Apr 27, 2024 Last Updated 1:46 AM, Apr 27, 2024

Escribe: Silvia Santos, Dirigente UIT-CI

Este texto que hoy compartimos, se apoya en las elaboraciones de Nahuel Moreno, dirigente del trotskismo latinoamericano y mundial, contenidas en el libro “China de la Revolución a la restauración capitalista” (junto a otros autores) y en polémicas con la dirección de la IV Internacional, SU.(1)

La mayoría de las y los jóvenes luchadoras y luchadores que se acercan a la militancia revolucionaria poco conocen del fenómeno de la revolución cultural china, un hecho ocurrido hace 54 años. Las imágenes más simbólicas que guardamos de aquel proceso, son los miles o millones de jóvenes manifestando con el “libro rojo de Mao” en sus manos, que contenía las citas y discursos del líder.

Este movimiento, que llamó la atención de la vanguardia mundial tuvo más de una interpretación. Para algunos, fue una genuina manifestación de una nueva democracia surgida desde abajo. Para otros, por el contrario, expresaba una lucha feroz entre dos sectores de la burocracia. Nuestra corriente, encabezada por Nahuel Moreno, entendió que se trataba de una lucha inter burocrática. Uno de esos sectores, liderado por Mao Tsé Tung y Lin Piao apoyándose en la movilización de la juventud y en los trabajadores, encabezó lo que fue conocido como la Revolución Cultural.

La revolución china

El 1° de octubre de 1949, el Ejército Rojo entra a Pekín, derrotando al Kuomintang, partido de los terratenientes, la burguesía y los campesinos ricos, que contaba con el apoyo del imperialismo. Derrotado Chiang Kai-shek, sanguinario dictador y dirigente del Kuomintang, luego de una prolongada guerra de guerrillas, tomó el poder el Partido Comunista chino, dirigido por Mao que, a la cabeza del Ejército de Liberación Nacional, protagonizó una multitudinaria revolución agraria, teniendo como eje al campesinado.

El hecho de que ese gran proceso revolucionario haya sido protagonizado por el campesinado y por tanto con la ausencia de la democracia obrera, le imprimió al maoísmo un carácter burocrático. Sin embargo, a pesar de las limitaciones, una combinación entre el proceso objetivo interno y de la situación internacional generada en la pos guerra, empujó a la expropiación de la burguesía, a pesar de que esa tarea no hacia parte del programa del PC Chino.(1,1)

Para Mao, la revolución que estaba colocada en China era esencialmente anti feudal y antiimperialista, dirigida por un “bloque de cuatro clases”: proletariado, campesinos, pequeño burguesía urbana y burguesía nacional. A pesar de las diferencias con el estalinismo, el maoísmo, igual que la burocracia de la URSS, defendía alianzas con la burguesía nacional y el socialismo en un solo país. Es decir que el arrollador proceso de revolución agraria que llevaban adelante millones de campesinos, en un país que contaba por entonces con 700 millones de habitantes, debía detenerse en la tarea democrática de derribar la dictadura del Kuomintang.

Pero por más que Mao intentase mantener la revolución dentro del marco democrático, la lógica de la revolución agraria con millones de campesinos ocupando tierras, dio origen a un gobierno obrero y campesino.  En ese sentido, Moreno señalaba la importancia del marco internacional. Nos recuerda que mientras la contrarrevolución estalinista se dio en los años de retroceso de las masas y triunfos contra revolucionarios, de 1923 a 1943, la revolución china se dio en la época que siguió a la segunda guerra mundial, acompañando el proceso de luchas anticoloniales triunfantes y de revoluciones que como la yugoeslava o la cubana, se dieron en forma independiente del aparato contra revolucionario de Moscú.

La revolución cultural

Es sólo en este marco que podremos comprender el significado de la revolución cultural. Fue una expresión del enfrentamiento que estalló entre las masas de jóvenes y trabajadores contra los aparatos burocráticos generando una crisis en el régimen, con cuestionamientos a la dirección. En ese escenario se abrió una lucha interburocrática. Para llevar adelante su pelea, Mao se apoya en la movilización de los jóvenes y alega que hay elementos capitalistas infiltrados en el gobierno. Con esa acusación, insiste en que los revisionistas debían ser derrotados a través de la lucha de clases.

