Escribe Nicolás Núñez, referente de Ambiente en Lucha (Izquierda Socialista e independientes)
Las negociaciones fueron en la ciudad de Sharm El Sheikh, y las autoridades egipcias dispusieron todo de manera que fuera imposible que se desarrollen las habituales protestas frente a las sedes de cada Conferencia de Partes (COP). Así las cosas, un gobierno dictatorial defensor de los combustibles fósiles fue el anfitrión de un evento climático que tenía como principal sponsor a Coca-Cola. ¿Qué podía salir bien?
Antes de adentrarnos en sus resultados, digamos que quizás de lo más fructífero que nos dejó esta nueva COP27 fue la cantidad de informes que se hicieron circular en los días previos. Desde diversos organismos o centros científicos buscaron influir sobre las negociaciones con una catarata de información respecto de la crisis climática y sus perspectivas. Entre ellos, el Programa para el medio ambiente de la ONU (Pnuma), que analiza los compromisos asumidos por los gobiernos cumbre tras cumbre. Este programa dió cuenta de que, por el camino en el que vamos, el escenario más probable es un aumento de 2,8° de la temperatura global respecto de la era industrial, lo cual implicaría una catástrofe inimaginable. A tal punto es contundente la nueva evidencia científica que la tradicional revista The Economist sacó en la tapa de su número previo a la COP27 el título “Say goodbye to 1,5°” (“Díganle adiós al 1,5°”). Ese aumento es lo que se había puesto como objetivo el “Acuerdo de París”, firmado hace tan solo siete años. Por ejemplo, desde el Centro de Investigación Climática de Noruega, entre otros, señalan que ese límite podría cruzarse al finalizar esta década, y el Global Carbon Project concluye que el riesgo de que esto último suceda es del 50%, o sea, una moneda lanzada al aire.
Tenemos que recordar que una vez atravesado ese punto no hay certeza respecto de qué dinámica puede tomar la estabilidad climática del planeta, dado que comenzarían a dispararse fenómenos de retroalimentación (como el derretimiento del Ártico, la liberación de gas metano fruto del deshielo de las estepas gélidas del norte, o la liquidación de las corrientes de aire que sostienen el metabolismo climático global), que una vez encadenados entre sí desatarían una tendencia que puede tornarse irreversible.
Sin embargo, a pesar de que desde el campo científico cada vez se torna mayor el consenso, el lobby de las multinacionales petroleras terminó logrando que la COP27 no suscriba ningún compromiso de abandono del uso de los combustibles fósiles, siendo que éste es el principal motor del calentamiento global. Los gobiernos capitalistas del mundo siguen teniendo como principal preocupación el cuidado de las tasas de ganancias de las corporaciones y multinacionales, y no mejorar la vida sobre el planeta Tierra.
Es en ese marco que se firmó el acuerdo de “pérdidas y daños”, a partir del cual se establecería que los países capitalistas más desarrollados giren partidas presupuestarias para hacer frente a los eventos catastróficos del calentamiento global. ¿Qué países pagarían y cuáles recibirían? Es algo que recién se intentaría definir en la próxima COP, pateando la pelota hacia adelante. Ya sucedió que el acuerdo previo, en el que se constituía un fondo de ayuda para la mitigación y adaptación de los países más vulnerables, fue totalmente incumplido por las potencias imperialistas.
El pasar de hablar de fondos de mitigación a fondos directamente de daños, es, por un lado, un reconocimiento del estado de degradación ambiental en que se está a nivel mundial. Y, por otro, la ratificación de que no existe la voluntad política de hacer lo que debería hacerse para evitar que siga profundizándose. Es una vez más la confirmación de que sin terminar con el capitalismo a escala mundial y conquistar gobiernos de las y los trabajadores y el verdadero socialismo con plena democracia para el pueblo trabajador, no lograremos soluciones de fondo para el desastre climático. En ese camino, hoy hay pasos que debemos impulsar. Como venimos proponiendo desde Izquierda Socialista y la UIT-CI, anular las deudas externas; expropiar sin remuneración a las multinacionales petroleras que durante décadas ocultaron la información que tenían respecto de lo problemático de las emisiones de gases de efecto invernadero; estatizar los bienes comunes energéticos para dinamizar una transición basada no en el lucro, sino en la satisfacción de las necesidades populares y el respeto de los territorios de los que se obtendrían los minerales necesarios; que sean las y los trabajadores y sectores populares quienes tomen en sus propias manos el combate al calentamiento global, y no los representantes de los intereses económicos de las multinacionales que nos trajeron hasta acá.
En esa perspectiva, en nuestro país, desde Ambiente en Lucha propusimos en la Coordinadora Basta de Falsas Soluciones impulsar una declaración de rechazo a las negociaciones de la COP27 bajo el título “No en nuestro nombre”. Dirigida a la delegación argentina en Egipto, terminó siendo suscripta por más de treinta asambleas socioambientales de todo el país, desde No a la Mina Esquel, hasta Mar Libre de Petroleras, pasando por las multisectoriales por los humedales, asambleas de las sierras de Córdoba, Chilecito, Río Negro, Mendoza, y distintos espacios del conurbano bonaerense.
Seguir construyendo un movimiento socioambiental de lucha e independiente de los gobiernos es una tarea clave para enfrentar las falsas promesas de los voceros del capitalismo imperialista y su circo de más y más “bla, bla, bla”, que como señalara Greta Thunberg está al servicio del lavado de cara verde de la búsqueda de ganancia capitalista.