El Estado sionista de Israel ha escalado las agresiones militares genocidas sobre el Líbano. Esta escalada está marcada por las detonaciones masivas de “beepers” y radios entre el 16 y el 17 de septiembre, los bombardeos masivos sobre Beirut y otras ciudades que desde las jornadas del 23 asesinaron a más de mil personas, el desplazamiento masivo de cerca de un millón de habitantes y el asesinato del jefe máximo de Hezbollah, Nassan Nasrallah, y otros dirigentes.
La operación “Flechas del Norte” (como Israel denomina sus acciones militares sobre el Líbano) busca penetrar en el sur del país para extender la frontera norte de Israel, como mínimo, hasta el Río Litani con el objetivo de disponer de un espacio de seguridad entre Israel y el Líbano, zona que esté controlada un 100% por las fuerzas de ocupación sionistas e imperialistas, retrotrayendo la situación a antes del año 2000, cuando Israel tuvo que salir de esa región y devolverle los territorios al Líbano, luego de haberlos ocupado desde el año 1985.
Con ese objetivo, han instado al desalojo de veinte ciudades y aplicado fuego aéreo y de artillería que se ha intensificado durante el martes 1 de octubre. Israel ha notificado a su socio imperialista de los Estados Unidos de su intención de realizar una incursión terrestre disfrazada de “redadas limitadas, localizadas y selectivas” para destruir a Hezbollah. ¡Falso! Nada de localizado ni selectivo, Israel realiza bombardeos sobre áreas densamente pobladas y asesina sistemáticamente a la población civil para amedrantar al conjunto de los pueblos, el palestino y libanés. Israel no quiere proteger a la población del “terrorismo”. Israel es un estado genocida y terrorista que busca el desplazamiento masivo de la población original y la ocupación militar de las tierras en Palestina, y ahora también, nuevamente, en el Líbano.
Para concretar esta agresión militar y la posible invasión terrestre sobre el sur del Líbano, Netanyahu cuenta con el criminal apoyo de los Estados Unidos, quienes (a pesar de pedir junto a Francia un alto el fuego de veintiún días) garantizan la impunidad mundial y el apoyo económico, político y material a Israel. Solo para dar un ejemplo, se estima que gran parte de las bombas de 900 kilogramos utilizadas en los ataques sobre Beirut fueron provistas por los Estados Unidos y lanzadas por sus aviones F-35. En ese sentido, el Secretario de Defensa de Estados Unidos, Lloyd Austin afirmó que “Estuvimos de acuerdo en la necesidad de desmantelar la infraestructura de ataque a lo largo de la frontera para garantizar que Hezbollah no pueda perpetrar ataques similares a los del 7 de octubre”. Además, Estados Unidos planea el refuerzo de soldados y más aviones cazas para fortalecer al portaaviones Abraham Lincoln, instalado en el golfo de Omán. Mientras esto sucede, Joe Biden, en medio de la campaña electoral junto a la demócrata Kamala Harris, busca hacer malabares y despegarse con abstractas propuestas de alto el fuego que cada vez están más lejos de cumplirse.
Las nuevas agresiones militares y la amenaza de una invasión terrestre por parte del ejército israelí sobre el Líbano son una nueva acción criminal de Netanyahu y su régimen nazi-sionista y ultra religioso, para evitar su caída. Netanyahu requiere sostener la guerra para permanecer en el poder mientras fracasa en su objetivo de destruir a Hamas y al conjunto de la resistencia palestina, y ahora, a Hezbollah. Parte de esta política guerrerista son también los bombardeos ejecutados contra los rebeldes hutíes en Yemen.
Mientras buscan extender las agresiones al Líbano, continúa el genocidio sobre Gaza y Cisjordania. A poco de cumplirse un año de la nueva fase del genocidio comenzado en 1948, más de 40.000 personas fueron asesinadas, entre ellos miles de mujeres y niños. Israel busca la limpieza étnica en Gaza y Cisjordania, busca ocupar todo el territorio histórico, con su política de echar a los palestinos y palestinas e instalar el “Gran Israel”. Israel desconoce todos los acuerdos diplomáticos y Netanyahu se paseó por la ONU afirmando que “no hay rincón de Medio Oriente al que Israel no pueda llegar”, ante la mirada cómplice de las autoridades y fracasados expertos diplomáticos y la pasividad de los países árabes. Israel busca la guerra permanente y el exterminio, demostrando una vez más, sobre miles de muertos, desplazados y refugiados, el fracaso histórico de la falsa política de los “Dos Estados” sostenido por el imperialismo.