La Juventud respondió al llamado de Mao formando grupos de la Guardia Roja en todo el país. El movimiento se extendió al ejército, a los trabajadores urbanos y al propio liderazgo del Partido Comunista. Ese proceso abrió una serie de luchas entre facciones, generalizadas en todos los ámbitos de la vida. En la cúpula, condujo a una purga masiva de altos funcionarios, en particular Liu Shaoqi y Deng Xiaoping. Durante el mismo período, el culto a la personalidad de Mao creció en proporciones gigantescas.

Comenzada en 1966, ya en enero de 1967 se había convertido en una movilización de masas en todo el país de tal magnitud que también comenzaba a involucrar sectores obreros urbanos. Fue entonces que Mao, viendo que el proceso se le podía escapar del control, en 1969 intenta dar por terminada la “Revolución Cultural” que le había permitido eliminar a sus enemigos y reafirmarse como líder de la Revolución. Sin embargo, el proceso se extendió hasta su muerte en setiembre de 1976. Con la muerte del líder, China tomó otro rumbo, se produjo el arresto de sus sucesores, conocida como la Banda de los Cuatro, entre los que estaba la mujer de Mao, Jiang Qing y la Revolución Cultural finalmente llegó a su fin.

A partir de ahí, comenzará un nuevo proceso donde los “reformistas”, dirigidos por el rehabilitado Deng Xiaoping comenzaron a desarmar el andamiaje sobre el que se había montado el maoísmo. En 1978 Deng se convierte en el nuevo líder a partir de lo cual comenzaría una fase de reformas y apertura económica. Una fase, que había sido iniciada por el propio Mao durante la visita de Richard Nixon a China en 1972. (2)



China, una dictadura capitalista

En el último trabajo escrito por Moreno sobre China en Correo Internacional N° 13, en 1985, reseña la derechización del régimen chino y el giro hacia la conciliación con el imperialismo yanqui iniciado por Mao en los años ’70. Con su sucesor Deng Xiaoping ese giro a la derecha se hará impetuoso y se producirá sin retorno la apertura al capitalismo.

En 2008, el trabajo de Miguel Sorans, (dirigente de la UIT-CI) retoma la evolución del proceso chino, camino hacia la restauración convirtiendo a China en una gran economía capitalista. Al revés que en Rusia, Alemania y el resto de los países de Europa del este, donde el movimiento de masas derribó a las dictaduras burocráticas, fue el aplastamiento de las movilizaciones de millones de jóvenes estudiantes y obreros, con la masacre de miles de jóvenes en mayo de 1989 en la Plaza Tiannamen, lo que explica que en China se hayan instalado 70 mil multinacionales, y se la consideró “la fábrica del mundo.”

El trabajo concluye con la caracterización del estado chino como capitalista y su régimen como una dictadura asentada en el Partido Comunista. Destaca también las innumerables luchas obreras y populares que se desenvuelven espontáneamente en todos los rincones de aquel inmenso país.

El futuro de China dependerá de la repercusión de la crisis económica mundial y de la actual pandemia del covid-19 en el país, y, fundamentalmente del desarrollo de la lucha de clases. Finalizamos este texto con un llamado a los revolucionarios del mundo, de apoyar las luchas de la clase obrera y la juventud China por sus reivindicaciones y a pronunciarnos por el fin de la dictadura capitalista china.


 

Notas.

(1 y 1,1)Los debates en la IV Internacional (SU) El triunfo de Mao y el avance hacia la expropiación de la burguesía al calor de la colosal revolución campesina abrió un debate en la IV Internacional. Deslumbrado por el éxito revolucionario, el sector expresado por Ernest Mandel y Livio Maitán sostuvo que “quienes encabezan revoluciones triunfantes son revolucionarios”. Minimizaba el carácter burocrático de la conducción de Mao y su política estalinista de unidad con la burguesía y de “socialismo en un solo país”. Capitulaba así ante el maoísmo, como capituló ante la dirección cubana y frente a cuanta dirección de procesos de lucha que poblaron el mundo.

(2)La relación China y Estados Unidos La primera visita de un presidente de Estados Unidos realizada por Richard Nixon en 1972 a la República Popular China, precedida por una visita secreta del Secretario de Estado Henry Kissinger, fue un hecho  importantísimo para normalizar las relaciones entre Estados Unidos y la República Popular China. Para comprender el significado, Nixon declaró: “Fue una semana que cambió el mundo”. Así, queda evidente que Mao fue parte de la burocracia que impulsó la restauración capitalista, y no como creen algunos sectores de la izquierda, que fue con Deng Xiaoping que se inicia el proceso restauracionista.

