta elevada conciencia sindical se combina, así, con una baja conciencia política. Lograr que los combativos trabajadores de nuestro país dejen de votar a partidos patronales como el peronismo, para pasar a apoyar y construir nuevas alternativas políticas de izquierda, para pelear por el gobierno de los trabajadores y el socialismo, es la gran tarea que tenemos pendiente.

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