A un año de la invasión a Gaza, las movilizaciones y acciones de solidaridad con la resistencia y el pueblo palestino han comenzado a recuperar iniciativa. El pasado 27 de septiembre se realizó una huelga general y grandes movilizaciones en el Estado Español y se preparan importantes acciones de solidaridad en diversas ciudades del mundo. Desde la Unidad Internacional de Trabajadoras y Trabajadores - Cuarta Internacional (UIT-CI) llamamos a sostener la movilización mundial en solidaridad con el pueblo palestino y exigimos a los gobiernos del mundo que rompan relaciones diplomáticas, políticas, económicas, militares y culturales con Israel ¡Basta de enviar armas! ¡Basta de financiar el genocidio! ¡Basta de muertos por hambre y enfermedades! ¡Apertura ya de las fronteras para el ingreso de la ayuda humanitaria! ¡Fuera Israel de Gaza, Cisjordania, de toda Palestina y del Líbano! ¡Por una Palestina única, laica, democrática y no racista! ¡Viva Palestina libre del río al mar!
Unidad Internacional de Trabajadoras y Trabajadores
Cuarta Internacional (UIT-CI)
1 de octubre de 2024
Escribe Miguel Lamas, dirigente de la UIT-CI
Las enormes protestas estudiantiles en Bangladesh, ferozmente reprimidas, con más de 650 muertos, culminaron triunfando el 5 de agosto con la renuncia y huida en helicóptero hacia la vecina India, de la hasta ayer primera ministra, Sheikh Hasina. El desenlace final ocurrió luego de que miles de manifestantes asaltaran su despacho en la Casa de Gobierno, y quemaran centenares de comisarías policiales.
La primera ministra concentraba el poder desde el 2009 y había sido reelecta a comienzos de este año con la oposición prohibida, configurando un tremendo fraude. Por gobernar con métodos dictatoriales Hasina había sido apodada “la Dama de Hierro” de Asia.
La rebelión estudiantil, con gran simpatía popular, con apoyo directo de sindicatos de médicos y de trabajadores textiles, incluyó a estudiantes universitarios y secundarios, y comenzó por el repudio a una “Ley de Cupos” que permitía al gobierno un manejo discrecional y corrupto de la plantilla de trabajadores del Estado. En una economía marcada por condiciones de ultraexplotación laboral y desempleo estructural, el trabajo estatal es la única salida posible para miles de estudiantes universitarios. Cada año 400.000 graduados compiten por solo 3.000 puestos de trabajo en los exámenes de admisión. En ese contexto, Sheikh Hasina buscaba controlar estos nombramientos y designaciones a dedo, anulando la pequeña posibilidad que el examen de admisión ofrecía al conjunto de los estudiantes.
Esta verdadera insurrección estudiantil con apoyo popular no pudo ser detenida con el asesinato de centenas manifestantes y el toque de queda. “La gente no retrocede ni siquiera cuando les disparan”, dijo un corresponsal de la DW. Esa fuerza incontenible llevó a que la policía también se declare en huelga, diciendo que “el gobierno los había obligado a disparar sobre los manifestantes”.
Rebelión contra la explotación y miseria
Tanto los estudiantes como el pueblo trabajador de la ciudad y el campo tiene por supuesto muchas más razones de fondo para su rebelión, que son la miseria y la desocupación generalizadas, y la superexplotación laboral.
Como sucede hoy en gran parte del mundo, no hay empleos regulares para los jóvenes, ni siquiera para jóvenes graduados en carreras universitarias profesionales, y la mayor parte de su población vive en la miseria.
Bangladesh, donde viven 170 millones de habitantes, fue parte de la colonización británica -como lo fue la India, su vecina hacia el oeste hasta el año 1947-. Posteriormente logró su independencia siendo parte de Pakistán, país del que finalmente se independizó en 1971. Y hoy, como muchos países asiáticos, es una semicolonia sometida a multinacionales imperialistas que explotan su mano de obra barata.
Gran parte de la población vive de la producción agraria (arroz, trigo, maíz, legumbres, hortalizas, frutas, carne, y lácteos) y productos del mar. La principal fuente de exportación es de textiles, ropa que se consume principalmente en Europa y que genera ingresos anuales por 45.000 millones de dólares.