Escribe Francisco Moreira

En este segundo artículo repasamos los orígenes de la Cuarta Internacional y los debates que hubo en el movimiento desde la muerte de Trotsky. Rescatamos el rol de Nahuel Moreno, quien batalló contra el revisionismo oportunista y los grupos sectarios. Con su guía, Izquierda Socialista y la UIT-CI continuamos la lucha revolucionaria trotskista.   

Desde 1924, José Stalin y su grupo comenzaron a imponer en el Partido Comunista y la URSS un régimen burocrático despiadado, enarbolando la utopía reaccionaria de construir el “socialismo en su solo país”, alentando la coexistencia pacífica con el imperialismo y la conciliación con las burguesías. León Trotsky encabezó la oposición al viraje burocrático estalinista en defensa de la democracia obrera y el internacionalismo proletario. Pero fue derrotado y expulsado del partido y de la URSS.

La contrarrevolución estalinista en la URSS corrió pareja a los avances del fascismo y el nazismo en Europa. La conducción de Stalin fue responsable de las derrotas que sufrió el proletariado. La política de conciliación con la burguesía llevó a la derrota de la revolución china (1925/1927). Después de que el estalinismo avaló la política sectaria que permitió el ascenso de Hitler en 1933, Trotsky concluyó que la Tercera Internacional había muerto y se dio a la tarea de fundar una nueva organización mundial. En septiembre de 1938, en las afueras de París, se fundó la Cuarta Internacional, cuyo Programa de Transición, elaborado por Trotsky, afirmaba que la situación mundial se sintetizaba en la frase “la crisis de la humanidad es la crisis de su dirección revolucionaria”.

El asesinato de Trotsky y el vacío de dirección

La fundación de la Cuarta y la adopción del Programa de Transición fueron los aciertos más grandes de Trotsky. Gracias a ello, dio continuidad al único marxismo revolucionario existente, el trotskismo. Cumplía el objetivo de preparar un marco organizativo y programático ante la perspectiva de nuevos ascensos revolucionarios para superar la crisis de dirección y lograr la conquista del poder por la clase obrera. 

Pero el asesinato de Trotsky, el 21 de agosto de 1940, cortó abruptamente ese proceso. Para ese año ya no quedaba con vida ninguno de los dirigentes del viejo Partido Bolchevique, muchos de ellos asesinados en las purgas estalinistas. Con su crimen, Stalin buscó terminar con la única posibilidad de construir una dirección revolucionaria que se estaba organizando alrededor de la figura de Trotsky, quien sintetizaba las experiencias del marxismo revolucionario desde comienzos del siglo XX.

La muerte de Trotsky dividió la historia del movimiento trotskista. Su desaparición provocó un abrupto vacío de dirección en la Cuarta. A esta situación abonaron las terribles condiciones de las décadas del ’20 y el ’30, que no permitieron ganar a nuevos dirigentes forjados en las luchas obreras, y el inicio de la Segunda Guerra Mundial, que profundizó la disgregación organizativa de la Cuarta pese a la heroica actividad de los trotskistas en la lucha contra el nazismo. 

La lucha contra el revisionismo oportunista y el sectarismo en el trotskismo

La derrota del nazismo y el gran ascenso revolucionario previstos por Trotsky sucedieron. Pero la Cuarta, proyectada para ser la dirección revolucionaria de las masas, prácticamente sin dirección política y desorganizada, atravesaría años de debilidad, crisis y disgregación.

El vacío de dirección en la Cuarta fue suplantado por una dirección oportunista, encabezada por el dirigente griego Michel Pablo y el belga Ernest Mandel. Desde el Tercer Congreso, en 1951, Pablo y Mandel impusieron el curso revisionista oportunista promoviendo la capitulación a las direcciones mayoritarias de las masas, los partidos comunistas burocráticos y reformistas y los movimientos nacionalistas burgueses.

