A posteriori, el propio organismo encargado de la tasación de la empresa comprobó que, como mucho, y poniendo a favor de Repsol todos los supuestos de cotización, "correspondería" pagarle 1.500 millones de dólares. Ni siquiera eso era justo: la empresa había sido adquirida por nada, con los activos subvaluados, y en los años posteriores había "facturado" varias veces el monto de su compra, a la vez que incumplía con todos los contratos de inversiones, hasta llevar al país al desabastecimiento petrolero y gasífero. En realidad, a Repsol no sólo no había que pagarle nada: nos debía más plata a los argentinos. Con todo eso comprobado y ahora el gobierno hace una vuelta en el aire y "sorpresivamente", de un día para otro, decide premiar a Repsol con 5.000 millones de dólares.
Es que detrás de este acuerdo está la entrada de la multinacional española en los "nuevos negocios", particularmente en Vaca Muerta. Repsol va camino a transformarse en el "segundo Chevron", recibiendo áreas para fracking en condiciones escandalosas de contrato. Por eso Kicillof se negó a dar a publicidad el acuerdo alegando, igual que con Chevron, cláusulas de suma "confidencialidad".
Párrafo aparte merece la forma en que se pagarán esos 5.000 millones de dólares: se lo hará con "activos líquidos", léase bonos del estado que cotizan en dólares. Blanco sobre negro: el estado argentino se endeuda para garantizarle el negocio a los españoles. Una marca más sobre la mentira del desendeudamiento. Todo esto está en línea con el anterior reconocimiento de deudas con el Ciadi y el actual, con los fondos buitres. Seguiremos aumentando la deuda cual bola de nieve, al servicio de nuevos saqueos y negociados. El acuerdo es tan entreguista que no sólo logró el apoyo de Sergio Massa, sino del propio Domingo Cavallo. Como "oliendo algo en el ambiente", hace pocos días Cavallo había expresado su confianza en Jorge Capitanich y, cuando se le preguntó por Kicillof y su supuesto pasado "marxista", dijo misterioso: "hay que verlo caminar". Ahora, "viéndolo caminar", se pronunció "encantado por el acuerdo". Todo esto derrumba en un segundo, los supuestos debates que hicieron algunos sobre el carácter "marxista" del nuevo ministro.
Frente a esta entrega escandalosa reafirmamos una vez más que no hay que pagarle un peso a Repsol, y hay que rescindir el no menos entreguista acuerdo firmado con Chevrón. Y a la vez terminar con todos los otros contratos con las demás petroleras privadas (nacionalizando todo el petróleo y el gas), para reconstruir una nueva YPF 100% estatal, que concentre todo el negocio del gas y el petróleo del país, integrando todas sus fases, desde la exploración, pasando por la extracción y el refinado y culminando con la comercialización. Cosa que sólo será posible si esta nueva empresa es gestionada por sus trabajadores y técnicos, incluyendo los echados por la privatización de los 90.
Así terminaremos con la actual crisis energética, recuperaremos el autoabastecimiento y pondremos todo eso para un nuevo modelo de desarrollo, al servicio de los trabajadores y el pueblo.