Estas empresas que producen ropa emplean a 4 millones de trabajadoras y trabajadores (la gran mayoría mujeres) que, tras cuatro meses de huelga el año pasado, lograron aumentar sus salarios mínimos a 90 dólares al mes, aunque el ingreso mínimo para llevar una vida decente en Bangladesh es de entre 250 y 280 dólares. Las empresas textiles son nacionales, pero asociadas a transnacionales (como Zara, Gap, Levi’s, Adidas, H&M, Benetton, Inditex, Wal-Mart o Marks & Spencer) que se llevan la ropa a Europa y Estados Unidos. Bangladesh es el segundo exportador mundial de ropa, después de China. Esto significa grandes ganancias para esas multinacionales y para la burguesía de Bangladesh. Pero muy poco queda para su pueblo trabajador y sectores populares que viven en la miseria.
El nuevo gobierno
Después de la caída de la dictadura y la huida de la primera ministra Sheikh Hasina, se formó un gobierno interino encabezado por el premio Nobel de la Paz Muhammad Yunus, un catedrático economista de 85 años, muy popular, propuesto por los estudiantes. La decisión se tomó por acuerdo en una reunión entre el presidente del país, Mohammed Shahabuddin, líderes militares y los jefes del grupo Estudiantes contra la Discriminación, que lideraron la rebelión. Así se formó el gobierno provisional encabezado por Yunus, y que incluye a dos ministros dirigentes estudiantiles y también a representantes burgueses. Además, y por exigencia de los estudiantes también se disolvió el Parlamento.
Es decir que, para terminar con la gigantesca insurrección, el presidente y los militares debieron ceder a las exigencias estudiantiles, aunque el nuevo gobierno continúa manteniendo las estructuras capitalistas de poder. El gobierno provisional anunció una convocatoria a elecciones nacionales que, según informó Yunus, será después de recuperar las instituciones como el poder electoral y el poder judicial, que eran instrumentos de la dictadura. Sin embargo, no se ha fijado ningún plazo para llevar a cabo esas transformaciones.
Por el poder para el pueblo trabajador
Desde la UIT-CI saludamos esta lucha heroica y este primer triunfo de los jóvenes y el pueblo trabajador de Bangladesh, que son hoy un gran ejemplo para los explotados y oprimidos de Asia y del mundo.
Este gran triunfo de la movilización estudiantil y popular muestra el enorme poder que pueden tener la juventud y el pueblo trabajador si se unen para conquistar soluciones de fondo para el país, para terminar con la precariedad y la miseria, para que haya salarios dignos y trabajo para todos.
Pero para avanzar hacia esos objetivos en un país tan pobre y sometido al poder de las multinacionales se requiere un cambio económico radical que termine con el sometimiento al imperialismo y a la burguesía que se lleva las ganancias del trabajo de millones.
Esto no será posible con un gobierno de conciliación de clases, de alianza con sectores capitalistas, como el que surgió actualmente. Es necesario luchar por un nuevo gobierno de las y los trabajadores, la juventud y los sectores populares y sus organizaciones, como la de los textiles, que con la gran huelga de hace pocos meses demostraron un gran poder y contribuyeron a provocar la insurrección que derrocó al gobierno semidictatorial de Sheikh Hasina.
En esta edición se aborda en profundidad los diez meses de genocidio en Gaza y ataques en Cisjordania ocupada, donde el sionismo está lejos de lograr los objetivos militares con los que inició su invasión. No sólo no pudo destruir a Hamas y tener el control total del territorio, sino que en todo el mundo se vieron grandes expresiones de repudio, enormes manifestaciones, incluso de judíos bajo el lema “no en nuestro nombre”, tomas de universidades, fallos judiciales y ruptura de relaciones.
También se analiza la lucha del pueblo trabajador venezolano contra el fraude de Maduro, y la pregunta que muchos se hacen ¿Es Maduro socialista y antiimperialista?
Así mismo, la revista desarrolla en profundidad la situación política en Estados Unidos, las elecciones europeas, la coyuntura argentina, el armamentismo mundial. Además de una nota homenaje a 100 años del nacimiento Nahuel Moreno y mucho más.
Pedila!
Escribe Bruno Cancelinha, dirigente del Movimiento Alternativa Socialista (MAS), sección portuguesa de la UIT-CI.
5/8/2024. Dentro de poco más de tres meses, Estados Unidos elegirá un nuevo presidente. Esa es una de las pocas certezas que podemos tener de estas elecciones, que ya están demostrando ser muy turbulentas. Sólo en el último mes, hemos tenido de todo: desde un debate desastroso que reveló el estado senil del imperialismo estadounidense, llamamientos para que Biden abandone la carrera, el intento de asesinato de Donald Trump y, finalmente, la retirada de Biden y la entrada de Kamala Harris.