Con la equivocada definición de que se iba a producir una tercera guerra mundial y que los partidos comunistas estalinistas se volverían revolucionarios, iniciaron un entrismo en ellos que duró cerca de veinte años en Europa. El dirigente trotskista argentino Nahuel Moreno combatió la política oportunista desde 1948. Denunció que ese entrismo implicaba renunciar a la tarea fundamental de construir partidos revolucionarios de la Cuarta Internacional. Pero Pablo y Mandel impusieron su política capituladora con métodos burocráticos, llevando a la ruptura de la Cuarta en 1952. Ese mismo año cometieron una de las más grandes traiciones. Tras la revolución en Bolivia, ordenaron a los trotskistas, contra toda la experiencia revolucionaria previa, apoyar al gobierno nacionalista burgués de Víctor Paz Estenssoro. En oposición, desde el partido argentino, Moreno impulsó combatir al gobierno y alentar la lucha por el poder de las organizaciones obreras y campesinas (las milicias y la Central Obrera Boliviana).

La capitulación de Pablo y Mandel volvió a repetirse ante la conducción nacionalista pequeñoburguesa castrista, que encabezó la revolución cubana desde finales de la década del ’50. Como reacción, surgió un ala sectaria, encabezada por Gerry Healy y Pierre Lambert, que negaban el carácter obrero del Estado cubano. Oponiéndose a ambos sectores, Moreno fue definiendo el carácter obrero del Estado cubano y ratificó el carácter burocrático y oportunista de la dirección castrista, la necesidad de una revolución política y de construir partidos trotskistas como única alternativa de dirección internacionalista y revolucionaria.   

En los años ’80, el Secretariado Unificado, encabezado por Mandel, apoyó al gobierno de conciliación de clases de Daniel Ortega y Violeta Chamorro, surgido tras la revolución sandinista de 1979. Rompiendo con los principios revolucionarios, avaló la represión a los trotskistas orientados por Moreno, que dirigían la brigada de combatientes Simón Bolívar. El mandelismo abandonó las definiciones centrales del trotskismo de construir partidos revolucionarios, que fue reemplazada por construir “partidos anticapitalistas amplios” y la necesidad del gobierno de trabajadores. En las últimas décadas, sus partidarios apoyaron a los gobiernos burgueses del PT en Brasil, siendo parte de su gabinete de ministros; el de Hugo Chávez y Nicolás Maduro en Venezuela, y el gobierno de Syriza en Grecia.

Continuamos la lucha revolucionaria de Trotsky

Izquierda Socialista y la Unidad Internacional de Trabajadoras y Trabajadores – Cuarta Internacional continuamos la lucha revolucionaria de Trotsky bajo el hilo conductor que nos legó nuestro máximo dirigente y maestro, Nahuel Moreno, en la pelea por mantener los principios y la política trotskistas. Seguimos levantando la independencia de clase, la necesidad del partido revolucionario con centralismo democrático y por construir una organización revolucionaria internacional que pelee por gobiernos de trabajadores en cada país y el socialismo con democracia obrera en todo el mundo.

En el siglo XXI, la clase obrera y las masas no dejaron de protagonizar heroicas luchas, rebeliones y revoluciones. Ejemplo de ello son la rebelión antirracista en los Estados Unidos contra Trump, la rebelión popular en Líbano, o las movilizaciones multitudinarias en Bielorrusia. Pero al igual que en tiempos de Trotsky y Moreno, sigue planteada la necesidad de superar la crisis de dirección revolucionaria que seguimos dando, combatiendo la autoproclamación y el sectarismo, que fueron la respuesta equivocada al oportunismo, y llamando a “unir a los revolucionarios” en la tarea de reconstruir la Cuarta Internacional. 

 

 

 

 

El lunes 17 de agosto, la Unidad Internacional de Trabajadoras y Trabajadores – Cuarta Internacional realizó, en simultáneo para varios países y traducido en cuatro idiomas, un homenaje a León Trotsky en el 80° aniversario de su asesinato. El homenaje promovió un repaso por su vida, sus enseñanzas y la vigencia de sus planteos revolucionarios. Miguel Ángel Hernández, del PSL de Venezuela, reivindicó su rol dirigente en la Revolución Rusa junto a Lenin, ante las falsificaciones estalinistas. Atakan Ciftci, del IDP de Turquía, resaltó su lucha contra la burocracia estalinista y la importancia de la fundación de la Cuarta Internacional. Josep Lluís Alcázar, de LI del Estado español, explicó el significado político de la persecución a los trotskistas y del asesinato de Trotsky por parte del estalinismo que, en su rol contrarrevolucionario, buscó cortar la continuidad revolucionaria. Leda Victoria, del MAS de México, relató la actividad revolucionaria de Trotsky en su exilio en ese país, quien aún, bajo las difíciles condiciones que vivía, siguió fiel a sus concepciones revolucionarias y su optimismo respecto de la clase trabajadora. Finalmente, Juan Carlos Giordano, de Izquierda Socialista de la Argentina, relató las peleas que dio el dirigente argentino Nahuel Moreno en la defensa de los principios y la política trotskista frente al revisionismo oportunista que hegemonizó la dirección del movimiento trotskista de posguerra, encabezado por los dirigentes Michel Pablo y Ernest Mandel, y a los grupos sectarios que surgieron como respuesta equivocada a ellos. Destacó que la UIT-CI impulsa la continuidad de los planteos revolucionarios de Trotsky y, al calor de las luchas en todo el mundo, donde surgen nuevas luchadoras y luchadores, postula una alternativa política de trabajadores y trabajadoras que pelee contra los aparatos contrarrevolucionarios que desvían las luchas y las llevan a la derrota, llamando a unir a los revolucionarios en la tarea por reconstruir la Cuarta Internacional.

