Escribe Adolfo Santos
Muchos compañeros nos plantean dudas o preguntas sobre la viabilidad de no pagar la deuda y las consecuencias que podría generar esta propuesta. En este espacio, queremos responder algunas de esas dudas.
1. “Las deudas hay que pagarlas”. Es normal para cualquier trabajador pensar que las deudas o créditos contraídos se deben pagar. Es lo correcto. Sin embargo, cuando se trata de la deuda externa la situación es diferente. El origen de la misma está en la dictadura genocida. Durante el gobierno militar (1976-1982) el ministro de Economía Martínez de Hoz le cargó al Estado miles de millones de dólares de deudas de más de 70 empresas, entre ellas la suya, Acindar S.A. Lo mismo hizo Domingo Cavallo en 1982, estatizando 15.000 millones de dólares. Auditorías posteriores determinaron que esos préstamos eran maniobras contables fraudulentas. La familia Macri, por ejemplo, fue favorecida con esa “estatización” y sus empresas Sevel; Sideco Americana y Fiat le transfirieron sus deudas millonarias al Estado. Esa fue la deuda externa que terminaron reconociendo como “legítima” todos y cada uno de los gobiernos que se sucedieron a partir de 1983. Y cada uno de ellos pagó millonadas, mientras la deuda seguía creciendo, cual bola de nieve, acumulando vencimientos que eran “refinanciados” con intereses usurarios. Cada una de esas refinanciaciones, canjes o pedidos de ayuda a organismos internacionales generó, a la vez, nuevos negociados para el establishment financiero. Así, por tomar sólo el ejemplo más reciente, Macri durante su presidencia le pidió 45.000 millones de dólares al FMI, para “calmar a los bancos comerciales” según sus propias declaraciones. Un escándalo. En síntesis, se trata de una estafa, que generalmente contrajeron grandes empresarios y banqueros y reconocieron, pagaron y agrandaron todos los gobiernos. Que en nada mejoraron las condiciones de vida del pueblo trabajador. Las deudas se pagan, las estafas no.
2. “Hay que pagar porque los distintos gobiernos reconocieron la legitimidad de la deuda”. Ya vimos en el punto anterior que un presidente como Macri no utilizó la deuda para favorecer a la clase trabajadora, sino a un puñado de banqueros. Eso es lo que ahora nos quieren hacer pagar a todos. Pero esto no fue una excepción; lo mismo viene sucediendo en todos los gobiernos desde 1983 a esta fecha. En algo que, de origen, proviene de la dictadura genocida. Todo esto se encuadra en lo que jurídicamente ha sido llamado “deuda odiosa”. Es una doctrina reconocida por el Derecho Internacional que sostiene que las deudas contraídas por cualquier tipo de gobierno contra los intereses de la población de un país, y con el conocimiento del acreedor, no deben pagarse, ya que los prestatarios actuaron de mala fe. El propio Estados Unidos ha echado mano de esta doctrina para no hacerse cargo de deudas contraídas por países que estaban bajo su control como Filipinas, Cuba y recientemente Irak durante la Guerra de 2003. Claramente, la deuda externa argentina es una “deuda odiosa”.
3. “Pero nos van a cortar los créditos y boicotear económicamente”. El problema es, ¿qué pasa si seguimos pagando? Continuaremos aumentando los niveles de miseria y pobreza ya que no existe ninguna posibilidad de disponer de dinero para invertir en obra pública, salud, educación, salarios, jubilaciones, etcétera. Significa aumentar la dependencia y dejar la economía del país en manos del FMI. Claro que el imperialismo y el sistema financiero no van a aceptar tranquilamente esta situación y van a intentar causarnos problemas, pero las dificultades que puede generar no pagar son infinitamente menores para el pueblo trabajador que los terribles costos del ajuste permanente a que nos somete seguir pagando.
4. “¿Tenemos suficiente fuerza para enfrentar los desafíos del no pago?” Generalmente sectores del peronismo nos dicen que no hay una relación de fuerzas favorable para llevar a cabo esta medida. Es mentira. Lo que no hay es voluntad del gobierno para romper con los pulpos acreedores y el FMI. Por eso nosotros sostenemos que hay que movilizar para exigir el no pago y la ruptura con el Fondo. Para lograr, como se produjo en el Argentinazo de 2001, que se imponga la suspensión de los pagos. Y a la vez, llamar a conformar un gran frente de países deudores latinoamericanos que asuma de conjunto repudiar la deuda de toda la región y plantee romper los lazos políticos y económicos que nos someten a los organismos internacionales. Ese es el camino para terminar con el sometimiento, lograr la Segunda Independencia y poder poner en marcha un programa alternativo de emergencia que resuelva las más urgentes necesidades populares.