El ala trumpista ata a los republicanos
En este primer mes, también tuvimos la convención republicana, que oficializó el nombre de Donald Trump -y de su vicepresidente, J.D. Vance- como candidato de los republicanos a la Casa Blanca. Lo que salió de esa convención fue la garantía de la consolidación del poder del ala trumpista dentro del Partido Republicano. No hubo voces discordantes, e incluso republicanos que, en el pasado reciente, se mostraron contrarios a Donald Trump -como su ex embajadora en Naciones Unidas, Nikki Haley, o incluso el propio Vance, que alaban ahora a Donald Trump. El atentado contra el expresidente también ha servido para aumentar el misticismo que rodea a Trump y consolidar aún más su influencia entre las bases del partido.
Destaca la ausencia de cuadros que estuvieron en la administración de Trump hace cuatro años -concretamente su vicepresidente Mike Pence y John Bolton- que, junto a todo un sector de republicanos, se han visto arrinconados.
Caos en el Partido Demócrata
Por su parte, el Partido Demócrata aún no ha hecho oficial su candidatura a la Casa Blanca. En contra de lo que ocurre tradicionalmente, este año la dirección del partido impidió la celebración de las primarias, el proceso en el que se elige al candidato. Prohibió los debates y, en algunos estados, impidió la participación de candidatos distintos de Biden.
La posición de la dirección del partido era clara: el candidato sería Joe Biden, independientemente de lo que quisieran las bases. Esto, a pesar de que Biden prometió que sería un presidente de un solo mandato. En realidad, el Partido Demócrata temía que el corriente «izquierdista» del partido presentara una candidatura, repitiendo potencialmente el inesperado éxito de Bernie en las primarias de 2016 y 2020.
Pero el Partido Demócrata fue incapaz de enmascarar la desastrosa actuación de Biden en el debate con Donald Trump, y las voces que pedían que Biden abandonara la carrera se hicieron cada vez más difíciles de ignorar, con cuadros centrales del partido e importantes financieros pidiendo su dimisión. Después de tres semanas negando lo inevitable, Biden abandonó la carrera y lanzó su apoyo a su vicepresidenta, Kamala Harris.
Nueva cara, misma política
Con la entrada de Kamala Harris, el discurso de la dirección del partido dio un giro de 180º grados. Biden, ya no era el único que podía derrotar a Donald Trump, sino Kamala. Dejarla fuera fue una reflexión por su pobre actuación en las primarias de 2020, que la llevó a abandonar la carrera antes incluso de que hubiera empezado.
El anuncio de Kamala Harris -una mujer negra y del sur de Asia- como candidata del Partido Demócrata crea inevitablemente ilusiones en la izquierda, de que esta candidatura es diferente a la presentada por Joe Biden. El apoyo de figuras del pop como Beyoncé y Charli XCX, consolidó esta imagen de una Kamala más joven y dinámica. Pero, por supuesto, se trata sólo de un cambio en el marketing político, manteniendo la plataforma de Biden.
El pasado de Kamala es revelador. Como fiscal general de California, mantuvo a personas encerradas incluso después de que el Tribunal Supremo pidiera una reducción de la población carcelaria -recordemos que, con el 5% de la población mundial, Estados Unidos tiene el 25% de la población carcelaria del mundo-. Ha perseguido a trabajadores pobres por posesión de drogas blandas, ha amenazado con detener a padres por el abandono escolar de sus hijos, ha mantenido encerradas a personas más allá de su condena para utilizarlas como mano de obra penitenciaria.
Como vicepresidenta, Kamala fue responsable de una de las políticas antiinmigración más duras, con su política de «¡No vengas!”. De hecho, los demócratas llegaron a preparar una legislación, junto con los republicanos, para «asegurar la frontera», que aún no se ha aprobado porque fue rechazada por los republicanos para que la inmigración siguiera siendo un tema clave en la campaña presidencial.