 

Este viernes 21 de agosto, a las 18.30, el FIT-Unidad realizará una charla-debate en homenaje a León Trotsky en el 80 aniversario de su asesinato.

Participarán:

Mercedes Petit de Izquierda Socialista UIT-CI

Christian Castillo de PTS FT

Rafael Santos de PO 

Alejandro Bodart del MST LIS

Además de otros invitados.

Conectate por Facebook o YouTube de Izquierda Socialista.

 

Escribe Francisco Moreira

El 21 de agosto de 1940 León Trotsky fue asesinado por un agente estalinista. Trotsky fue uno de los principales dirigentes revolucionarios del siglo XX. Junto con Lenin, encabezó la primera revolución socialista triunfante de la historia. Con su asesinato, Stalin intentó cortar el hilo rojo de la continuidad histórica de la lucha obrera revolucionaria. En este primer artículo repasamos su intachable trayectoria revolucionaria, tantas veces falsificada, y la vigencia de su legado.

El 26 de octubre de 1879, en una aldea cerca de Odesa (Ucrania, que era parte del imperio de los zares de Rusia), nació León Davidovich Bronstein, más conocido como Trotsky. Siendo muy joven se hizo marxista. El régimen zarista rápidamente le impuso encarcelaciones y la deportación a Siberia. Se unió formalmente al Partido Obrero Socialdemócrata Ruso durante su fuga de Siberia, sumándose a la organización orientada por Iskra, la publicación que dirigía Lenin. En su exilio en Europa, Trotsky continuó forjando su actividad y espíritu revolucionarios.

Dirigente en la revolución de 1905 e internacionalista consecuente

En marzo de 1905 retornó a Rusia con el inicio de la revolución. Las huelgas obreras y las revueltas en el campo se extendieron durante todo el año. En junio, marineros del acorazado “Potemkin” se amotinaron, rechazando continuar la guerra iniciada con Japón. En octubre estalló la huelga general y nacieron los soviets (consejos) de obreros, embriones de gobierno revolucionario. Trotsky fue el máximo dirigente del soviet de San Petersburgo, en la capital del imperio.

En su balance de la revolución de 1905 plasmó por primera vez su “teoría de la revolución permanente”. Afirmaba que la única clase capaz de encabezar la revolución democrática burguesa y transformar las condiciones de vida en el campo era la de los obreros de las ciudades, acaudillando al campesinado pobre, no la burguesía. No hubo dos etapas en la revolución de la atrasada Rusia zarista. Los trabajadores, al tomar el poder, introdujeron desde el comienzo la lucha por sus demandas contra la patronal, transformando esa revolución en socialista y dando impulso a la revolución internacional.

Durante su segundo exilio, Trotsky fue parte también de la minoría internacionalista que, junto con Lenin, Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht, rechazó la traición de la Segunda Internacional cuando apoyó la guerra interimperialista en 1914. Trotsky observaba que la guerra nacía de las entrañas del capitalismo imperialista decadente y pronosticaba que “los años venideros presenciarán la era de la revolución social”.

Su rol en la revolución de octubre y en el gobierno de los soviets

En febrero de 1917 volvió a estallar la revolución en Rusia. La revolución derrumbó al régimen zarista y asumió el gobierno una coalición de la burguesía liberal y partidos reformistas. Pero, a su lado, resurgían los soviets desafiando su poder.

