En su discurso de apertura Castro señaló: “Son innegables los beneficios de la inversión extranjera directa para las economías de la región y de las inyecciones de capital de las empresas transnacionales”. Se quejó, sin embargo, del “crecimiento desmedido de las utilidades que obtienen 5,5 veces (más) en los últimos 9 años”. Y agregó que esto “afecta su impacto positivo sobre la balanza de pagos de nuestros países” (www.cubadebate.cu). Es decir, el impacto no es tan positivo como podría ser, pero beneficioso al fin... Pese a toda la retórica, este elogio de las transnacionales es claramente pro-imperialista. Por eso fue aplaudido por todos los presidentes presentes, incluyendo los más abiertamente proyanquis como Piñera (Chile), Santos (Colombia) o Enrique Peña Nieto (México).
Esta idea fue recogida en la declaración final que dice: “solicitamos a las empresas y grupos trasnacionales que mantengan una conducta responsable y consistente con las políticas públicas adoptadas por los estados receptores de la inversión”. En otro párrafo, habla de “la importancia de desarrollar herramientas que permitan fortalecer el sistema financiero internacional [...] y la adopción de medidas concretas para lograr mejores prácticas [...] en flujos financieros internacionales” (¡!). El “sistema financiero internacional”, que pretende “fortalecer” la declaración, está encabezado por el FMI y los grandes bancos usureros de la deuda externa. Pedirle “mejores prácticas” a los bancos usureros y multinacionales, sería como pedirle a Drácula que se haga vegetariano.
Cuba y el nuevo puerto Mariel
Uno de los ejes de la CELAC fue la propia Cuba. La declaración solicita el fin definitivo del bloqueo yanqui, reclamo totalmente justo. Pero éste reclamo se da en el marco del apoyo a la plena restauración capitalista en Cuba, expresada en los elogios a la inversión extranjera.
Antes de comenzar la Cumbre, varios presidentes latinoamericanos participaron en la inauguración de la primera parte del nuevo y moderno puerto Mariel y la nueva “Zona especial de Desarrollo” en dicho puerto. La normativa de la zona, de 465,4 kilómetros cuadrados situada a 45 kilómetros de La Habana, exime a las compañías asentadas allí de los impuestos sobre la fuerza de trabajo, sobre utilidades por 10 años y sobre la venta durante los primeros 12 meses de operaciones. Es decir, es un modelo semicolonial y neoliberal parecido al de las zonas especiales en China, la más importante Shangai.
Dilma Rousseff informó que Brasil financió la ampliación del puerto con unos 802 millones de dólares, con la participación de unas 400 empresas brasileñas y para una segunda etapa, que incluye las labores en la Zona Especial, el país sudamericano dispondrá de 290 millones más. Construido por la multinacional brasileña Odebrecht, el puerto será operado por la empresa Global Ports Management Limited de Singapur.
En síntesis, al contrario de lo dicho en algunos discursos, la Cumbre de la CELAC no estuvo al servicio de la independencia latinoamericana, sino que, al contrario, fue para apoyar la plena restauración capitalista en Cuba y mantener el sometimiento al imperialismo de nuestros países. La segunda y definitiva independencia y la unidad de la patria grande latinoamericana no vendrá de la mano de la CELAC ni de los actuales gobiernos latinoamericanos, sino de la lucha obrera y popular por imponer la unidad por el no pago de la deuda externa, la expropiación y expulsión de las transnacionales y por imponer gobiernos de los trabajadores y el socialismo por los que luchó el Che.