Recientemente, Kamala se ausentó del discurso de Netanyahu ante el Congreso estadounidense. Israel criticó su ausencia y algunos periódicos como The Telegraph llegaron a utilizar el término «boicot». En la izquierda, algunos sectores vieron la postura como un cambio al «apoyo incondicional» de Biden a Israel. Pero todo fue puro teatro político, ya que al día siguiente Harris se reunió en privado con el Primer Ministro israelí y le ofreció todo su apoyo. En su discurso, Harris se mostró más empática con el sufrimiento de Gaza, pero se trata sólo de retórica, ya que también afirma su apoyo incondicional a Israel y seguirá enviando bombas y municiones para que Israel lleve a cabo el genocidio.
Necesitamos un partido de las y los trabajadores
Desde 2016, una corriente más socialdemócrata del Partido Demócrata ha ido ganando fuerza. Esta corriente actual, los Socialistas Democráticos de América (DSA), incluye a representantes como Alexandria Ocasio-Cortez (AOC), Ilhan Omar, Bernie Sanders, etc. Pero con el tiempo, esta corriente actual, hegemonizada por el socialismo reformista, se ha revelado cada vez más centrista, ya que los Socialistas Demócratas de América (DSA) pidieron que Biden se retirara de la campaña inmediatamente después del desastroso debate, mientras que AOC -que también es activista de DSA-, Ilhan Omar y Bernie Sanders permanecieron con el presidente estadounidense hasta el final. Creando ilusiones sobre lo que ha sido la presidencia americana y la posibilidad de la derrota de Trump.
Pero, la dirección del Partido Demócrata, ha demostrado una y otra vez que está dispuesta a todo -incluso a boicotear sus propias primarias- para evitar que esta corriente gane influencia real dentro del partido. El Partido Demócrata es un partido burgués del mayor Estado imperialista del mundo, que siempre satisfará los intereses de sus financiadores y del complejo militar-industrial.
Ninguna solución vendrá de adentro del Partido Demócrata. Incluso el grupo de demócratas «progresistas» elegidos para la Cámara de Representantes -conocido como «El Escuadrón»- u otras figuras vinculadas a la izquierda estadounidense, como Bernie Sanders, ya han demostrado que son incapaces de romper con el Partido Demócrata y sus financiadores.
Incluso después de las grandes votaciones de Bernie Sanders en las primarias de 2016 y 2020, y con la profunda crisis del régimen -que pone en cuestión a los dos partidos dominantes-, este sector sigue negándose a crear una alternativa a la patronal, la burguesía y la política imperialista de su país. Al final, cumple el triste papel de recoger el descontento contra el sistema bajo el paraguas de los demócratas.
Lo que hace falta es romper con el Partido Demócrata y empezar a construir uno nuevo, un partido de las y los trabajadores que una a los nuevos luchadores sindicales con la izquierda independiente. Sólo así podríamos empezar a construir una nueva dirección política al servicio de la clase obrera norteamericana. Y ayudar a organizar las luchas por el fin del genocidio en Palestina; por un servicio de salud pública; por el fin del racismo sistémico y tantas otras luchas que han sacado a la calle a los trabajadores y sectores oprimidos.
Escribe Miguel Lamas, dirigente de la UIT- CI
La ultraderecha de Marine Le Pen logró un triunfo electoral en la primera vuelta de las elecciones legislativas: es un resultado inédito para Francia. Por primera vez el partido de Marine Le Pen obtuvo el 33%, mostrando la confusión política de amplios sectores obreros y populares que repudian a los partidos tradicionales, como ocurrió en Argentina con Milei. Las urnas han castigado duramente al presidente centroderechista Macron, por su política contra el pueblo trabajador.
Reagrupamiento Nacional (RN), de Le Pen obtuvo el 33% de los votos. La izquierda reformista del Nuevo Frente Popular (NFP) logró el 28%, aumentando sus votos, capitalizando el rechazo de importantes sectores populares a la extrema derecha. El Partido Renacimiento del presidente Macron y su alianza Ensemble ha quedado en tercer lugar con el 20% de los votos y el Partido Republicano de derecha, el 10%. En la segunda vuelta, del domingo 7 de julio, se eligen diputados en la mayoría de los distritos que ninguno consiguió mayoría absoluta. La votación es un diputado por distrito electoral. Por eso, los porcentajes de diputados no coinciden con los porcentajes de votos. Posteriormente, el presidente Macron deberá designar un primer ministro en base a la mayoría legislativa.
Para la segunda vuelta, el presidente Emmanuel Macron y varios líderes de la izquierda reformista del recién formado Nuevo Frente Popular y del centro, hicieron llamamientos a la unidad para evitar que Le Pen consiga la mayoría absoluta. Es decir, aspiran a un gobierno de coalición entre ellos; lo que llaman un gobierno de “cohabitación”.