Trotsky logró retornar a Rusia en mayo, fue incorporado en la conducción del soviet de Petrogrado (ex San Petersburgo) e ingresó al Partido Bolchevique de Lenin. La revolución permitió una rápida confluencia entre ambos dirigentes. Lenin había logrado que el partido no diera su apoyo al gobierno provisional burgués y asumiera la pelea por un gobierno obrero, apoyado en los campesinos, lo que sería el preludio de la revolución socialista internacional. Los bolcheviques, con Lenin y Trotsky, fueron ganando cada vez más peso y lograron la mayoría en los soviets, siendo los únicos que defendían consecuentemente los intereses de obreros, campesinos y soldados, en los soviets y en las luchas. Finalmente, Trotsky fue designado responsable del Comité Militar Revolucionario del soviet que organizó la toma del poder el 24 de octubre. Se consumó así la primera revolución obrera socialista triunfante de la historia.

Con los soviets y el Partido Bolchevique en el poder, Trotsky fue designado comisario de Relaciones Exteriores, encargado de llevar adelante las delicadas negociaciones de paz con Alemania. Al estallar la guerra civil (1918-1921) fue designado comisario de Guerra, dándose a la tarea de crear y conducir al Ejército Rojo, que enfrentó y venció al Ejército Blanco, la coalición de ejércitos de la reacción burguesa rusa y países imperialistas.

Fundación de la Cuarta Internacional y su legado

Los bolcheviques apostaban al desarrollo de la revolución socialista internacional, comenzando por Europa, que estaba sacudida por una oleada revolucionaria. En marzo de 1919 fundaron la Tercera Internacional. Trotsky fue encargado de redactar su manifiesto, llamando a “la unión de todos los partidos verdaderamente revolucionarios del proletariado mundial para facilitar y apresurar la victoria comunista en el mundo entero”.  

Pero las revoluciones en Europa no lograron triunfar por el peso y las traiciones de la socialdemocracia y la inexperiencia de los nacientes partidos comunistas, quedando la URSS desangrada y aislada. Esta situación fue fatal para el régimen revolucionario leninista de democracia obrera e internacionalista. Se fue consolidando una burocracia en el partido y los soviets. Lenin y Trotsky combatieron la burocratización. Pero la muerte de Lenin, en 1924, aceleró el viraje encabezado por Stalin y la burocracia, quienes impusieron la conciliación con las burguesías y el imperialismo, rompiendo con todo verdadero internacionalismo.

Trotsky se opuso y fue blanco de los ataques y las falsificaciones estalinistas. Expulsado del partido y de la URSS, siguió denunciando la liquidación de la conducción revolucionaria y de la democracia obrera. Tras el ascenso del nazismo al poder, habilitado por la desastrosa política estalinista en Alemania, llamó a combatir a esa burocracia construyendo nuevos partidos revolucionarios y la Cuarta Internacional, que retomó la senda de los primeros años del régimen leninista y de la Tercera Internacional en sus cuatro primeros años.

En 1938, junto con un puñado de revolucionarios, fundó la Cuarta Internacional con el objetivo de unir férreamente a los revolucionarios alrededor de un programa, el Programa de Transición, que sintetizaba lo aprendido por el movimiento marxista desde la época de Marx y Engels y, especialmente, desde la revolución rusa. Una organización y un programa que ayudaran a intervenir a los revolucionarios con la perspectiva de tomar el poder, lograr nuevos gobiernos obreros y populares con democracia obrera y avanzar en la revolución socialista en todo el mundo. Con su asesinato en 1940, Stalin buscó eliminar la única posibilidad de dirección revolucionaria, sintetizada en la trayectoria y experiencia revolucionaria de Trotsky. Su desaparición significó un abrupto vacío de dirección.

La lucha de Trotsky y su intachable moral revolucionaria merecen ser difundidas. Su confianza en la clase obrera y su abnegación en la construcción del partido revolucionario tuvo sus continuadores. Nahuel Moreno, maestro y fundador de nuestra corriente, quien calificó la creación de la Cuarta como “el más grande acierto de Trotsky”, mantuvo bien en alto sus banderas, las mismas que rescatamos hoy desde Izquierda Socialista y nuestros partidos hermanos de la Unidad Internacional de Trabajadores y Trabajadoras - Cuarta Internacional (UIT-CI), quienes continuamos la pelea por unir a los revolucionarios y reconstruir la Cuarta Internacional.

Nuestro semanario. En el que te acercamos el reflejo de las luchas del movimiento obrero, las mujeres y la juventud, además un análisis de los principales hechos de la realidad nacional e internacional.

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