Dos grandes hechos habían signado su vida. En primer lugar su profesión, era una brillante doctora en nefrología infantil, reconocida no solo en el país sino internacionalmente, y a pesar de esta ubicación, sus pacientes del hospital luego de atenderlos, la veían recorrer afanosa los pasillos para conseguirles los remedios o estudios onerosos, que les había indicado. Por eso cuando el cortejo fúnebre pasó por el Hospital Pediátrico, todo su personal salió a la calle, y la palabra de médicos, enfermeros y hasta la de una madre de una niña a la que le había salvado la vida, arrancaron lágrimas de pena y de cariño, y mostraron la talla profesional y personal de Raquel. El otro hecho que en su velatorio reivindicamos, fue los muchos años dedicados a la construcción de nuestro partido. Una militancia que encaró con la fuerza y el entusiasmo que la caracterizaba, convencida de que había que cambiar de raíz esta sociedad para poder resolver lo que la medicina no podía. Esto le valió prisión y hasta el exilio en España. Por eso a pesar de la tristeza por su perdida, la emoción embargó al puñado de militantes que fuimos a despedirla y reivindicarla. Allí volvimos a comprome- ternos a seguir levantando las banderas por las que ella había luchado durante los mejores años de su vida.
¡Querida compañera Raquel, hasta el socialismo siempre!!