Pero también puede lograr, en la segunda vuelta, mayoría absoluta el partido de la extrema derecha de Le Pen, que podría ir aliado al Partido Republicano. En ese caso, el primer ministro sería del partido de extrema derecha.
En Francia se repite el fenómeno político del avance electoral de la ultraderecha, como ha pasado con Meloni y Milei. La bronca y la decepción de millones con los gobiernos liberales o de centroizquierda, que aplican planes de ajuste, y la falta de una alternativa socialista revolucionaria fuerte, deriva en estas confusiones de una franja de masas. Le Pen capitaliza parte del descontento de sectores de clases medias empobrecidas, y un sector de la clase obrera que durante el 2023 protagonizó huelgas y movilizaciones masivas contra la reforma jubilatoria de Macron.
Antes, fueron las grandes movilizaciones de los chalecos amarillos, y luego las movilizaciones del campo, hicieron caer la popularidad de Macron. Por otro lado, Le Pen se ha ido “aggiornando”, levantando un falso discurso de apoyo a los reclamos sociales y, a diferencia del caso Milei, reivindicando el rol del Estado.
Consecuencias del triunfo de la extrema derecha
Aunque todavía no se sabe si va a gobernar la extrema derecha con un primer ministro y la presidencia de Macron, o si se logrará imponer la alianza de Macron y el NFP Nuevo Frente Popular, este avance de la extrema derecha tendrá consecuencias contra el pueblo trabajador.
Aunque no vamos a estar ante una dictadura fascista como en los años ‘30, no hay que minimizar la amenaza que la extrema derecha supone contra salarios y pensiones, contra los y las trabajadoras migrantes, contra los derechos democráticos de la mujer o de colectivos LGBTI, contra la educación y la sanidad pública, contra las medidas obtenidas para frenar la destrucción ambiental capitalista; lo que estamos viendo en Argentina con Milei o en Italia con Meloni.
¿Es alternativa progresiva el NFP?
El Nuevo Frente Popular (NFP) está formado por: La France Insoumise, El Partido Comunista Francés, el Partido Socialista, Plaza Pública, Generación-s, Izquierda republicana y la Izquierda Ecosocialista. A ese acuerdo adhirió el Nuevo Partido Anticapitalista (NPA-A), proveniente del trotskismo que fundara Ernest Mandel. Contaría con el apoyo de organizaciones sindicales y de ONGs.
La presencia entre los candidatos del NFP de François Hollande quien fuera presidente de Francia entre 2012 y 2017, es toda una declaración de intenciones. Las medidas que votaron esos supuestos gobiernos de izquierdas fueron antiobreras, y siempre supeditan los intereses obreros a los de la gran patronal. Han aplicado políticas racistas y represivas contra los y las trabajadoras migrantes y han abierto la puerta a la extrema derecha; a ese callejón sin salida al que conducen las políticas de los supuestos gobiernos progresistas de la Unión Europea, como el PSOE-Podemos en el Estado Español, el PS en Portugal o Syriza en Grecia.
Algunas agrupaciones trotskistas fueron críticas al NFP, pero la principal de ellas, Lutte Ouvrière, se negó a una unidad electoral con los otros grupos que no apoyaron al NFP, como primer paso para formar una alternativa unitaria anticapitalista y socialista independiente.
Cómo enfrentar lo que viene
Sea quien sea el futuro primer ministro francés, está claro que en acuerdo con el presidente Macron intentarán profundizar los planes económicos antiobreros y antipopulares, como lo que ocurre con Milei en Argentina.
Por eso, como lo señala la última declaración de los partidos europeos de la UIT-CI (Estado Español, Portugal, Italia y Turquía), anterior a las elecciones en Francia y ante el crecimiento de la extrema derecha en Europa: “Es precisa la unidad, pero para la movilización contra los gobiernos (sean del color que sean) que aplican la austeridad contra las y los trabajadores y pensionistas, las políticas contra la inmigración o que son cómplices con el genocidio palestino. Sólo abriendo una perspectiva para la solución efectiva de las justas demandas de la clase obrera y los sectores populares, bloquearemos la penetración de la extrema derecha en los barrios.”
“También es necesaria la unidad, pero para construir una alternativa anticapitalista al servicio de las luchas, comprometida con la construcción de un sindicalismo combativo, que levante un plan económico obrero de urgencia ante la crisis, por gobiernos de los y las trabajadoras”.